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La fiesta de la democracia

Fuentes: Rebelión

Al fin parte la carrera de verdad. Tenemos poco más de 4 meses para las elecciones presidenciales. El ensayo general de las primarias binominales, que bien podrían haber sido las elecciones internas, ya pasó y más allá de la parafernalia y las explicaciones de un lado y otros, se confirma que la supervivencia de los […]

Al fin parte la carrera de verdad. Tenemos poco más de 4 meses para las elecciones presidenciales. El ensayo general de las primarias binominales, que bien podrían haber sido las elecciones internas, ya pasó y más allá de la parafernalia y las explicaciones de un lado y otros, se confirma que la supervivencia de los herederos del modelo está basado solo en el binominal.

Desde temprano hubo llamados desesperados a que los chilenos y chilenas fueran a votar. A los noteros de farándula, solo faltó que se sumara Don Francisco para motivar a votar, fiel a su estilo, con alguna nota cebollera.

A un lado del voto estaban los que reniegan de su activa participación en la dictadura, y al otro, quienes hicieron todo para que el orden institucional de la dictadura perdure hasta nuestros días. Si lo de ayer hubiese definido sobre un ring, todos hubiesen estado en la misma esquina.

Con los primeros cómputos ya se cumplía la profecía. Como en todas las elecciones que han habido hasta ahora en nuestro país, no hubo sorpresa. El sistema binominal lo hizo de nuevo. Acaso alguno en su sano juicio, pensó que Bachelet y Longueira iban a perder las internas de sus coaliciones…

Por la tarde del domingo se veían todos felices, brazos en alto, y otra vez felicitándose por esta impecable fiesta democrática. Una fiesta que, si la comparamos con la última a la que fuimos invitados, no distan mucho ni en los números ni mucho menos en su contenido político.

Los mismos invitados.

Haciendo un calculo muy sencillo, de un total de 13.388.000 invitados, solo asistieron 3.007.687 a la fiesta de este domingo. Esto significa que 10.380.313 invitados, simplemente no quisieron ir a la fiesta. En terminos porcentuales un 77,5% de chilenos no participaron en estas elecciones.

Si desglosamos más los números en octubre pasado, la alianza obtuvo un total de 2.079.854 votos. En las primarias solo 805.605, un notable diferencial de 1.274.249 votos. Tal vez el stock de chocman no fue suficiente o esta vez el acarreo no funcionó.

La concertación obtuvo este domingo 2.135.044 votos, en las municipales pasadas un total de 2.385.178 preferencias, reduciendo en 250.134 sus votos. Es en ese margen donde se mueve el voto duro concertacionista, ni los aparentemente disciplinados votos del PC ni el de sus satélites también absorbidos por la concertación lograron aumentar su caudal de votos.

Razones pueden haber por montones y no sería aventurado decir que son las mismas por las que en octubre pasado tuvimos esas impresionantes cifras de abstención.

Con estos antecedentes, nadie puede negar que la mayoría de los chilenos y chilenas no le interesaba ir a las primarias del duopolio, y que más allá de toda la pirotecnia con la que terminó esta fiesta, los que asistieron este domingo son los mismos que sí fueron a la fiesta de octubre pasado.

La misma música.

El camino se despeja, muchos se quedaron en el camino, y tendrán que ver las elecciones del 17N por televisión. Era evidente que triunfarían los que triunfaron.

Ahora con mayor claridad, tenemos representando a los binominales a dos caras muy conocidas para todos nosotros. Son los rostros de quienes por casi 40 años han puesto la música haciéndonos bailar a su pinta.

Tú debes recordar a Longueira por los vídeos en los que furibundo apedrea al Senador Ted Kennedy. Por sus fotos regalonenando con Pinochet, o también, por haber sido presidente de la FECH, sin haber ganado ningún voto. Debo reconocer que por mi edad, mis recuerdos más frescos vienen de estos últimos años. El lobby que hizo por privatizar y entregar el mar a siete familias de los grupos económicos que se han ido haciendo dueños del boliche, por el eco de sus dichos racistas, su defensa irrestricta de un estado policiaco y sus constantes ad-chavezum para descalificar cualquier propuesta que atente contra la obra de sus mentores. Todo eso que lo transformó en el baluarte de la dictadura, el más férreo de sus defensores y también el más sincero y correspondido devoto de Jaime Guzmán, el autor intelectual de tan nefasta obra.

En política no existen las casualidades, Longueira es uno de los hombres más fuertes del neoliberalismo en Chile, por eso está donde está, como uno de los últimos defensores de una batalla de ideas que los neoliberales ya vienen perdiendo hace rato y por goleada.

Para ser sincero, tengo también recuerdos muy frescos de Bachelet, quizás por los palos que me gané cuando el 2006 y 2008 copábamos las calles exigiendo un sistema educacional gratuito y no la LGE. De todos modos, creo que recuerdas la foto con la que celebraron manos tomadas desde Larraín hasta Escalona.

Bajo su gobierno la represión fue tanto o más brutal que con Piñera, los pingüinos ahora universitarios, saben de eso. De seguro también pueden dar fe de la violencia ejercida, todos quienes han sufrido la militarización del Wallmapu y la consecuente represión y violación de los derechos fundamentales del Pueblo Mapuche. Para que vamos a hablar de las 42 termoeléctricas aprobadas bajo su administración o el incesante lobby que hizo presionada por la embajada de EEUU para que en vez de áreas verdes se instalara la central Campiche en Puchuncaví.Se despidió el 2010 cargando con todo esto. El supuesto liderazgo fracasó, pues entregó la banda presidencial a Piñera. Hoy muchos sacan a relucir esto e supuesto atributo pues trajo réditos automáticos al cadáver político y a los zombies concertacionistas que hoy pululan a su alrededor. Incluso los que hasta hace unas horas eran sus competidores, ya están tranquilos bajo el regazo de sus polleras.

En política, el liderazgo no es un titulo para pavonear. El liderazgo se ejerce tomando definiciones considerando el bienestar colectivo de la sociedad, apelando a acciones que promuevan transformaciones profundas y que no estén enmarcadas en parchar problemas estructurales de la manera más fácil.

El día después.

Terminaron las primarias y el existismo ya se apoderó de los binominales, acaparando pomposos titulares y envalentonando a muchos con los resultados que solo confirman lo que hemos sostenido: La mayoría de los chilenos y chilenas no se sienten representados ni por la concertación ni menos por la alianza, todos ellos son poco más de 10 millones. Nada más ni nada menos que el 77,5% del electorado.

Después de todo, el día después no es nada muy distinto del día después de las municipales. Evidentemente, la pista de baile sigue tal cual la vimos en octubre pasado.

La crisis de representación no se soluciona entregando más poder a los mismos que impiden que otros y otras puedan representarnos. Tampoco mejora nuestro aparente sistema democrático una votación. Nuestro país está en una crisis institucional que no se soluciona ni con primarias ni con buenas intenciones.

Ninguno puede darse por ganador antes del 17N, la carrera de verdad recién está comenzando y los números no variaron.

El momento histórico que vivimos es un período de inflexión entre el viejo y el nuevo Chile. Momentos como este exigen radicalidad y responsabilidad. El 17N no nos jugamos tan solo una alternancia entre dos derechas, nos jugamos la posibilidad de que nuestra alternativa se transforme en el catalizador de las transformaciones que necesitamos y que encabeza la Asamblea Constituyente para construír en Chile una sociedad de derechos.



[1] Coordinador político equipo presidencial Marcel Claude y vicepresidente de relaciones internacionales del Partido Izquierda Unida.

En twitter @MutanRashen

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.