Recomiendo:
0

Entrevista con el fotógrafo y músico Jorge Aravena Llanca

«La Fundación Neruda debe explicar cómo se vendió ilegalmente la biblioteca del poeta al Museo Reina Sofía»

Fuentes: La Jornada (edición Morelos) y El Clarín

Leí por primera vez a Jorge Aravena Llanca en su libro El tango y la historia de Carlos Gardel (Lom, 2003); luego al hablar con el crítico literario Jaime Concha y con el doctor Enrique Robertson, nació en mí una curiosidad por conocer a su amigo Llanca, no sólo al catedrático de literatura latinoamericana de […]

Leí por primera vez a Jorge Aravena Llanca en su libro El tango y la historia de Carlos Gardel (Lom, 2003); luego al hablar con el crítico literario Jaime Concha y con el doctor Enrique Robertson, nació en mí una curiosidad por conocer a su amigo Llanca, no sólo al catedrático de literatura latinoamericana de la Universidad de Berlín (ciudad donde vive desde el exilio post 1973). De a poco descubrí el tremendo músico que es y las fotografías inéditas, todas de su autoría: Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Nicanor Parra, Jorge Teillier, Juan Rulfo, Eduardo Galeano, Gonzalo Rojas, Antonio Skármeta, Sara Vial y Ernesto Cardenal (alguna vez montadas en la Biblioteca Nacional de Chile en 1971). Una anécdota que nos pasó a varios cuando los uruguayos Jorge Ruffinelli y Pablo Rocca en las revistas: Casa de las Américas (número 235; Cuba) y América sin nombre (número 7; España) no pudieron identificar en una foto a Llanca junto a Neruda y Vargas Llosa. Sin prisas presentamos un tránsito por la memoria visual y sonora del Sur en la guitarra, lente y palabra de Jorge Aravena Llanca.

MC.- ¿Cómo compagina la fotografía y la música?

JA.- Forman parte de mi personalidad y de mis estudios superiores: desde muy niño: la música; la fotografía: en la pubertad; y la palabra hasta el día de hoy en que aun no la descubro y vivo alucinado detrás de ella. En Ecuador creé una Editorial con la denominación «Música, Palabra e Imagen». En ella publiqué una antología completa sobre el poeta Jorge Carrera Andrade, Alejandro Carrión, Euler Granda, entre otros ecuatorianos. Fui siempre el hombre de la palabra cantada, de la guitarra y la cámara fotográfica, ambas cosas muy necesaria a la vanidad tropical de los creadores sureños y entusiastas del jolgorio poético donde se trasluce la ociosidad hispana por las palmas y los ole, aunque en Chile por los aros y la cueca viticultural, y en la Argentina por las chacareras y la zambas que hacen patria con un buen asado, sin olvidar uno que otro tango.

MC.- Musicalizó a Neruda y a Borges ¿por qué los eligió y a sus poesías? ¿Quién sigue en su próxima partitura de cuerdas y recuerdos?

JA.- No sólo a ellos. Tengo música compuesta sobre poemas de Rubén Darío, Vallejo, Euler Granda, Jorge Teillier, Rolando Cárdenas, Mistral, Huidobro, De Rokha, Carrera Andrade, José Martí, Ibarburú, Octavio Paz, Amado Nervo.

Soy más viejo que Serrat y, créame, que antes que él fuera, por lo menos conocido, yo ya andaba cantando a los poetas como Pesoa Veliz, Cruchaga Santa María, a chilenos, argentinos, latinoamericanos, todos. Aun hay por ahí, discos, con fecha y todo, que dan testimonios de ello. ¿Por qué a Neruda y Borges? Porque los conocí en persona. Porque calibré sus naturalezas con las mismas vibraciones que alienta la juventud, en ese espacio donde se anidan la esperanza, la justicia y la libertad creativa en la literatura entregándose a ella en cuerpo y alma. Siempre quise ser consecuente, con la escritura, como ellos. Entonces tomé sus poemas, los metí primero en una imagen fotográfica, llené de notas, sílaba por sílaba, sus ideas que en mí se traducían en melodías. Con Neruda siempre tuve problemas con el ritmo, no así con Borges cuyo ritmo poético, en el soneto, es de innegable consecuencia melódica y rítmica.

MC.- ¿A quién reconoce como su inspiración en el tango? ¿Gardel o Piazolla?

JA.- A ninguno. ¿Cómo pensarlo siquiera? Mi madre enamoró a mi padre cantándole «Mi Buenos Aires Querido». Soy producto de un mensaje gardeliano, una inspiración de él hacia mí, por ello, como agradecimiento, le respondí a mi madre escribiendo ese mi antepenúltimo libro «El Tango y la Historia de Carlos Gardel», el primero que sobre el «mudo» se ha publicado en Alemania y creo que en toda Europa. Para Latinoamérica lo publicó Lom. Gardel es uno de mis amigos recurrentes a quien venero pero que no envidio. Estoy en paz con él. Con el «troesma» me encuentro en cada momento que doblo alguna esquina, y en los quicios de unas puertas que dan a un zanjón, con otro de mis buenos amigos: Jorge Luis Borges, y en la mesa de cualquier solitario bar con Jorge Teillier. ¿Qué decir de Piazzolla que no se haya dicho? Lo que yo puedo tanguearle es que en la forma instrumental, de concepción armónica y desarrollo temático, Piazzolla copió, como un buen alumno, brillantemente a Brahms y en el ritmo a Stravinsky, que a su vez le afanó a los Siux, indios norteamericanos, la manera de enfrentar la rítmica dentro del sistema sonoro del uso armónico de percusión primitiva haciéndola moderna. Todo un hallazgo, de los nombrados, para darnos una nueva forma musical.

MC.- Entre la música y la literatura hay una frontera invisible ¿Qué secretos nos puede contar de su compadre el poeta Jorge Teillier?

JA.- Teillier es un poeta con un trasfondo vivencial muy interesante. Le gustaba la música, era un poeta musical y tenía una extraña atracción por la fotografía que después de la llegada de su padre del exilio recién supo el por qué: su abuelo paterno había sido aprendiz de Lumiere. Vaya transmisión genética ¿no? Teillier da para hablar y pensar mucho, entre otros modismos, creó en Chile una corriente, que en otros países algunos poetas han proseguido sin mayores alardes, pero que en Chile se convirtió en una vocación religiosa obligada de todo el jactancioso que se hizo poeta: ser un poeta lárico. El larismo que impuso Teillier, sin pretenderlo, proviene de un error, o un desconocimiento de parte del mismo Teillier, pues su territorio añorado no fue el del sur de Chile, ese llamado de La Frontera (región mapuche) donde nació, sino la patria que sus antepasados franceses abandonaron y perdieron, por su exilio, sin atisbos de recuperación.

Teillier para esto, ignorando cuales eran sus vitales y profundas motivaciones, inclinó su poemática en el conocimiento de los poetas franceses y sobre todo en los alemanes María Rilke, Heine, Tralk, ¿qué buscaban, estos poetas judíos? en su desesperación y soledad el lugar de origen de sus antepasados, que desde esas páginas bíblicas deambularon, hasta encontrarse, ellos en Alemania, por maldito designio del destino, por ejemplo los nombrados, y clamaban por ese paisaje, por esa condición de expatriados sin culpa, por la recuperación de todo lo perdido en siglos de una judaica diáspora milenaria. Teillier sabía que su lugar de origen debió haber sido, y lo decía, Francia, -por eso amaba a Carlos Gardel y hasta se esforzó por nacer el mismo día que el «troesma murió»- y no Chile, ese pobre cinturón de montañas nevadas cayéndose a un mar que nunca la recibe.

Yo fui muy amigo de Jorge Teillier, él fue mi testigo de matrimonio y padrino de Cristinita, mi hija mayor. Es uno de los seres que más he apreciado, con el que más he bebido, ese vino alegre y nuestro de cada día, en los bares del antiguo Santiago. Se me adelantó, como lo hacía en todo y con todos, pues era, entre nosotros, el más inteligente; pero ya nos vamos a encontrar en el rebaño huesudo de la vieja de la guadaña, que nos ofrece ese último trago seco y silencioso que es la muerte.

MC.- El fotógrafo es un testigo privilegiado, para mí uno de los personajes más misteriosos e interesantes de Chile es Nicanor Parra ¿Qué puede decirme del antipoeta?

JA.- No se por qué hoy siento, y sufro, de que un día debía confesarme. Sinceramente. No tengo la más mínima admiración por este personaje, que hoy día es sobre dimensionado, como todos los de su familiar apellido, por lo que hacen o hicieron. Hizo buena poesía cuando era un pobre joven, pobremente nacido en ese Chillán de terremotos de azufre y vino, caliente bajo un sol lleno golpeando como hiriente blasfemia, y lluvioso como viuda plañidera de dos centavos. Después, cuando Parra descubrió su vocación de matemático y físico, se volvió una ecuación que en zigzag andaba entre las piernas de la izquierda y de esa derecha que da privilegios. Se convirtió en un poeta publicista, hasta que fue un publicista nato y nada de poesía, sólo él como episodio central. Cuando joven Nicanor andaba con un cuaderno y un lápiz en la manos, siempre a punto de anotar algo, según me contó el profesor chillanejo Carlos René Ybacache de la Academia chilena de la Lengua, Parra llegaba a cualquier reunión y escribía las frases ingeniosos de los reunidos, o de los lugareños, de la gente del pueblo, era como que los despojaba de todo el ingenio desarrollado durante milenios; se apropiaba de todo y luego convertía, firmando con su nombre los libros de hojas de parra en supuestos antipoemas. Cuando entraba en la Sociedad de Escritores de Chile, recuerdo que Rolando Cárdenas susurraba: ¡No hablen, llegó Nicanor! Era sabido que a todos les robaba hasta el aliento. Cuando llegué a Chile, después de casi toda una vida vivida en Buenos Aires, conocí a Violeta Parra, me escuchó cantar y me contrató para cantar en su Peña de La Reina, fue en el año 1966. Ahí llegaba todas las tardes Nicanor a conversar con su hermana y hacerse mutuamente compañía. Un día, estando yo presente, le mostró un libro, le señaló una página y le dijo: «ahí está, síguelo a él». Se refería al poema de Jorge Luis Borges «Otro poema de los dones» de «El otro, el mismo»» publicado en l964, Obras Completas, Emecé Editores, l974, que comienza «Gracias quiero dar al divino…» y se larga a hacer una enumeración borgiana de cosas a su estilo. Violeta parafraseó esos versos y lo tituló «Gracias a la vida». Tiempo después ella misma me confesó su pesadumbre por esto de casi copiar nada menos que al conocidísimo Borges.

Había terminado sus «Ultimas Composiciones», -escritas a mano y que yo pasé en limpio a máquina y que están aun hoy en mi poder, cosa que nadie lo sabe, primera vez que lo revelo- canciones creativas que verdaderamente le pertenecían. Violeta tenía mucho talento.

MC.- Hay una foto de Sara Facio donde aparecen Neruda, usted y Vargas Llosa en Isla Negra (1969) ¿Cómo eran los días de cofradía nerudiana? ¿Usted imaginó que el joven y talentoso Vargas Llosa se convertiría en un vocero de la derecha?

JA.- Durante el Encuentro Latinoamericano de Escritores del año 1969, en el Hotel O´Higgins de Valparaíso, varias veces almorcé con Mario Vargas Llosa, sin saber quién era. Me di cuenta cuando me dijeron: «che, vos te sentás con el mejor escritor joven latinoamericano. Qué bárbaro ser amigo de él. Es un honor». Efectivamente, esa foto fue tomada por Sara Facio, que era, y debe ser todavía, una mujer muy hermosa, alegre y muy consiente de lo que hacía.

Nos alegraba a todos con su conversación tan porteña y llena de cariño por los chilenos. Sara Facio tuvo mucha suerte en su vida como fotógrafa, merecidamente por supuesto, por ser muy trabajadora, y ese ojo que captaba hasta lo más esencial del alma, ese hálito, que no se ve, pero que en sus fotos es lo que más sobresale. A Vargas Llosa lo empujaron a abandonar la izquierda. Hasta sus íntimos amigos lo asediaban por la libertad con que expresaba sus ideas, no era dogmático, era un hombre sincero y valiente, y decía en voz alta lo que pensaba. Así lo comenzaron a odiar y luego no faltó la editorial que viendo su capacidad le ofreció el oro y el moro. Ahí se perdió, tal vez para Latinoamérica, el escritor Mario Vargas Llosa.

MC.- ¿Fue complicado pasar 15 días a lado de Jorge Luis Borges en Quito? ¿Era un porteño huraño? ¿Hubo algún malentendido político entre ustedes?

JA.- Fue una experiencia inolvidable de lo cual no paro de hablar cuando me lo permiten. No era huraño, ni nada de eso, al contrario, era muy ameno, un clásico porteño enamorado de la ciudad de Buenos Aires la que yo conocí al dedillo, pues fue mi ciudad durante mis primeros 33 años de vida. Por supuesto, durante todo ese tiempo de escucharlo diariamente, saqué la conclusión de que su prodigiosa memoria no era tal. Borges hablaba siempre lo mismo, recurría a las mismas clásicas ironías que las decía con un dejo risueño, con un cierto temor de que se lo descubriera repitiendo siempre lo mismo. Pero qué importaba, si lo que memorizaba era abundante y, en un día, era capaz su memoria de dar vueltas por toda la literatura universal, y apabullar a cualquiera con historias de antiguas escrituras. Con Borges era imposible tomar otra postura que la que él insinuaba. Nos tenía a todos de un ala, como a un pajarito: por admiración, por su edad y por la nobleza de su ceguera.

MC.- Ya le pregunté a la poeta Sara Vial, pero sé que usted compartió con mi tío el escritor Carlos Casasús en casa de Jorge Teillier y en Valparaíso ¿me puede ayudar en la recuperación de mi memoria familiar? ¿Fueron amigos Teillier y Casasús?

JA.- ¡Ah, qué linda y emotiva pregunta! Uno se olvida de la gente cuando no la tiene en presencia. Yo recuerdo a Carlos Casasús, siendo ya un hombre de edad. Venía de Valparaíso sólo para visitar a los poetas con los que se entendía mejor. Debió de tener mucha preferencia por Jorge Teillier, y Jorge abandonaba todo cuando se juntaban. Sé que a ambos les daba una sed tremenda en el mismo instante en que se encontraban, pues de inmediato se iban al Full Bar o Il Bosco donde se sentaban a conversarse un botellón. Recuerdo, una de esas veces, que Jorge andaba amistoso con el vino blanco y Casasús en ese momento tenía inclinación por el tinto, ante de decidirse por el color, ‘coloquiaron’ versos sobre el tema, en donde salieron poetas hasta de Francia haciendo elogios del vino y el color preferido. El poeta Carlos Casasús tenía una agradable presencia de caballero antiguo, obsecuente. Me sorprendió la capacidad de saber escuchar, aun cuando Jorge Teillier balbuceaba etílicos versos, no lo interrumpía. Recuerdo que fue esa vez que llegó al restaurante Arturo Godoy, el campeón de los pesos pesados chilenos.

Nos pusimos en la fila a la espera que nos pegara un puñetazo en la mejilla que era un sinónimo de autógrafo que Teillier solía pedirle a todos los boxeadores.

MC.- ¿Algún día hará pública la historia del embarque robado de libros propiedad de Neruda como Embajador en París y cómo se perdió a su muerte en 1973?

JA.- Tengo un amigo en el norte de Alemania. Vive en Pellworm. Cuando lo conocí me contó que era anticuario de libros y, como yo canté en un concierto en esa ocasión unos poemas de Neruda, me contó que había tenido la oportunidad de comprar una biblioteca completa de primeras ediciones de sus libros y de otros poetas tanto franceses, latinoamericanos como españoles.

No la compró, me dijo, pues según el vendedor, una señora rubia de nacionalidad alemana, propietaria de los libros no podía dar ni su nombre ni boletas (resultó ser la amante en turno de Juan Agustín Figueroa). Mi amigo trabajaba siempre dentro de la ley. Y no compró. Pero pasado el tiempo, unos cuantos años después, una compañía norteamericana le ofreció la misma colección pero esta vez con boletas de compra y venta. Y compró. Esa colección de los libros de Neruda, mi amigo se la vendió, al ya muerto español Francisco Huepes, que era el testaferro de los reyes de España, quien la compró para la biblioteca del Museo Reina Sofía. Tiempo después leí, por internet en los diarios chilenos, que un hermano de Matilde Urrutia, el año 1971 estuvo ofreciendo esa colección, antes que muriera Neruda, a coleccionistas en Europa. No todo coincidía con la fecha que me dio Detler, el amigo alemán que me reveló sus confidencias. Hubo por ahí una relación de ciertos hechos como que, cuando llegaron a Chile, las cajas pertenecientes a Neruda desde París, en la que venían los libros, había en ellas un vacío, un hueco, y se supuso que los militares, que habían revisado la carga, habían robado todos los libros. Como a mí no me calzaban las fechas, le mandé a mi amigo alemán el artículo, y él, apresuradamente, me contestó por fax, dándome las fechas exactas y dando fe de que él había comprado los libros, muchos años después de las fechas supuestas en esos mentirosos artículos de la prensa local; me afirmó que había comprado la misma colección que le habían ofrecido, a nombre de una señora que no podía, o no quiso dar su nombre, estando moribundo el poeta Pablo Neruda (1973).

Era la misma colección que había pasado por varias manos y cuando todo estaba limpio, y así, como una cuestión olvidada, se vendió. La Fundación Neruda tiene que explicar cómo llegó ilegalmente la biblioteca del poeta al Museo Reina Sofía. Conservo algunos documentos que prueban el ‘negocio’ de Juan Agustín Figueroa con la colección bibliófila del Nobel (1971).

MC.- ¿A dónde irá a parar su archivo fotográfico? ¿Se quedará en Berlín? ¿Lo donará a la Fundación Neruda?

JA.- Mi archivo fotográfico lo vendí. Tanto el ecuatoriano como el chileno.

Lo compró un sobrino de Neruda, Manuel Basoalto. Creo que está en buenas manos. Pero existen unos 80 negativos inéditos que yo le entregué a la Editorial Universitaria sobre el viaje de Neruda al sur cuando se lo despidió de Chile para asumir la embajada en Francia. Vino el golpe militar y yo me olvidé dónde tenía ese material. Al fin lo recordé y en un viaje a Chile hablé, con el sobre en la mano en que entregué los negativos con el gerente de la Editorial Universitaria y me los negó, diciendo que era muy improbable que se pudieran encontrar en sus archivos porque después del golpe militar, llamado el incendio, debieron salir corriendo a otra dirección y perdieron muchas cosas. Algún día se encontrarán, sin duda, por ello doy referencias que se trata de Neruda en Almagro, Temuco, Lautaro, Pitrufquen, tomas del poeta junto a Juvencio Valle, Jorge Teillier, tomando chicha, detrás de un mostrador en una casa de niñas de sonrisa fácil junto a Jaime Concha, ambos a cargo del bar, junto Iñigo Madrigal y Hernán Loyola. A la Fundación Neruda, después de lo que sé por intermedio de Usted mismo, amigo mío, nunca donaré nada de nada.

MC.- ¿Por qué permanece inédito su trabajo de musicalización de versos Nerudianos? ¿Ha tenido problemas con la Fundación Neruda? ¿Tiene alguna opinión sobre Cantalao y su metamorfosis a Fundación Neruda?

JA.- Mi disco se hundió con barco y todo, se quemó en el incendio de la dictadura, se lo comió la indiferencia de la Fundación Neruda, que en conocimiento de su finalidad, de los pinochetistas Claro(s) y los oscuros, no quise colaborar con ellos. Fue tanto lo que se publicó en el centenario de Neruda que sabía de antemano que se perdería más del 80% de todo lo dicho, escrito y cantado. Y por ahí tengo ese trabajo para solaz de mis hijas que son amantes del poeta y mis mejores admiradoras. Cantalao si ha tenido una metamorfosis a Fundación Neruda, debe ser de personas, que deben andar sonriendo para el lado derecho. Lo intuyo por las preguntas y sus investigaciones.