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La garra Ugarte del clan Pinochet

Fuentes: La Nación

Mario Gutiérrez Ugarte, ex coronel y primo del ex dictador, aterrizó en el Instituto de Seguros del Estado (ISE) y formó en 1982 un club de amigos que se enriqueció de manera limpia: sin mover un dedo. El coronel, sus secuaces del ISE y la hija menor de Pinochet terminaron viviendo en El Golf. En […]

Mario Gutiérrez Ugarte, ex coronel y primo del ex dictador, aterrizó en el Instituto de Seguros del Estado (ISE) y formó en 1982 un club de amigos que se enriqueció de manera limpia: sin mover un dedo. El coronel, sus secuaces del ISE y la hija menor de Pinochet terminaron viviendo en El Golf.

En el curso de su segundo Gobierno (1952-1958), Carlos Ibáñez del Campo creó el Instituto de Seguros del Estado (ISE), que centralizó las operaciones de aseguramiento del entonces vigoroso aparato estatal, en condiciones competitivas con el resto del mercado, y que comenzó más tarde a operar en el sector privado, generando utilidades adicionales al Fisco.

Esta idea fue el escenario que un grupo de parientes y amigos de Augusto Pinochet utilizó entre 1982 y 1983 para agregar, sin aquel digno sudor del trabajo, a sus ingresos el equivalente en moneda de hoy a 615 mil millones de pesos por concepto de comisiones innecesarias.

En 1980, las autoridades militares permitieron al ISE operar a través de corredores independientes homologados. Comandaba un ex coronel, de nombre Mario Gutiérrez Ugarte, nombrado ahí por su primo Augusto Pinochet.

Al constatar que, gracias al primo, pasaban coladas operaciones como la que le brindó un acogedor departamento de 140 metros en El Golf (ver recuadro), Marito, como le decían en la familia, se subió por el chorro.

EL COMITÉ

Como primer paso estableció una nómina de corredores exclusivos cuya misión no era captar clientes nuevos, sino explotar el mercado cautivo y obligado de las instituciones estatales. Los primeros afortunados fueron Carlos Hidalgo Rojas, domiciliado en Punta Arenas, y la intermediadora de seguros Pérez Artaso Ltda. Luego se sumó Patricio Mora Contreras, de Temuco, y a inicios de 1983 el club se sella con Storil Ltda. y Metrópoli Ltda.

Storil, creada el 27 de diciembre de 1982, tenía dos socios de coherente currículum en materia de utilización de fondos estatales puestos a su alcance por mérito familiar: Inés Lucía Pinochet Hiriart (90%) y su consorte de la época, Jorge Aravena Vergara (10%).

SANOS INCENTIVOS

Para estimularlos en su difícil tarea, Marito Gutiérrez les ofreció comisiones más de tres veces por encima del valor de mercado. Mientras las empresas privadas pagaban entonces el 10% a los corredores, Gutiérrez remuneraba entre 30 y 35%. Y en caso de seguros contra incendio, la comisión de los ahijados llegaba a 50% frente a 20% en el mercado. Y mientras seguros La Previsión, por ejemplo, pagaba 5,3% por la venta de seguros adicionales contra terremotos, el ISE le pagaba a su selecto club diez veces más.

Según consta en un informe reservado, al que LND obtuvo acceso, y que fue dirigido a mediados de 1983 por el contralor de la República a Pinochet, el ISE además pagaba el arriendo de las oficinas de sus corredores exclusivos y destinó, a cargo fiscal, a 11 de sus funcionarios a trabajar para ellos.

Así, además de los grandes «clientes» que estaban obligados a tratar con ellos, y de recibir gruesas comisiones, los miembros del club de Marito tampoco tenían que pagar oficinas ni personal. Son esfuerzos que se hacían entonces en aras de la patria y contra el comunismo ateo.

Imagínese el trabajo que les habrá costado a estos patriotas contar los ingresos (en dinero de hoy) de 615 mil millones de pesos que originaron entre 1982 y 1983 empresas públicas como el Metro de Santiago, Corfo, Enacar, CAP, LAN-Chile, Ferrocarriles del Estado, la Asociación Nacional de Ahorros y Prestamos, y la Caja de Previsión de Empleados Particulares.

LOS MILLONES DEL METRO

Veamos el emblemático caso del Metro, en 1983. Por esta operación el ISE pagó a «los maritos» comisiones por el equivalente en moneda de hoy a 40,1 millones de pesos (comprobantes de egreso 050806 y 050804 del ISE, ambos fechados el 18 de mayo de 1983). De ellos, poco más de 20 millones de pesos fueron para Carlos Hidalgo y Storil.

Días antes del pago, los esforzados corredores de Inés Lucía Pinochet (Storil) habían protestado por los atrasos. Interrogado por la Contraloría, el director general del Metro, Ludolf Lausen Kuhlmann, dijo en oficio número 847, del 3 de agosto de 1983, que no sabía de intermediarios: «Los seguros contratados por esta Dirección General durante el año 1983, con el Instituto de Seguros del Estado, fueron convenidos directamente con dicho instituto».

Pero Lausen o no sabía o no quería saber que en esta creativa fórmula, el trabajo de los «corredores» consistía en cobrar.

La empresa de la hija de Pinochet fue bendecida por aquel toque mágico de la época: tan sólo entre enero y julio de 1983 recibió del ISE el equivalente hoy a 182,6 millones de pesos.

El consorte de Inés, Aravena, también se subió por el chorro y el 26 de abril de 1983 agregó una nueva empresa al club de Marito, Metrópoli Ltda., que ya en julio había recibido el equivalente en dinero de hoy a 231,3 millones de pesos.

FINAL FELIZ

Pero llegó el otoño. Para desgracia de estos emprendedores, la gallina de los huevos de oro enfermó. Funcionarios del ISE y de la Contraloría empezaron en mayo de ese año a filtrar datos sobre los peculiares negocios que amparaba el ISE. Tanto en la revista «Hoy» como en «Qué pasa» comenzaron a emerger señales e incómodos nombres.

Pinochet, que sabía todo por el propio contralor, se quedó sin margen de maniobra. Temiendo que el escándalo estallara, tomó dos decisiones simultáneas: dictó una norma que obligaba, de nuevo, a que los contratos de los organismos públicos se hicieran directamente, y prescindiendo de terceros, con el ISE, y sacó a Marito Gutiérrez de la poltrona de plata que le había prestado.

Pero todo quedó ahí. Si bien la Contraloría inició un juicio de cuentas contra Gutiérrez, éste a la postre no prosperó. Ni él, ni sus sobrinos, ni el resto de los beneficiarios de esta estratagema, ni muchos menos el tío, sufrieron consecuencia alguna.