En todas las sociedades, los colectivos e individuos que gozan de una posición dominante buscan alguna justificación a las desigualdades que los benefician. La estabilidad y la cohesión social dependen en buena medida de que una mayoría de la sociedad acepte como válidas estas justificaciones. Una vez asumido por las sociedades modernas, que el estatus […]
En todas las sociedades, los colectivos e individuos que gozan de una posición dominante buscan alguna justificación a las desigualdades que los benefician. La estabilidad y la cohesión social dependen en buena medida de que una mayoría de la sociedad acepte como válidas estas justificaciones. Una vez asumido por las sociedades modernas, que el estatus social no lo decidía ninguna fuerza divina, se impuso una peligrosa interpretación del darwinismo para justificar que algunas familias disfrutaran de un mayor bienestar y capacidad de decisión. Se suponía que el poder y el dinero estaban en manos de las estirpes que generación tras generación habían destacado por sus dotes de mando y por su inteligencia.
Con el nacimiento de la sociología moderna, surgen diversas líneas de pensamiento que explican las desigualdades y su reproducción social. Todas ellas coinciden en un hecho: el entorno en el que las personas desarrollan sus capacidades sociales y cognitivas es determinante a la hora de definir su la estructura de oportunidades. Esto supone que si el sistema capitalista pretende justificar las desigualdades en base a los méritos y el trabajo, debe garantizar la igualdad de oportunidades en la línea de salida del mercado laboral.
A pesar de que seamos muchas las personas convencidas de que el capitalismo no premia el mérito y el trabajo, la retórica de la sociedad de las oportunidades y de la meritocracia ha acabado asumiendo base de repetir tópicos hasta convertirlos en verdad científica y de divulgar las historias de los «hombres-hechos-a-ellos-mismos». Triunfadores que gracias a una idea y a su duro trabajo, han hecho fortuna partiendo casi de la pobreza. Cabe decir, que siempre me ha intrigado porque no corren historias de «mujeres-hechas-a-si-mismas» o de «hombres-escandalosamente-ricos-que-no-han-pegado-palo-al-agua-en-la-vida «.
Ahora, con la presentación de un informe a los medios, la patronal española, pretende recuperar la idea de que la genética tiene más peso a al condicionar las probabilidades de fracaso escolar de los niños que el entorno social. El objetivo último del informe es aportar base «científica» a sus propuestas en materia de políticas educativas. Si la genética es determinante, se justifica que se segregue al alumnado, que se recorten los gastos destinados a la atención a la diversidad y a los niños con necesidades especiales o que, en genérico, se ponga en cuestión el ideal de una escuela pública y de calidad para todos y todas.
El estudio presentado por la CEOE contradice toda la evidencia científica que indica que la genética y los condicionantes biológicos sólo son significativos para predecir el fracaso escolar en el caso de niños con trastornos de aprendizaje (y no en todos ellos) y que, sin embargo, el entorno social es mucho más determinante. La edad de primera escolarización, la calidad pedagógica de los procesos de aprendizaje vividos entre los 3 y los 6 años, la implicación de padres y madres en la educación de niños y niñas, el tiempo que las personas adultas pueden dedicar a los hijos e hijas , el ambiente vivido en el hogar durante los primeros años de vida, el estatus social de las familias, la renta disponible en los hogares … y un sinfín de factores sociales ejercen un efecto significativo sobre la probabilidad de fracaso escolar. La capacidad de los hogares con un cierto bienestar económico para reaccionar ante los problemas escolares es muy superior a las posibilidades de reacción de las clases trabajadoras. Las clases de repaso y el apoyo de profesionales como logopedas o psicólogos fuera de los centros escolares no está al alcance de todos y nuestro sistema público está infradotado para atender al alumnado que necesita esta atención personalizada y no la puede pagar en el mercado privado .
Hay evidencia empírica de sobra para afirmar que nuestro sistema educativo no garantiza la igualdad de oportunidades y que nuestra sociedad está lejos de premiar el mérito y la capacidad de trabajo. Ante ello, para justificar los recortes en educación, sólo queda una salida: regresar al determinismo biológico vistiendo el darwinismo social de genética y presentando estudios científicos a través de los medios con conclusiones más que cuestionables.
Es totalmente impresentable hacer pasar por ciencia lo que no lo es. Por supuesto, los resultados de una investigación sociológica pueden disentir del consenso de la comunidad científica, pero para hacerlos públicos como si la solidez de las conclusiones fuera incuestionable hay que poner a disposición de la comunidad científica la metodología de la investigación y discutir a través de las revistas científicas o de los congresos especializados. Pero parece que esto no es necesario si puedes financiar estudios con las conclusiones escritas de antemano y si tienes la influencia suficiente para introducirlos en la agenda mediática.
Leer más:
La CEOE ve en los genes la clave del éxito escolar, El País, 22 de junio de 2011. http://www.elpais.com/articulo/sociedad/CEOE/ve/genes/clave/exito/escolar/elpepisoc/20110622elpepisoc_4/Tes
Sarasa, Sebastià i Sales Campos, Albert (2009), Itineraris i factors d’exclusió social . Ajuntament de Barcelona, Síndica de Greuges i Fundació La Caixa. ISBN: 978-84-9850-158-2. Barcelona. (Disponible en línia a http://www.bcn.es/sindicadegreuges/pdf/ESTUDI_Itineraris_i_factors_d_exclusio_social.pdf )
* El autor es profesor de sociología de la UPF
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