No hay que perderse, el concepto de geopolítica es de dominación, lo diga quien lo diga, lo elabore quién lo elabore, aunque pretendan desarrollar una geopolítica propia los Estado-nación subalternos. Lo que corresponde es hacer una crítica al concepto de geopolítica, así como lo ha propuesto lúcidamente Milton Santos, oponiendo la geografía emancipadora […]
No hay que perderse, el concepto de geopolítica es de dominación, lo diga quien lo diga, lo elabore quién lo elabore, aunque pretendan desarrollar una geopolítica propia los Estado-nación subalternos. Lo que corresponde es hacer una crítica al concepto de geopolítica, así como lo ha propuesto lúcidamente Milton Santos, oponiendo la geografía emancipadora de los pueblos a la geopolítica de las potencias. Detrás de toda geopolítica se encuentra la pretensión de ser potencia, de dominar, de controlar el espacio con fines estratégicos de poder. También, si se quiere, una vez que se es potencia, la geopolítica busca expandir su control mundial y preservar su hegemonía y dominio. Hablar de geopolítica desde la perspectiva subalterna o de la emancipación de la dependencia no es otra cosa que pretender ser amo, ocupar el lugar del amo, aunque se lo haga con otros discursos, pretendidamente liberalizadores.
Llama la atención que se haga una apología de los BRIC, que no son otra cosa que potencias capitalistas emergentes. Perder la cabeza creyendo que los BRIC disputan la hegemonía y dominación del híper-imperialismo norteamericano es la muestra de la más consagrada inocencia. Olvidar que la historia larga del capitalismo comprende ciclos largos, donde las potencias de turno dominantes se han pasado la posta. ¿Deja de ser capitalista el mundo si es la China la nueva potencia dominante y hegemónica del ciclo capitalista? No; asistimos a un nuevo ciclo del capitalismo, con un nuevo perfil y estructura de composiciones técnicas, orgánicas, geopolíticas del capital. Los geopolíticos progresistas se reducen a oponer una forma emergente de capitalismo a la forma dominante, que ha perdido hegemonía. A eso se reduce su proyecto civilizatorio.
El realismo político de los socialismos efectuados también se embarcó en una apología estatal, creyendo que por el hecho de que los socialistas se encontraban en el Estado, podía esta maquinaria abstracta de poder dejar de ser lo que es, instrumento que separa Estado de sociedad, instrumento de dominación centralizada. No podía dejar de serlo, pues el Estado, como campo burocrático, como campo institucional, como campo político, como cartografías de diagramas de poder, se ejerce y efectúa como aparato de dominaciones polimorfas. El Estado es el gran colonizador. No tener en cuenta este hecho político es lo que ha llevado a los socialismos reales al decurso dramático de su incorporación al modo de producción capitalista mundial.
Buscar el cambio en la permuta de potencia hegemónica del capitalismo no es más que continuar con la historia de los ciclos largos del capitalismo. Es apostar por la larga vida del capitalismo, edulcorando las dominaciones que despliega el capitalismo en los ritmos de su reproducción histórica, social y económica. El discurso apologético de los BRIC es el discurso edulcorante del orden mundial de las dominaciones polimorfas. Es sugerente que se llame a la cumbre del G77 en Bolivia Cumbre por un Nuevo Orden Mundial para el Vivir Bien. Aunque se diga que se trata del orden mundial para el vivir bien, bajo la batuta de la mayoría de los países que conforman las Naciones Unidas, países que en su mayoría son del llamado sur, se nombra el orden, concepto geopolítico de dominación. ¿Qué diferencia hay entre esta imagen de orden y la imagen de orden que transmitía Georges W. Busch en sus discursos, dedicados a justificar la declaración de guerra interminable contra el terrorismo?
Se puede decir que se trata de dos perspectivas distintas, una que se aferra al orden unipolar, la otra que apunta a un orden multipolar. Ambos órdenes no dejan de ser capitalistas, ambos órdenes forman parte del sistema-mundo capitalista, aunque uno sea unipolar y el otro sea multipolar. Ambos son órdenes; es decir, disciplinamiento, domesticación, control de los cuerpos, institucionalidad opuesta al caos. Ambos, a su modo, repiten la colonialidad, aunque uno lo haga pretendidamente de manera unipolar, y el otro lo haga de manera multipolar. Entre otras cosas, esta hipótesis de lo unipolar tiene que comprobarse en las investigaciones. Se dice que se dio cuando se derrumbaron los estados socialistas de la Europa oriental (década de los noventa), dando lugar a la dominación casi absoluta de una híper-potencia, emergente de la guerra fría. Esta unipolaridad habría durado un cuarto de siglo, nada más. ¿Eso es una época? De ninguna manera. Al hablar de esa forma se olvida la historia anterior a ese cuarto de siglo, la historia del corto siglo XX, la historia de un mundo bipolar, usando las mismas expresiones geométricas que emite este discurso. Empero, la pregunta necesaria es: ¿Fue el mundo alguna vez unipolar, bipolar, multipolar? ¿Son términos y representaciones adecuadas para configurar la complejidad? ¿Son términos adecuados para representar una modernidad heterogénea, lo que parece que, mas bien, se dio efectivamente?
Comparado el bloque de los no alineados con el llamado grupo de los 77, que en parte, de manera muy general, es su continuidad, observamos la despolitización no solo inaugural, sino en la corta historia de este grupo de países [1] . Que los llamados gobiernos progresistas pretendan politizar esta numerosa agrupación de países habla bien de la voluntad política de los gobiernos progresistas. ¿Podrán hacerlo? ¿El encuentro en Bolivia será el punto de inflexión hacia la politización del G77? Bueno, esa es la pretensión de por lo menos uno de los teóricos que apuesta a ese decurso. Lo que no deja de ser sugerente, pues siempre hay que intentar modificar el estado de cosas. Sin embargo, ¿esta perspectiva filosófica y política es acompañada por el resto de los organizadores del encuentro de Santa Cruz? No parece ser este el caso. La masiva mayoría de los organizadores tiene criterios propagandísticos, incluso algún ministro se le ocurrió apoyar el encuentro aludiendo al impacto turístico. El vicepresidente es el que bautiza el encuentro con este objetivo conservador y represivo de nuevo orden mundial.
¿En esta soledad del teórico que apuesta en el desierto a politizar el G77, hay que apoyarlo o dejarlo solo? Buena pregunta. Empecemos con lo siguiente: el mejor apoyo que se le puede brindar es precisamente criticando las concepciones dominantes en este encuentro, que son desarrollistas, modernizadoras, técnicas, en lo que corresponde a mejorar las finanzas internacionales, el acceso a ellas y su uso práctico. Toda la anterior agenda del G77 no es más que una práctica internacional de subalternización al orden mundial, dominado por el sistema financiero internacional y por trece oligopolios trasnacionales del extractivismo. Que se logre hacer una nueva agenda, que saque al G77 de su condición de apéndice de las labores de Naciones Unidas, apoyando sus gestiones globales, es ciertamente una ganancia. En este caso el reconocimiento de este logro, la improbable politización del G77, no puede dejar de ser crítico, apuntando a los límites de las declaraciones internacionales. Ya vivimos la experiencia de declaraciones internacionales importantes; empero, sin efectos, sin consecuencias operativas y materiales. En esta situación las mismas declaraciones justas, en la geografía mundial, terminan legitimando, edulcorando la dominación mundial de la estructura de poder imperante en el mundo.
Sin embargo, a pesar de que se logre este consenso, esta politización, lo que no parece probable, no se puede obviar los problemas de fondo. Sea unipolar, bipolar o multipolar el sistema-mundo, al no dejar de ser capitalista, sigue siendo depredador, sigue amenazando a la vida, sigue desposeyendo y despojando, sigue efectuando las desigualdades, los colonialismos, la continuidad de los patriarcalismos, las explotaciones atroces.
Al respecto, no se puede ignorar el caso de China. No se puede ignorar en qué consiste lo que llama la nomenclatura del Partido Comunista Chino «socialismo de mercado». No se puede ignorar la lucha de clases en la actual República Popular de China. La formación de una burguesía, amparada por el partido, y el incremento de las desigualdades y la explotación de los trabajadores, el desfasaje contemporáneo entre el campo y la ciudad, entre lo rural y lo urbano, la apuesta de esta burguesía por el consumo compulsivo, nos muestran el contenido civilizatorio del BRIC más sobresaliente. Los bajos costos de producción, la llamada competencia de China en el mercado, se debe, en parte, a una súper-explotación de los trabajadores. Hacer apología de este BRIC y mostrarlo como ejemplo es un gran desatino, y el peor apoyo que se puede brindar al proletariado chino y al campesinado que lucha por reencausar la construcción del socialismo.
Se entiende que encontrar salidas, senderos, nuevos recorridos, en la encrucijada actual, no es nada fácil. No deja de ser sugerente la propuesta de politizar el G77. Usando a Antonio Gramsci, recurriendo a sus tésis metafóricamente, no deja de ser sugerente pasar de la guerra de maniobra a la guerra de posiciones, en determinados campos, en determinados momentos y coyunturas. Sin embargo, no hay que olvidar que esta tarea no puede ser solitaria, pues el acto voluntarista termina absorbido por la maquinaria, aprovechándose de un discurso elocuente, politizado, incluso, de-colonial. ¿Cómo no dejar aislada a esta intención política? El apoyo no vendrá de dentro, pues ese dentro está comprometido con el modelo colonial del capitalismo dependiente, con el modelo extractivista. El apoyo tendría que darse como encuentro social alternativo, como ocurre con las cumbres de Naciones Unidas, cuando la sociedad se hace presente en los lugares de las cumbres internacionales, interpelándolas. No parece que pueda ocurrir esto, cuando las organizaciones sociales en el país han sido cooptadas, destruidas por dentro, haciendo desaparecer, momentáneamente, a los movimientos sociales anti-sistémicos.
¿Qué clase de mundo es el que vivimos ahora? La caracterización es importante. ¿Es unipolar? El mismo discurso reconoce que la híper-potencia está en retroceso, que está en crisis. ¿Esta híper-potencia logró, en algún momento, en algún periodo, convertir al mundo en unipolar? Aceptar esta tesis es reducir al mundo al juego de las potencias, mejor dicho, de las representaciones dominantes en las potencias. Empero, el mundo no es representación. No se puede olvidar, en esta reflexión, lo que muestra la guerra del Vietnam. Una de las súper-potencias, emergidas de la segunda guerra mundial, es vencida por uno de los pueblos de uno de los países del tercer mundo, mas bien pequeño, en comparación con otros países. Aunque se señale el apoyo de la URSS y de China, el hecho de la victoria vietnamita no se puede disminuir. Lo que tenemos en esta victoria es lo que puede la voluntad de un pueblo indomable, un pueblo que combinó la organización, la disciplina, la capacidad organizativa y militar del Partido Comunista, con las tradiciones guerreras asiáticas. Como indica claramente Andre Gunder Frank, el Asia no fue dominada militarmente por occidente, sino por el control de los mercados y el monopolio tecnológico de la revolución industrial, control y monopolio desenvueltos claramente en los mares. En otras palabras, las tesis marxistas, desde el desdichado concepto de modo de producción asiático, desconocen el Asia, la pluralidad y diversidad asiática, como corrobora Gaya Spivak [2] .
Esto de unipolaridad, bipolaridad, multipolaridad, son tesis académicas. No parecen ser representaciones adecuadas para develar la complejidad del mundo. Se trata de representaciones lógicas y geométricas planas, que no logran captar los espesores complejos del mundo en devenir. No hay que confundir las pretensiones geopolíticas de las potencias dominantes, de los imperialismos, con las historias efectivas, con las formaciones sociales concretas, con el mapa complejo de esta geografía plural. La geopolítica imperialista puede realizarse; empero, sólo en parte, pues no logra convertir la materialidad de un mundo en devenir en la imagen homogénea y triste que pretende. Las resistencias logran, al final, descolocar, desviar las consecuencias del ejercicio de los dispositivos de poder imperiales. El mundo nunca fue unipolar, ni bipolar, tampoco, a pesar, que parece una mejor representación, multipolar. El mundo es constituido y es constituyente, a la vez. Esto quiere decir que el mundo no es el mundo instituido como representación, por más que esta representación se haya expandido y difundido masivamente, convertida en prejuicio. El mundo es experiencia, percepción, memoria, devenir, en su proliferación plural de formas. Esta es una constatación desbaratadora de las pretensiones imperialistas; el mundo no puede ser dominado, salvo en las representaciones, así como en las instituciones imaginarias de la sociedad. No se domina el devenir; en todo caso los dispositivos de la dominación forman parte de del magma de los devenires, donde se diluyen. Los dispositivos del poder entran en contradicción, dominan institucionalmente; empero, no logran detener el flujo de la potencia social, de la cual dependen. Los imperialismo han dominado institucionalmente el mundo, es decir, han dominado representativamente, en el ejercicio normativo, regulativo, de la imposición de las leyes, sostenidas por la imposición de las fuerzas dominantes; sin embargo, nunca pudieron, abolir la vida, la proliferación alterativa de las dinámicas moleculares sociales, pues si lo hicieran, también desaparecerían.
El secreto de la victoria de Vietnam sobre el imperialismo norteamericano radica en la capacidad de gasto heroico del pueblo, en los dispositivos organizativos y militares que pudo articular y combinar, en las alianzas establecidas con las potencias emergentes socialistas, en la crítica y movilización ética y política en el occidente, incluyendo a los Estados Unidos de Norte América. El ejemplo no es la China actual, que ha optado por reforzar el sistema-mundo capitalista con su participación, sino el Vietnam del periodo de la guerra. La enseñanza es que no se puede dejar de luchar, de concentrar las fuerzas combativas, de persistir en una guerra de liberación, que desde el análisis geopolítico, parecía perdida por el pequeño país asiático y, a la vez, el gigantesco pueblo del oriente. La enseñanza vietnamita no solo es para los países periféricos como Bolivia, sino para todo los pueblos del mundo, incluyendo a los pueblos del norte, que van a ser sacrificados por la híper-burguesía mundial, que ha decidido construir un mundo al estilos del denunciado por Orwell.
El ejemplo no está en los BRIC sino en los pequeños países que vencieron al imperialismo. El ejemplo son Vietnam y Cuba, Vietnam del periodo de la guerra y Cuba del periodo de la revolución. Estos pueblos nos demostraron que es posible vencer al aparente monstruo invencible, cuando se tiene la capacidad de gasto heroico. Actualizando, diríamos también y sobre todo, que el ejemplo se encuentra en las comunidades zapatistas, que supieron aprender de las experiencias de las luchas mundiales, retomando la memoria larga maya, proponiendo alternativas autónomas de construcción social, sin el Estado, la maquinaria abstracta de poder.
Esta es la gran distancia del G77 respecto a estas experiencias de lucha. Apostar por el realismo político y el pragmatismo del G77 es apostar por un conformismo edulcorado con un discurso «anti-imperialista», incluso de-colonial, que a lo único que llega es concebir un sistema-mundo capitalista multipolar.
[1] Ver de Raúl Prada Alcoreza Desplazamiento pragmático del Grupo 77. Rebelión; Madrid 2014. Bolpress; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.
[2] Ver de Gaya Spivak Crítica de la razón poscolonial. Akal; Madrid. También de Raúl Prada Alcoreza Acontecimiento político. Editorial Rincón; La Paz 2014. Dinámicas moleculares; La Paz 2014.
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