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La gestión de lo imaginario

Fuentes: Rebelión

Alfredo Torre, teórico de la cultura y gestor cultural afirma que si la gestión cultural no sirve para mejorar la calidad de vida de la gente, entonces no sirve para nada . Coincidiendo plenamente con él, creemos que es prioritario relievar el permanente vínculo de lo cultural y de lo estético con lo social, lo […]

Alfredo Torre, teórico de la cultura y gestor cultural afirma que si la gestión cultural no sirve para mejorar la calidad de vida de la gente, entonces no sirve para nada . Coincidiendo plenamente con él, creemos que es prioritario relievar el permanente vínculo de lo cultural y de lo estético con lo social, lo económico y lo político. Ya no sirve para nada eso de pensar en las élites de la cultura o en los iluminados que van abriendo la brecha por donde transitarán nuestros pueblos. Precisamente pasa lo contrario, son los pueblos los que permiten que los seres humanos logren su plenitud, que sean sujetos completos a través de las condiciones en las que se da su vida, -que siempre es vida colectiva-, y entre éstas condiciones tiene una especial importancia lo imaginario.

Desde nuestra perspectiva cultural y libertaria, afirmamos que la vida más rica es la que mejores condiciones ofrece para que se realicen los sueños, no obstante, en la actualidad, a la hora de planificar el desarrollo social parece que no se considera con la profundidad y la seriedad debida, a lo imaginario, -conformado por todos los legados intangibles de nuestra cultura-, para mejorar ‘la calidad de vida de la gente’. Y esto sucede porque quizá no se entiende bien aquello del legado cultural intangible, a pesar de que en La Constitución de Montecristi en su artículo 379, se considera como parte del patrimonio cultural intangible relevante para la memoria e identidad de las personas y colectivos a las lenguas, formas de expresión, tradición oral y diversas manifestaciones y creaciones culturales, incluyendo las de carácter ritual, festivo y productivo.

Además en el artículo 283, dice que el sistema económico es social y solidario; reconoce al ser humano como sujeto y fin y tiene por objetivo garantizar la producción y reproducción de las condiciones materiales ‘e inmateriales’ que posibiliten el buen vivir. Todas las revoluciones comienzan en el corazón y en la cabeza aunque su primera lucha es necesariamente economicista, para lo cual se requiere una organización que vaya más allá del Estado. Lo económico es un medio, no un fin, el fin son el corazón y la cabeza, metafóricamente hablando. Creo que, como han dicho muchos pensadores en todos los tiempos, como dijeron los jóvenes franceses hace más de 40 años, como dicen los indignados salvajes de todo el mundo, la imaginación debe tomarse el poder, en cada espacio y en cada momento de nuestro transitar, despertar el asombro, la crítica, la creatividad, porque solo con la imaginación viva es posible una vida ‘viva’.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.