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De norte a sur

La gran generación y la Marcha por nuestras vidas (#MarchForOurLives)

Fuentes: Rebelión

Las fotos y videos de la «Marcha por nuestras vidas» en Washington D.C., en la que participaron más de 800 mil personas, hablan por si solos. Cientos de miles más los acompañaron en muchas otras ciudades de Estados Unidos y el mundo. Me siento forzado a que la frase que siga a continuación sea «Me […]

Las fotos y videos de la «Marcha por nuestras vidas» en Washington D.C., en la que participaron más de 800 mil personas, hablan por si solos. Cientos de miles más los acompañaron en muchas otras ciudades de Estados Unidos y el mundo. Me siento forzado a que la frase que siga a continuación sea «Me preocupa», porque es cierto, me preocupan varias cosas.

Me preocupó, primero, que se banalizara la marcha, y me preocupa que todo el mundo se una a su causa porque es una «buena causa». No es una buena causa. Ellos están luchando contra una de las industrias más poderosas en la historia de la humanidad: la industria armamentista, que gobierna su país y que al menos, afecta a nuestro continente todo. En ese sentido, su lucha es, debe ser, también nuestra.

Me preocupa por varias razones, pero no porque crea que son solamente unos niños, o porque no entienden de lo que están hablando, no porque dude de sus capacidades y del alcance de su movimiento. Me preocupa porque la generación que los precede como sus familiares, maestros, etc. no está preparada para ellos.

Lo sé porque es la generación a la que pertenezco. Una generación fracasada en muchos sentidos, incapaz de detener a la industria de la guerra, que hace y deshace a sus anchas alrededor del planeta, que no logra implantar una política clara y eficaz respecto del cambio climático… y para muestra, el presidente de ese país.

Una generación incapaz de acabar con la desigualdad, con la pobreza imperante en continentes enteros, incapaz de garantizar los derechos más básicos al conjunto de la población y que discrimina a múltiples sectores de la sociedad. Incapaz finalmente, de otorgarse una democracia verdaderamente representativa, lo que es, en realidad, una democracia participativa. Me preocupa porque incluso inconscientemente, esa generación hará todo lo posible por inculcarles sus fracasos y que ellos los emulen. Me preocupa sobre todo, que al final del día hayamos logrado desmovilizarlos, que se resignen a que así es el mundo y que no hay nada que hacer al respecto.

Una última acotación. Esta industria maléfica que los está masacrando, a ellos y a todos nosotros, es una industria a la que nuestros políticos blandengues y corruptos se niegan a regular, así que… en realidad, al final somos nosotros quienes la financiamos. No se trata de ver hasta dónde pueden llegar los niños y jóvenes con este movimiento, se trata de ver hasta cuándo los adultos empezamos a escucharlos y a responsabilizarnos de la parte que nos corresponde. Se trata de ver cuándo nosotros diremos, junto a ellos: #EnoughIsEnough.

A un nivel mucho más profundo, su movimiento tendría que hacer que nos replantearamos el lugar de los «menores de edad» en una democracia. ¿Por qué no tienen los mismos derechos para elegir sobre su educación, sobre quiénes los representan, sobre el presupuesto, por qué se les niega, finalmente, el voto en las decisiones importantes? Nos hace falta reflexionar mucho cómo sociedad. Más vale que comencemos pronto.

En la manifestación, habló la activista de 17 años (sí, activista de la organización Community Coalition, a favor de la justicia social en el sur de Los Ángeles), Edna Chávez, hija de migrantes mexicanos, y dijo las cosas por su nombre al pronunciarse en contra de lo que ha propuesto el gobierno para paliar la violencia armada, pues nada de lo que dice va a la raíz del problema. Habló también, Yolanda Renee King, la nieta de Martin Luther King Jr., de 9 años, quien dijo: «Nosotros vamos a ser una gran generación… Ahora repítanlo como si realmente lo creyeran».

Los invito a que visiten la página marchforourlives.com y su página de Facebook NeverAgainMSD. #NeverAgain.

 

Cajita de Pandora

Es increíble hasta qué grado se llega a malinterpretar la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense con tal de no hablar de lo evidente: Organícense como una «milicia bien ordenada» (well-regulated) para defender (con las armas) la seguridad de un estado libre. Ustedes disculpen, pero veo de todo, menos la milicia bien regulada que como derecho les garantizaron los Padres fundadores. ¿Por qué? Porque resulta que organizarse no es tan sencillo como parece.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.