En la actualidad la cuestión política principal que debe mover a los partidos de la izquierda revolucionaria es su posicionamiento contra la guerra de Ucrania y contra el genocidio palestino.
Como hemos visto en las elecciones francesas el partido del Nuevo Frente Popular (NFP) ha frenado a la ultraderecha ganando las elecciones con un programa electoral que propone en caso de gobernar la subida del SMI, la recuperación de la edad de jubilación a los 62 y luego 60 años, la integración de la inmigración, el incremento de los servicios públicos, etc.
Estas cuestiones son muy importantes, aunque hay otros asuntos que han quedado rezagados como la recuperación de los servicios públicos privatizados y la deuda del estado, etc. Sin embargo, tenemos que ser cautos y confiar en que la ejecución de los programas va a depender de la capacidad de lucha y movilización del pueblo como código de seguridad, de otro modo, el parlamentarismo nunca ha podido ni se ha complicado la vida para sacar adelante los programas electorales.
No tomar posición frente a la guerra y cogobernar con la derecha es un camino seguro a la derrota. Ahora van a tener que gobernar con una parte de la derecha que tiene como clave el apoyo a las políticas de guerra, el envío de soldados a Ucrania y el declarado apoyo al cuatrerismo de la OTAN, con el incremento de los gastos militares cuestión que limitará que haya dinero para que los programas electorales se puedan hacer realidad.
En la escena internacional, el NFP afirma que quiere «defender Ucrania y la paz en el continente europeo«, la «entrega de las armas necesarias», «la cancelación de la deuda externa de Ucrania», «la confiscación de los bienes de los oligarcas que contribuyen al esfuerzo bélico ruso» y el «envío de fuerzas de paz para asegurar las centrales nucleares» son algunas de las medidas esbozadas.
Consideramos que en estos momentos la cuestión principal que define la política de un partido de la izquierda revolucionaria es la posición contra la guerra. Como estamos viendo, los gobiernos de los países occidentales y de la OTAN están reuniéndose para discutir cómo superan sus crisis económicas y dedican mayores partidas de sus presupuestos para mejorar la producción de sus maquinarias de guerra contra Rusia. Ese es el ambiente que se respira en las reuniones de los jefes de Estado occidentales. De estas, no salen frases ni hay un espíritu de negociación que busque la paz y se proponga acabar de una vez con la guerra, todo lo que se conoce públicamente de esas reuniones son como incrementar el desarrollo armamentístico y cómo surtir a Ucrania con más materiales mortíferos para vencer a Rusia. La afirmación superlativa que resume todo es la frase pronunciada por un ejecutivo yanqui que la guerra debe seguir hasta el último ucraniano.
El objetivo del imperialismo yanqui y su instrumento de guerra, la OTAN, no es otro que dominar el mundo, para lo cual tienen que comenzar con derrotar al Rusia, y fragmentarla para saquear sus enormes recursos naturales. Luego vendrá el ataque a China. Mientras tanto, la banda terrorista OTAN obliga a gastos militares inmensos a los países que quieren defenderse y no someterse a las garras del capitalismo. Las justificaciones para que se armen los países occidentales han quedado claras en las reuniones que han tenido en Washington en donde se ha acordado el envío a Alemania de misiles para atacar a Rusia. El ministro de Defensa alemán Boris Pistorius, con presidente de gobierno socialdemócrata, explicó en la cumbre que la idea es animar a Alemania y a otros países europeos a invertir en misiles de largo alcance para que los aliados de la OTAN puedan defenderse.
En todo esto, debemos tener en cuenta que la socialdemocracia apoyó desde sus inicios a la banda terrorista OTAN, ahora hemos visto como el presidente del gobierno español viaja a Washington a recibir órdenes de guerra, y los partidos que se llaman de izquierdas y participan en la coalición apoyan lealmente estas acciones.
Quienes van a las guerras y los que caen son los hijos del proletariado, los hijos de la burguesía no van a las guerras. Por eso, la OTAN querrá tener abundantes soldados que nutran sus ejércitos y antes o después sus directrices en personal militar irán encaminadas para tan necesario propósito.
Además, los incrementos de los fondos dinerarios para comprar o producir armas salen de los presupuestos del estado. Los partidos parlamentarios conservadores y socialdemócratas colaboran y se alían para llevar adelante estos objetivos de guerra. Como el presupuesto estatal no es infinito, lo que se gasta en cañones hay que quitarlo de lo que va a la mantequilla. Es decir, la compra de armas se prioriza frente a la calidad de los servicios públicos, imponiéndose recortes que influyen en las condiciones de vida de la población trabajadora.
Estas reducciones presupuestarias hacen imposible que se puedan alcanzar los objetivos declarados en los programas electorales, la subida del SMI, el incremento de los servicios públicos, la atención a la inmigración o las inversiones en infraestructuras físicas que mejoren el transporte, etc. Estos recortes de los servicios públicos perjudican seriamente a las poblaciones trabajadoras y a los sectores sociales más pobres. Todo lo anterior lleva a que la gente se desengañe de la política, a la desconfianza en quienes dieron su voto. En resumen, se crea el caldo de cultivo que proporcionará nuevas ganancias electorales a la extrema derecha, a los partidarios del fascismo que seguirán creciendo solo con señalar los incumplimientos de los partidos tradicionales de las sociedades burguesas.
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