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La guerra del estado contra Temucuicui

Fuentes: Azkintuwe

Luis Tori Quiñinao señala que en los allanamientos «se dispara a personas, hay heridos y participan micros, tanquetas, zorrillos, camionetas, helicópteros. Los allanamientos se hacen en las madrugadas, destrozan las casas, llegan y entran, no muestran orden judicial y agreden a las personas». Es un escenario de guerra permanente.        – Maritza Huenchullán […]



Luis Tori Quiñinao señala que en los allanamientos «se dispara a personas, hay heridos y participan micros, tanquetas, zorrillos, camionetas, helicópteros. Los allanamientos se hacen en las madrugadas, destrozan las casas, llegan y entran, no muestran orden judicial y agreden a las personas». Es un escenario de guerra permanente.


 

 

 


 – Maritza Huenchullán y Luis Tori. Foto de Mauricio Buendia.

 

(+) «A través de la justicia se persigue eliminar un conflicto político»


A Temucuicui ha llegado solo la guerra de siempre. Y poco importa lo que la presidenta haya señalado en su discurso de campaña.


En el lugar se respira la tensión, se percibe el aliento policial por sobre la nuca de los mapuche que solo buscan que los dejen tranquilos.


Cuando la abigarrada tremolina de mariposas asustadas se posa en el centro mismo del corazón es porque los cielos de Temucuicui lloran trizas de luna. Y también de sol, por los niños que quisieran poder jugar tranquilos por los cerros de aquel rincón mapuche. Sin embargo, en lugar de sonrisas está el miedo eterno a la policía que emerge entre las sombras de la noche y las madrugadas y el día entero.

Es el temor de la dictadura, pero en democracia; son los allanamientos masivos y violentos de la dictadura, pero en democracia; es la incertidumbre permanente de la dictadura, pero en democracia, porque a Temucuicui ha llegado solo la guerra de siempre. Y poco importa que la presidenta Bachelet haya señalado en su discurso de campaña que «como sociedad tenemos una deuda con nuestros pueblos originarios. Estamos comprometidos con el nuevo trato que el Estado chileno ha ofrecido a los pueblos indígenas. Si Chile somos todos, debemos preocuparnos especialmente por nuestras raíces».

Pero en Temucuicui, Chile no somos todos, allí reinan el abuso y se verifican flagrantes violaciones a los derechos humanos; no existe el nuevo trato, sino que el trato de siglos. Aquí «está vivo el denominado conflicto mapuche y, por lo mismo, no nos dejan vivir tranquilos», sostiene categóricamente a Azkintuwe, Maritza Huenchullan Cayul, joven comunera, quien ante la persecución que afecta a gran parte de los dirigentes, actúa también como vocera. «Hay un constante hostigamiento de la policía, no podemos salir, estamos sitiados en nuestra propia comunidad», señala.

Efectivamente, en el lugar se respira la tensión, se percibe el aliento policial por sobre la nuca de los mapuche que solo buscan que los dejen tranquilos. Pero el huinka no perdona ni olvida, sabe que la comunidad ha luchado desde siempre por sus derechos y ello es razón suficiente para la sistemática represión de que ha sido objeto Temucuicui en el último lustro. De hecho, solo el pasado año hubo al menos ocho allanamientos masivos en la comunidad y, recientemente, se efectuó otro violento operativo policial que comprendió la utilización de fuerzas especiales de carabineros e investigaciones, buses y helicópteros.

Según el diario Austral de Temuko, de la cadena El Mercurio, «sin mayores incidentes ni lesionados terminó el operativo de Carabineros de entrada y registro, desarrollado en horas de ayer por orden del Ministerio Público, en la comunidad Temucuicui en la comuna de Ercilla». No obstante, la versión de los comuneros es diametralmente opuesta, toda vez que se registraron – una vez más – agresiones, lesionados y, por cierto, la usual arrogancia racista.

Luis Tori Quiñinao señala que en los allanamientos «se dispara a personas, hay heridos y participan micros, tanquetas, zorrillos, camionetas, helicópteros. Los allanamientos se hacen en las madrugadas, destrozan las casas, llegan y entran, no muestran orden judicial y agreden a las personas». Pero, además, permanentemente, «tanto carabineros como civiles entran a la comunidad, te detienen en el trayecto a la casa, en los caminos, te preguntan y te acosan. Los más afectados son los niños, ancianos y mujeres que se quedan en las casas, porque la mayoría de los hombres sale a trabajar temprano al campo».

Represión policial constante

Trabajan para subsistir y subsisten para trabajar, pero también para defender sus derechos, de hecho, como sostiene Luis, «la comunidad siempre ha estado luchando, no solo por el derecho a la tierra sino que también por otros derechos: por la libertad de los presos políticos mapuche, por la autodeterminación. La comunidad está unida, por eso se llama comunidad; la gente está ahí, perseguida, pero ahí, defendiendo sus derechos y apoyando a otras comunidades también.

«Por lo mismo, dice Maritza, «me siento orgullosa de vivir en Temucuicui», y es precisamente este sentido de pertenencia y de dignidad lo que irrita al gobierno, haciendo revivir tiempos antiguos de la guerra a muerte contra los mapuche por el simple hecho de serlo. De esta manera se les tilda de terroristas o cuatreros a comuneros cuyo único crimen es haber dicho basta a la expoliación de la Forestal Mininco y de agricultores particulares, reinvindicando tierras ancestrales.

Parte central de ello es la recuperación del fundo Alaska el cual fue finalmente traspasado a la comunidad de Temucuicui el 2002 luego de una larga batalla que comenzó hace más de treinta años cuando, en el marco del proceso de la reforma agraria impulsada por el gobierno de la Unidad Popular, los comuneros de esa zona de Ercilla recuperan tierra usurpada por la familia Patterson. Por cierto que todas la tierras recuperadas fueron retornadas a los latifundistas por la dictadura y, posteriormente, adquiridas por la Forestal Mininco que plantó e intensificó la explotación de pinos y eucaliptos en las 1.900 hectáreas del predio.

No fue fácil ni breve la recuperación de tierras, por el contrario, fue compleja y difícil, pues la comunidad hubo de organizarse, movilizarse, defenderse y luchar contra agentes del Estado, que protegían incondicionalmente a la forestal, para poder hacer valer sus derechos históricos sobre aquel territorio. Por lo mismo, durante años la comunidad fue blanco de violentos operativos policiales, amedrentamiento, persecución, detención y procesamiento de muchos de sus miembros. Comuneros baleados, viviendas destrozadas, niños aterrados y amenazas racistas son la tónica de la vida en Temucuicui.

Acá, dice Tori, «hasta en la escuela han entrado disparando y lanzando bombas lacrimógenas. Interrogan a los niños, los amenazan para obtener información sobre sus padres». Pensamos, prosigue «que las cosas iban a cambiar con la recuperación del fundo Alaska, pero todo sigue igual, porque la forestal taló todo el bosque antes de irse y ahora no tenemos como trabajar la tierra. Pero, además, porque los principales problemas los tenemos ahora con René Urban». Este particular es propietario del fundo Montenegro que colinda con tierras comunales y se encuentra siempre con resguardo policial a raíz de las acusaciones y denuncias que este realiza contra los mapuche.

«Prácticamente toda mi familia, – señala Maritza – todos mis hermanos, han estado presos o tienen ordenes de arresto, además, la familia vive dividida, porque no hay otra pasada, sino es por el fundo de Urban». Con este último la relación es pésima, entre otras cosas, sostiene Luis, «porque tiene a varias personas amenazadas y los carabineros lo protegen y nos agreden siempre. En vez de trabajar la tierra, la mitad de la comunidad está siendo procesada, y aunque al final los tribunales dicen que no somos responsables, nos siguen persiguiendo con cualquier justificación».

Y una de las acusaciones recurrentes contra los comuneros es la de robo de animales, el mismo tipo de acusación que se hizo contra el lonko Juan Domingo Collihuin de la comunidad de Bollilco Bajo en la zona de Nueva Imperial y su familia. De nada sirvió el clamor de inocencia, fue asesinado por el sargento de carabineros, Juan Mariman, a quien los comuneros acusan de ser torturador y parte del aparato represivo de la dictadura militar. El lonko muerto y dos de sus hijos baleados son un dramático testimonio de lo que sucede con demasiada frecuencia en territorio mapuche.

Es cierto que el gobierno afirmó que no aplicaría la ley anti-terrorista contra los mapuche – como lo hizo por mucho tiempo – sin embargo, recurre al terror para atemorizar a una comunidad entera que no es lo mismo, pero, en definitiva es igual. La violencia no ha sido desterrada de las comunidades y la violencia no proviene de los mapuche, sino que del Estado chileno. Es en este contexto que una misión internacional de observadores se constituyó en territorio mapuche en enero de este año, concluyendo que consiste en una práctica habitual por parte de la policía el uso excesivo de la fuerza en allanamientos a comunidades mapuche lo cual afecta, particularmente, a mujeres, niños y ancianos.

Asimismo, constató el uso de armas letales de parte de los agentes estatales y, también la restricción del derecho a la libertad de movimiento de los comuneros. Claro, porque lo concreto, manifiesta Luis Tori,»es que para los mapuche no existe justicia, el gobierno no nos da garantía de nada y todo lo que hemos conseguido lo hemos conseguido luchando», por lo tanto, enfatiza Huenchullan, «el gobierno tiene que reconocer nuestros derechos como pueblo para poder recién ahí empezar a tener un futuro digno», lo demás es continuar en el terror y la incertidumbre de la dictadura, pero en democracia.