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La heroica lucha religiosa por «su» libertad de expresión

Fuentes: Público

En un comunicado reciente suscrito por la Federación de Comunidades Judías de España, la Conferencia Episcopal Española, la Comisión Islámica de España y la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, las principales religiones en nuestro país se unen para emitir una quela sobre las sátiras de los carnavales. En el comunicado resultante se denuncia […]

En un comunicado reciente suscrito por la Federación de Comunidades Judías de España, la Conferencia Episcopal Española, la Comisión Islámica de España y la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, las principales religiones en nuestro país se unen para emitir una quela sobre las sátiras de los carnavales. En el comunicado resultante se denuncia que «las ofensas contra los sentimientos religiosos aún gozan en nuestro país de una tolerancia social incomprensible».

Como persona laica, no puede dejar de sorprenderme hasta dónde llega el cinismo de esta afirmación. En primer lugar, porque la intolerancia de ciertos sectores sociales y religiosos está haciendo que la atmósfera que requiere libertad de expresión se está haciendo irrespirable en España. Como no creyente, no tengo un gran conocimiento del funcionamiento institucional de las religiones, por lo que me referiré especialmente a la católica, que es la más extendida en nuestro país. Por lo que se ve, a la Iglesia Católica todavía no le basta el blindaje que le otorga el código penal en los artículos 523, 524 y 525, manteniendo el anacrónico delito de ofensa a los sentimientos religiosos, como si los no religiosos carecieran de sentimientos. Es alucinante que perciban que «se ha puesto de moda meterse con los católicos», según la portavoz de Abogados Cristianos, pasando por alto las barbaridades, ofensas, sandeces y mensajes de odio que sueltan semana sí semana también altos jerarcas de la Iglesia ofendiendo a ateos, a laicos, a homosexuales, a feministas y a todo el que se ponga a tiro y no comulgue con su moralina medieval. ¿Acaso les parecerá que no hay tolerancia social con las burradas que suelta de vez en cuando algún que otro obispo, incitando incluso al odio hacia determinados grupos? Pues según esta señora, los católicos no se sienten protegidos en España.

El caso es que la institución que los representa es un auténtico imperio, y creo que puede hablarse así de la organización privada que más propiedades inmobiliarias tiene, un inmenso patrimonio que muchos involuntariamente ayudamos a mantener a través de nuestros impuestos. No parece que le falte dinero para abogados, economistas y todo tipo de profesionales que la protegen de cualquier atisbo de amenaza en cualquier aspecto. Y tampoco le falta una manita del Estado, que siendo aconfesional pone a su disposición recursos públicos en una medida impensable para ninguna otra organización privada, con un aparato de justicia que más que cuidarla la mima.

Algunas declaraciones bárbaras de representantes de la Iglesia aparecieron recogidas en este mismo diario hace un año. Como ejemplo, «Hay menores que desean el abuso e incluso te provocan» (Obispo de Tenerife), «Si una mujer aborta, da a los varones licencia absoluta, sin límites, de abusar de su cuerpo» (Arzobispo de Granada), «El aborto, como los trenes de Auschwitz» (Obispo de Alcalá de Henares), entre otras. Por supuesto, en otros países la jerarquía católica tiene también sus perlas: «El sida es un acto de justicia» (Arzobispo de Bruselas-Malinas), «La racha de feminicidios tiene que ver con la desaparición del matrimonio» (Arzobispo de La Plata). Y esta gente no es molestada ni lo más mínimo por la justicia de ningún país.

Afortunadamente, uno ya no tiene doce años para asustarse con mensajes relativos a la presencia del demonio en determinadas ideologías o posicionamientos frente a diversas cuestiones, pero hay que ser miserable para utilizar ese tipo de mensajes que sí tiene efectos sobre personas creyentes, aterrorizando a niños y a adultos poco formados. Mensajes que no tienen más objetivo que sujetar a su grey a la moralina eclesiástica. En este sentido, las declaraciones del obispo de San Sebastián sacando a pasear al demonio ante la huelga feminista del 8M solo pueden ser tomadas como una de tantas sandeces que salen de estos círculos, pero las amenazas subyacentes que hay en tales sandeces son proferidas desde una enorme miseria moral.

Pero esta casta está blindada y, además de la connivencia del Estado, tiene recursos de sobra para defenderse de alguna que otra querella cuyo destinado más probable es el archivo. No es el caso de las querellas que interponen sectores religiosos y que terminan con frecuencia condenando por ofensa a los sentimientos religiosos. El último caso, el de la sanción de 480 euros a un joven de Jaén por compartir en Instagram un montaje de su cara sobre una imagen de Cristo. El caso generó una respuesta contundente en las redes, incluso un ex letrado del Tribunal Constitucional colgó un fotomontaje colocando también su cara sobre una imagen de Cristo.

Si hay algo particularmente odioso es la hipocresía y la falta de coherencia. Caras de personas reales sobre imágenes religiosas, particularmente sobre imágenes de Cristo o de la Virgen, ha habido por miles. Desde el presentador Carlos Herrera hasta líderes del PP han puesto su cara a ese tipo de imágenes sin que generaran escándalo. Se ve que si son «de los nuestros», manga ancha. Si no, a machacar mediáticamente con mensajes que incitan al odio (los ateos no tienen moral, el feminismo deconstruye a la persona…) y a acosar judicialmente. Como vemos, estos sectores defienden con uñas y dientes su libertad de expresión, pero cuidado con molestarles lo más mínimo porque pueden arruinarte la vida.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.