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Reflexiones en torno a la unidad de la izquierda

La historia repetida

Fuentes: Rebelión

«En Chile hay que unir la izquierda, cueste lo que costare… Necesitamos aglutinar los viejos y los nuevos combatientes. Creo que como nunca la levadura social está sacudiendo nuestras patrias. No podemos seguir en lo insustancial y bizantino; es demasiado grande la responsabilidad que tenemos. Tienen que prepararse, más allá de todo sectarismo y de […]

«En Chile hay que unir la izquierda, cueste lo que costare… Necesitamos aglutinar los viejos y los nuevos combatientes. Creo que como nunca la levadura social está sacudiendo nuestras patrias. No podemos seguir en lo insustancial y bizantino; es demasiado grande la responsabilidad que tenemos. Tienen que prepararse, más allá de todo sectarismo y de toda claudicación».

¿Quién delineó tan estratégico y vital concepto?

Se pudiera decir que el llamado resulta de tal actualidad, que puede ser considerado apropiado a la vista del proceso electoral en diciembre próximo en Chile, sin embargo ese medular concepto tiene ya 40 años de enunciado.

Fue en 1969 que desde México, en carta dirigida a su colaborador y amigo, el periodista Augusto Olivares, Salvador Allende proyectara tan crucial concepto político.

Por entonces, se acercaba la cuarta campaña política que llevaría al senador Salvador Allende a entrar a La Moneda como presidente elegido por el pueblo, en un proceso democrático y de unidad que permitió la llegada de un socialista a la Presidencia de la Republica.

«En Chile hay que unir la izquierda..» y mucho, de otro modo se seguirán postergando los sueños y anhelos de generaciones que aun esperan por un proceso mas inclusivo de toda la sociedad, que aun espera por la modificación a fondo de una constitución que lleva consigo la huella de una dictadura, pese a los esfuerzos que los gobiernos concertacionistas post Pinochet, puedan haber realizado buscando el renacer de una sociedad mas democrática y participativa.

Fue también Salvador Allende quien en otra oportunidad siendo ya presidente, reflexionara profundamente sobre el acontecer y el futuro de nuestros pueblos de América cuando expresó: «Latinoamérica es un volcán en erupción. Los pueblos no pueden continuar muriéndose a medio vivir… potencialmente nuestros pueblos son riquísimos y sin embargo, son pueblos con desocupación, con hambre, con incultura, con miseria moral y miseria fisiológica. Los pueblos de América Latina no tienen otra posibilidad que luchar, cada uno de acuerdo a su realidad, pero luchar. ¿Luchar para qué? Para conquistar su independencia económica y ser pueblos auténticamente libres en lo político también… Algún día, América Latina tendrá una voz de continente, una voz de pueblo unido, una voz que sea respetada y oída, porque será la voz del pueblo dueño de su propio destino».

Es siempre estimulante encontrar en las páginas de la historia valores éticos, profundamente solidarios, llenos de optimismo y fe en los hombre y mujeres y en su mejoramiento, expresados por hombres de pensamiento e ideales como Allende. Siempre sorprende su previsión y acoto entonces que habrá que hacer aun mucha más cátedra para el estudio de su avanzado pensamiento humanista.

«Creo que como nunca la levadura social está sacudiendo nuestras patrias»…sentenció hace cuarenta años. ¿Alguien lo pondría en duda?

Allende tuvo la visión del futuro, visión sobre los procesos de cambios democráticos y populares que tendrían lugar en América Latina tal como hoy ocurre, tuvo fe en el fortalecimiento de la conciencia y la educación política de nuestros pueblos, y hoy, para su honra y homenaje, Latinoamérica despierta. Los pueblos se aprestan a cerrar fila contra cualquier intento de resurgimiento del golpismo militar en nuestras naciones. El capitulo de Honduras no está cerrado. Latinoamérica está en contra del pretendido hegemonismo de un imperio que entre estertores de su muerte económica y social, se niega a asistir y menos a permitir los cambios raigales que acontecen en esta geografía, y busca los resquicios y las debilidades para sostener su dominio.

Ni la ingerencia que ofensivamente establecen sus bases militares contra la dignidad y voluntad mayoritaria de Latinoamérica, ni el servil entreguismo de hombres que debiendo representar a su pueblo, resultan especimenes rastreros al imperio, podrán amedrentar y menos apagar el volcán en erupción que pronosticara Allende.

Hace mucha falta la unidad de las fuerzas de toda la izquierda y movimientos progresistas «es demasiado grande la responsabilidad que tenemos» dijo entonces para luego orientar: «Tienen que prepararse, más allá de todo sectarismo y de toda claudicación».

Hacia 1969, la clásica fragmentación del espectro político de la sociedad chilena, conspiraba contra esa necesaria unidad. Dificultades de entonces repetidas hoy permiten recordar al compañero Allende en su carta a Augusto Olivares: «Qué lejos veo los problemas nuestros. Qué pequeño aparece a la distancia lo que hemos hecho y qué torpe emerge el personalismo en que se ha caído. Confío tener la voluntad necesaria para seguir luchando, más allá de toda ambición personal, por la gran causa del pueblo Latinoamericano.»

Quien así escribió, más que chileno, fue un Latinoamericano digno, de esos que se suman, con el desinterés y la entrega, al noble empeño de construir un mundo mejor. Sigamos su ejemplo.