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La hoja de coca en las comunidades andinas

Fuentes: Rebelión

Si hay una línea divisoria concreta entre la hoja de coca que los indígenas la mascan diariamente y la cocaína de los occidentales, es el uso que cada uno ha hecho de la planta.

   El cronista José de Acosta (1590) anota que la coca “es muy preciada, una hoja verde pequeña que nace en unos arbolillos de obra de un estado de alto; críase en tierras calidísimas y muy húmedas. Requiere mucho cuidado en cultivarse porque es muy delicada y mucho más en conservarse, métenla en cestos largos y angostos … El uso es traerla en la boca y mascarla, dicen que les da gran esfuerzo y es singular regalo para ellos…Los señores ingas usaban la coca por cosa real y regalada y en sus sacrificios era la cosa que más ofrecían, quemándola en honor a sus dioses…”

  Por su parte el licenciado Matienzo (1572), escribió que la coca es utilizada con la finalidad de que quien la masca no tenga hambre ni sed; por esto los españoles la consideraron superstición y cosa del demonio. Se la emplea, dice Matienzo, en pequeños calabazos que contienen una cierta mixtura hecha de huesos molidos, o de cierta tierra como cal. Se cultiva en una extensa área, dentro de la que se practica la masticación de la hoja , desde las actuales Colombia y Venezuela  hasta los extremos del continente austral. Dice Matienzo que algunos piensan que la costumbre de masticar coca es superstición y cosa del demonio, pero el propio autor añade que: “querer que no haya coca es querer que no haya Perú. Dios la creó en esta tierra y debió ser necesaria para los naturales de ella, pues Dios no hizo cosa alguna por demás.”

  Matienzo, de acuerdo a sus propias palabras, sabía que era imposible exterminar la coca, juicio compartido por muchos de sus compatriotas dado el innegable arraigo cultural que tenía en las poblaciones andinas. Ni la corona española, ni la iglesia católica, pese a sus grandes esfuerzos, pudieron erradicarla (Muñoz García A., Universidad de Zulia, 2026). Los españoles presentaban el uso de la hoja coca como creencia extraña a la fe católica, culto a los ídolos y medio diabólico. Se tenía en la mira, sobre todo, a la religión inca contra la cual se orientó especialmente el afán evangelizador de los colonizadores.

  En las vitrinas de los museos arqueológicos de Ecuador y Colombia, aparecen solemnes señores de antiguos pueblos anteriores a los incas, tal vez chibchas barbacoanos, sentados en bancos rituales, cubiertos de estolas salpicadas de caracoles y con las mejillas hinchadas por la bolita de la hoja de coca que mastican.

    Antiguos mascadores de coca han sido enterrados en tumbas inmemoriales.  Junto a las osamentas se han hallado chuspas (bolsas) de algodón con coca, para evitar el cansancio en el otro mundo.

  El sentido mitologizado de la hoja de coca, estuvo ligado a uno de los dioses incaicos, Inti Illapa, señor que mandaba sobre los nublados y que hacía llover, granizar y tronar.

   Entre los incas-quechuas, la coca fue una de las “madres” junto a la papa, el maíz y la quinua. Se las consideraban madres por estar ligadas a la Pacha Mama y ser la continuidad de esta. De estas, la coca es la que se la usaba y usa hasta ahora para los augurios. 

  Hasta la actualidad, la gente consulta sobre su bienestar y destino por medio de las hojas de coca: se extienden en el suelo los aguayos, finos tejidos bolivianos de especial belleza, sobre ellos el yatiri (profetizador y terapeuta), lanza las hojas para adivinar el porvenir. La disposición de las hojas, la relación espacial de unas con otras, la forma que tienen, pueden dar indicios para dar el diagnóstico o prevenir el futuro del interesado. La coca habla su propio lenguaje, y el yatiri debe encargarse de interpretarlo.  No cualquier persona puede ejercer esa función; se debe tomar en cuenta el comportamiento ético y los conocimientos sobre salud.

  Los rituales incas mostraron la estrecha vinculación de su cultura con la hoja de coca.  Un ejemplo es el de la conocida “Doncella de Hielo Inca”, joven de la nobleza, sacrificada al volcán Ampato en la cordillera de los Andes peruanos, a 6400 metros de altitud, posiblemente en la época del Sapa Inca Pachacuti. Fue encontrada en 1995 por unos expedicionarios.  Estaba congelada, y la investigación forense mostró su excepcional belleza. La joven había sido preparada antes del sacrificio mediante la masticación de coca e ingesta de alcohol y, una vez comprobada su muerte, se depositó el cadáver entre el hielo del nevado. Se pudo deducir por las cicatrices que presentaba, que recibió un certero golpe en la nuca, lo que le produjo una muerte rápida y sin dolor.  Su ajuar constaba de coloridas túnicas, objetos de oro y plata y chuspas que contenían hojas de coca.

   La hoja de coca hablaba con los astros, su humo era una oración a los dioses. Aún hoy, sigue vinculada a la historia sagrada de los pueblos andinos: se la utiliza en el ritual de la Kintu Coca, en Colombia, Bolivia, Perú, Argentina y Chile.  El acto consiste en sujetar entre el dedo índice y el pulgar un ramillete de tres hojas de coca, que se lo lleva a la boca, y se sopla suavemente sobre él; así se ruega a los montes interceder por el bienestar de la comunidad.

  En las fiestas indígenas, transformadas en cristianas o desritualizada  con fines seculares, aún se nota el valor sagrado que se da a la hoja de coca. En  Perú en la peregrinación a Qoyllur Rit’i, originalmente dedicada a la reaparición de las Colcas (Pléyades), o en el carnaval de Oruro, que antes fue una fiesta dedicada a la Pacha Mama, la hoja de coca  sigue siendo un signo inequívoco de identidad cultural ligado a los ancestros; en el ritual, los participantes la akullikun (mastican) sin descanso-

 El uso la hojuela de coca ha sido objeto de largas discusiones en foros internacionales.  Se discute si tiene más calcio que la leche, más vitaminas que las frutas, más minerales que las verduras, que si es de utilidad para el consumo humano, si oxigena el cerebro…

 El científico peruano Fernando Cabieses, especialista en el tema, da un juicio definitivo sobre el asunto cuando afirma que “la hoja de coca tiene significado místico, religioso y arraigadamente cultural y no reemplazable por ningún otro elemento del mundo andino. La abolición de la hoja de coca resultaría en un cruel acto de etnocidio, muerte cultural y violación de los derechos humanos”.  (La hoja de coca y sus encrucijadas 1996, Lima).  

 Hay algunos otros investigadores que se han propuesto defender la hoja de coca; entre ellos se cuentan el botánico del Kew Gardens de Londres, Oscar Pérez, quien sostiene que “la coca es una planta de gran tradición, con cientos de registros arqueobotánicos, sabemos que hemos utilizado  dicha planta por 8.000 años.”

   Oscar Pérez quiere persuadir que la planta es una gran incomprendida, que está demonizada injustamente, que no se conoce bien su historia genética y que fácilmente se la asocia con la cocaína. Que existen 270 especies de coca y poco se han analizado los componentes químicos de la planta, que hay variedades nativas milenarias libres de alcaloides y más seguras para el consumo humano.

   El “mascado de la coca” implica hasta hoy tradición, cultura, conocimiento y misticismo, y goza de gran actualidad en varios países En Colombia se le ha dedicado la canción Colibrí y se la entona con estos versos: “coquita dulce, que nunca nos falten tus hojas, planta de sanación y amor”. En el Festival Internacional de la hoja de Coca en Perú, se resalta el ímpetu de la planta, su espíritu. En Bolivia, el 11 de enero se ha declarado día del Akhulli de coca, que resalta la fuerza espiritual de la planta para el bienestar comunitario. Se ha publicado un voluminoso tratado sobre la coca, en Argentina. La antropóloga Eugenia Torres tiene una investigación sobre el arte de leer e interpretar las hojas del vegetal. Hugo Delgado, médico peruano en su cuaderno sobre botánica, hace una larga lista de los componentes nutricionales, minerales y vitaminas. En algunos países andinos, la harina de coca es un complemento alimenticio indispensable para la salud.

   ¿Por qué en Ecuador, donde tantas evidencias arqueológicas hay sobre el uso de la hoja de coca, la planta terminó por desaparecer? En los museos hay muchas vasijas, cántaros, esculturas con figuras antropomórficas que dejan ver la bolita sintomática en las mejillas. Son piezas que provienen de la sierra, la costa y la Amazonia (G. Long, Tierra Incógnita, 2001).  Aparecen en las culturas de la Tolita, Mantense, Bahía, Tuncahuán, Panzaleo (que se extendió a territorios amazónicos), Puruhá y por supuesto en la de los Incas. En los territorios fríos no se cultivaba la hoja “mágica”, pero sí se la conocía y se la utilizaban con fines rituales.

   Desde hace unos 300 años la hoja de coca dejó de cultivarse en la Real Audiencia de Quito. Se han anotado algunas causas para tal situación: primera, sobre la hoja cayeron prohibiciones religiosas y civiles de la corona española y la iglesia católica; segunda, la población y el territorio que controlaban en la Audiencia la iglesia y la corona eran muy limitadas; tercera, hubo un colapso demográfico entre la población indígena, mermada por varias enfermedades desconocidas acá que fueron introducidas por los colonizadores, a más de la sobreexplotación laboral y el maltrato; cuarta, la coca no pudo competir con otros cultivos que interesaban a los españoles (uva, caña, aceitunas); quinta, al no haber grandes asentamientos mineros en el territorio de la Audiencia, la demanda de la mano de obra indígena no fue significativa y, por tanto, el consumo de la coca era escaso.  (L. Hirschkind, 2007, Revista Verdad, Universidad del Azuay.

  Volvemos al tema central para continuar con las reflexiones sobre la “dulce hoja de coca” y la procesada químicamente, la cocaína. Es muy común confundirlas, pero hay indiscutibles argumentos que las distinguen tanto por su composición farmacocinética y por el uso cultural y social que una y otra tienen. Mientras masticar hoja de coca es un hábito, la cocaína crea una dependencia. La hoja produce una ligera estimulación y sensación de bienestar, pero procesada químicamente, se vuelve una droga peligrosa y un problema de salud mundial. El consumo de la hoja responde a una costumbre tradicional fuertemente arraigada entre los indígenas andinos, la cocaína a los intereses del mercado mundial, bajo el control en gran parte, del narcotráfico.         

   A su manera, la poesía de César Vallejo, en sus Poemas Humanos, cuenta la historia de la hoja en Perú: “Estrellas matutinas os aromo / quemando hojas de coca en este cráneo.” En los tiempos míticos, la hoja representaba la unidad del mundo y luego ha pasado a tener significado metafórico de lo absurdo y la muerte.

   Si hay una línea divisoria concreta entre la hoja de coca que los indígenas la mascan diariamente y la cocaína de los occidentales, es el uso que cada uno ha hecho de la planta. Los indígenas la usan con sentido medicinal y nutricional, como ligero y constante alivio a su dura condición de vida. La hoja de coca acompaña cada vez con mayor frecuencia al hombre andino, le da fuerzas para sobrevivir en las diferentes alturas geográficas de la región, en tanto, la cocaína está condicionada a presiones de factores externos, produce una euforia pasajera y cambios peligrosos en la personalidad del que la consume.

   La planta de la coca se hizo conocida por el alcaloide que contiene, la cocaína, descubierta en Europa el siglo XIX por el doctor Albert Nieman. La cocaína actúa sobre el sistema neurológico central y crea fuerte dependencia.  Es difundida por el mercado y la acción del narcotráfico.  

    En 1961 la ONU penalizó el empleo de la hoja de coca, pero en 1993 la Unesco la reconoció como medicina tradicional entre los aimaras de Bolivia. Luego la ONU revisó su veredicto y declaró que en su estado natural no es un estupefaciente.  

   Pero hay algo más que inquieta a los interesados en la coca y sus derivados, la relación que tiene con la Coca-Cola. La receta original de la bebida, según investigaciones ya muy conocidas, sí contenía cocaína en su inicio, luego fue descocainizada, aunque continúa incluyendo extracto de hojas procesadas. Inventada en 1892 por el norteamericano John Pemberton, es una de las bebidas que más se consume en el mundo. Crea adicción.  Los juicios en contra de la Coca-Cola, no solo se refieren al contenido de la cocaína y de la nuez de cola, sino al alto porcentaje de ácido fosfórico y azúcar que lleva, pero también hay gente que defiende, no solo a la famosa bebida sino a la propia cocaína aduciendo que, administrada científicamente, presenta perspectivas para curar enfermedades neurológicas. La verdad es que la planta en cuestión sigue siendo desconocida e inexplorada en alto grado.

   Las controversias parecen resolverse en un cartel que cuelga en un mercado artesanal de Lima, que dice sabiamente: “Mi coca no es blanca como la cocaína, no es negra como la Coca-Cola, es verde”.   

 La hoja de coca podrá seguir siendo aliada de los hombres, los dioses y la poesía.

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