Las luchas sociales toman muchas formas, pero probablemente una de las más fuertes, y a veces más polémica, es la huelga. Hacer una huelga y ganarla nunca es fácil. La de la mineria es un ejemplo de una huelga muy importante que finalmente fue derrotada. Aunque ha sido una batalla perdida de una guerra no […]
Las luchas sociales toman muchas formas, pero probablemente una de las más fuertes, y a veces más polémica, es la huelga. Hacer una huelga y ganarla nunca es fácil. La de la mineria es un ejemplo de una huelga muy importante que finalmente fue derrotada. Aunque ha sido una batalla perdida de una guerra no acabada, su derrota afecta directamente a la confianza de otros muchos sectores. Pero las derrotas no quitan importancia a una de las herramientas de lucha más potentes.
Últimamente se habla cada vez más de que las huelgas ya no sirven. Si miramos las huelgas en educación en Madrid el año pasado, las dos huelgas generales, o el ejemplo anterior de los mineros, es fácil llegar a esta conclusión. Actualmente una huelga general de un día puede llegar a no parar una medida del Gobierno, y un ejemplo podrían ser las huelgas generales de Grecia. Y es que la crisis ha provocado que tanto las empresas como los diferentes gobiernos no cedan tan fácilmente y adopten posiciones mucho más firmes.
A pesar de todo, esto no quiere decir que no haya ningún margen para conseguir mejoras, sino que la duración de las huelgas, su extensión y su radicalidad tienen que ser más fuertes que antes. De hecho, sin una huelga general de 24 horas no se puede llegar a hacer huelgas generales de 48 horas y poner en marcha procesos de lucha más amplios que vayan sumando sectores. Incluso si miramos a Grecia se puede comprobar cómo las huelgas generales y el movimiento que se está creando alrededor están impidiendo la aplicación de medidas todavía más duras sobre la clase trabajadora griega.
Hay ejemplos recientes que muestran que la huelga es una herramienta válida para el siglo XXI. Los mineros de la mina de Marikana, en Sudáfrica, después de una larga y dura batalla, ganaron un aumento del 22% de sus sueldos, cuando sus jefes afirmaban día tras día que no había margen para el aumento. La huelga de estudiantes en Quebec, que ha durado meses y que ha unido a estudiantes y personal laboral, es otro ejemplo de huelga radical, desde la base y con una victoria total (ver Quebec: victoria contra la austeridad). Un ejemplo todavía más reciente es la victoria del sector de la educación en Chicago, que después de diez días de huelga con un gran seguimiento han conseguido que les paguen las horas que les querían imponer, mejores condiciones laborales y cambios en la evaluación del alumnado, dando menos peso a los exámenes.
Pero las huelgas no se pueden llevar a cabo en cualquier momento y a cualquier precio. Nadie puede asegurar nunca la victoria antes de empezar. Y sin duda el enemigo está muy bien organizado y empleará todos los medios posibles a su alcance para desactivar la huelga: amenazas, presiones individuales o negociaciones a través de las burocracias sindicales que pactan a espaldas de los trabajadores y trabajadoras. Las burocracias sindicales siempre quieren controlar los procesos huelguísticos para que no se les escapen de su marco de negociación. Su negativa a impulsar la autoorganización con tiempo así como la realización de asambleas son una muestra de ello. Aquí, la izquierda combativa tendrá mucho que decir en las próximas luchas que sin duda surgirán.
Cuando se lleva a cabo una huelga es esencial también cómo se hace, no sólo la razón por la que se hace. Lo más importante es trabajarlas de la forma más democrática posible. Esto implica no sólo organizar asambleas en los puestos de trabajo donde todos los trabajadores y trabajadoras pueden debatir y votar, sino que también implica tener apoyo suficiente. Una huelga sin la participación activa y consciente de una gran parte de las personas implicadas puede llegar a minar la confianza de quienes participan y llevar a la desmoralización.
La máxima participación y democracia en el transcurso de una huelga es la forma de asegurarse que ésta será lo más combativa posible, otro factor clave para tener más posibilidades de victoria. Sólo se podrá vencer si la unidad y la radicalidad se unen a partes iguales.
Por último, es fundamental que la huelga salga de los márgenes impuestos por el sector o el puesto de trabajo buscando complicidades y solidaridad con el resto de movimientos laborales y sociales, pero a la vez también para hacer de la huelga lo que es: una lucha de toda la clase trabajadora. Porque cuando se pierde una huelga pierde toda la clase trabajadora, pero cuando se gana, gana todo el mundo.