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La huelga general, expresión del poder subversivo y constituyente ciudadano

Fuentes: Rebelión

Las declaraciones del presidente Piñera con respecto a discutir un conjunto de reformas constitucionales con los partidos de gobiernos e integrantes de Chile Vamos y de enviar un proyecto al Congreso, para su discusión parlamentaria, confirma, la salida político-institucional construida y puesta en marcha por el Ejecutivo, luego del fracaso de la salida militar, exteriorizada […]

Las declaraciones del presidente Piñera con respecto a discutir un conjunto de reformas constitucionales con los partidos de gobiernos e integrantes de Chile Vamos y de enviar un proyecto al Congreso, para su discusión parlamentaria, confirma, la salida político-institucional construida y puesta en marcha por el Ejecutivo, luego del fracaso de la salida militar, exteriorizada con el levantamiento del Estado de Emergencia. Tiene como objetivo de frenar y sofocar la crisis política y social abierta con la rebelión social del 18-0, a través de los mecanismos institucionales.

El asentimiento presidencial de iniciar una discusión en torno a la realización de reformas constitucionales, da cuenta de una nueva derrota del Ejecutivo -evidenciada en el fracaso de la convocatoria del COSENA- del intento de lograr una salida autoritaria ante la crisis. Piñera, tiene actualmente al interior de la derecha política institucional cerrada todas las vías posibles para convertirse en un pequeño y grotesco tiranuelo.

El escenario político-institucional es el escenario sobre el cual tanto RN como Evopoli, han insistido una y otra vez, especialmente, el presidente de RN. Con la apertura de Piñera como de la UDI, a discutir reformas constitucionales se instala un tercer pilar de la agenda gubernamental. Ya tenemos, la agenda social; la agenda de orden y seguridad, y ahora, la agenda político-constitucional y, se agregamos, los cambios operados en los proyectos gubernamentales en relación al área tributaria económica. Podríamos sostener que la salida que en estos días el Ejecutivo ha construido estaría relativamente completa. Sin embargo, el único problema que tiene este escenario es que de ninguna manera responde a las demandas de los sectores sociales y políticos movilizados. Las cuatro agendas son insuficientes e innecesarias. En otras palabras, no resuelven la coyuntura critica. Es más, generan más rabia y frustración entre los ciudadanos descontentos pues da cuenta que el gobierno no escucha ni entiende. Si, lo hace, lo hace a medias. Por lo tanto, la rebelión se incrementa.

Ahora bien, un nuevo escenario político debiera abrirse en la rebelión popular y ciudadana, a partir del martes 12 de noviembre, día en que se ha convocado a Huelga General. Esta debiera producir un cambio cualitativo en la táctica como en la estrategia de la rebelión.

Hasta ahora, la rebelión social se ha sostenido en el tiempo, ha logrado masividad y adhesión en la mayoría de la población; ha sido capaz de invadir el espacio del Santiago Oriente; la activa presencia de sus sectores combatientes, mantiene su radicalidad y su tenaz lucha en contra de los símbolos del capitalismo neoliberal y del Estado. La socialización política en torno a la necesidad de participar en la conformación del poder constituyente originario y directo continúa en los diversos espacios territoriales, comunales, barriales e institucionales, todas y todos los ciudadanos hoy se comprometen con su ejercicio. Sin embargo, todo ello no basta. De allí que resulta fundamental y central profundizar la lucha social y política actual a través de un acto de mayor fuerza social y política que la mera masividad de la movilización ciudadana, se requiere parar al país. En este contexto, la convocatoria a la HUELGA GENERAL, resulta cardinal, para él éxito político como histórico de la rebelión social.

La Huelga General debe pensarse y constituirse en un instrumento de expresión de la fuerza política de la ciudadanía toda, tanto de la pasiva como de la movilizada. Una activa y masiva paralización ciudadana deberá ser interpretada no solo como la adhesión a las demandas principales de la rebelión social sino, también, como de apoyo irrestricto a la convocatoria a una Asamblea Constituyente popular, revolucionaria y subversiva. Esa deberá ser la razón política de la Huelga General.

Cabe señalar que una Huelga General es un acontecimiento, político, social e histórico mayor. Se trata de un trascendente y poderoso instrumento político de presión que las y los trabajadores, en particular, y las y los ciudadanos, en general, utilizan de manera muy excepcional, en su lucha -especialmente, pero no de maneta única- en contra de los poderes constituidos en las sociedades capitalistas. No se trata de una marcha callejera autorizada o no, para manifestarse por las calles de las ciudades del país. Eso hace más de tres semanas que se hace todos los días. Se trata de una acción social y política que se realiza sin la autorización del poder establecido. Por eso, una Huelga General es un acto ciudadano político, altamente subversivo. En dicha condición radica su poder social y político constituyente.

Principalmente, esta acción ciudadana supone la paralización total y general de todas las actividades «normales» que diaria y cotidianamente realiza la ciudadanía. El día de la Huelga General todo debe detenerse. Las ciudades y las calles del país deben quedar desiertas de autobuses, de automóviles y de gentes. Nadie debe comprar ni vender. Ninguna tienda debe abrir, los centros comerciales deben permanecer cerrados. Los trenes del Metro, los que funcionan, no deberán circular y sus estaciones deberán estar cerradas. Los niños y las niñas no asistirán a clases. Los bancos y financieras deberán dejar de ofrecer sus odiosos créditos. Ojalá que las televisoras dejaran de funcionar y las radios de trasmitir. Ojalá que todo quedará en profundo silencio. Para que en ese día se escuche y se sienta en toda la sociedad, tal vez, toda la rabia social acumulada durante estos 45 años.

Por consiguiente, la Huelga General deberá ser el punto de partida de la transformación política de la rebelión social y político y la constitución de un poderoso poder social subversivo anticapitalista de carácter nacional.

Si fracasara la Huelga General, como fracaso el Paro Nacional, convocado por la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, en agosto de 2011, cuando la mayoría de la ciudadanía pasiva apoyaba en un 80% la movilización de las y los estudiantes. Actualmente, los datos son muy similares a los de aquellos años. Sin embargo, el Paro Nacional, fue un fracaso, pues no fue capaz de producir una inflexión política ni influyó directamente en la dirección de la lucha estudiantil. La rebelión social entraría en un peligroso callejón político.

El actual llamado a la Huelga General, realizado por un conjunto variopinto de organizaciones sociales, gremiales y de trabajadores, debe incidir en la dirección político y social. Pues, sería extraordinario que la masividad se mantenga por otras tres semanas. Solo un cambio radical y cualitativo en la rebelión podría llevarla a buen puerto.

La Gran Marcha de Chile, un millón y medio de ciudadanos en las calles de Santiago, obligó al Ejecutivo a suspender el Estado de Emergencia e hizo volver a los cuarteles las Fuerzas Armadas; obligó a la clase política opositora de manera ilegítima comenzar a apropiarse de las demandas de la ciudadanía movilizada; obligó a los actores sociales, económicos y culturales a comenzar a murmullar y levantar algunos tímidamente aun, la voz, para exigir cambio constitución. Luego del 25 de octubre todos hablan de la necesidad de realizar un cambio constitucional e incluso muchos se plantean la Asamblea Constitucional. Ese fue un logro de los 23 ciudadanos asesinados, de los cientos de heridos, de los miles arrestados, vejados y de un número indeterminado de ciudadanas y ciudadanos desaparecidos.

Que ello fuera posible fue gracias a los millones de ciudadanos movilizados desde Arica a Punta Arenas. Estos son los mismos que durante los últimos años no fueron escuchados ni vistos, por la clase política enquistadas en el sistema político institucional diseñado por el autoritarismo (dictadura cívico-militar) y consolidado por los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia (sic, suena ridículo, incluso nombrarlo, pues lo menos que hicieron fue establecer la Democracia). Durante años las y los ciudadanos se manifestaron de diversas formas contra el sistema dominación política, social y económica neoliberal. Pero, nadie atendió ni preocupo de su presencia. Se les excluyo e ignoro.

Esos ciudadanos son los que he denominado como «ciudadanos subpolíticos». Hoy enfrentan a la clase política y al poder masivamente. Pero, su ira, su descontento, sus malestares, sus rabias, no podrán triunfar si la ciudadanía pasiva no actúa el próximo martes 12 de noviembre de 2019. Un acto simple, pero que puede tener inmensas consecuencias para la sociedad chilena: ayudar a poner fin al capitalismo neoliberal; solo, se requiere, PARAR.

Si los «encapuchados» y las y los ciudadanos subpolíticos fueron los que abrieron las grandes alamedas para que transiten las y los ciudadanos libres, hoy se requiere la fuerza de todas y todos, los ciudadanos para realizar los que he denominado «el golpe de estado ciudadano», derrocando al mal gobierno de Piñera, terminar con el régimen democrático protegido pinochetista y, sobre todo, dar muerte al neoliberalismo, haciendo posible, el graffti, escrito en las paredes de nuestra ciudad: «El NEOLIBERALISMO NACIÓ EN CHILE, Y AQUÍ MUERE».

El éxito político y social de la Huelga General no depende de las organizaciones que la convocan ni tampoco será su triunfo, sino que el triunfo será de toda la ciudadanía que lucha y sueña por una sociedad más justa e igualitaria, democrática, solidaria y, sobre todo, comunitaria.

Por último, de triunfar la Huelga General: la rebelión deberá pasar a otro nivel de organización social y política. Pero, esa será la tarea del miércoles 13 de noviembre.