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La ideología meritocrática

Fuentes: Rebelión

Pequeña introducción

(El libro que utilizaré de referencia es de Michael J. Sandel y se titula La tiranía del mérito). Todos deberíamos estar de acuerdo en uno de los principios meritocráticos: si tú te esfuerzas, si tú trabajas duro, y por esas causas has llegado a la “cima”, tú te mereces lo que has ganado en riqueza y renta. Hay un principio socialista marxista que con otras palabras expresa lo mismo: a cada cual según sus capacidades y a cada uno según su trabajo. Pero hay un error básico en esa concepción meritocrática. Las distintas especies de mercancías se diferencian entre sí como valores de uso, son diferentes sus propiedades y son diferentes sus utilidades. Pero como valores, esto es, en cuanto dinero, todas las mercancías son iguales. Todas las mercancías, todos los bienes y servicios, así como todas las clases de renta, en tanto valores son iguales, todas se expresan en una determinada suma de dinero. Justamente ahí está el error: hablar del dinero sin hablar de su determinación cuantitativa. En tanto dinero hay mercancías, bienes y servicios que valen más que otras. Y en cuanto rentas las diferencias de ingresos son también de tipo cuantitativo. Así que estamos de acuerdo en términos generales en que cada cual se merece ganar hasta donde su talento y esfuerzo lo han llevado, pero ¿cuánto dinero se merece ganar? Y ese error, no hablar de la determinación cuantitativa del dinero, está presente tanto en los defensores de la ideología meritocrática, que los hay en el centro derecha y en el centro izquierda, como en sus detractores, como por ejemplo Michael J. Sandel. Aunque estemos de acuerdo en la idea de quien se haya esforzado más que el otro, debe ganar más que el otro, es necesario preguntarse ¿cuánto más? Las rentas excesivamente altas tienen otra grave consecuencia: hay un sector de la economía que produce artículos de lujo para las personas que perciben esas altas rentas, y en esa capa social el exceso y el derroche están demasiado presentes, provocando indignación en todas las vanguardias conscientes de que esas altas rentas no son más que la expresión de apropiación de ingentes cantidades de trabajo ajeno. Desgraciadamente muchos sociólogos burgueses y algunos intelectuales de izquierda llaman envidia a esa indignación.

La crítica de Sandel a la meritocracia

Sandel llega todo lo lejos que puede llegar con sus conceptos en la crítica a la meritocracia. Aunque critica el individualismo, tiene una concepción del mundo individualista. No tiene el concepto de que el individuo es un ser social. De hecho, lo social solo lo tiene asumido como bien común. Expondré en otro trabajo cómo su concepto de bien común es débil, carece de desarrollo y de fundamento. Ve como necesario distinguir la doble condición de los trabajadores: como consumidores y como productores. Considera necesario incidir más en la condición de productores de los trabajadores que en su condición de consumidores, pero ignora que aquello que se produce en el consumo a partir del mercado está determinado previamente por las relaciones sociales establecidas en la producción. No dispone de los conceptos marxistas de valor de uso y de valor; y para oponerse al concepto de valor y las desigualdades que crea, hace uso del concepto de valor moral.

Todo lo que se da más allá del individuo, incluido sus capacidades y formación y el mercado, Sandel lo presenta como circunstancial, contingente y arbitrario. Piensa que en esos ámbitos no hay ley sino simple azar y suerte. En ese marco al no disponer de los conceptos de valor de uso y valor su análisis no es preciso. También emplea un concepto de enajenación débil o con falta de desarrollo si lo comparamos con el que elaboró Marx, y en ese sentido habla de las fuerzas que escapan al control del individuo. Así que repito: Sandel llega todo lo lejos que puede llegar con sus conceptos en la crítica a la meritocracia. Y le debemos estar muy agradecidos por ello. Y será una tarea crítica de los marxistas analizar los límites de sus conceptos y presentar los conceptos marxistas como aquellos conceptos que captan de modo más esencial y complementan todo lo que Sandel somete a crítica.

La meritocracia

Branko Milanovic escribió un libro titulado Capitalismo, nada más. El error de fondo de Milanovic consiste sencillamente en no percibir que en el mundo actual no se puede plantear la contradicción entre capitalismo y socialismo en términos absolutos, puesto que todas las sociedades del mundo actual son sistemas mixtos: una parte es capitalista o domina la propiedad privada y otra parte es socialista o domina la propiedad pública. Así que la contradicción entre capitalismo y socialismo no debe plantearse como una contradicción externa entre países, sino como una contradicción interna de todas las naciones del mundo. La propia crisis económica y social generada por la Covid ha puesto de manifiesto que cada vez que el capitalismo necesita conservarse, se ve obligado a utilizar políticas económicas socialistas: los ERTE, los préstamos Covid o las ayudas directas. Pero en lo que al tema de hoy nos ocupa resulta del todo superficial que Milanovic hable de un modelo de sociedad, donde su excelso ejemplo es EEUU, al que cataloga como capitalismo meritocrático liberal. En primer lugar, la meritocracia no puede presentarse como un rasgo que define la esencia del capitalismo, puesto que es una ideología, ni tan siquiera es una política económica. Y, en segundo lugar, las sociedades capitalistas actuales no son liberales ni socialdemócratas, son como dije anteriormente sociedades mixtas y, por consiguiente, sociedades en transición. El hecho de que un país esté gobernado por un partido liberal, no convierte a esa sociedad capitalista en una sociedad capitalista liberal. Al igual que si un país está gobernado por un partido socialdemócrata, no convierte a esa sociedad capitalista en una sociedad socialdemócrata.

Además, todos los sabemos que el mercado libre no existe. El concepto de libertad económica vinculado a las sociedades de mercado no existe en el sentido en que lo entienden los teóricos liberales. La globalización es productos de oligopolios, y tanto la crisis de 2008 como la actual crisis generada por la Covid pone de relieve la necesaria e imprescindible actuación de la economía estatal para que las sociedades capitalistas puedan conservarse. Mientras los capitalistas prácticos en la actual crisis generada por la Covid piden al Estado que los ayuden por todos los medios que esté a su alcance, los teóricos liberales, los que solo tienen que enfrentarse a los conceptos, siguen defendiendo el mercado libre y un concepto de libertad económica que hace ya muchas décadas ha dejado de existir. En el ámbito teórico cualquier persona puede estar en la época que su arbitrio imponga, pero en el terreno de la práctica solo se puede estar en el presente.

Sociedad meritocrática frente a sociedad aristocrática

El principio fundamental de la ideología meritocrática dice que el individuo es responsable de su éxito y de su fracaso, de su riqueza y de su pobreza. Sandel trata de demostrar que esto no es así, que el éxito y el fracaso de los individuos tienen que ver con las contingencias, con la suerte y con la casualidad. El error de fondo de Sandel consiste en que no ve leyes que regulan la producción y distribución de la riqueza. Al prescindir de una concepción económica de las relaciones sociales y sustituirla por una concepción moral, todo lo que se produce más allá del individuo para él carece de explicación científica. Pero veamos más de cerca los errores de su concepción.

Escuchemos a Sandel en su capítulo titulado La ética del éxito. Haré leves modificaciones para hacer más fluida la lectura. Pondré en negrita conceptos que considero claves para catalogar el valor científico e ideológico de las ideas de Sandel. “Imaginémonos que una primera sociedad es una aristocracia, en la que la renta y la riqueza vienen determinadas por la casualidad de la familia en la que se nace y son heredadas directamente de generación en generación. Quienes nacen en familias nobles son ricos y quienes nacen en familias campesinas son pobres. Imaginemos, por otra parte, que la segunda sociedad es una meritocracia. Sus desigualdades de renta y riqueza no se deben a que el privilegio sea hereditario, sino a lo que las personas han ganado con su esfuerzo y talento”. Lo que pretende Sandel, al poner este ejemplo hipotético, es que los lectores se planteen qué sociedad elegirían en caso de que pudieran hacerlo. Y en este sentido, unas líneas más adelante, añade lo siguiente: “Si, dentro de una sociedad feudal, naciera siervo mi vida sería dura, pero no estaría lastrada por la convicción de que nadie más que yo sería el responsable de que estuviera ocupando una posición subordinada. Tampoco tendría que trabajar agobiado por la idea de que el terrateniente a quien sirvo ha adquirido su posición por ser más capaz e ingenioso que yo, sino solo ocurre que es un tipo con más suerte”.

Aquí se ve claramente hasta qué punto limita el conocimiento del mundo los conceptos de la sociología vulgar. Sandel tiene la concepción de que la sociedad está formada por individuos y no por clases sociales diferentes, donde una de ellas, los nobles, se apropia del trabajo de la otra: los siervos. Presenta como casualidad el que un individuo pueda nacer en una clase u otra, pero para que este juicio tenga sentido habría que suponer que el individuo existe antes de haber nacido. Y esto no es posible. Luego su hipótesis carece de fundamento. Los hijos de los nobles no pueden ser sino nobles y los hijos de los siervos no pueden ser sino siervos. También resulta del todo improcedente que presente el hecho de que un individuo que pertenece a la nobleza sea más rico que un siervo como el caso de un tipo que tiene más suerte. Aquí no se trata de tener suerte o no tenerla, sino de que el noble, al ser propietario de la tierra, obliga al siervo a que le entregue en productos o dinero una parte de su producción.

No existen sociedades meritocráticas ni sociedades aristocráticas, sino, en el caso que nos ocupa, sociedades capitalistas y sociedades feudales. Y la riqueza de los capitalistas y señores feudales y la pobreza de los siervos y de los trabajadores, se explica no por la casualidad de la clase social en la que se nace ni por la suerte de la clase social a la que se pertenece, sino porque la clase social dominante se apropia de una parte del trabajo de la clase dominada. No se debe presentar la producción y apropiación del plusvalor como un reino donde impera para el individuo la casualidad y la suerte. Puesto que hay leyes económicas que explican con rigor cómo se produce el plusvalor y cómo se lleva a cabo la apropiación del mismo. Cosa distinta es que Sandel desconozca por completo estos conceptos marxistas y recurra a causas tan poco rigurosas bajo el punto de vista científico como son la casualidad y la suerte.

La esencia de la ideología meritocrática y la crítica de Sandel

La meritocracia es una ideología que sirva para justificar los ingresos desorbitados de los grandes y medianos capitalistas del mundo y que se obtienen en diversas y variadas esferas económicas.  Su esencia consiste en afirmar que los grandes ingresos que perciben los grandes y medianos capitalistas que actúan a nivel global se debe a su talento y a su esfuerzo. La crítica de Sandel es muy sencilla: Tu talento no es mérito tuyo sino resultado de la familia en la que has nacido. Tampoco es mérito tuyo producir un bien o un servicio que es muy demandado por la sociedad, sino de las circunstancias y arbitrariedades del mercado. Y tampoco justifica tus grandes ingresos tu esfuerzo y trabajo duro, puesto que hay muchas personas que se esfuerzan más que tú y trabajan más duro que tú y, sin embargo, no han logrado un ingreso mínimamente digno.

Hayek, el padre ideológico de los más acérrimos liberales, tampoco creía en la meritocracia. Su punto de vista era también sencillo: lo que tú te llevas al bolsillo es lo que el mercado te entrega a cambio del valor de los bienes y servicios que tú proporcionas a la sociedad. Pero hay una razón de fondo que explica la oposición de Hayek a la ideología meritocrática. Si lo que cada persona debe ingresar en concepto de renta depende del esfuerzo, esto es, del trabajo, entonces la determinación principal del valor de los bienes y servicios que tú ofreces en el mercado es el trabajo. Y si aceptamos esta tesis, entonces tendríamos que darle la razón a Marx: la sustancia del valor es el trabajo humano abstracto, esto es, el gasto de la fuerza de trabajo social teniendo en cuenta la calidad de dicha fuerza de trabajo. Y cuando hablamos del valor de uso no deberíamos hacer como Jevons que sitúa su esencia en el consumidor, sino que deberíamos situarla en el productor: en el trabajo útil. La ideología capitalista vive en su seno una contradicción inmanente entre la ideología meritocrática y su ideología económica. Pero tampoco esto sería un problema serio: los representantes teóricos del capitalismo utilizan una ideología u otra según les interese. Y pueden combinar las dos si también les interesa. La ideología capitalista actual está llena de manchas y contradicciones flagrantes, aunque esto también ocurre en la ideología socialista.

Valor de mercado frente a valor moral

Para los economistas convencionales el mercado es el centro de la economía y el mecanismo económico que lo explica todo. Sandel considera esta sentencia como incuestionable. No la cuestiona de raíz. La cuestiona desde fuera: desde la moral. No estoy despreciando la importancia de la moral o ética en la crítica a la ideología capitalista. Ya dije al inicio de este trabajo que Sandel en su crítica a la meritocracia llega todo lo lejos que puede llegar. Lo que diré a continuación es la esencia de la ideología capitalista sobre el mercado: ¿Por qué soy yo tan rico? Porque el mercado lo ha decidido así. Y ¿por qué soy tan pobre? Por la misma razón de antes: porque el mercado lo ha decidido así. Sandel quiere superar la determinación central del mercado; y para lograr dignificar el trabajo de los desfavorecidos, plantea que debemos centrarnos en la justicia contributiva, esto es, en la condición de las personas en tanto productores y no en cuanto consumidores. Pero una vez que Sandel ha llegado a este punto, no va más allá o no extrae las conclusiones que debiera. Le falta el pensamiento de Marx. En el pensamiento de Marx el centro de la economía está en la producción, que es donde se crea el valor y donde de antemano se establece cuánta renta percibirá cada persona. Ocurre que es en el mercado donde se crean las formas del valor y donde se realiza el valor. Esta circunstancia hace que la discusión sobre la naturaleza del valor pase a muy segundo plano o que en su explicación solo se tenga en cuenta las determinaciones del mercado. Si tengo el dinero en su plena existencia como forma objetiva del valor, ¿qué necesidad teórica y práctica tengo de analizar su sustancia? Para los capitalistas, tanto para sus agentes prácticos como teóricos, reflexionar sobre la sustancia del valor les parece una cuestión metafísica, y, por consiguiente, no científica.  

Pero Sandel no está de acuerdo con lo que ocurre en el mercado. Lo percibe como fuente de desigualdades. De manera que si él quisiera cambiar lo que ocurre en el mercado, no debería pensar que la solución se encuentra en medidas fiscales (justicia distributiva) y en el cambio en la mentalidad de los triunfadores en el sentido de que reconozcan que están en deuda con la sociedad, sino en el cambio en las relaciones de producción. Y el aspecto principal de las relaciones de producción es el tipo de propiedad que predomina sobre los principales medios para producir los bienes y los servicios. Hay un vacío gigantesco en el libro de Sandel: en ningún momento habla sobre la contradicción entre propiedad pública y propiedad privada. Resulta totalmente inconsecuente que viendo una irracionalidad en los desproporcionados ingresos que ganan los grandes propietarios de las grandes empresas, no se plantee que la solución está ahí: en el cambio de propiedad. Y si fuera marxista, sabría que en todas las grandes fortunas hay una gran parte que no es más que trabajo ajeno no retribuido.

Pasemos ahora de lleno al tema que nos ocupa. El padre del liberalismo, Hayek, no comparte la ideología meritocrática. Es de la opinión de que los grandes ingresos de la gente rica nada tiene que ver con sus méritos, pero sí tiene que ver con el valor que aportan a la sociedad. Así los que ganan mucho dinero aportan mucho valor a la sociedad, y los que ganan poco dinero aportan poco valor a la sociedad. Pero hay un economista neoclásico, Frank Knight, que no está nada de acuerdo con la tesis de Hayek. Según dice el propio Sandel la crítica más demoledora de la ideología meritocrática la formuló este economista neoclásico. Así que voy a enumerar sus ideas principales según las transcribe el propio Sandel. Pondré en negrita las categorías que considero rectoras en su discurso. Aunque las ideas que transcribiré en esencia son muy pocas, las enumeraré como distintas, puesto que con cada afirmación añade un matiz o un punto de vista distinto. A mí me gustan los pensadores que son reiterativos. Lo considero un buen método pedagógico. Hay intelectuales, sin embargo, que piensan lo contrario.

Primera idea:  la demanda del mercado no es necesariamente lo mismo que realizar una contribución verdaderamente valiosa a la sociedad. Segunda idea: Atender la demanda del mercado no es más que satisfacer las necesidades y los deseos que las personas tengan en ese momento. Pero la significación ética de satisfacer tales deseos depende del valor moral de estos. Y la evaluación de tal valor moral no puede ser proporcionado por el análisis económico. Tercera idea: Nuestro problema más difícil a la hora de la valoración es la evaluación de los deseos mismos, y, de todos ellos, el más problemático es el deseo de tener los deseos correctos. Cuarta idea: Knight, según Sandel, distingue entre el valor de una contribución económica según la medida que de él da el mercado y su valor real. Cuarta idea: Para ilustrar la contradicción entre valor de mercado y valor real, Sandel pone un ejemplo: los desorbitados ingresos que percibe el magnate de los casinos Sheldon Adelson, una de las personas más ricas del mundo, y un enfermero o médico, que gana miles de veces menos dinero que aquél.

Lo que Knight identifica como contribución verdaderamente valiosa a la sociedad, significación ética de los deseos y valor real, es lo que los marxistas identificamos como valor de uso. ¿Qué ha sucedido a este respecto entre los economistas marxistas actuales? Que solo hablan del valor. Jamás hablan del valor de uso. Aunque saben que en el valor está representado el trabajo en su modalidad abstracta, el gasto de fuerza de trabajo social sin tener en cuenta la forma en que se gasta, y que en el valor de uso está representado el trabajo en su forma concreta, el trabajo útil y la actividad conforme a un fin, lo cierto es que los economistas marxistas actuales han dejado por completo de lado el trabajo en su dimensión concreta. Pero ¿siempre ha sido así? Pues no. En los años setenta y principio de los ochenta del siglo XX se le daba mucha importancia a la diferencia entre los artículos de primera necesidad y los artículos de lujo. Esta distinción se establece en la determinación de las mercancías como valores de uso y no como valores. Creo que la sociedad capitalista actual, mucho más con la experiencia de la Covid-19, está madura para una política económica que destaque de manera decisiva la importancia de la significación ética de los bienes y servicios que se producen en la actualidad. Creo igualmente que habría que librar una lucha ideológica sin cuartel en esta materia. Y no necesitamos recurrir a Marx, nos basta con lo que dicen y plantean los teóricos de la izquierda burguesa y economistas neoclásicos como Knight. Esto también ayudaría al desarrollo de la justicia contributiva y a la dignificación del trabajo, que es una de las propuestas reformistas de Sandel. La izquierda radical debe cambiar. Debería abandonar un poco la ceguera en torno al trabajo abstracto y concentrarse más en el trabajo concreto. No digo con ello que la lucha ideológica en torno al trabajo abstracto no deba hacerse, lo que afirmo es que la lucha no se centre solamente en la dimensión abstracta del trabajo ni sea en todo momento la lucha dominante.

Los deseos correctos y la creación de los mismos

He de reconocer que nunca he tenido en cuenta la dimensión ética en los análisis y reflexiones que he realizado sobre los problemas económicos y sociales. Y debo agradecer a Sandel el conocimiento de su importancia para conocer el mundo de forma más adecuada y para crear conciencia de la necesidad de su transformación.  Mientras los economistas apologistas del capitalismo parten de la base de que el gran hacer de los emprendedores consiste en responder a los deseos de los ciudadanos, Knight, que también es un economista convencional, plantea una seria objeción a esta premisa: “Nuestro problema más difícil a la hora de la valoración es la evaluación de los deseos mismos, y, de todos ellos, el más problemático es el deseo de tener los deseos correctos”. Aquí Knight de forma muy acertada plantea un problema ético de primer nivel: la necesidad de evaluar los deseos correctos o la necesidad ética de establecer los deseos correctos.

Antes que nada, empecemos por resolver una cuestión metodológica. En el pensamiento marxista solemos hablar de necesidades, mientras que en la economía convencional suele hablarse de deseos. Pues bien, entenderemos por deseo la necesidad humana elaborada cultural e históricamente. Volvamos ahora a nuestro tema. No me gusta emitir juicios a la ligera sin la suficiente fundamentación teórica. Así que me fui a consultar a Aristóteles. En concreto su obra Ética nicomáquea. Allí me hice con los siguientes principios. Primer principio: toda actividad humana tiene un fin. Y todo fin es un bien. Segundo principio: El bien es aquello a lo que todo arte, investigación, acción y libre elección tienden. El fin de la medicina es la salud; el de la construcción naval, el navío; el de la estrategia, la victoria; el de la economía, la riqueza. Tercer principio: Si, pues, de las cosas que hacemos hay algún fin que queramos por sí mismo, y las demás cosas por causa de él, es evidente que este fin será lo bueno y lo mejor.  Cuarto principio: Si debemos determinar cuál es este bien y a cuál de las ciencia o facultades pertenece, este es manifiestamente la política. Quinto principio: La política es la que regula qué ciencias son necesarias en las ciudades y cuáles ha de aprender cada uno y hasta qué extremo. La política se sirve de las demás ciencias y prescribe qué se debe hacer y qué se debe evitar. Y sexto principio: Aunque sea el mismo el bien del individuo que el de la ciudad, es evidente que es mucho más grande y más perfecto alcanzar y salvaguardar el de la ciudad, porque procurar el bien de una persona es algo deseable, pero es más hermoso y divino conseguirlo para un pueblo y para ciudades. Este sexto principio es un golpe certero a los defensores del individualismo.

La conclusión práctica que extraigo de lo afirmado por Knight y lo propuesto por Aristóteles es la siguiente: la izquierda reformista y la izquierda radical deberían elaborar un catálogo de cuáles son los deseos o necesidades que hay que satisfacer por orden de importancia en la vida de los seres humanos. Si asignamos una función prescriptiva a la política, también debemos decidir cuántos recursos económicos se dedican a la satisfacción de los deseos. Sabemos, por ejemplo, que los recursos económicos dedicados al fútbol y a los deportes en general son desproporcionados. Como también sabemos que el papel de la publicidad en el mundo de internet está generando enormes desigualdades y proporcionando grandes recompensas a personas que realizan actividades “económicas” que satisfacen deseos que distan mucho de ser los correctos. El mundo que se le abre a la izquierda en este campo es mucho más amplio y complejo de lo que yo he indicado aquí. Solo quería proporcionar algunas ideas rectoras.

Hablemos ahora de la creación de los deseos. Les transcribo unas palabras de Knight: “los deseos que un sistema económico trata de satisfacer mediante su funcionamiento los genera en gran medida el funcionamiento mismo del sistema”. Es fundamental esta idea. Echa por tierra la libertad que la economía convencional presupone en los compradores y echa por tierra que las empresas o autónomos se limitan a satisfacer lo que el mercado demanda. De acuerdo con Knight, esos deseos son creados por el propio sistema. Esta idea de Knight es muy parecida a la de Marx cuando afirma que es la producción quien crea el material de consumo, el instinto de consumo y el modo de consumo. En este ámbito la izquierda también debe profundizar y elaborar propuesta que nos permita crear una conciencia más adecuada para cambiar el mundo.

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