A Marx, sus enemigos lo declaran muerto y enterrado, pero para asegurarse, no pasa un día sin que vuelvan a enterrarlo.
El arrogante Chile neoliberal no es sino el retorno al capitalismo salvaje y desregulado que estudió Marx.
Existe una categoría de hombres que podríamos llamar históricos, en el sentido de que dejan el mundo mejor de lo que encontraron. Son los casos, por ejemplo, de Beethoven o Mozart en música, Van Gogh en pintura y Cervantes o Shakespeare en literatura.
Hay una categoría especial de héroes del pensamiento, que han dado vuelta una página de la historia sea por la creatividad u originalidad de sus contribuciones, o por la universalidad, relevancia y pertenencia de los mismas.
En ella brillan, en mi opinión, Aristóteles, insigne acuñador de categorías y conceptos; Leonardo da Vinci, el más ilustre exponente de la cultura enciclopédica; Galileo, padre legítimo del método científico y Albert Einstein, quien dio vuelta nuestras concepciones sobre el tiempo y el espacio.
Pero, para mí, el más grande de estos personajes gigantescos es Carlos Marx.
No sólo por la creatividad, originalidad, universalidad, pertinencia y relevancia de sus aportes en diversas disciplinas. En filosofía, estableció sólidamente el materialismo dialéctico; está entre los creadores de la sociología, la antropología y la ciencia política; fue uno de los primeros en introducir modelos matemáticos en la teoría económica; revolucionó la concepción de la historia, y un largo etcétera. Prácticamente no hay campo de la ciencia social que no haya recibido el aporte iluminador de Carlos Marx.
Pero no es el mejor por eso, sino por la anchura y profundidad de su compromiso con una causa, la causa del incipiente proletariado, en el crisol fundacional del capitalismo y la modernidad, que fue la Europa de mediados del Siglo XIX.
Compromiso vital
Marx era de origen pequeño burgués y se casó con Jenny Westphalen, hermana del Ministro del Interior de Prusia e hija de un típico exponente de la pequeña aristocracia alemana. Sin embargo, su compromiso con la causa proletaria fue absoluto, inquiebrantable, vital.
Contra ese compromiso nada pudieron la miseria, que lo persiguió hasta el último de sus días; la enfermedad, que terminó con su vida prematuramente, a los 65 años, e incluso, la muerte de tres de sus hijos, asociada a sus padecimientos. No es un secreto para nadie que Federico Engels, con quien mantuvo una amistad de conmovedora lealtad recíproca, lo sostuvo económicamente hasta el final. .
Una vaga idea del estado de apremio en que desarrolló su obra monumental se puede atisbar de su intercambio epistolar, principalmente con Federico Engels:
«Por otra parte, hago ahora un gran esfuerzo y, es extraño, a pesar de toda la miseria que me rodea, mi cerebro funciona mejor que en todos estos años pasados» (18 de junio de 1862).
«Es un verdadero milagro que, tal como van las cosas, yo pueda avanzar en mis trabajos teóricos» (2 de agosto de 1862).
«Actualmente trabajo como una bestia de carga; es preciso que utilice todo el tiempo de que soy capaz para trabajar, pues continuo padeciendo los carbunclos, y sin embargo no me molestan sino en determinados lugares, sin afectarme el cerebro» (20 de mayo de 1865).
«Estuve enfermo durante todo el año pasado, aquejado de ántrax y forúnculos. De no haber sido por ello, mi libro El Capital, la economía política, ya se habría publicado. Espero ahora terminarlo al fin dentro de unos meses y asestarle a la burguesía, en el plano teórico, un golpe del cual no se recuperará jamás» (carta a Klings, 4 de octubre de 1864).
Como en la mayor parte de su obra, Marx tenía razón. Efectivamente, en el plano teórico, le asestó al capitalismo un golpe del que no se recuperará jamás.
Marx sólo alcanzó a terminar el primer tomo. Otros dos los editó póstumamente Engels, sobre notas manuscritas de Marx, y un cuarto, bajo el título Teoría de la Plusvalía , se publicó ya entrado el Siglo XX.
El golpe habría sido todavía más demoledor si hubiera podido completar su plan original, que contemplaba el estudio sistemático, en ese orden, del capital, la propiedad del suelo, el trabajo asalariado, el comercio exterior, el mercado mundial, el crédito y el capital accionario.
Aún con su enfermedad, no dejó de asistir un solo día a la biblioteca de Londres, donde estudió al capitalismo como nadie lo ha vuelto a hacer desde entoces.
Legado inmortal
De hecho, jamás se repuso de la enfermedad, y murió en 1883.
Su amigo del alma, Federico Engels, le dedicó unas palabras que inevitablemente me conmueven:
«El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas le dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre. Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de Europa y América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Harto pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca. Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, etc.; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo. Pero no es esto sólo. Marx descubrió también la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas. Dos descubrimientos como éstos debían bastar para una vida. Quien tenga la suerte de hacer tan sólo un descubrimiento así, ya puede considerarse feliz. Pero no hubo un sólo campo que Marx no sometiese a investigación -y éstos campos fueron muchos, y no se limitó a tocar de pasada ni uno sólo- incluyendo las matemáticas, en la que no hiciese descubrimientos originales. (…) Tal era el hombre de ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la mitad del hombre. (…) Marx era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quién él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida. (…) Por eso, Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo. Los gobiernos, lo mismo los absolutistas que los republicanos, le expulsaban. Los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas, competían a lanzar difamaciones contra él. Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran telas de araña, no hacía caso de ello; sólo contestaba cuando la necesidad imperiosa lo exigía. Y ha muerto venerado, querido, llorado por millones de obreros de la causa revolucionaria, como él, diseminados por toda Europa y América, desde la minas de Siberia hasta California. Y puedo atreverme a decir que si pudo tener muchos adversarios, apenas tuvo un solo enemigo personal. Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra».
Matonaje intelectual
Aún inconcluso, El Capital es, sin duda, el más lúcido estudio del sistema capitalista que se haya hecho hasta la fecha. Y si hoy podemos hablar de economía como una ciencia, en gran medida obedece al riguroso e impecable método analítico de Marx.
En lo personal, leí el primer tomo de El Capital cuando estudiaba en la universidad, a mediados de los setenta. A consecuencia de un libro que escribí, acerca de 20 años de historia del Partido Comunista, quedé con la inquietud de profundizar sobre la esencia que guiaba la conmovedora historia de lucha de ese partido, y me di a la tarea de acometer nuevamente El Capital. Leí metódicamente los tres tomos, a principios del siglo XXI, tarea que me insumió a lo menos un par de años. A diferencia de lo que opinan algunos, en cuanto a la aridez de El Capital, fue una tarea gratificante, desde el punto de vista intelectual, pues Marx era ante todo un gran escritor, dotado de un talento que derrochaba a raudales y un estilo inimitable, capaz de hacer comprensibles hasta las ideas más complejas y abstractas.
Lo releí en la época en que la insolente ignorancia neoliberal lo declaró anacrónico, obsoleto y pasado de moda, entre otras tonterías de parecido jaez.
Y me pareció que describía con exactitud el Chile actual, con su insolente arrogancia neoliberal.
Sucede que Marx describió con lúcida precisión el capitalismo emergente de Inglaterra de mediados del siglo XIX. A contrapelo de la jactancia del Chile neoliberal, que pretende haber ingresado al desarrollo y la modernidad, la característica tipificante del actual modelo económico no es sino el retorno al capitalismo salvaje y desregulado que describió Marx, cien años atrás.
Como sus adversarios y enemigos no pueden refutarlo, en el ámbito de la ciencia y la teoría económica, es apenas natural que prefieran arroparse en el matonaje intelectual de ignorarlo y declararlo pasado de moda. Total, para eso son los dueños de las universidades y los medios de comunicación.
Es tan ridículo como declarar fuera de moda a Shakespeare o Cervantes.
A pesar de que lo declaran muerto y enterrado, para asegurarse, no pasa un día sin que vuelvan a enterrarlo. Pero, vana ilusión, las categorías marxistas resurgen una y otra vez para explicar un modo de producción que puede revolucionar los modos de producción, pero es incapaz de explicarse a sí mismo.
Contribuciones en la economía
Entre las principales contribuciones de Marx a la teoría económica, está, desde luego, el valor trabajo, pero no en abstracto al modo de los clásicos, sino como la más fundamental de las relaciones de producción, en rigor, la única capaz de atribuirle valor a las mercancías, es decir, el trabajo social, o más bien, la fuerza de trabajo socialmente determinada por el modo de producción capitalista. Asociadas a este fundamental descubrimiento, aparecen categorías como la plusvalía absoluta y relativa, o si se prefiere, la teoría de la explotación del trabajo; capital constante y capital variable; capital fijo y circulante, y composición orgánica del capital, entre otras.
En el Tomo 1, Marx describe con su rigurosidad característica, la transformación de plusvalía en capital, el rasgo distintivo de este modo de producción, así como la disminución relativa del capital variable, donde ubica al trabajo, conforme progresa la acumulación y centralización del capital.
Eso explica, entre otras cosas, por qué, aún con su capacidad de revolucionar permanentemente los modos de producción con base en la técnica y la tecnología, el capitalismo, por definición, es incapaz de asegurar progreso y bienestar a las mayorías, obnubilado como está por su voracidad insaciable de acumulación de ganancias y apropiación de trabajo humano.
Otra categoría fundamental acuñada por Marx es la contradicción entre el carácter social de la producción y el y el carácter individual de la acumulación, que lo lleva a pronosticar el fin del capitalismo, devorado por sus contradicciones.
En los tres tomos de El Capital, Marx formula y acuña conceptos y categorías de enorme poder explicativo y predictivo, que es, entre otras cosas, el propósito de la ciencia social. Entren ellas, la rotación y circulación del capital; la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, la irrefrenable tendencia del capital a convertirse en capital financiero y la tendencia a la centralización del capital.
Asimismo, describió con indesmentida exactitud los ciclos del capitalismo, o sea, la teoría de las crisis cíclicas del capitalismo:
«La naturaleza no planificada de la producción, combinada con el impulso capitalista hacia la acumulación, significa que pronto la oferta sobrepasa la demanda. Cuando el boom se acerca a su pico, los productos del nuevo capital fijo llegan al mercado. Dada la multiplicidad de productores en cada esfera, los capitalistas son impulsados a competir por compradores y por trabajadores. Estas condiciones generan una superproducción, especialmente de bienes de consumo. La crisis se dispara cuando una cantidad considerable del capital producido no se puede realizar, o sea, ser vendido a los compradores que necesitan los bienes producidos y que están dispuestos a pagar el valor de cambio de las mercancías».
Las crisis pueden obedecer a sobreproducción de mercancías, como la de 1929-1933. o a sobreproducción de capital, como la actual, originada en los bonos tóxicos subprime .
Explotación, hoy
A pesar de que Marx formuló con precisión inapelable la teoría de los ciclos, el capitalismo es incapaz de prevenirlos. Entre otras cosas, por las citas del Tomo 1, que extraigo del resumen de Alejandro:
«En su impulso ciego y desmedido, en su hambre canina devoradora de trabajo excedente, el capital no sólo derriba las barreras morales, sino que derriba también las barreras puramente físicas de la jornada de trabajo».
«El capital no pregunta por el límite de la fuerza de trabajo. Lo que a él le interesa es única y exclusivamente el máximo de fuerza de trabajo que puede movilizarse y ponerse en acción durante una jornada».
«La producción de plusvalía o extracción de trabajo excedente, constituye el contenido específico y el fin concreto de la producción capitalista».
El sentido de estas citas apunta a que 126 años después de la muerte de Marx, la descripción de las relaciones de explotación del trabajo por el capital siguen conservando una inexorable vigencia, especialmente en el arrogante Chile neoliberal. Qué es si no, la resistencia empresarial a la ley de semana corrida, o su inclaudicable afán por lo que llaman «flexibilidad laboral». Qué es si no, la amputación de todos los derechos laborales operada durante la dictadura y mantenida por los gobiernos de la Concertación.
Necesidad de leer a Marx
Entre las contribuciones de Marx que conservan plena vigencia, mencionaría, por de pronto, la naturaleza depredadora del capitalismo; la división de la sociedad en clases y su resultante natural, la lucha de clases; la centralización del capital y su tendencia a transformarse en capital financiero; la división internacional del trabajo y la dominación de unas naciones sobre otras; la mercantilización de las relaciones sociales y la enajenación del ser humano, que de productor, el sistema capitalista se empeña en reducir a mero consumidor.
Hay, por cierto, ciertas predicciones de Marx que no se han cumplido, y algunas categorías que deben ser revisadas, a la luz de la experiencia histórica.
En lo personal, le objeto a Marx una concepción un tanto teleológica y determinista del tránsito del capitalismo al socialismo, aunque en rigor, de todo lo que le he leído, la he encontrado solo en un pasaje, la famosa predicción del capítulo XXXI del primer volumen, que cito de modo textual del resumen hecho por Alejandro:
«El monopolio del capital se convierte en grillete del régimen de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha sonado la hora final de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados».
Es decir, no niego que eso vaya a pasar. Pero no como el producto inevitable de las fuerzas ciegas de la historia. Cuando ocurra, como espero, va a ser el resultado de luchas históricas, pero muy concretas, de masas humanas impulsadas por proyectos y partidos políticos.
Con esto quiero decir que hay que leer a Marx.
Así como el que pretende escribir un libro tiene primero que aprender a leer, o como el que quiere construir una casa no puede empezar por el techo, todo militante de la causa social tiene que leer a Marx.
Pero a Marx no hay que leerlo como a un oráculo, un dios o un generador de dogmas. A Marx hay que leerlo de la manera como a él le hubiera gustado, es decir, con sentido crítico, cabeza propia y conciencia vigilante.
Marx no era un dios, sino apenas un ser humano, por más que fuera el más grande humanista de todos los tiempos.
Marx no era un taumaturgo que conjuraba una bola de cristal, sino apenas un científico, por más que sea el principal exponente de las ciencias sociales de todos los tiempos.
A Marx, sus enemigos lo matan todos los días. Como no pueden con él, fingen ignorarlo. Es apenas natural que lo declaren fuera de moda los que viven de la moda. Pero ustedes no les crean. Como dijo Engels ante su tumba, Marx vivirá a través de los siglos, y con él su obra.
Marx no sólo está presente en la vigencia de sus categorías analíticas, como demuestra la actual crisis global del capitalismo, sino en la inspiración de millones de hombres y mujeres que no aceptamos el injusto orden social que nos tocó padecer y luchamos incansablemente para cambiarlo.
Por eso, agradezco la valiosa contribución de Alejandro Yánez, puesto que este resumen facilita el acceso de Marx a las mayorías, tanto desde el punto de vista del ahorro de tiempo, como el de los recursos económicos. Por lo mismo, me ha provocado una sincera alegría escuchar que ya está en la tarea de resumir los otros dos volúmenes de El Capital, el mayor tratado de economía política de todos los tiempos. Quedamos a la espera.
(*) Ponencia del autor en la presentación de la versión resumida del primer tomo de El Capital, de Alejandro Yánez, en la Fiesta de los Abrazos 2009.
FOTOS
1) (Marx)
A Marx hay que leerlo de la manera como a él le hubiera gustado, es decir, con sentido crítico, cabeza propia y conciencia vigilante.
2) (foto de la presentación, adjunta)
En la presentación de la versión resumida de El Capital, Fernando Quilodrán, Alejandro Yánez, Luis Felipe Figueroa y Francisco Herreros.
3) (portada_capital_marx, adjunta)