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La increíble y triste historia de «El Mercurio» y su dueño desalmado

Fuentes: El Siglo

Pese a los esfuerzos de la familia Edwards por boicotear la producción y distribución de la película de Ignacio Agüero, que registra parte del prontuario delictual del diario «El Mercurio», especialmente su autoría en el Golpe que derrocó al Presidente Allende y en los años posteriores de la dictadura de Pinochet, el documental ya se […]

Pese a los esfuerzos de la familia Edwards por boicotear la producción y distribución de la película de Ignacio Agüero, que registra parte del prontuario delictual del diario «El Mercurio», especialmente su autoría en el Golpe que derrocó al Presidente Allende y en los años posteriores de la dictadura de Pinochet, el documental ya se ha exhibido, con gran acogida de los espectadores, en algunas salas de Chile y el extranjero, concretamente en el Festival del Fidoc, la semana pasada.

El anuncio oficial de sus realizadores, señala que la película se exhibirá, para todo público, desde el jueves 20 de noviembre, en el Cine Arte Normandie, y desde el viernes 21 de noviembre, en el Cine Arte Alameda, viajando posteriormente a regiones.

Aprovechando la acuciosa investigación de las tesis de grado de seis estudiantes de periodismo de la Universidad de Chile y con la producción de Fernando Villagrán, el documental no sólo revela, con minuciosa prolijidad, el rol criminal del autoproclamado «decano de la prensa nacional», sino que deja en evidencia su escandalosa impunidad.

Peor aún, «El Mercurio» y su propietario, Agustín Edwards, con descarada impudicia, pretenden emitir juicios de valor sobre la realidad nacional, administrar un supuesto caudal «democrático», hacer gala de valores como patriotismo, familia y libertad, e impulsar campañas a favor de la justicia y contra la delincuencia.

El famoso cartel que colgaron en el frontis de la Casa Central de la Universidad Católica, los jóvenes que se tomaron dicho establecimiento, en 1967, hace justamente algo más de cuarenta años, mantiene y acrecienta su vigencia: «El Mercurio miente.»

El papel antipopular del diario

Agustín Edwards Eatsman, apodado «El Dunny» por sus familiares y amigos más cercanos, es uno de los hombres más poderosos de Chile, dueño de la cadena periodística de la empresa «El Mercurio», que cuenta con tres periódicos nacionales y veinte regionales, a través de todo Chile.

La familia Edwards, propietaria y fundadora de ese medio periodístico, constituye una verdadera dinastía, de la cual, el actual dueño y jefe familiar, es el quinto que lleva el nombre de Agustín, después de siglo y medio de trayectoria al servicio de los intereses de los grandes grupos económicos, nacionales y extranjeros, y en contra de cualquier mínima reivindicación de los derechos del pueblo chileno.

Salvador Allende fue siempre un combativo adversario del diario y estuvo permanentemente en la mira, tendenciosa y a menudo falsa, de «El Mercurio», durante su dilatada carrera política.

En una famosa intervención en la Cámara Alta, cuando era senador de la República, en 1968, el ex presidente Allende explicó: «Cuando me levanto cada mañana, lo primero que hago es leer «El Mercurio». Si alguna vez, tengo alguna duda sobre las posiciones que es necesario adoptar, todo me queda claro después de interpretar sus páginas. Lo que defiende «El mercurio» es, exactamente, lo contrario de lo que es necesario impulsar en favor de los trabajadores.»

Lo que Allende en ese momento no podía adivinar sería la campaña, sucia y artera que, con dineros de la CIA, orquestaría Agustín Edwards y su empresa periodística, para derrocar a la Unidad Popular y que no descansaría hasta terminar con su vida.

El documental «El diario de Agustín», de Ignacio Agüero, es la primera película que cuestiona y combate el poder de «El Mercurio» y de Agustín Edwards y plantea una interrogante fundamental: ¿Cómo es posible que un diario con esa historia y esas características, siga influyendo en la vida nacional, a partir de su absoluta impunidad?

Hasta ahora, veinte años después de la dictadura, «El Mercurio», que pretende practicar un «periodismo objetivo e independiente», nunca ha dado una explicación, ni mucho menos pedido disculpas, sobre su conducta golpista y antidemocrática.

Los pormenores de la película

La mayoría de los hechos y casos que aparecen en la película fueron conocidos, en su oportunidad, por muchos chilenos, especialmente por quién los vivieron. Los propios documentos desclasificados de la CIA dan cuenta de las andanzas de Agustín Edwards, que se iniciaron apenas se produjo el triunfo de la Unidad popular, y su concomitancia Richard Nixon y Henry Kissinger, para obtener financiamiento para la campaña contra Allende.

Ignacio Agüero, el director de la película, explica su trabajo: «No hemos descubierto nada nuevo, sino que nos limitamos a mostrar, documentadamente, los hechos y las situaciones, tal como ocurrieron, lo que va determinando, claramente, el rol que jugó «El Mercurio», antes, durante y después del Golpe de Estado.»

Los informes sobre Derechos Humanos de los gobierno de la Concertación denuncian una política de estado de la dictadura de Pinochet, que se tradujo en 2.279 muertos y más de 30.000 víctimas comprobadas, con la complicidad de la prensa y, especialmente de «El Mercurio» en la implementación de esa política represiva.

La película, producto del trabajo acucioso de seis estudiantes de periodismo de la Universidad de Chile, hace un verdadero recorrido histórico sobre los últimos cuarenta años de la historia del país.

Además del letrero de los estudiantes de la Universidad Católica y de los contactos de Agustín Edwards con la CIA, se consignan la defensa que hizo el diario de Pinochet, justificando y negando sus crímenes ante Naciones Unidas, y su complicidad con la DINA y la CNI para difundir montajes destinados a ocultar el exterminio de militantes de izquierda.

También aparecen testimonios de John Dinges, corresponsal en Chile del Washington Post, además de familiares, abogados y jueces de los casos investigados. Todo esto se corrobora con las opiniones textuales de ex directores de «El Mercurio», periodistas y funcionarios de la dictadura, que explican en detalle el rol que jugaba el diario de los Edwards en las trágicas circunstancias que vivía Chile.

Algunas «perlas»

Hay algunos casos, especialmente emblemáticos, de ocultamiento y tergiversación de los hechos, en que se demuestra la alianza de periodistas mercuriales y televisivos con funcionarios policiales, para difundir montajes que justificaban las graves violaciones a los derechos humanos.

Uno de las situaciones más dramáticas fue el titular de «La Segunda», «Se exterminan como ratas», en que se pretendía justificar el asesinato de 119 militantes de izquierda, ejecutados dentro del contexto de la Operación Colombo, que coordinaba las dictaduras militares del cono sur de América Latina.

En ese caso, se llegó al extremo de inventar medios periodísticos, que aparecieron por un solo número, para aparecer respaldando la cobertura mercurial y de la dictadura de Pinochet.

Otro de los hechos que se consignan en el documental es la muerte de la militante comunista Marta Ugarte, cuyo cadáver apareció en la playa la ballena, entre los balnearios de Los Molles y Los Vilos, en la cuarta Región, el 12 de septiembre de 1976.

Como se recordará, ella tenía amarrado el alambre en el cuello, con que fue estrangulada, antes de ser lanzada al mar desde un helicóptero del Ejército de Chile.

Para justificar el asesinato, la periodista Beatriz Undurraga, de «El Mercurio», se encargó de tramar, con la asesoría comunicacional de la DINA, una versión en que se aseguraba que Marta Ugarte había muerto, producto de lo que se definió como » un crimen pasional.»

Todos los diarios de la cadena de la empresa «El Mercurio» a través del país, difundieron esta tergiversación de los hechos, en concomitancia con los noticiarios centrales de los canales de televisión.

Un tercer caso que aparece en el documental de Ignacio Agüero se refiere a la responsabilidad que le corresponde a Agustín Edwards Eastman, el Dunny, en la confusa secuencia de denuncias que resultó en la detención y tortura de dos jóvenes inocentes que fueron arrestados por la DINA.

Como se recordará por quién conocieron ese episodio, el arresto se produjo en la madrugada del 9 de abril de 1987, el mismo día en que el El Mercurio aparecía en los quioscos con el titular: «Identificados los violentistas del PC en el parque».

La noticia se refería a los incidentes que se desataron durante la misa oficiada por el Papa Juan Pablo segundo, en el contexto de su visita a Chile, en el Parque O’Higgins, lo que la dictadura intentó achacar a lo que llamó » violentistas de izquierda»

Los desacuerdos entre la CNI, el entonces ministro Secretario General de Gobierno Francisco Cuadra, y Agustín Edwards acerca de la procedencia de unas fotografías tomadas en el Parque, dieron paso a un caso judicial que todavía no se resuelve del todo y está pendiente en los tribunales.

La versión que entregó Agustín Edwards fue que las fotos se las había entregado la CNI, mientras que el organismo de seguridad del gobierno aseguraba que las fotos las habían recibido desde el diario » El Mercurio».

Todos estos hechos, que aparecen detallados en la película «El diario de Agustín», van documentando, más allá de metras especulaciones, el papel que jugó la empresa de Agustín Edwards Eastman, en la justificación de los terribles atentados contra los derechos humanos que se produjeron durante la dictadura.

La película de Ignacio Agüero, producida por Fernando Villagrán, y que entrega la versión cinematográfica de las investigaciones de los seis estudiantes de Periodismo de la Universidad de Chile, coloca al diario «El Mercurio» y a la familia Edwards en su lugar histórico, de «celestinos» del fascismo, el asesinato, la tortura, la censura de prensa y todos los antivalores que son exactamente lo contrario de los principios que la empresa mercurial se precia, mentirosamente, de defender.

Por lo menos, y eso ya es muy valorable, la película apresura el advenimiento del día en que «El Mercurio» deberá reconocer tanta iniquidad.