Ex dirigente del Movimiento Comunista, Eugenio del Río es autor de numerosos y artículos sobre la izquierda revolucionaria europea de la segunda mitad del siglo XX y sobre temáticas afines. Nuestras conversaciones se centrarán en el ensayo que da título a estas entrevistas. *** De la indignación de ayer a la de hoy es el […]
Ex dirigente del Movimiento Comunista, Eugenio del Río es autor de numerosos y artículos sobre la izquierda revolucionaria europea de la segunda mitad del siglo XX y sobre temáticas afines. Nuestras conversaciones se centrarán en el ensayo que da título a estas entrevistas.
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De la indignación de ayer a la de hoy es el título de un nuevo libro tuyo. Felicidades por tu nuevo trabajo. Cuándo hablamos o hablas de indignación, ¿de qué hablamos exactamente?
Realmente, no es un término preciso; es muy amplio y vago. Ahí cabe de todo, pero acaso puede valer -y en la actualidad está siendo empleado en este sentido- para referirse a actitudes diversas de rechazo relativamente radical de aspectos importantes de la economía, de la política o de la vida social.
¿Qué tienen en común la indignación de ayer y la de hoy? Por lo demás, ese ayer, ¿a qué ayer remite?
El ayer del que me ocupo en la primera parte del libro es el de los años sesenta y setenta del siglo XX, es decir, que la materia se extiende a lo largo de medio siglo. Mi trabajo no hace referencia a las formas de organización ni a las modalidades de la movilización sino que se centra en el campo de las ideas.
Visto ese recorrido desde la perspectiva actual, resulta llamativo, que en un lapso de tiempo relativamente corto, haya habido cuatro o cinco ciclos ideológicos -según se mire- a través de los cuales se ha expresado la protesta política y social.
La indignación de ayer y la de hoy tienen en común muchos rasgos. El principal es el anticapitalismo, aunque el significado de este vocablo no siempre sea ni claro ni común. Pero entre ellas hay notables diferencias: aquella indignación tenía en nuestro caso una tonalidad antidictatorial (antifranquista), era mayoritariamente marxista, favorable a una transformación revolucionaria y se inspiraba en modelos históricos coetáneos. Todo esto ha cambiado.
«Transformaciones ideológicas en la izquierda alternativa en el último siglo en Europa Occidental» es el subtítulo. ¿Qué uso haces de la noción de ideología? ¿Cómo podrías definir este concepto tan polisémico?
No me gusta hablar de ideología sin especificar en qué sentido empleo esta palabra. Sé que bajo ese título se suelen nombrar realidades ideológicas muy variadas. En el libro merecen una especial atención las grandes ideologías que han vehiculado la protesta social en Europa occidental en el siglo XX. La principal de ellas, aunque ha estado menos presente en el mundo anglosajón, ha sido el marxismo en sus distintas versiones. Se trata de un tipo de ideología peculiar, omniabarcante, pese a las reservas de Engels hacia los propósitos enciclopédicos que marcaron al marxismo inicial (y que él mismo, paradójicamente, se encargó de alimentar), con una ambición científica y con una pretensión de coherencia exagerada.
Pero, entonces, en tu opinión, ¿el marxismo es una ideología? ¿No es paradójica esa afirmación con la consideración de los dos grandes clásicos de esa misma tradición de que la ideología era falsa consciencia?
Marx y sus seguidores no siempre hablaron de ideología en el mismo sentido. En Marx era una falsa conciencia, pero muchos marxistas emplearon ideología como sinónimo de un cuerpo de ideas basado en la obra de Marx, suponiendo, obviamente, que, en este caso, esa ideología, la suya, no era una falsa conciencia por tratarse de una ideología fundada científicamente. Esta suposición merece una reflexión crítica en la que me he detenido en diversas ocasiones y que aquí difícilmente podría desarrollar.
De acuerdo, está bien así. Hablas de izquierda alternativa. ¿Por qué? ¿No sería mejor izquierda radical, izquierda revolucionaria, izquierda comunista?
Me sirvo indistintamente de izquierda revolucionaria, extrema izquierda o izquierda radical, pero, si hablamos de ideas, no podemos ubicarlas, restrictivamente, en los campos sociopolíticos constituidos. Los desbordan y encontramos un asentamiento expansivo de ideas más o menos radicales en campos políticos más moderados.
¿Cuánto de alternativa ha tenido esa supuesta «izquierda alternativa»?
Cavilé bastante sobre el adjetivo que podía emplear para calificar a las ideas que he tomado como objeto, y no me he quedado muy satisfecho. ¿En qué medida son alternativas? Las ideas en cuestión lo son en alguna medida. Pero las organizaciones que les sirvieron de soporte fueron más alternativas en sus declaraciones que en los hechos. Para ser alternativa hay que tener importantes respaldos sociales, y ese no fue el caso.
Cuando hablas de Europa Occidental, ¿qué países tienes en mente?
He tomado el concepto convencional que operó durante décadas desde el fin de la II Guerra Mundial o, quizá, más exactamente desde 1948, con el comienzo de la guerra fría: lo que quedaba al oeste de los países del área de influencia de la Unión Soviética. Pero debo añadir que, en el orden ideológico de la izquierda, esa Europa occidental es un conjunto bastante variopinto, con realidades sustancialmente diferentes. Gran Bretaña, con su poderosa tradición, los países escandinavos, Alemania, Italia, Francia, por hablar de los centros de gravedad principales, no forman mundos ideológicos idénticos ni mucho menos.
El libro está dedicado a Ignasi Álvarez Dorronsoro. Gracias por ello. ¿Quién fue para ti Ignasi Álvarez, alguien que nos dejó muy prematuramente?
Ignasi y yo empezamos a trabajar juntos en 1966. Él ocupó un lugar muy destacado entre las personas que durante décadas asumimos mayores responsabilidades, primero en el Movimiento Comunista (MC) y luego en el mundo asociativo que impulsamos desde comienzos de los años noventa.
Además de su liderazgo en el MCC y en el conjunto del MC, desempeñó unas funciones intelectuales relevantes. Durante años estuvo muy volcado en el estudio de las cuestiones nacionales y de los problemas interterritoriales. Y, después, se reorientó en cierto grado hacia el estudio de los movimientos migratorios y de las relaciones interculturales, campo este en el que se sitúan sus publicaciones más sobresalientes.
Pocas personas he conocido que hayan realizado una labor tan solvente intelectualmente y con tanta perspicacia y buen criterio.
Compartimos una evolución ideológica en la que, a menudo, él fue por delante de mi en muchos aspectos fundamentales.
A ello se agregó una amistad que atravesó sin deteriorarse pruebas muy difíciles. Su pérdida ha sido una de las más dolorosas e irreparables que me ha tocado sufrir.
Componen tu libro siete capítulos, un epílogo y dos apéndices. Te voy preguntado poco a poco. Por ejemplo: por cosas que me han sorprendido en la bibliografía y en el índice onomástico teniendo en cuenta el tema tratado. ¿Por qué no hay referencias a Manuel Sacristán? ¿No te parece de interés su pensamiento, su práctica política?
La Bibliografía es más bien una lista de textos particularmente relacionados con los problemas abordados en el libro. Muchos de ellos están mencionados en los distintos capítulos, y, con frecuencia, no elogiosa sino críticamente. Seguramente hay muchas ausencias importantes, como la de Sacristán, del que tanto he aprendido.
Tampoco he visto referencias a la obra de alguien que también nos ha dejado hace poco, Francisco Fernández Buey. ¿Por qué?
Aunque apenas tuve ocasión de tratar personalmente a Paco, siempre me resultó muy próximo y lo he leído con mucho interés. Para mi constituye un ejemplo de persona intelectualmente competente y muy rigurosa y, a la vez, con un sentido muy exigente del compromiso social.
Entre los autores más recientes, tampoco veo referencias a Santiago Alba Rico. ¿No es parte de esa izquierda alternativa?
Claro que lo es. Y en todo caso no pretendo excluir a nadie. Hay bastantes autores y autoras de su generación que podrían figurar en la Bibliografía, pero, en fin, por algún lado hay que cortar y me temo que, tal y como está, se trata de una lista demasiado extensa.
¿Los partidos verdes formarían parte, forman parte de esa izquierda alternativa?
En el plano ideológico, en muy buena medida, aunque acaso habría que hilar muy fino distinguiendo los distintos partidos y sus corrientes.
Señalas que el objetivo del libro son las ideas alternativas de izquierda. ¿Ideas a qué remite? ¿Conceptos, tesis, argumentos, finalidades, cosmovisiones?
A todo lo que forma los mundos ideológicos de las corrientes mencionadas. Habría que aludir también a las actitudes, las moralidades colectivas y los códigos de conducta, las culturas asociativas, los propósitos políticos, múltiples factores identitarios y otras muchas piezas. Las izquierdas a las que me refiero tuvieron durante mucho tiempo una alta densidad ideológica y sus universos ideológicos fueron muy expansivos y envolventes. Hoy se han aligerado bastante.
¿Toda esa izquierda alternativa a la que haces referencia fue marxista?
En los años sesenta y setenta del sigo XX, casi toda ella. Luego, sobre todo a partir de los noventa, fueron cambiando las cosas y el marxismo, o los marxismos, fueron perdiendo influencia.
¿En beneficio de quiénes? ¿También en España?
Aunque seguramente habrá ocasión de volver sobre este punto, puedo adelantar que el declive del marxismo como ideología de importantes corrientes populares era algo inevitable y, más aún, necesario. Pero el proceso concreto a través del cual se produce este declive es ambivalente, puesto que, por un lado, no es un proceso suficientemente consciente y crítico y, por otro lado, da lugar a vacíos en el ámbito ideológico que han sido fuente de diversos problemas.
Inevitable, necesario, lo comentamos con detalle más adelante. Pasamos si te parece al primer capítulo: «Nueva izquierda e izquierdas radicales en los años cincuenta y sesenta del siglo XX».
Cuando quieras.
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