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La inflación golpea los bolsillos de los trabajadores

Fuentes: Clase contra clase

La inflación se ha transformado en una preocupación de los patrones y sus políticos. La meta que anualmente se propone el Banco Central, de un 3%, ha sido rebasada: el IPC llegó en 2007 a un 7,8% (el más alto desde 1995, cuando alcanzó el 8,2%). Muchos han comenzado a cuestionar la efectividad de las […]

La inflación se ha transformado en una preocupación de los patrones y sus políticos. La meta que anualmente se propone el Banco Central, de un 3%, ha sido rebasada: el IPC llegó en 2007 a un 7,8% (el más alto desde 1995, cuando alcanzó el 8,2%). Muchos han comenzado a cuestionar la efectividad de las políticas monetarias de esta institución. Es desde el punto de vista de las ganancias patronales que se considera el problema. Si por una parte la reducción de los envíos de gas desde Argentina han encarecido los costos de producción (centralmente en las empresas generadoras, como Colbún, pero también en la industria), por otro, el alto IPC -como lo han debido reconocer los empresarios-, ha disminuido el poder adquisitivo de los consumidores. Así, las ganancias de las empresas que entregan sus resultados han continuado creciendo, pero el ritmo de este crecimiento se ha tornado más lento, precisamente porque la inflación ha desincentivado el consumo.

Pero bien, desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores, ¿cuál ha sido el resultado de la inflación? Una respuesta clara la encontramos en el resultado de la negociación de los trabajadores públicos. El aumento nominal otorgado fue de un 6,9%, bajo el IPC de 7,8%. Si consideramos que los alimentos, a octubre de 2007 habían aumentado en un 15%, y que éstos, precisamente, constituyen una buena parte de los gastos de un trabajador público, es fácil concluir que en realidad no ha habido aumento salarial, sino caída. Si le tomamos la palabra a los patrones y su prensa, y aceptamos que ha sido uno de los aumentos «más importantes de la última década» (como decía El Mercurio finalizado el paro) ¿qué será de los aumentos -donde los hubo- del resto de los trabajadores? Dudamos que El Mercurio no mienta en ese punto, pero aun tomándole la palabra, lo obtenido, producto de la inflación, no es para nada satisfactorio.

Hay cifras del INE que son bastante decidoras: en el último año, el pan aumentó su precio en un 22,4%, los alimentos en un 15,2%, la electricidad en un 42% y el gas licuado en un 30%. Todos esos productos son, precisamente, centrales en el consumo de la familia obrera. Las mismas monedas, los mismos billetes, ahora valen menos que hace un año, a la hora de comprar aquellos productos. Según algunos economistas, la inflación no ha golpeado a todos por igual: para el primer quintil, la inflación ha sido de un 9,4%; para el segundo de un 8,7%; para el tercero de un 8,3% y sólo para el cuarto y el quinto, ha sido bajo el promedio nacional: de un 7,5% y un 6,4% respectivamente. Vemos como son los trabajadores y el pueblo pobre los que cargan el problema de la inflación sobre sus hombros.

A estas alturas casi todos reconocen que las tendencias inflacionarias -si es que no hay giros abruptos en la economía, producto de la crisis financiera mundial- se mantendrá, y que tiene que ver con factores económicos: uno estructural, como lo es la debilidad en la matriz energética nacional, lo que ha implicado el reemplazo del gas por diesel en el contexto de un alto precio del petróleo; y otro circunstancial, como lo es la alta demanda de leche y trigo a nivel internacional. Si las heladas del invierno pasado contribuyeron a la inflación, por sí solas, no la generaron. Asimismo, la sequía que se anuncia para este año, tampoco generará inflación, pero seguramente la potenciará, encareciendo todavía más la vida.

Frente a la carestía de la vida es necesario que los trabajadores respondan… Exigiéndole a los patrones y al Gobierno, el congelamiento de los precios de todos los productos que componen la canasta familiar real. Esta exigencia se debe hacer constituyendo comités de control de precios, dirigidos por los trabajadores y sus organizaciones, y abiertos a los pobladores y estudiantes. Estos comités pueden comenzar a elaborar sus propias estadísticas de la inflación, organizando visitas a los supermercados. El próximo congreso de la CUT (en abril) puede servir para llamar a conformar estos organismos. Exigiendo un sueldo mínimo igual a la canasta familiar real ($350.000). Y un nuevo contrato laboral nacional, que permita el aumento automático del sueldo, acorde al aumento de los precios de los productos de consumo básico. Preparando una pelea por la nacionalización de la industria alimenticia y los sistemas energéticos, bajo control de los trabajadores, para desarrollar un plan que permita hacerle frente a los factores estructurales y circunstanciales de la inflación.