Hace unas semanas, Heinz Dieterich, celebró la supuesta decisión del «Comité Central del Partido Comunista de Cuba» de fijar como «prioridad de investigación» el estudio del Socialismo del Siglo XXI. Aprovechando esa feliz iniciativa -que el sociólogo alemán recibe con algunas reservas sobre la efectividad en la aplicación-, que al parecer salva por los pelos […]
Hace unas semanas, Heinz Dieterich, celebró la supuesta decisión del «Comité Central del Partido Comunista de Cuba» de fijar como «prioridad de investigación» el estudio del Socialismo del Siglo XXI. Aprovechando esa feliz iniciativa -que el sociólogo alemán recibe con algunas reservas sobre la efectividad en la aplicación-, que al parecer salva por los pelos al socialismo y a la revolución en la isla caribeña, Dieterich hace algunas afirmaciones que lo colocan a él mismo (sequitur lógico) en la cima del pensamiento revolucionario. Al mismo tiempo vapulea y desprecia a todos los científicos sociales cubanos, que han acompañado el desarrollo revolucionario -la gesta histórica de la Revolución Cubana- y la larga resistencia de todo un pueblo. Las afirmaciones por las que el sociólogo alemán radicado en México, se alza hasta la cumbre del análisis y del pensamiento marxista, merecen una breve síntesis antes de que todos los analistas de los procesos sociales, militantes revolucionarios, escolásticos varios de las múltiples sectas marxistas, dejemos nuestras actividades coyunturales y las de larga trayectoria, y nos lancemos como flechas a estudiar a fondo la nueva Biblia para todo un siglo de nuevas luces y nuevas luchas. (Un respiro, que uno ya no está para largas peroratas).
Antes de hacer los señalamientos que a mi limitado juicio -yo no soy, en modo alguno, un teórico marxista- justifican el título de este artículo, afirmaré rotundamente que la actividad académica no ha sido nunca mi vocación y mi oficio.
Tan sólo soy un marxista de lectura suficiente, un luchador social de escenario reducido, un observador persistente y tenaz de las luchas sociales, y un militante de tiempos duros y de tiempos difíciles. Sí, tengo años de todo eso en las espaldas.
Como la cosa más natural del mundo -enarbolando el escudo del «argumentum ad hominem», para vapulear a quienes se les ocurra señalar la presencia de «argumentum ad verecundiam» repetidos «ad nausea»– Heinz afirma lo siguiente:
-La decisión del C.C. del PCC, que -según dice- fija como prioridad la investigación sobre el Socialismo del Siglo XXI: «reintegra a la revolución cubana a uno de los debates teóricos más importantes para el futuro de la humanidad». Justo a tiempo porque hace seis años que él había advertido a la «vanguardia cubana» que Cuba tenía dos opciones: «o se integra en el naciente debate mundial (sobre el Socialismo del Siglo XXI)… o se quedará aislada con un alto coste político y teórico…», y que «la idea de impedir el debate es ilusoria».
-Una vez que Hugo Chávez asume el concepto y lo divulga continuamente «todo intento de los intelectuales orgánicos estatales (de Cuba) de frenar el progreso del debate estaba condenado al fracaso». Adviertan ustedes que el presidente de Venezuela, asume y divulga continuamente. Hugo Chávez, como veremos en seguida, trabaja para la gloria teórica de Heinz Dieterich.
-El prodigioso avance teórico que va a impedir a los científicos sociales cubanos -y al aparato burocrático que convierte su estructura de trabajo en «relaciones de producción»-, reafirmar como paradigma teórico el «socialismo sin evolución»; ha sido elaborado por la escuela de Escocia (Paul Cockshott, Allin Cotttrell), la escuela de Bremen (Arno Peters, Honrad Zuse) y, fundamentalísimamente, por el propio Heinz Dieterich.
Está desarrolla en los siguientes libros: -Hugo Chávez y el Socialismo del siglo XXI (Heinz Dieterich). -Un libro de Paul Cock y Allin Cott cuyo título no menciona. (Hacia el Socialismo del Siglo XXI, es, supongo, su título en castellano) -Breviario de Socialismo del siglo XXI. (Ensayos varios de Isaías Baduel, Carlos Escarrá, recopilados por Luis Jorge Álvarez).
-A partir de ahí, el sociólogo alemán señala la paradoja de que el único país de la Patria Grande que «se define como socialista» no ha publicado los textos mencionados. Dieterich añade algún comentario irónico sobre su intento de publicar el primer libro en Cuba. Con todo, la afirmación más impresionante es la siguiente:
Dieterich no tiene ningún problema con la modestia al situar el debate de principios de los 60 entre el Che y Bettelheim dentro de su debate actual sobre el «Socialismo del Siglo XXI». «La última discusión macroteórica sobre la economía socialista se dio en Cuba a inicios de los años sesenta, personificado en Che Guevara y Charles Bettelheim, y recordado a veces como el «Gran Debate». Los argumentos de ambos campos muestran las limitaciones características de su tiempo que impedían enfocar el socialismo del siglo XXI como un problema cibernético —la sustitución del precio de mercado por una institución cibernética socialista— que es la única forma de solucionarlo». Así pues -se supone que sin saberlo-, el Che y Bettelheim discutían sobre el «Socialismo del Siglo XXI» cuya formulación teórica haría el gran pensador Heinz Dieterich cuarenta años más tarde.
-Volviendo a Cuba, Heinz afirma que el debate en la isla nunca volvió a la altura «que requerían los problemas del sistema cubano», que cuando aparecieron los «nuevos enfoques teóricos del Socialismo de siglo XXI el poder dirigente no instrumentó la apertura necesaria». De modo que el «milagro» de la supervivencia de la revolución en Cuba adquiere la calidad de lo sobrenatural por doble motivo: los cubanos nunca debatieron a la altura que requerían sus excepcionales dificultades.
Ahora -sigue afirmando el exigente genio-, Cuba da un muy cauteloso paso para la recuperación del «debate macroteórico«. «Si este paso logrará sacudir las estructuras burocráticas del aparato académico en las ciencias sociales y el rescate del método científico, queda por verse». «La pregunta central es esta: ¿Tendrá la vanguardia intelectual cubana la capacidad renovadora y el valor de evolucionar el socialismo histórico hacia el Socialismo del Siglo XXI o permitirá que el paradigma del pasado liquide a su gran obra revolucionaria?». «El Evangelio según el ilustrísimo pensador, Heinz Dieterich«.
En resumen: Heinz Dieterich reclama de los científicos sociales de Cuba -a los que califica de intelectuales orgánicos del estado y de «burócratas del aparato académico», un debate prioritario sobre el Socialismo del siglo XXII: «uno de los debates teóricos más importantes para el futuro de la humanidad».
Para recuperar la altura del debate macroteórico, Cuba debe discutir las aportaciones científicas de Heinz Dieterich.
Respuesta de Darío Machado La respuesta de los científicos sociales de Cuba era necesaria ante una acusación de esa envergadura.
Darío Machado expresa el contenido del artículo de Dieterich de una manera muy precisa. Reproducimos algunos fragmentos: «Después de hacerlo (leer el texto de Dieterich) me costaba trabajo entender si este artículo era una queja porque a Heinz Dieterich no le habían publicado un libro aquí en Cuba, si era para identificar el futuro de la humanidad con su pensamiento, o para acusar al «poder dirigente del Estado» de no abrirse a los enfoques teóricos del «socialismo del siglo XXI», o para acusar a los científicos sociales cubanos de falta de valor y de capacidad renovadora». «Su texto dice más adelante: «Cuando hablé hace seis años con los amigos de la vanguardia cubana sobre la teoría científica del socialismo del siglo XXI, las reacciones fueron mixtas…«. Obviemos la imprecisión del término «vanguardia cubana», se supone que habló con personas concretas, pero lo fundamental es que según Dieterich, luego de seis años, los cubanos nos hemos dado cuenta que hay que discutir, no de socialismo, sino de lo que Heinz Dieterich denomina «socialismo del siglo XXI», o sea, que supuestamente ahora aquí empezamos discutir de verdad sobre socialismo».
«El proceso bolivariano es de primera importancia para Cuba y para el mundo. Aquí tratamos siempre de seguirlo y de aprender de sus valiosísimas experiencias; la revolución bolivariana, el pueblo venezolano y el Comandante Hugo Chávez despiertan en la inmensa mayoría de los cubanos, la mayor admiración y la más profunda solidaridad y hermandad y todo nuestro apoyo; precisamente por eso no es posible entender a Dieterich cuando dice en su artículo: «Estos diálogos se dieron cuatro años antes de que el Presidente Chávez adoptara el concepto del Socialismo del Siglo XXI, como bandera política de la Revolución bolivariana, cristiana y nacionalista que encabezaba, y lo lanzara públicamente en el V Foro Social Mundial en Porto Alegre. Con la continua promulgación del concepto por el líder bolivariano, todo intento de los intelectuales orgánicos estatales de frenar el progreso del debate estaba condenado al fracaso.» Cabe preguntarse ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? ¿A cuáles intelectuales orgánicos se refiere? ¿Qué pretende con tal afirmación? ¿Quién ha dicho que el debate científico se define de ese modo y no en el terreno de la ciencia? ¿Será que Dieterich ha llegado a creerse que el debate sobre el socialismo empezó cuando él escribió un libro y le dio un nombre a lo que escribió?».
«Él (Dieterich) prescribió hacia dónde hay que evolucionar, hacia «el socialismo del siglo XXI», lo cual no sería problema alguno si él mismo no afirmara tenerlo todo resuelto, lo que se evidencia en su libro ya citado arriba «El socialismo del siglo XXI» cuando dice en la pág. 152 que «El científico alemán Arno Peters logró la hazaña que nos permite afirmar que todos los problemas teóricos estratégicos de la nueva sociedad están resueltos«, Con ello Dieterich ha dado por concluido todo debate macroteórico, ya los muros están derrumbados, ahora solo hay que clasificar los escombros y sumarse a lo que él dice. Él prescribe los pasos, las tareas, a los demás corresponde asumirlos y ejecutar.
Darío Machado hace otras observaciones muy pertinentes: que en Cuba hace muchos años que se investiga sobre el socialismo; que el socialismo es realidad, es ideal y es experimentación en Cuba; que el texto de Dieterich fue discutido en Cuba con presencia del autor y que se le presentaron «serias objeciones»; que el socialismo no se puede reducir a una serie de cálculos cibernéticos; y que hay un abismo entre la teoría y la práctica de Dieterich: «Uno no puede menos que sentir la misma prepotencia eurocentrista que éste ha criticado en algunos de sus textos. Vale reafirmar aquí que a las ciencias en general y, por ende también a las ciencias sociales, les resulta imprescindible la modestia que obliga a repensar las cosas».
Finalmente, Darío concluye: «Los científicos sociales cubanos, al menos la inmensa mayoría, no padecemos la enfermedad del elitismo. La gran obra de la revolución cubana no depende de una «vanguardia intelectual cubana» sino de todo el pueblo, en el cual, estamos incluidos los científicos sociales. Para nosotros la experiencia socialista no es el pensamiento teórico solamente, es la vida misma, es la cotidianidad, con sus grandes virtudes y sus grandes defectos, con sus grandes logros y sus grandes deficiencias, con su teoría y con su práctica. En Cuba todos hemos tenido el valor de defender el ideal socialista, también los científicos sociales cubanos quienes contribuimos desde nuestra actividad específica a la obra de la revolución, pero no nos auto – reconocemos como el ombligo del mundo. La obra de la Revolución es de todos y no de una intelectualidad esclarecida y salvadora a la cual los demás tienen que seguir. El pueblo es el gran maestro de los revolucionarios. Pero eso, difícilmente lo entienda Heinz Dieterich».
Fin del debate: Dieterich afirma que -como Karl Marx y Rosa Luxemburg, anteriormente- ha construido un paradigma que permite juzgar a Cuba Dieterich compara los grandes avances científicos cubanos en la biotecnología con la falta de resultados en las ciencias sociales. Atribuye este fracaso a las «relaciones de producción» que dominan en esos campos de la investigación: «Mientras que en las ciencias económicas, la teoría del estado, el marxismo y la sociología, no se conoce ni un solo paradigma que tenga este grado de excelencia científica. No es un problema de personas, sino de las relaciones de producción que imperan en las ciencias sociales y naturales cubanas».
Después de poner el ejemplo de la «percepción de la falta de sostenibilidad de la economía del azúcar en Cuba», como un fracaso de los economistas cubanos o de su estructura de análisis y de denuncia, Dieterich comenta la protesta de Darío ante la duda sobre la naturaleza -socialismo o no- del sistema social cubano que él ha planteado con la frase: «el único país de la Patria Grande que «se define como socialista» «Un poco de lógica es suficiente para entender el argumento».
El enunciado «Cuba es socialista» —o «no es socialista»— es un juicio que, como en todos los juicios de este tipo, se deriva de la comparación entre un fenómeno empírico y un paradigma referencial. El juicio resultante depende del paradigma que se seleccione. Si el paradigma es el socialismo histórico, entonces Cuba sí es socialista. Si el paradigma es la democracia participativa de Karl Marx, Rosa Luxemburg y del Socialismo del Siglo XXI, no lo es».
Así pues, si se compara Cuba con el Socialismo del Siglo XXI, definido por Heinz Dieterich, Cuba no es socialista.
Heinz afirma que -con las aportaciones de Marx y de Rosa Luxemburg- ha construido un paradigma para examinar a Cuba.
Dieterich termina con un ataque personal formulado como una cuestión relativa a las «relaciones de producción den Cuba»:
«Es difícil debatir con alguien que ostenta una formación intelectual tan efímera que, como evidencia su texto, se le hace imposible diferenciar entre una pregunta y una acusación; una premisa y su sequitur lógico; un argumento pertinente y un argumentum ad hominem; el «yo» y el «nosotros».
«Pero, nuevamente, no es un problema de persona, sino de las relaciones de producción. ¿Cómo es posible que alguien con tan precaria formación científica como Darío Machado pudo llegar a ser Director del Centro de Estudios sobre América?».
Algunas observaciones de trazo grueso sobre el marxismo de Heinz Dieterich Ya he dicho antes que no soy un teórico marxista, ni dedico mi tiempo a tejer y destejer sobre los análisis anteriores. Sólo tengo algunas percepciones que entrelazan la estructura teórica fundamental del marxismo, con la experiencia de la lucha social -limitada como ya he dicho-, y con la observación de los procesos históricos y los actuales cambios sociales. Disculpen ustedes las inexactitudes de un lenguaje que no se ha perfilado en el debate académico.
Sobre la relación entre la «construcción teórica» y la lucha política, van, pues, estas observaciones.
-Nadie explicó como Marx la dependencia de la posibilidad del análisis teórico con la lucha de clases. Las «relaciones de producción» y el grado de «conciencia social».
-Nadie como Lenin sabía de la relación entre la praxis -la lucha revolucionaria- y la realidad. Entre las posibilidades del nacimiento y del desarrollo de una lucha revolucionaria, y las condiciones coyunturales en las que se ha producido la «toma del poder» y su evolución posterior. La NEP expresó, en su momento, ésta percepción de Lenin.
Nadie como Rosa Luxemburgo aprendió en la lucha, en su condición de mujer militante revolucionaria, de la derrota y del sufrimiento.
Volviendo a nuestro tiempo, no es Chávez quien asume y divulga teorías ajenas, sino quien absorbe por todos poros la praxis revolucionaria colectiva del pueblo de Venezuela, de los pueblos de América Latina, en proporciones que no están al alcance de ningún teórico de la revolución.
Es Chávez quien aprende sobre la revolución de nuestro tiempo, en la lucha política variable, en su posición de «luchador-observador». La experiencia de la lucha del pueblo venezolano le permite al presidente aprender y transmitir algunas cosas sobre la revolución, y el socialismo que se está construyendo en el siglo XXI.
Es Chávez -sintetizando una experiencia colectiva- quien formula, es Chávez quien construye. Él es, también, quien se equivoca, cambia de rumbo y reanuda la marcha.
Las capacidades y conocimientos personales de teoría y praxis revolucionaria, sólo se transforman en fuerza y experiencia colectivas en la lucha social.
Es la modestia, la capacidad de ser «pueblo de Venezuela» como tantos millones, la que ha convertido a Chávez en un revolucionario que ya tiene un lugar en la historia y está haciendo realidad la Patria Grande.