En su III Asamblea General se dieron cita en la capital hispana José María Aznar, César Gaviria, los socialdemócratas Alan García y Felipe González, el empresario chileno y senador vitalicio Eduardo Frei, Bill Clinton, Fernando Enrique Cardoso, el francés Lionel Robert Jospin y muchos otros con ganas de repetirse el plato de la jefatura del estado, […]
En su III Asamblea General se dieron cita en la capital hispana José María Aznar, César Gaviria, los socialdemócratas Alan García y Felipe González, el empresario chileno y senador vitalicio Eduardo Frei, Bill Clinton, Fernando Enrique Cardoso, el francés Lionel Robert Jospin y muchos otros con ganas de repetirse el plato de la jefatura del estado, pero tuvieron el buen tino de excluir a los más corruptos ex mandatarios, como el anciano Carlos Andrés Pérez de Venezuela, Alberto Fujimori de Perú y al ya no tan joven brasileño Fernando Collor de Melo. El costarricense Miguel Ángel Rodríguez quizás no fue invitado, pero tampoco hubiera podido asistir porque tiene un compromiso contraído con anterioridad: está preso.
Como también es tradición desde que se creó esta instancia desconocida hace dos años, el Rey Juan Carlos se hizo presente en esta magna reunión que además convocó a sus estructuras permanentes, como el costoso consejo asesor y parte de su ‘red de expertos de primera línea que trabajan en colaboración para ofrecer asistencia a países en proceso de democratización sobre cuestiones de diverso ámbito’, según su sitio web (www.clubmadrid.org), donde pueden observarse bellísimas fotografías de sus actividades. Cócteles, discursos y más fotografías hicieron el resto, tal como antes en los foros y reuniones de Nueva York y Boston. ¿Quien pagará las cuentas de estas personalidades, que ya no son 43 sino 54?
No todos aman esa democracia
Según la agencia Europa Press, el argentino Dante Caputo, ex canciller del radical Raúl Alfonsín, por lo menos recordó que un 44,9 % de los latinoamericanos apoyaría un gobierno autoritario ‘si éste resolviera los problemas económicos de su país’ y un 41,9 % está de acuerdo en ‘pagar el precio de cierto grado de corrupción con tal de que ‘las cosas funcionen’, citando el poco conocido informe ‘Proyecto sobre el Desarrollo de la Democracia en América Latina’ elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El informe Caputo, quien a la vez dirige el proyecto del PNUD, concluyó el sábado 13 que la ‘conquista (de la democracia) no está asegurada’ en Iberoamérica, pese a 20 años de reformas políticas y a que ‘el fantasma de los golpes de Estado parece desvanecerse’. Explicó que la ‘democracia electoral’ no es un fin en sí misma, sino que ‘la gente elige’ para ver resultados en sus derechos políticos, civiles y sociales, y ése es el desafío pendiente de América Latina. ‘Es la primera vez en el mundo que existe una región que es enteramente democrática, que es pobre y que es la más desigual del mundo’, manifestó.
La pobreza se ha reducido mínimamente en los últimos 20 años y afecta hoy a 225 millones de personas, el 43,9 % de la población, según datos de 2003. Quienes viven en la indigencia, con una ingesta calórica diaria insuficiente para vivir, pasaron apenas del 20 al 17% de la población en dos décadas, pero representan muchos más millones de personas. Hace 20 años los ingresos del 10% más pobre de la población ‘cabían’ 24 veces en los del 10% más rico, pero hoy ‘caben’ 40 veces, explicó Caputo.
El 67% % de los encuestados por el PNUD cree que las mujeres lograron hacer valer sus derechos, pero sólo un 30,8% piensa lo mismo cuando se trata de inmigrantes, un 23,1% si se habla de los pueblos originarios y un 17% en el caso de los pobres. El 57% de los ciudadanos de América Latina prefiere a la democracia antes que cualquier otro régimen, pero un 48,1% privilegia al desarrollo por sobre la democracia. Un 43% de los encuestados en 2002 tenía ‘actitudes democráticas’, un 30,5% actitudes ‘ambivalentes’ y un 26,5% actitudes ‘no democráticas’.
El informe del PNUD se basó en datos recogidos entre 2002 y 2003 en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela, encuestando a 18.643 ciudadanos y entrevistando a 231 líderes políticos, económicos y sociales de esos 18 países.
Democracia ‘representativa’ poco ‘participativa’
La abstención electoral en todos estos países presenta una media de 37,3%. La participación del 62,7% restante sería todavía menor si votar no fuera obligatorio en 15 de los 18 países muestreados (las tres excepciones son Colombia, Venezuela y Nicaragua). En 1990-2002 la participación en Colombia fue muy baja, con una media del 33,3%, y en Guatemala, donde votar es obligatorio, la tasa media es del 36,2 %. En la elección chilena del 31 de octubre 2004 se excluyó de participar el 23,05% que rehúsa inscribirse para evadir la obligación de tener que votar, más el 14,08 que se abstuvo de concurrir exponiéndose a una sanción de multa y/o prisión por estar inscrito y un 6,83% que acudió a las urnas pero votó en blanco o anuló la papeleta: en total en Chile hubo una no participación del 43,96%. Las elecciones locales efectuadas en Venezuela el mismo día que en Chile convirtieron a la abstención de 54,27% en el antagonista más digno de atención para el gobierno.
Estos son los bemoles de la ‘democracia electoral’ que pese a todo ha mejorado. Según el Indice de Democracia Electoral, donde la meta ideal es 1,0, el promedio de 0,28 de 1977 subió a 0,93 en 2002. Este índice mide la capacidad de celebrar elecciones libres, limpias, y con amplia participación como medio para acceder a los cargos públicos. Pero… ‘en los últimos años 12 presidentes no han concluido su mandato y no fue por vicios del proceso electoral, sino porque los objetivos de construcción de ciudadanía, de una u otra manera, no se alcanzaron’, recordó Caputo.
Presidentes que terminaron mal
El argentino se refería, probablemente, a su ex jefe, don Raúl Ricardo Alfonsín Foulkes, quien tuvo que anticipar en cinco meses la entrega de la presidencia a Carlos Saúl Menem porque ya no tenía ‘gobernabilidad’, o a Fernando Collor de Melo, que fue aventado del gobierno de Brasil por corrupción en 1992 y que hoy día mismo está siendo expulsado de su mansión de Sao Paulo por no pagar el alquiler. También al golpe de Alberto Fujimori en Perú en 1992 y su renuncia en medio del escándalo ocho años después, al intento fallido de clausurar el congreso del presidente Jorge Serrano Elías de Guatemala en 1993 y en ese mismo año, la bochornosa destitución de Carlos Andrés Pérez por corrupción en la primera defenestración deshonrosa, pero impecablemente legal, de un presidente en funciones en Venezuela.
Más tarde vinieron en Ecuador las salidas de los gobierno de Abdalá Bucaram, en 1997, y de Jamil Mahuad, en 2000; el asesinato en Paraguay del vicepresidente Luis María Argaña en 1999, la renuncia del presidente argentino Fernando de la Rúa en 2001, la intentona golpista contra Hugo Chávez en Venezuela en 2002 y la salida de Gonzalo Sánchez de Lozada de Bolivia en 2003. Apenas ‘ayer’, en la madrugada del 29 de febrero de 2004, tropas francesas y estadounidenses sacaron de su oficina en Puerto Príncipe al presidente de Haití Jean Bertrand Aristide para enviarlo al exilio a ‘ninguna parte’ y poner al país bajo el control de un gobierno sustentado por las bandas armadas que organizó Estados Unidos y que ahora forman parte de la policía con asesoría de las tropas de ocupación franco-estadounidense-brasileño-chilenas que operan con pantalla de Naciones Unidas sin haber desarmado a los paramilitares que alguien sigue financiando, porque hacen y deshacen en las principales ciudades, gastan bastante gasolina cara en sus vehículos 4×4 y lucen impunes su armamento, bien vestidos, bien alimentados y calzando zapatillas ‘Nike’.
Caputo hoy piensa que los Derechos Humanos a la vida, a no ser torturado o ingresado en prisión sin motivo no han avanzado suficiente por ‘deficiencias del control político sobre la fuerza’. Y exhortó a sus pares iberoamericanos a afrontar el desafío de consolidar la democracia pero no indicó ‘cómo’. Tampoco aludió de frente el fracaso del modelo dominante de sociedad basado en el esquema neo-liberal pero se refirió al desafío de afrontar la desigualdad económica, subrayando que ‘el modelo específico de economía de mercado no ha dado resultados’ y que ‘en nombre del equilibrio presupuestario en muchos países se ha destruido el Estado mismo’.
Para el argentino sólo se trata de re-plantear la política fiscal (de dónde proceden los ingresos) y de redefinir los gastos públicos (a qué se destinan). Aquí intervino Kim Campbell, vicepresidenta del Club y ex primera ministra de Canadá, para asegurar que la economía capitalista es compatible con una distribución igualitaria de los ingresos, por lo menos en su país. ‘Es cuestión de voluntad política, consenso social y prioridades de acción política’, expresó. ‘Hay demasiados países donde percibimos una pérdida de democracia’, dijo la directora regional del PNUD para América Latina y el Caribe, Elena Martínez, cuando le tocó hablar. Claro, tiene toda la razón. Pero es difícil creer que los autores y copartícipes de tanta desgracia neoliberal tengan legitimidad y deseos reales de emprender caminos que no conduzcan a ‘más de lo mismo’, como lo está haciendo el ecuatoriano Lucio Gutiérrez, aunque fue elegido para algo distinto. El Club de Madrid no parece más que una mera plataforma altisonante de quienes ambicionan regresar al poder, como el chileno Eduardo Frei: una ‘internacional de ex jefes de estado’.