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La involución de la Iglesia Católica

Fuentes: TeleSur

El Vaticano hizo público en 1999, un documento a través del cual pidió perdón por algunos de los «pecados» históricos de la Iglesia Católica, iniciativa que fue impulsada por el extinto papa Juan Pablo II. Desde colectivos tanto religiosos como laicos se denuncia que la dirección eclesiástica presenta un carácter involutivo, a diez años del […]

El Vaticano hizo público en 1999, un documento a través del cual pidió perdón por algunos de los «pecados» históricos de la Iglesia Católica, iniciativa que fue impulsada por el extinto papa Juan Pablo II. Desde colectivos tanto religiosos como laicos se denuncia que la dirección eclesiástica presenta un carácter involutivo, a diez años del acto de contricción.

«El cuerpo de la Iglesia está lleno de cicatrices y de prótesis», declaró quien fungía como presidente de la Comisión Vaticana para el Jubileo, el cardenal, Roger Etchegaray, en la presentación del acto litúrgico donde se dio a conocer el informe metodológico, en el que se reconocieron algunos pecados de la Iglesia.

El documento fue elaborado por la Comisión Teológica Internacional. Se estructuró, de manera no exhaustiva, en seis grandes categorías. En primer lugar, señaló los pecados cometidos al servicio de la verdad: Intolerancia y violencia contra los disidentes, guerras de religión, actos de violencia extrema cometidas durante las cruzadas y métodos coactivos de la Inquisición.

Le siguieron las violaciones contra el Cuerpo de Cristo, es decir, las excomuniones, persecuciones y divisiones que se han operado en el seno del cristianismo. También figuraron los pecados cometidos en el ámbito de las relaciones con Israel (desprecio, actos de hostilidad, silencios), así como los pecados contra el amor, la paz, los derechos de los pueblos, el respeto a las culturas y a otras religiones.

La Comisión creadora del texto, le añadió pecados contra la dignidad humana y la unidad del género humano, hacia las mujeres, las razas, las etnias. Y finalmente reflejó las infracciones en el terreno de los derechos fundamentales de las personas y contra la justicia social.

El Secretario de la citada Comisión Teológica, George María Cottier, reconoció las limitaciones de este juicio. «No somos mejores que los hombres y mujeres que vivieron en épocas pasadas. Por eso debemos juzgar sus actos con gran modestia, ‘con temor y con temblor’. No es ocioso preguntarse, ¿qué pensarán de nosotros las generaciones futuras?».

Detrás de Juan Pablo II

El documento Memoria y reconciliación: La Iglesia y las culpas del pasado, redactado por la Comisión Teológica Internacional a instancias de quien era entonces su presidente el cardenal Ratzinger, actual Papa Benedicto XVI, no juzga a profundidad, los hechos ocurridos en la historia de la Iglesia.

De apenas 90 páginas, el texto se limita a brindar un soporte teológico histórico, basado en citas de las homilías que realizaba el papa Juan Pablo II.

El Pontífice había señalado por ejemplo que la Iglesia «no puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin empujar a sus hijos a purificarse, en el arrepentimiento de los errores, de la infidelidad, de la incoherencia, de la laxitud. Reconocer las debilidades del pasado es un acto de lealtad y de coraje. Reconocer la verdad es fuente de reconciliación y de paz».

Este acto de reconocimiento otorgó al Papa en funciones, Juan Pablo II, un ropaje en el que muchos fieles intentaron encontrar ecos de otro tiempo, un renacimiento del espíritu conciliador del Concilio Vaticano Segundo, que hizo de la figura de Juan XXIII un personaje de culto, para los católicos practicantes, aún en nuestro tiempo.

En este sentido, el Doctor en Teología y rector de Universidad Católica Santa Rosa de Venezuela, Martín Zapata, explicó en entrevista exclusiva a la página Web de TeleSUR, que no es totalmente cierta la calidad de progresista del anterior papa, «Juan Pablo II se presenta como un papa comunicacionalmente moderno, pero doctrinalmente muy conservador».

«Ratzinger, es el cerebro intelectual del papa Juan Pablo II, porque Ratzinger era el prefecto de la congregación de la fe, el que maneja toda la fe. En la doctrina de la Iglesia, entonces, con Ratzinger o Benedicto XVI, Se profundiza la vuelta a las dimensiones más conservadoras y más retrógradas que ha tenido la iglesia católica», continuó.

«La doble moral» de la Iglesia Católica

El 11 de octubre de 1962, en la plaza San Pedro del Vaticano, estado situado en la capital italiana, más de dos mil 500 obispos, dieron inicio al Concilio Vaticano II.

Este fue un acontecimiento fundamental en la historia cristiana, que marcó a todas las Iglesias. «El concilio Vaticano segundo presentó una propuesta de renovación de la iglesia, podríamos decir que es una renovación copernicana, porque le dio un vuelco y un giro total a la acción pastoral de la iglesia», dijo en declaraciones a la página Web de TeleSUR, el Doctor en Teología, Martín Zapata.

Sin embargo, el proceso de asimilación de su mensaje no ha concluido. Muchos han intentado borrar su recuerdo porque los desafíos del Concilio Vaticano II les resultan muy incómodos por «revolucionarios».

«La Iglesia antes del Concilio era una Iglesia conservadora, atada a los dogmas, con prácticas muy conservadoras, con prácticas alejadas del hombre, y la propuesta del Vaticano es un giro antropológico, es darle una vuelta, es decir es mirar al hombre cara a cara» expresó el Doctor Zapata.

Insistió en que «Juan Pablo II, comunicacionalmente, se presenta como un papa moderno, pero tiene toda una ideología teológica conservadora. Es decir, es el papa de la involución, el que echa para atrás todas las propuestas del Concilio, se llama Juan Pablo II».

En este sentido, el entrevistado habló de lo que denominó «la doble moral» de la Iglesia católica.

Doctor en Teología, Martín Zapata. (Foto:Archivo)

Para explicar su teoría citó el caso de niña brasileña de nueve años que desde los seis era violada por su padrastro, y quedó embarazada de gemelos. Su vida corría peligro, por lo que un grupo de médicos y su madre decidieron practicarle un aborto terapéutico.

La respuesta de la Iglesia en este caso fue excomulgar a los médicos y a la progenitora de la infante, pero el padrastro no fue castigado por las leyes de Roma.

«En este caso, en el gesto de la violación, que es una acción pecadora, porque implica violentar la dignidad de otra personas en el acto sexual contra su voluntad, no se le considera excomulgado al pecador» refiere el doctor en Teología, Martín Zapata.

«Un pecado más importante para iglesia es excomulgar a los médicos y las familias, quienes están evitando que ese niño no deseado venga al mundo y no permitir que la niña asuma una responsabilidad que no es capaz, psicológica y biológicamente, de llevar a cabo», lo que consideró una doble moral.

Ante la pregunta de si la Iglesia va a pedir perdón, por los sufrimientos que causa, sostuvo que «pedir perdón se puede pedir perdón todos los días. El pedir perdón no es el problema, el problema es enmendar las acciones que se cometen. El problema está en que si yo no enmiendo, mañana te vuelvo a hacer el mismo hecho, y te vuelvo a pedir perdón».

«No solamente con pedir perdón, porque ya la iglesia lo ha hecho con pecados sociales, con pecados históricos, el problema es no ver el rostro del hombre, no tener el sentido de humanidad que exige el mismo evangelio», afirmó en declaraciones al equipo Web de TeleSUR, quien también fue sacerdote, el rector de la Universidad Católica Santa Rosa, y doctor en Teología, Martín Zapata.

Una nueva mirada al pecado

En la actualidad, seguidores y no seguidores de la iglesia se preguntan, por qué «pecados» que se cometen en nombre de la fe, muchas veces esperan eternamente por la justicia o pasan siglos antes de que sean admitidos por el organismo eclesiástico.

Pecado proviene del latín Peccatum, que significa «transgresión voluntaria de leyes y preceptos religiosos» o bien «cualquier cosa que se aparta de lo recto y justo».

La fragilidad de la carne, que según la iglesia es lo que hace pecar, no parece ser ajena a una buena parte de los jueces entre lo divino y lo humano.

Un informe oficial eclesiástico divulgado el pasado viernes 13 de marzo, indicó que la Iglesia Católica estadounidense pagó 436 millones de dólares en el año 2008 por casos de abusos sexuales en los que estaban involucrados miembros del clero.

La enorme suma fue pagada por acuerdos alcanzados con las víctimas, y el informe señala además que en el año 2008 se presentaron 803 nuevas denuncias de abusos, de las cuales, más de la mitad corresponde a niños; en 2007 hubo 692 denuncias.

Alrededor de 22 millones de dólares se destinaron el año pasado a pagar tanto terapias para las víctimas como apoyo a los abusadores acusados, afirma el documento, encargado por la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica de Estados Unidos en los últimos seis años.

Sin embargo, la Red de Sobrevivientes de Abusos de Sacerdotes (SNAP por sus siglas en inglés) acusa al informe de enfocarse en las víctimas de los abusos pero sin mencionar a «los obispos que ocultaron información crucial sobre los pedófilos en la Iglesia que (obrando al contrario) bien pudo haber impedido futuros traumas en la infancia».

«Prácticamente ningún obispo se hizo responsable de haber ocultado a los agresores», dice la Barbara Dorris, funcionaria de la SNAP.

Ante estos acontecimientos, vale recordar el pensamiento de uno de los más importantes intelectuales del siglo veinte, Max Horkheimer, (1895-1973), quien trabajó en la escuela de Frankfurt y fue uno de los padres de la llamada teoría crítica, corriente que estuvo influenciada por el marxismo occidental, y elaboró un estudio de la cultura en el contexto del capitalismo.

Horkheimer escribió en una ocasión que «quien lee el evangelio y no ve que Jesús murió en contra de sus actuales representantes, ese no sabe leer, es el sarcasmo más increíble que jamás le haya sucedido a un pensamiento».

Iglesia jerárquica contra Iglesia Popular

En un artículo publicado en el portal de Rebelión, el sociólogo brasileño Michael Lowy, se pasea por un intento, dentro de las bases católicas cristianas, por devolver la religión al creyente. Un ensayo liberador para acabar con ese aspecto tan conservador y alejado de la población, en que convirtieron una creencia, que inició siendo la esperanza de hombres y mujeres sometidos a la esclavitud, en un pensamiento al servicio de la dominación.

El autor se refiere a la corriente nacida en su país conocida como Teología de la Liberación, de la que dos de sus principales referentes, Leonardo Boff y Frei Betto, se cuentan también «entre los precursores e inspiradores del altermundismo; con sus escritos y sus palabras participan activamente en las movilizaciones del «movimiento de los movimientos» y en los encuentros del Foro Social Mundial».

Estos dos teólogos destacaron que esta nueva forma de ver el catolicismo como una «opción preferente para los pobres».

«La diferencia -capital- es que el cristianismo de la liberación ya no considera a los pobres como simples objetos de ayuda, compasión o caridad, sino como protagonistas de su propia historia, artífices de su propia liberación».

Pero la jerarquía eclesiástica ha convertido en una nueva cruzada la persecución de la nueva corriente.

Y no sólo contra los disidentes de la ortodóxia, sino también contra cualquiera que no piense exactamente como dictan las conservadoras Conferencias Episcopales.

En este inicio del siglo veintiuno, con la llegada de gobiernos populares a América Latina, parece que han crecido los «enemigos a perseguir».

Ahora la dirigencia católica se ha convertido, según denuncian varios presidentes, como por ejemplo Hugo Chávez y Evo Morales, en parte activa de las fuerzas políticas de la derecha.

El fenómeno no parece haber sido bien recibido por las mayorías que han llevado a esos gobiernos de izquierda al poder, quiza esta sea una de las razones del debilitamiento de una iglesia que fue, hasta no hace mucho, inmensamente fuerte.

Hablan las estadísticas

En los últimos tiempos se puede observar que ha disminuido considerablemente la credibilidad de la Iglesia Católica. Recientes estudios realizados por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, revelan que el 72,1 por ciento de los argentinos cree en Dios y son católicos, pero sólo el 11, 8 por ciento participa en los oficios religiosos.

También, estadísticas del Index of leading Catholic Indicators, (Índice de los Principales Indicadores Católicos) de Kenneth Jones, demuestran que los sacerdotes, después de ascender a unos 27 mil en 1930 y a 58 mil en 1965, el número de ellos en los Estados Unidos, para esta fecha, disminuyó a 45 mil.

En el año 2020, según una proyección del citado instituto, el número de sacerdotes ordenados será sólo de 31 mil. También el estudio señala que en la actualidad hay más consagrados entre las edades de 80 a 84 años que los de 30 a 34 años de edad.

Otra cifra que maneja el organismo estadounidense, revela que el número de seminaristas entre 1965 y el año 2002 cayó de 49 mil a 4 mil 700 estudiantes. Esto, aunado a que el celibato aparece como una carga insoportable a potenciales candidatos al sacerdocio, causa en gran medida el déficit de personal consagrado.