Ex secretario general del Movimiento Comunista, Eugenio del Río es autor de numerosos libros y artículos sobre la izquierda revolucionaria europea de la segunda mitad del siglo XX y sobre temáticas afines. Su último libro publicado lleva por título: Liderazgos sociales, Talasa editorial, Madrid, 2015. *** Nos centramos esta vez en el Movimiento Comunista, en […]
Ex secretario general del Movimiento Comunista, Eugenio del Río es autor de numerosos libros y artículos sobre la izquierda revolucionaria europea de la segunda mitad del siglo XX y sobre temáticas afines. Su último libro publicado lleva por título: Liderazgos sociales, Talasa editorial, Madrid, 2015.
***
Nos centramos esta vez en el Movimiento Comunista, en la historia del MC del que tú fuiste secretario general. La cosa, si no recuerdo mal, empezó con ETA. Tú empezaste a militar en la organización vasca a mediados, finales, de los sesenta. ¿Por qué?
A mediados de la década; en otoño de 1965, exactamente. Nos incorporamos a ETA unos cuantos amigos. Aunque no éramos nacionalistas, pensamos que era posible una evolución de ETA en un sentido crítico al nacionalismo sabiniano y más social. Nos equivocamos.
Nacionalismo sabiniano… ¿Nos lo defines?
Fue una creación de Luis y de Sabino Arana, a finales del siglo XIX, y denotaba una reacción defensiva frente a los cambios que se estaban produciendo en la sociedad vasca, con la industrialización y la consiguiente inmigración. Su idea esencialista de la nación vasca reflejaba un deseo de permanencia de los rasgos tradicionales, que Sabino Arana asociaba a la raza y a la religión; curiosamente, no a la lengua. Tenía en común con el carlismo, además del catolicismo, su carácter antiliberal. Con el tiempo, el Partido Nacionalista Vasco, que se basó en esas ideas, experimentó algunos cambios y en su interior se desarrollaron corrientes más modernas y abiertas a la pluralidad de la sociedad vasca, aunque en la comunidad nacionalista vasca han seguido pesando las ideas etnicistas, supremacistas y antipluralistas.
¿También en la actualidad regirían esas ideas?
La sociedad vasca va cambiando, afortunadamente. Pero esas ideas no han desaparecido. Con frecuencia se han suavizado.
¿No teníais otra opción? ¿O ETA o nada?
En aquellos momentos, en Guipúzcoa y en Vizcaya, había pocas fuerzas organizadas entre las que elegir. Las que contaban con cierta implantación eran ETA y el PC.
Años después os fuisteis o tal vez os expulsaron de la organización y formasteis un nuevo grupo político. ¿Quiénes formabais ese núcleo inicial? ¿Por qué decidisteis formar un nuevo grupo? ¿El PC de Euskadi os parecería demasiado reformista, demasiado poco revolucionario?
La experiencia no llegó a durar años. Al poco de habernos incorporado se confirmó que en ETA había gente joven muy abierta y con inquietudes ideológicas valiosas, pero otra parte de la organización estaba en una onda más tradicional. En pocos meses se fueron tensando las relaciones y al final de 1966 se produjo la ruptura. El otro sector controló la V Asamblea en la que se acordó la expulsión de nuestro sector.
Inmediatamente nos reunimos, en enero de 1967, y decidimos formar un grupo que inicialmente se llamó ETA Berri (ETA nueva). En ningún momento se planteó la posibilidad de no seguir adelante. La decisión de organizarnos para luchar contra el franquismo estaba tomada; si no era dentro de ETA, sería fuera.
Al comienzo, los integrantes de la organización éramos sobre todo guipuzcoanos, obreros jóvenes y estudiantes, aunque también había vizcaínos. Año y pico después pasamos a denominarnos Komunistak o Movimiento Comunista Vasco.
En efecto, el PC nos parecía demasiado moderado.
¿Cómo habría que entender lo de «demasiado moderado»? ¿Muy dado a pactos, poco combativo?
En esos años no había pactos. Entendíamos que se situaba fuera de una perspectiva revolucionaria, algo que lo situaba muy lejos de nuestro grupo.
¿Cómo os organizasteis inicialmente? Erais, básicamente, una fuerza política vasca. ¿Es así? ¿Cómo os extendisteis por el resto de España? ¿Os fusionasteis con otro grupos políticos afines o fuisteis a otras zonas a organizar el partido?
Formamos una organización clandestina implantada inicialmente en Euskadi. Pero había gente del grupo en otros lugares como Madrid y Barcelona. Se trataba sobre todo de estudiantes. También de militantes que podían ser detenidos y que convenía que cambiaran de aires, a veces con documentación falsa. Además no tardamos en comprobar que había otras organizaciones con las que podríamos unirnos. Y eso es lo que sucedió en los primeros años de la década de los setenta.
Nos unimos unas cuantas organizaciones implantadas en Aragón (la Organización Comunista de Zaragoza), el País Valenciano (Unificació Comunista), Asturias (algunos de los miembros de este grupo habían pertenecido al Frente de Liberación Popular), Madrid y Galicia (Federación de Comunistas), las islas Baleares (Grup de Formació Marxista-Leninista de Les Illes). Años después vendría la unión con la Organización de Izquierda Comunista, aunque una parte de ella se desenganchó del proceso antes de llevarse a cabo la unidad.
Pese al diferente origen territorial, los distintos grupos pertenecíamos a una misma generación y compartíamos similares virtudes y defectos ideológicos.
Nos cuentas las virtudes.
No siempre es fácil deslindar las virtudes de los defectos.
Con todo, hay algunas muy evidentes, y no solo del MC sino de esa parte de la juventud que, en una u otra organización, se lanzó a la lucha antifranquista. La irrupción de la última generación antifranquista en la primera mitad de los años setenta, pese a que era una pequeña minoría dentro del conjunto de la juventud, fue un auténtico acontecimiento. Esos jóvenes dieron prueba de un sentido de la justicia, de una voluntad y de una generosidad encomiables. En cada organización brotó con fuerza una solidaridad que, en cierta forma, se veía espoleada por las condiciones de la clandestinidad y de la represión.
Después de la transición todo esto cambió.
En lo tocante al MC, pese a estar inmerso en unas ideas que pertenecían en algún grado a un mundo de ficción, lo cierto es que supimos también enfocar algunos asuntos con realismo, y, a la larga, el realismo fue ganando terreno.
Bajo el franquismo, conseguimos montar una organización eficaz y con un buen nivel de seguridad, lo que requirió, además de buenas dosis de valor y abnegación, mucho sentido práctico, creatividad y capacidad realizadora.
Esa primera etapa del MC, la del antifranquismo, permitió reunir en casi toda España un plantel humano con grandes cualidades.
Y después…
En los años que siguieron al cambio de régimen todo fue modificándose. Uno de nuestros logros de los años ochenta fue nuestra dedicación a los movimientos sociales y a plataformas socio-políticas como la Comisión Anti-OTAN o la CEOP, que coordinó a las organizaciones pacifistas. También la sensibilidad para sintonizar con el feminismo.
Creo que fue acertado también en esos momentos que dejáramos de presentarnos a las elecciones como MC, cuando realmente no contábamos con un apoyo social suficiente.
Eso fue acompañado de una crítica a la actividad política institucional, que era necesaria frente a quienes, en la izquierda, consideraban la labor en las instituciones como algo puramente instrumental y neutro, que no implica problemas especiales. Pero entiendo que, desde la perspectiva actual, me parece que aquella crítica fue excesiva y alentó una especie de refugio en la acción social que, a su vez, tampoco está exenta de problemas. Mi punto de vista actual trata de conciliar la conciencia de la necesidad de una labor en las instituciones con un sentido crítico hacia las servidumbres y vicios que la labor política institucional propicia incluso cuando el factor humano es excelente.
En esos mismos años desplegamos bastantes esfuerzos en la actividad de elaboración, reflexión y formación. Conseguimos desprendernos del lastre del maoísmo y movernos con cierta autonomía en el orden ideológico, abriendo incluso una reflexión crítica sobre el marxismo, aunque he de reconocer que recibimos influencias que no siempre fueron buenas, por ejemplo, la de autores posestructuralistas o posmodernos poco consistentes. Cualquier organización está sometida a la influencia de las corrientes de ideas que flotan en el ambiente de cada período.
Desde mediados de los años setenta logramos tener unas finanzas basadas en nuestras propias fuerzas lo que nos permitió ser realmente independientes.
Puedo señalar también, como un rasgo del MC, una disposición autocrítica, no sé en qué medida muy extendida en toda la organización, pero real. En la última generación antifranquista hubo mucho de autocomplacencia, lo que está reñido con la autocrítica y el necesario impulso para transformarse. Y, desgraciadamente, bastante de eso no ha sido superado.
No seas muy duro con los defectos.
Lo intentaré; a ver si lo consigo.
Como sucedía con las virtudes, compartíamos los defectos de esa hornada de organizaciones de extrema izquierda.
Nada muy original: un dogmatismo bastante grande, notables tendencias a fantasear unidas a un insuficiente realismo; una intransigencia y un sectarismo notables; unas acusadas inclinaciones hacia el verbalismo y la gesticulación; unas pretensiones exageradas sobre la importancia de la misión de cada grupo; la idealización de las experiencias de lucha armada; un sentido democrático insuficiente: luchábamos por la libertad y la democracia frente al franquismo pero admitíamos que algunos regímenes revolucionarios mantuvieran un carácter dictatorial…
En la última parte de los años sesenta y en los setenta hubo un movimiento parecido y simultáneo en muchos países. Me refiero a la adhesión a patrones ideológicos internacionales. El temor al vacío, la búsqueda de sentido, el miedo a la soledad… favorecieron el recurso a alguna gran ideología, por lo general en versiones muy simplistas. Se resolvieron así problemas identitarios insoslayables, pero se hizo de manera rígida, dogmática y sectaria. Nos aprisionó y tuvo repercusiones nocivas sobre las formas de pensar y de actuar. Los buenos propósitos se expresaron a través de vehículos ideológicos muy deficientes. Nuestras vidas quedaron marcadas por la decisión de abrazar una u otra ideología. Las decisiones fueron rápidas; las repercusiones, duraderas.
Además de todo eso, que estaba muy extendido, el MC tenía algunos defectos más característicos. Entre ellos la presión ideológica sobre los miembros de la organización. También una desconfianza extrema hacia lo que pudiera poner en peligro la unidad, lo que produjo excesos frente a la manifestación de las discrepancias y una merma de la libertad. Alentamos un clima uniformizador que sin duda produjo amputaciones en la autonomía individual.
¿De dónde vino el nombre de Movimiento Comunista, que, primero, si no recuerdo mal, fue MC de España?
No se barajaron otras siglas. No podía ser Partido Comunista, que ya lo había, pero sí debía ser comunista. De ahí vino el nombre de MCE, que se mantuvo desde 1971 hasta 1976, cuando optamos por MC, al tiempo que las organizaciones territoriales se llamaban MC de Catalunya, de Euskadi, etc.
¿Cuándo fuiste elegido secretario general de la organización? ¿Lo fuiste hasta el final de la formación?
En el I Congreso, celebrado en el verano de 1975. Suprimimos la figura de Secretario General en 1983.
¿Y por qué esa supresión? ¿Demasiado jerárquica, demasiado vieja política?
Sí: eran atavismos de los viejos partidos. Propuse que se suprimiera porque realmente no había necesidad de esa figura y tenía el inconveniente de que introducía una distinción jerárquica indeseable entre las personas que asumíamos mayores responsabilidades y también con el conjunto de miembros de la organización. No me atrevo a decir que en todas las circunstancias sea rechazable el reconocimiento formal de un liderazgo personal, pero siempre tiene algunos efectos negativos y en nuestra organización no hacía falta.
Para que nos hagamos idea muchos años después. Pongamos que estamos en 1975. ¿Cuántos militantes formabais la organización?
En 1975 no lo sé. En el momento álgido, que fue en 1977 y 1978, llegamos a sumar cerca de cinco mil miembros. En los años ochenta, esta cifra fue reduciéndose paulatinamente, sin grandes saltos.
Pues no está nada mal, pero que nada mal. No sé cuantas organizaciones de izquierda tienen ahora ese número de miembros. Por lo demás, ¿qué significaba entonces ser miembro del MC?
Eran miembros quienes, además de estar de acuerdo con los Estatutos y cotizar, estaban organizados y se reunían regularmente, no quienes simplemente simpatizaban. Suponía un nivel de compromiso y de dedicación bastante alto.
Vuestro órgano de expresión era «Servir al pueblo». ¿De dónde el nombre? Con ojos de hoy, parece o puede parecer un poco populista. ¿Coqueteasteis con esa concepción de mil significados que solemos llamar populismo?
«Servir al pueblo» era el título de una obrita de Mao Tsetung bastante conocida. El periódico empezó a publicarse en la clandestinidad al comienzo de 1972. Ha habido y hay muchas experiencias que han sido conceptuadas como populistas. Generalmente no están adscritas a ninguna de las grandes ideologías. Es una noción especialmente oscura y demasiado maleada por los intereses políticos. En nuestro caso estábamos sumidos de lleno en una ortodoxia marxista, leninista y maoísta, lo que cuadra mal con las experiencias llamadas populistas.
Erais una formación marxista-leninista-maoísta o pensamiento Mao Tsetung. ¿Qué significa entonces ser leninista?
Las organizaciones maoístas de esos años, en general, no se solían identificar como maoístas, como no lo hacía tampoco el marxismo chino. Lo oficial en ese universo era la adhesión a Marx, al que se conocía poco, por cierto, a Lenin, cuyos escritos se leían más que los de Marx, y, especialmente, a lo que se denominaba pensamiento Mao Tsetung, algo que tenía un aire bastante exótico.
La mayor parte de las organizaciones radicales que se fueron formando en esos años en Europa eran marxistas, pero pertenecientes a corrientes ideológicas internacionales diversas: había varias corrientes maoístas y también trotskistas.
Esa adscripción a corrientes internacionales proporcionaba una especie de paraguas ideológico identitario, muy socorrido para unos grupos formados por personas jóvenes que experimentaban esa necesidad. Fuimos carne de cañón para unas ideas absorbentes y a menudo tóxicas que circulaban en aquel mundo convulso y que llegaban más a través de lecturas que de personas de generaciones anteriores.
Cada grupo poseía un horizonte ideológico que daba sentido a su existencia, que le cohesionaba y que le diferenciaba de los grupos competidores, si se puede hablar así. Ese panorama ideológico incluía una auto-representación del propio grupo y de su misión, una llamada línea política, un programa, un modo de concebir la organización y una ideología. Este equipamiento ideológico se consideraba imprescindible.
La influencia del maoísmo en el MC fue especialmente intensa en la primera mitad de la década de los setenta. En la segunda mitad se fue extinguiendo.
¿Tuvisteis ayudas del Partido Comunista chino? ¿Viajaste a aquel país en alguna ocasión?
No tuvimos ninguna relación y no recibimos ninguna ayuda. Tampoco viajamos a China.
¿Practicasteis la lucha armada? ¿Lo discutisteis en algún momento?
Nuestra idea es que algún día habría de llegar, de la mano de alguna grave crisis que, antes o después, no podría dejar de producirse, aunque no necesariamente en el corto plazo. Era un problema muy presente. Estábamos en esa perspectiva, pero no como algo que hubiera que iniciar en esos años.
Formasteis parte de la Plataforma de Convergencia Democrática. ¿No fue la Plataforma un invento del PSOE para negociar con fuerza ante la Junta Democrática?
Sin duda, lo mismo que la Junta Democrática era un instrumento político promovido principalmente por el PCE para mejorar su posición en esos años críticos.
Te pregunto ahora por vuestros principales frentes de lucha en aquellos primeros años de la transición.
Cuando quieras.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.