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La izquierda menguante y los bóstridos que roznaron nuestros sueños

Fuentes: Rebelión

La izquierda cada día es más débil en Europa y son muchos los que piensan que también llegarán al viejo continente clones de Donald Trump y Jair Bolsonaro. La única ideología que sobrevive a todas las crisis es el poder del dinero, y esa doctrina (el sueño de ser rico) que se inocula en las […]

La izquierda cada día es más débil en Europa y son muchos los que piensan que también llegarán al viejo continente clones de Donald Trump y Jair Bolsonaro. La única ideología que sobrevive a todas las crisis es el poder del dinero, y esa doctrina (el sueño de ser rico) que se inocula en las mentes de medio mundo se renueva constantemente, para hacerla más atractiva, en los laboratorios USA, donde se decide qué pueblos deben vivir mal, bien o regular. Pero de ese cambio, no sólo tienen la culpa Bruselas y Washington, sino también muchos «líderes rojos» que antepusieron su beneficio personal al de los pueblos que representaban.

La izquierda, que otrora fue una descomunal fuerza que hizo tambalearse los cimientos del capitalismo, cada día se asemeja más a esa Estatua de la Libertad, hundida y agrietada, que aparece, cual mazazo apocalíptico, al final de la película El Planeta de los Simios.

Atrás quedaron las décadas prodigiosas en las que, cuando «los profetas rojos» hablaban de igualdad, reparto equitativo de la riqueza, etc., provocaban un entusiasmo colectivo que convertía al pueblo, ignorado durante milenios, en protagonista y escultor de la Historia.

Durante un lapso de tiempo se recuperó la fe en el ser humano. Incluso hubo soñadores, hoy decepcionados hasta la médula, que creyeron que «esa energía» transformadora llevaría la sociedad del bienestar a todos los rincones del planeta.

Pero, poco a poco, los regímenes comunistas se fueron desmoronando, cual gigantes con pies de barro, debido a que sus ideales, programas y horizontes, que fueron nobles y bellos en un principio, se fueron pudriendo, corrompiendo. Tal vez nos olvidamos, demasiado pronto, de la «condición humana». El agujero negro del dinero se tragó la ética, la honestidad, la integridad, y vino la Era de los bóstridos (1) que roznaron nuestros sueños.

En España, la decepción y la nostalgia, agrietaron las almas y/o los corazones. Los comienzos y los finales esculpieron en los antiguos rebeldes las dos caras del dios Jano. Viejos luchadores, como Julio Mateos, maestro de Ciencias Sociales (jubilado), y autor del legendario cuento didáctico «El Barco que volaba sobre el desierto» me dijo una vez, fumando «su siempre» último cigarrillo: «Contra Franco vivíamos mejor».

Esa sentencia, en boca de Julio Mateos (arquitecto y co-fundador de la plataforma de pensamiento crítico Fedicaria, y de otros hombres y mujeres que se jugaron el pellejo por cambiar las cosas) es, a mi juicio, como la estela de un asombroso ciclo histórico que murió estruendosamente, al menos en Europa, madre y asesina de grandes ideales que tantearon ser ladrillos del «paraíso en la Tierra», alquimia que muta utopía en realidad.

Con la desintegración del comunismo (2) -con la excepción de Cuba, cuya revolución en América sigue siendo estrella polar para cientos de millones de «nadies (3) – sus enterradores, (en muchos casos ex izquierdistas que cayeron a los pies del Becerro de oro, y lacayos del Rey Midas, en Occidente), volvieron a poner las cadenas, o en la noria del burro, el palo y la zanahoria, como diría Hannah Arendt, a los eternos perdedores.

¡Ay, contra Franco vivíamos mejor! Exclamaba Julio Mateos, defensor a ultranza de «la reflexión crítica al más alto nivel, sin constricciones disciplinares», idea que desarrolla en su obra «Genealogía de un saber escolar: El código pedagógico del entorno» (Octaedro, 2011).

Millones de españoles y españolas no sólo compartieron lucha sino también mesa, charla, baile, vino y guitarra. Y besos que siempre acababan en los labios de Afrodita o Apolo pues, hubo un tiempo, en el que todos fuimos un poco dioses y diosas.

Julio Mateos, doctor formado en Salamanca, me envió el otro día un correo que retrata aquella atmósfera de confraternidad que sucumbió ante el individualismo, el egocentrismo, el «Yo», la vanidad y otros pecados capitales que se multiplicaron en «el bonsái» de nuestra raquítica democracia. Su corta misiva dice así:

El placer de apreciar la compañía de amigos en ciertos momentos, puede construir un hábito que a su vez se acaba convirtiendo en necesidad. Marx expresaba con fino olfato ese fenómeno para otros tiempos, ya muy viejos, del movimiento obrero. El padre del «socialismo científico» escribió estas emotivas palabras:

«Cuando se reúnen los artesanos comunistas, su objeto es por de pronto la doctrina, la propaganda, etc. Pero, al mismo tiempo, al reunirse les nace una nueva necesidad, la necesidad de comunidad, y de este modo lo que parece ser un medio se les convierte en un fin. Se puede contemplar los resultados más espléndidos en ese movimiento práctico viendo una reunión de ouvriers franceses. El fumar, el beber, el comer, etc., no son ya más que medios de unión o medio unificador. Les basta ya con una compañía, una asociación, un entretenimiento que tienen, en realidad, por fin la compañía misma. Entre ellos la fraternidad de los hombres no es palabrería, sino verdad, y desde estas figuras endurecidas por el trabajo nos ilumina la nobleza de la humanidad».

Este escriba, por su parte, sigue echando en falta a líderes como el ex presidente de Uruguay José Múgica. Me cuesta creer en los que, viviendo en lujosos palacios o broceándose en yates de infarto, ofrecen al pueblo la luna. En este sentido soy fiel a la Biblia: «por sus obras los conoceréis».

Notas

-1- El bóstrido es un insecto que roe madera por el simple placer de la destrucción, no porque se alimenta de ella. Ese bichito es descrito por José Saramago en su genial obra «Todos los nombres».

-2- No cuento Corea del Norte. Ese país es el mayor campo de concentración de la Tierra. Cuando caigan los más doscientos kilómetros de alambradas que separan a ambas Coreas (que caerán por un golpe de estado militar, o por una avalancha de ciudadanos que corten con tenazas el muro de espinas), la gente entenderá mejor lo que estoy diciendo.

-3- «Los Nadies», expresión acuñada por Eduardo Galeano.

Blog del autor: http://www.nilo-homerico.es/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.