En un foro de filosofía, al que pertenezco, uno de sus miembros puso en circulación una serie de ideas sobre Chomsky. La fuente de información es un medio de comunicación del sector reaccionario de la derecha española: Libertad Digital. Las ideas vertidas eran las siguientes: una, Chomsky tiene un patrimonio de 200 millones de dólares, […]
En un foro de filosofía, al que pertenezco, uno de sus miembros puso en circulación una serie de ideas sobre Chomsky. La fuente de información es un medio de comunicación del sector reaccionario de la derecha española: Libertad Digital. Las ideas vertidas eran las siguientes: una, Chomsky tiene un patrimonio de 200 millones de dólares, dos, Chomsky lucha para que sus hijos y sus nietos hereden su patrimonio, tres, Chomsky cobra por sus conferencias 12.000 euros (esta cifra me suena un poco abultada), y cuatro, Chomsky defiende los derechos de autor. El autor de este artículo, Peter Schweizer, trata de demostrarnos que Chomsky es un capitalista y que, en consecuencia, no tiene derecho a criticar a los grandes capitalistas estadounidenses ni a criticar la política imperialista de EEUU.
Las personas de foro que admiran a Chomsky han reaccionado de dos modos, un sector, declarando que no se fían de la veracidad de esas ideas porque la fuente de información pertenece a la derecha reaccionaria, y otro sector, mostrando desconcierto y desmoralización. A mi juicio el principal error en el que incurren estas personas son dos: uno, situarse ante el mundo a título individual, y dos, adoptar una postura neutral. Y la consecuencia que lleva aparejada el quedar atrapado o embrujados por este tipo de mensajes es que se ven abocados a situar su mirada crítica, no en los grandes enemigos del socialismo, la oligarquía financiera y los grandes capitalistas, sino en quienes sin duda son los aliados de los trabajadores en la actual etapa de la lucha de clases: la burguesía de izquierda y los intelectuales progresistas.
Para dejar claro cómo debería la izquierda radical comportarse ante personalidades como Chomsky, pasaré a enumerar una serie de tesis básicas sobre la lucha de clases. Una: yo soy un teórico que pertenece a la izquierda radical española y me considero parte de ella. Asumo como parte mía el fracaso de la izquierda radical institucional por su escasa representación parlamentaria. En la izquierda radical española también hay un sector extremista y hay un gran predominio del sectarismo. El extremismo es de tal calibre que en Euskadi existe una banda terrorista que ha asesinado a más de 800 personas desde su nacimiento. Y de este dolor y muerte causados por estos extremistas de izquierda también me siento responsable.
Dos: yo soy un teórico marxista que pertenece al movimiento histórico que tiene su inicio en la Comuna de París y tiene su culminación provisional en el Socialismo del Siglo XXI de Venezuela. Durante todo ese largo periodo el movimiento comunista o socialista internacional ha vivido periodos negros y oscuros: ha habido fascismo y ha habido represión y muerte. Sólo durante el periodo que estuvo la banda de los cuatro en el poder en China se asesinó a más de 80.000 personas. Serán otros mejor informados que yo quienes podrán dar cifras acerca del número de personas asesinadas y encarceladas injustamente durante el periodo estalinista.
Tres: quienes hemos seguido de cerca la extinción de la URSS sabemos que los grandes ricos que hoy día hay en ese país eran antiguos cargos del Partido Comunista de la Unión Soviética. Y quienes hemos militado en la extrema izquierda también sabemos que quienes hoy se llenan la boca de revolucionarismo mañana se venden a la derecha y al capital y deniegan del marxismo.
Con estas tres tesis quiero demostrar dos cosas: una, que los comunistas de hoy o de ayer, de España o de Rusia, no somos puros y no somos ejemplos intachables de eticidad. No podemos subirnos por las paredes por lo que gana Chomsky por sus conferencias. Porque nosotros, no a título individual, sino como clase y como movimiento histórico no estamos libres de pecado. Y dos, que en la actual situación en la que se encuentra la izquierda radical europea, desperdigada y con escasa representación parlamentaria, necesitamos aliados. Y Chomsky es, sin duda alguna, un aliado. No pertenece a la oligarquía financiera, tampoco a la gran burguesía, de ningún modo pertenece a la pequeña burguesía reaccionaria. Es un burgués, pero de izquierda. Su tarea crítica al capitalismo, por venir justamente de donde viene, desde las propias filas de la burguesía y por un intelectual de alta talla teórica, tiene un inapreciable valor para la izquierda radical.
La enfermedad peor del izquierdista es que dispara en todas direcciones, desconfía de todo el mundo, todo le genera dudas. Stalin fue el mejor ejemplar de esta conducta. Pero mejor que yo es Ilích Ulianov quien explica la naturaleza del izquierdista, en el capítulo cuatro de su obra «La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo»: «El pequeño burgués enfurecido por los horrores del capitalismo es, como el anarquismo, un fenómeno social propio de todos los países capitalistas. Son del dominio público la inconstancia de estas veleidades revolucionarias, su esterilidad y la facilidad con que se transforman rápidamente en sumisión, en apatía, en fantasías, incluso en un entusiasmo furioso por tal o cual corriente burguesa de moda». Sin duda que son muy sabias estas palabras de Ilích Ulianov. Para pensarlas y meditarlas durante horas, días y meses.