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La izquierda y las graves amenazas globales

Fuentes: Rebelión

«Lo que embellece al desierto es que en alguna parte esconde un pozo de agua» Antoine de Saint-Exupéry.

El destino de la izquierda y en general del progresismo se juega en su capacidad de respuesta ante las graves y nuevas amenazas globales. En su capacidad de análisis crítico, en la amplitud de su mirada socio-política y cultural y en la seriedad y profundidad de sus respuestas.

La globalización no es hija de la izquierda, ni nunca lo fue, aunque en algunos análisis de hace 150 años hizo previsiones sobre las formas que asumiría el mercado mundial y sus consecuencias políticas. La globalización es el resultado obligatorio del desarrollo del capitalismo, o si es más elegante, la economía de mercado, y la necesidad de superar las barreras nacionales para su desarrollo más pleno. E incluso la globalización cultural, que está determinada por los avances tecnológicos, su sustento conceptual es darle soporte a la «otra» globalización, la de los capitales, de las mercancías y del trabajo. Nunca pueden disociarse.

En general se ha producido un repliegue nacional de las izquierdas en el mundo. El fin de la «Guerra Fría», de las «internacionales» con existencia formal o no, determinó que cada uno tratara de sobrevivir en sus comarcas con suertes diversas y vaivenes, como el caso de América Latina. China es sin duda una excepción, con todos los aspectos polémicos de su funcionamiento democrático, produjo – en silencio para la inmensa mayoría de la cultura de izquierda – la mayor disminución de la pobreza en el menor plazo de toda la historia humana. Y esa es también una realidad global, de la que depende buena parte del comercio mundial.

El nacimiento de la izquierda, si bien estuvo ligado al proceso revolucionario francés (1789), en poco tiempo se extendió por toda Europa y tenía una base republicana en la declaratoria de la independencia de los Estados Unidos (1776) y los derechos establecidos en su constitución. Impactó en toda Europa y promovió los temas del absolutismo, de la libertad y de la ilustración primero en Europa y luego en América Latina, con la lucha anti colonial.

Disculpen el envión inicial, pero lo hago fundamentalmente para convencerme a mí mismo. El primer y grave problema global que hoy afrontamos es la pandemia y el confinamiento en todo el mundo, la crisis económica, la depresión que es la peor desde hace 70 años y todavía no ha terminado. No golpea por igual en todos lados, aunque haya infectados «ilustres» que se pueden permitir como Donald Trump un tratamiento de 100.000 dólares, y los países del norte rico son los más afectados por la pendemia, pero el confinamiento está destrozando las economías más débiles. (1) Los datos son evidentes y prepotentes y provienen de los organismos internacionales, no son especulaciones. ¿Qué proponemos, que ideas tenemos para afrontar esta nueva situación, asociada a los cambios en el empleo y en la economía en general? ¿Cuáles son las nuevas bases sociales y políticas de un amplio frente, lo más amplio posible para enfrentar esta tragedia que ya supera los 50 millones de contagiados y que todavía está lejos de terminar? Esa es una pregunta profundamente progresista y necesariamente muy amplia, que hay que abordar sin ningún sectarismo.

El objetivo no puede ser resolver todos los problemas históricos acumulados, sino recuperar lo antes posible las condiciones económicas y sociales básicas y darle un impulso a mejorar la distribución de la riqueza, que saldrá mucho peor y más injusta que antes. Pero la amplitud del enfoque importa mucho. Y la urgencia.

Ganó Joe Biden y sobre todo se terminó el gobierno de Donald Trump, que no fue ninguna aventurilla, fue parte de las peores tendencias políticas e ideológicas (nacionalismo exacerbado, racismo, prepotencia, anti republicanismo ) en el mundo y que dejó plantadas raíces profundas y muy peligrosas en los EE.UU. No fue una derrota aplastante y aleccionadora. Concentrar todo en los aspectos anecdóticos de Trump es un grave error, es parte de un proceso de decadencia de la política a nivel de muchos países del mundo.

Hay un aspecto positivo innegable que es el retorno de EE.UU. al Club de París, sobre el cambio climático. ¿Debemos darle prioridad y urgencia al tema de la reversión del calentamiento global y de los plásticos invadiendo los océanos y los diversos cursos de agua en el planeta? ¿Reclama colocar ese tema en el centro del debate mundial, de la movilización, de la labor científica y de los gobiernos? A diferencia de la pandemia, no hay vuelta atrás. Estamos muy cerca, demasiado cerca de no poder revertir este desequilibrio en la existencia del planeta. ¿Hay alguna proporción, entre este peligro, que ya está actuando y tiene decenas de notorias expresiones catastróficas y, lo que están haciendo los pueblos, sus intelectuales, sus fuerzas progresistas en todo el mundo?

En el subterráneo de la información mundial circula el peligro latente y permanente de guerras que superen los límites de guardia y hagan intervenir las armas nucleares no pueden desconocerse. Este no es un decálogo de catástrofes, cuando las naciones principales siguen invirtiendo millones de millones de dólares en la producción y modernización permanente de sus arsenales convencionales y sobre todo nucleares y de destrucción masiva, la necesidad de parte de la sociedad civil y de un espectro muy amplio de la vigilancia, la denuncia y el reclamo de poner fin a esta carrera terrible por sus peligros y los recursos que dilapida, es una obligación.(2)

En otro plano, el fanatismo y la irresponsabilidad con los temas religiosos, ha generado otra amenaza grave que es el terrorismo global siempre latente y que se cocina en la frustración de millones de seres humanos desheredados.

En medio de estos procesos materiales hay uno extremadamente grave de carácter ideal, el peligro para nuestra libertad. No deriva hoy fundamentalmente de los varios países autoritarios y algo más, sino de un proceso global, del dominio por parte de un puñado de empresas, todas norteamericanas, que utilizan las nuevas tecnologías para censurarnos, hacernos sus siervos proporcionándoles su principal valor: la información, nuestra información, la de miles de millones de usuarios y nuestro tiempo, todo cubierto con la ilusión de la conectividad entre todos, que es una de las mayores falsedades de la historia. Son ellos, los que nos dominan, nos usan, nos venden. ¿Hay movimientos, reacciones, reclamos de leyes y de acciones en defensa de nuestras libertades proporcionales a esa concentración abusiva de poder?

Cuando la lucha por un Nuevo Orden Informativo Internacional (NOII), en la década de los 70, denunciábamos a 4 grandes agencias de noticias, hoy la concentración (medios-individuos) es millones de veces superior y mucho más riesgosa, porque nosotros los usuarios, estamos entregados de pies y manos a su capacidad de procesar nuestros datos y utilizarlos.

¿Es igual de grave la situación en el mundo en relación al delito organizado, a la droga, el tráfico de personas, de armas y todas sus derivaciones qué hace algunas pocas décadas? No, se agravó exponencialmente y hay países agobiados por las bandas y la incapacidad o la complicidad de los Estados con esos delitos. ¿No tenemos nada que decir, más que delicadas denuncias y muchas muertes de periodistas y de luchadores civiles? Estos nuevos y graves problemas y crisis emergentes se vinculan a las situaciones tradicionales, de injusticia social, de peligros para la democracia y la libertad, de decadencia civilizatoria. En medio de un volumen alucinante de producción cultural, sobre todo de medios audiovisuales globalizados al extremo, no se ve de parte de la política, de los intelectuales, de la academia, de los científicos, de la sociedad civil no aparece una fuerte reacción. Vivimos de las descripciones y de búsquedas por debajo de la cáscara más superficial, cuando la fuerza de los grandes movimientos del cambio siempre partieron de su capacidad de penetrar a fondo, no solo en el diagnóstico sino en la audacia de sus propuestas.

Esa es la historia de los grandes cambios progresistas de la humanidad. Y esa es la palabra clave, hoy no hay fuerza más revolucionaria, más potente y más necesaria que un renovado humanismo, que una gran generosidad y sensibilidad ante los peligros globales y no la disputa de las pequeñas o grandes parcelas de poder. Deberíamos haber aprendido de otros momentos – de antes e incluso durante el nazi-fascismo – no fuimos capaces, hasta que fue casi muy tarde en reaccionar unidos, juntos, con humanismo frente a la barbarie.

En medio del desierto lo que estamos obligados a hacer es buscar un pozo de agua, mejor dicho varios pozos de agua, sino desaparecerá toda belleza. Buscar, interrogarse, arriesgarse con nuevas ideas ha sido siempre la base del progreso. 

Notas

(1) Banco Mundial estima que la pobreza extrema -definida como el hecho de tener que sobrevivir con menos de 1,90 dólares al día- aumentó en 2020, como resultado de la pandemia, por primera vez desde 1998, tras la crisis financiera asiática de 1997.

(2) A lo largo de 2019, el año de mayor aumento de los gastos militares en la década, estos alcanzaron 1,9 billones de dólares (millones de millones de dólares) en el mundo, es decir un incremento de 3,6 por ciento en un año, el más importante desde 2010. «El gasto militar alcanzó su mayor nivel desde el final de la Guerra Fría», declaró Nan Tian, investigador en SIPRI de Estocolmo.