I Las juventudes a lo largo de la historia siempre hemos sido referencias de ímpetu, de energía, activismo y acalorada manera de tratar el mundo, todas las generaciones de jóvenes hemos participado activamente en la construcción de cada sociedad, pero no todas las generaciones hemos tenido la misma fisonomía y la misma cualidad. Cada generación […]
I
Las juventudes a lo largo de la historia siempre hemos sido referencias de ímpetu, de energía, activismo y acalorada manera de tratar el mundo, todas las generaciones de jóvenes hemos participado activamente en la construcción de cada sociedad, pero no todas las generaciones hemos tenido la misma fisonomía y la misma cualidad. Cada generación humana tiene su propia personalidad, un sello inconfundible, un impulso propio, que proviene de generaciones pasadas pero con elementos nuevos que la hacen singular.
Nuestra generación, nuestra juventud en el accionar cotidiano, estamos condicionados por el mundo que nos rodea, somos sueños y esperanzas condicionados por múltiples relaciones sociales, por estructuras ya forjadas, por dinámicas constantes, pero nunca eternas.
Como juventud nos enfrentamos cada día a nuestra realidad, un entorno tanto en el ámbito nacional y mundial no adecuado para nuestro libre desenvolvimiento y desarrollo como sociedad. En nuestro alrededor vemos miserias, guerras, hambrunas, enfermedades, violencias, caos, incertidumbre laboral y más, todo un conjunto de problemas que hacen necesario el pensarnos y reflexionar sobre las causas, el origen, las magnitudes y las posibles salidas a la crisis civilizatoria que nos aqueja.
Sabemos que las condiciones del régimen social actual, el capitalismo, generan estos flagelos mundiales, obstáculos para el desarrollo de la humanidad, pero no siempre ha sido así; el capitalismo en su desarrollo histórico inicial era un régimen sumamente revolucionario respecto del antiguo modo de producción feudal, revolucionó las formas de producción, desarrolló la industria y el comercio, y en el ámbito social garantizó graduales libertades tanto a hombres como a mujeres.
Pero nada en este mundo es inmutable, el capitalismo se desarrolló generando su principal contradicción: la masificación del trabajo en la producción y la privatización del fruto de ese trabajo; como resultado de esta contradicción, la concentración y centralización de la riqueza se fue dando cada día más, generando un pequeño grupo de propietarios sumamente acaudalados, mientras el resto de la población sufría el flagelo de la explotación y marginación. Marx y Engels estudiaron a fondo ésta naturaleza del capitalismo y concluyeron que ésta esencia daría origen a un régimen de producción superior, el socialismo. En sus estudios analizaban a Inglaterra y Alemania como países que tenían las condiciones materiales para el advenimiento de la nueva sociedad, debido a todo el potencial económico que se había desarrollado en esos países europeos.
La historia nos dio cuenta que no fue así, y no porque las teorías de Marx estuvieran erradas, sino que la realidad estudiada estaba cambiando, y era necesario otra teoría que entendiera ésta nueva realidad. Marx vivió en la etapa del capitalismo en la cual se exportaban mercancías, su vida no le alcanzo para ver el desarrollo del capitalismo en la etapa de exportación de capitales.
Este nuevo fenómeno del capitalismo desarrollado, la exportación de capitales de países sumamente industrializados hacia países mucho menos desarrollados, lo conoció Lenin, quien lo analizó y teorizó sobre él, teniendo como base todo el estudio marxista previo. A este fenómeno y natural desenvolvimiento del capitalismo maduro lo denominó imperialismo.
El imperialismo como fase superior del capitalismo, Lenin lo catalogó como el estado senil del régimen económico, que no sólo mantiene la principal contradicción del sistema, sino que engendra otras contradicciones, principalmente entre países exportadores de capital y países a quienes se imponen estos capitales. Así el mundo capitalista se divide entre países del capitalismo central y países del capitalismo periférico, o dicho de otra manera, entre países capitalistas hegemónicos y países capitalistas dependientes.
II
México es un claro ejemplo de país capitalista dependiente, durante finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, nuestra economía estaba entregada al capital foráneo «tanto la industria como la manufactura pertenecían a los capitales extranjeros. De 1892 a 1907, contra una inversión total de 591 millones de pesos de los capitales mexicanos en la economía nacional, había 1317 millones de pesos de empresas extranjeras, de los cuales 711 millones eran norteamericanos. Tres años antes de iniciarse la Revolución, los intereses yanquis tenían casi el 50 por ciento de la riqueza nacional« [1] . Recordemos que los ferrocarriles, los puertos, la industria pesada, la industria petrolera y una larga lista de áreas económicas estaban en manos principalmente de empresas británicas y norteamericanas, sostenidas ferozmente por el régimen porfirista.
Nuestra Revolución de 1910 fruto de las contradicciones propias de nuestras condiciones como país de latifundios y dependiente, tuvo un carácter profundamente antifeudal y antiimperialista, así lo sintetizó la constitución de 1917.
Con la conciencia antiimperialista y con el documento constituyente el país se encaminó a desarrollar de manera propia las ramas de la economía, nacionalizó los ferrocarriles, la industria petrolera, repartió tierras a campesinos, construyó instituciones de seguridad social y educación en todo México, así se desarrolló como nunca antes nuestro país, con avances y parciales retrocesos, una veces más a la izquierda otras más a la derecha, así se desarrolló nuestro México durante gran parte del siglo XX, en lo que la historia recoge como la etapa del nacionalismo revolucionario.
Durante el periodo del nacionalismo revolucionario, la principal contradicción del sistema capitalista no se resolvió, y no podía resolverse, ya que en esta etapa de administración del Estado por diversos sectores y clases sociales, el objetivo era desarrollar la economía propia, enfrentando todos los días, en todos los sectores y niveles al imperialismo que nunca dejó de acechar al proyecto nacionalista. El objetivo de ésta etapa era desarrollar al máximo todas las fuerzas productivas internas, como base económica para la construcción de una sociedad superior [2] .
A principios de los años ochenta del siglo pasado el camino recorrido que tenía como sustento ideológico la revolución de 1910 se había detenido, llegaron a la dirección del país líderes que tenían una visión contraria al nacionalismo revolucionario, una visión incluso porfirista de entender a la economía, con eufemismos y con el apoyo del imperialismo desmantelaron lo construido durante sesenta años, privatizaron las grandes industrias, privatizaron los bancos, los ferrocarriles, las minas, las carreteras; de 1155 empresas públicas que existían en 1982 actualmente sólo quedan, ya debilitadas y en proceso de desmantelamiento, Petróleos de México y Comisión Federal de Electricidad.
Al igual que en el porfiriato, en esta etapa de regresión y profundización de la dependencia, el capital extranjero ha aumentado, «de 1987 a 2012 la inversión extranjera total pasó de 7,300 millones de dólares a más de 33 mil millones de dólares, es decir, en este periodo se ha multiplicado por cinco la presencia del capital foráneo en México». [3]
Esta es actualmente la presencia del imperialismo en México, sus consecuencias las podemos ver en nuestra vida cotidiana, el proceso de privatización de las principales ramas de la economía no han hecho más que pauperizar a grandes sectores de la sociedad mexicana, el Estado ya reducido a funciones meramente administrativas y coercitivas tiene que obtener sus recursos aumentando las contribuciones de los ciudadanos, mientras que a los grandes capitales se les reduje su tasa impositiva e incluso se les condona sus deudas ante el fisco.
Las reformas a las leyes en contra de los derechos sociales y laborales tiene como resultado mayor beneficio para las grandes cadenas de tiendas y consorcios comerciales, en su mayoría extrajeras, mientras que a los trabajadores se reduce su poder de compra y certidumbre laboral.
La privatización-concesión de minas y recursos naturales tiende ahora a saquear la riqueza no renovable, enviando sus utilidades al país de origen del capital invertido, para ponerle nombre, a Canadá.
El abandono y paulatina privatización de la educación ha causado que muchos jóvenes no ingresen y desarrollen sus facultades en la ciencia y la técnica, la educación no es ya una palanca de movilidad social, ahora hay miles de egresados de los campus universitarios que no pueden acceder a un empleo, trayendo esto consigo desesperanza y frustración en nuestra generación.
En términos generales los resultados del neoliberalismo, es decir, del imperialismo como fase superior de capitalismo, dan muestras que las condiciones que nos rodean cada día son peores, y no puede ser de otra manera en un modelo en el que el 10% de la sociedad posee alrededor del 60% de la riqueza nacional, y el 1% tiene más de 33%. [4]
III
El imperialismo es un fenómeno mundial, y tiene similar presencia en todos los países del capitalismo dependiente, tras la caída del bloque socialista de Europa del Este, el imperialismo petulante difundía «el fin de la historia», promovía la resignación de los pueblos ante su dominio; pero como al principio afirmábamos, nada es eterno, todo es finito en el universo, por lo que esa soberbia triunfalista tuvo sus tragos amargos, primero con la heroica resistencia de la revolución cubana, que ha salido avante a pesar del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos por más de cincuenta años, después, el surgimiento de la llamada Revolución Bolivariana en Venezuela, país rico en petróleo y recurso naturales.
Hugo Chávez reivindicó el proyecto socialista y se propuso a construir y desarrollar su país por un camino diferente al neoliberalismo, nacionalizó la industria petrolera y otras áreas de la economía venezolana. Pero el pueblo venezolano no fue el único que eligió un camino diferente al neoliberalismo y contra el imperialismo, tras Chávez, accedieron a poder Lula Da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Nestor Kirchner en Argentina, Manuel Celaya en Honduras, Daniel Ortega en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay; nuestro continente, gran parte del pueblo latinoamericano elegía un camino diferente al neoliberalismo y esto no era una situación circunstancial ni mera coincidencia política.
En Nuestra América el neoliberalismo había exacerbado la crisis sistémica, pero no sólo eso, había profundizado la contradicción entre los intereses del imperialismo y los intereses de diferentes sectores y clases sociales agredidos por la ambición externa. Las condiciones maduraron para que se formara un movimiento continental antiimperialista.
Aún con su crisis generalizada, el imperialismo es aún fuerte, en la constante lucha entre volver a dominar a los países dependientes y la búsqueda de la plena independencia por parte de estos países, los avances antineoliberales obtenidos en el continente han sufrido algunos retrocesos, mediante golpes judiciales, legislativos y en algunos casos por la vía electoral.
Pero ninguna lucha en la historia vuelve a su punto inicial, el continente ha demostrado que el imperialismo cada día entra en profunda contradicción con los intereses de los pueblos, estas contradicciones se agudizan y maduran las condiciones subjetivas de organización de todos los agredidos por el imperialismo, en esa composición pluriclasista y sectorial esta la fuerza para vencer al imperialismo.
IV
Nosotros los jóvenes sabemos que los flagelos que hoy día acechan a la humanidad son productos del régimen de explotación del hombre por el hombre, en su etapa senil, es producto del imperialismo. Las juventudes que luchamos por una sociedad más justa, igualitaria y profundamente humanista entendemos que la lucha por la construcción del socialismo en sociedades del capitalismo dependiente, pasa necesariamente por la lucha antiimperialista.
Nuestra energía y entusiasmo debe ir dirigido a fortalecer todos los frentes que luchen contra el imperialismo, promoviendo la unidad entre nuestro sector y caminando no adelante, ni atrás, ni a los lados del movimiento antineoliberal, sino adentro, compartiendo y desarrollando todas nuestras fuerzas y capacidades para liberar a nuestra patria, desarrollar las fuerzas productivas y construir una sociedad superior.
El próximo año se presenta una oportunidad para los movimientos antineoliberales en México, existe la posibilidad real de echar del poder a los cachorros del imperio representados por el PRI y el PAN, esto sería un gran paso y un golpe directo al imperialismo. Nuestra América ha mostrado que los frentes amplios, con sus múltiples contradicciones internas, son necesarios para empezar a caminar por nuestra segunda y definitiva independencia.
Como juventud tenemos una gran tarea, una tarea dura, tremendamente dura, pero la más hermosa decía nuestro maestro Vicente Lombardo Toledano.
Notas:
[1] Lombardo Toledano, Vicente. «Carta a la Juventud» 1960. México.
[2] La construcción del socialismo en México, país del capitalismo dependiente, debe analizarse con base a la Ley del grado de desarrollo de las fuerzas productivas necesario para el paso a un modo de producción superior, por la extensión que amerita esa reflexión, se omite en el presente escrito.
[3] Informe Político del Comité Central del Partido Popular Socialista de México a su 21 Congreso Nacional. Zacatecas, Zac. 17 y 18 de Junio de 2016.
[4] Periodico La Jornada. 11 de junio de 2017.http://www.jornada.unam.
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