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La Katanga viajera

Fuentes: Rebelión - Imagen: Patrice Lumumba, líder revolucionario de la República Democrática del Congo.

Se cuenta que la Katanga surcaba los largos y estrechos senderos de la selva africana, arraigada en las mentes y corazones de miles de hombres y mujeres, quienes fueron expulsados de sus tierras, ríos y cielos cargados de recuerdos y angustias. Los abuelos dicen que la Katanga se gestaba en sus corazones, víctimas de la avaricia y codicia de los dueños del mal, los asesinos de la unidad. Fueron ellos quienes secuestraron nuestros cuerpos para alimentar la acumulación de capital, sin importarles talar árboles por el caucho o cortar manos por el fetiche del chocolate. El camino era largo, tan extenso como el tiempo, permitiéndonos explorar los pensamientos y sueños de los abuelos.

La Katanga estaba cargada de marfil, peces y sueños que estaban obligados a reconstruirse en el camino. Repleta de oro, ríos de cobalto y todo lo que la divinidad podría imaginar para darle brillo al paraíso, fueron los abuelos que la lanzaron a los tiempos, antiguos y futuros. En su travesía, se transformó de tierra y barro en caña y pambil. La Katanga es un mensaje que viajó en el tiempo, encontrando miles de estaciones, cargándose de sueños y experiencias. Escondida entre los matorrales para evitar que se la lleve la fuerza depravada de la ambición del ignominioso Leopoldo II de Bélgica, en el vientre de la Katanga transitaban minchillas, barbudos, lampiños, rastas y calvos cocos pelaos, que siempre que los veíamos le preguntábamos: «¿Coco Pelao quién te peló?» Y nosotros mismos nos respondíamos: «El peluquero que ya se murió».

La Katanga cruzó los caminos de Alonzo X, de los hermanos y de los hijos, se adentró en los grandes ríos y esteros, llegando a las casas cargada de sueños y experiencias. Renació en estas nuevas tierras, transcurriendo entre el Ecuador y Colombia, desafiando límites y fronteras. Es una necesidad que tenían los abuelos de informar a las generaciones futuras de dónde provienen, de los sueños robados y las vidas perdidas y que a pesar de las jerarquías de la espiritualidad cristiana nuestras almas siempre estuvieron presente al lado de la Trinidad.

En la Katanga se sintetiza la posibilidad de repensar las acciones que podrían haber evitado la invasión de los belgas a nuestras tierras, salvando muchas vidas y sueños. La Katanga fue una señal dejada por los abuelos para descubrir desde dónde fueron secuestrados nuestros ancestros, recordando el asesinato de Patrice Lumumba, el primer presidente democráticamente electo del Congo.

¿La Katanga, huella o señal? Fue dejada por los abuelos para recordarnos de dónde venimos, cómo fuimos deshumanizados y vendidos. Los abuelos nos enseñaron a buscar la verdad y la justicia, basados en principios éticos ancestrales. La Katanga, desde sus entrañas, nos advierte sobre la trampa de la ambición humana por los recursos naturales, recordándonos la importancia de preservar la vida y el amor por la tierra.

Los abuelos fueron los grandes constructores del tiempo, creando la Katanga con sabiduría y entregando un sentido de pertenencia por la tierra madre. En esta tierra nació Lumumba, quien luchó por la independencia del Congo, sembrando semillas de libertad que perduran hasta hoy. En el fatídico día 17 de enero de 1961 Patrice Lumumba fue asesinado. se pusieron rebeldes los tambores y la marimba con Papá Roncón sonó sin parar durante noventa días en homenaje al grande, al hijo de Yemaya al hermano Cimarrón grande como los manglares de majagua.

La Katanga habla a través de sus lenguas, enriqueciendo nuestra cultura y espiritualidad. En lo profundo de sus bosques y ríos, nuestras lenguas y saberes perduran, contrastando con la ambición por el cobalto y el oro que ha traído esclavitud moderna y destrucción ambiental.

La Katanga, con su trampa entre las manos, viaja en el tiempo, buscando nuevas víctimas del sistema dominante para entundarlos y transformarlos en Cimarrones. Construye nuevas rutas, transportando lágrimas y llantos en el corazón de los esclavizados. La Katanga viajera sigue su camino, dejando su marca en el tiempo.

Y así, colorín colorado termina este relato. Pero mientras más caminaba, más avanzaba la Katanga viajera. Por que el caminar es una acción de los pies y el andar es el pensar de la cabeza, palabra de los abuelos.

Ibsen (X) Hernández Valencia

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.