Recomiendo:
0

La ley Biden-Sinde, la muerte de la política muerta, la opinión de la gente y las posiciones de la izquierda

Fuentes: Rebelión

Tal como nos tiene acostumbrados, Amador Fernández-Savater ha escrito para Público [1] un razonable y combativo artículo sobre lo que muy justamente llama ley Biden-Sinde. Hay en su texto, innecesario es señalarlo, informaciones de interés y agudas observaciones. Son marca de la casa. Un ejemplo: «Ojalá aparezca algún día los cablegates del acuerdo [PP, CiU, […]

Tal como nos tiene acostumbrados, Amador Fernández-Savater ha escrito para Público [1] un razonable y combativo artículo sobre lo que muy justamente llama ley Biden-Sinde. Hay en su texto, innecesario es señalarlo, informaciones de interés y agudas observaciones. Son marca de la casa. Un ejemplo: «Ojalá aparezca algún día los cablegates del acuerdo [PP, CiU, PSOE], intuyo que muy reveladores sobre la ‘calidad de nuestro sistema democrático». Otro: «No descubro nada: cerrando 200 webs no se acabarán los problemas, ¡como si después de Napster no hubieran llegado Audiogalaxy, eMule, etc!». Una última ilustración: «Pero es muy importante que afloren las voces tapadas y que hablen en nombre propio, para que la realidad múltiple y compleja de los trabajadores culturales no pueda ser reducida e identificada con los intereses de la industria cultural».

Sin embargo, junto a estas justas y pertinentes reflexiones, hay dos pasos en el artículo que por mucho que lo intento no logro concebir que hayan sido escritos por una mente crítica y privilegiada como la suya. El primero: «Los sociólogos se preguntan por el fenómeno de la «crisis de representación» como si los motivos fuesen inescrutables. Quizá ahora les queden más claros. A izquierda y derecha, a nuestros políticos les da igual la opinión de la gente, la participación política fuera de los (reducidos) canales convencionales». El segundo: «El conflicto no opone a los «creadores» y a «la gente de internet». Yo veo en el búnker a los políticos sordos y a la industria cultural, y por fuera a la mayoría de los productores culturales y de usuarios de la Red».

No sé exactamente que concepto de izquierda ha tenido en mente AF-S, pero si la denotación «izquierda» incorpora lo que usualmente incluimos en esta vindicable noción, no veo cómo se puede afirmar que a «los políticos» les da igual la opinión de la gente y que les importa un higo la participación política de la ciudadanía fuera de los canales algo desgatados de siempre. ¿No habría que haber incorporado algún matiz en este caso?, ¿no habría que haber hecho referencia en la crítica a una parte, muy poblada desde luego, de ese conjunto tan heterogéneo?

Tampoco acabo de ver a qué refiere la expresión «políticos sordos». Si es equivalente, como parece razonable por el contexto, con lo que suele llamarse «clase política española», yo no veo cómo se puede ubicar a Gaspar Llamazares, por ejemplo, al lado de la industria cultural, encerrados en algún búnker y almorzando risueños o festejando algo en su compañía.

Uno tiene la impresión que AF-S esta vez, y sin que sirva de precedente, ha generalizado en exceso, ha incluido en la izquierda sectores políticos que de ningún modo, y de manera cada vez más acelerada, merecen esa designación, y, en cambio, se ha olvidado, o no ha recordado suficientemente, que existen grupos de izquierda, algunos de ellos con representación parlamentaria (no sólo ellos desde luego), que han combatido y sigue combatiendo una ley que consideran injusta, trasnochada y al servicio de intereses ocultados, aliados en su justo combate con productores culturales y usuarios de la red, y estimulando en esta, y en otras muchas ocasiones, la participación de las gentes por canales convencionales y no convencionales.

Nota:

[1] Amador Fernández-Savater, «¿Cuándo morirá la política muerta?» Público, 26 de enero de 2011, p. 31.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.