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La locura en la era de la razón

Fuentes: Rebelión

Hace varios meses que me viene azotando el tema de la locura en el mundo. Mi tema, al principio estaba circunscrito al comportamiento de los muy ricos o muy poderosos, conjunción no usada en sentido excluyente sino tremendamente incluyente. En efecto ser muy rico es equivalente a ser muy poderoso (en ambos casos por supuesto, […]

Hace varios meses que me viene azotando el tema de la locura en el mundo. Mi tema, al principio estaba circunscrito al comportamiento de los muy ricos o muy poderosos, conjunción no usada en sentido excluyente sino tremendamente incluyente. En efecto ser muy rico es equivalente a ser muy poderoso (en ambos casos por supuesto, potencialmente).

Pero como me encanta compartir la genialidad de Rupert Sheldrake [1], hoy debo decir que entré en resonancia con dos clarificantes pensamientos, que poco después de la época en que yo estaba inmerso en el tema salieron a luz como artículos [2] [3].

Rupert Sheldrake sugiere que cuando varias mentes están zambullidas en alguna idea común, y alguna de ellas descubre algo notable, las demás lo reciben por resonancia, cual una copa vibra con una nota pura de un violín. La resonancia es bien conocida y estudiada en física. La cita de la copa que se pone a vibrar con un sonido es un caso conocido. Cada objeto tiene una o más frecuencias de vibración natural. Por ejemplo una cuerda de una guitarra si es separada de su posición, vibra a una cierta frecuencia. Muchos lectores habrán visto en televisión o cine el caso alucinante de un puente colgante que recibe ráfagas de viento con una frecuencia que coincide con la propia y comienza a balancearse con una amplitud cada vez mayor y los autos vuelan como juguetes.

En el pensamiento y los descubrimientos existen varios casos notables. La distribución normal del cálculo de probabilidades fue descripta independientemente por Gauss y por Laplace (mucho después se descubrió que De Moivre la había presentado años antes). El cálculo diferencial e integral fue descubierto independientemente por Newton y Lebnitz.

Rupert Sheldrake, por semejanza con la resonancia física, sugirió la existencia de la resonancia morfogenética, que abarcaría los casos de descubrimientos recién mencionados.

Volviendo a nuestro tema, yo humildemente estaba pensando en la locura de los muy ricos de querer tener más y más a pesar de que su riqueza no puedan ser aprovechada ni por ellos ni sus hijos ni sus nietos. Había encontrado la equivalencia (potencial) entre la riqueza y el poder. Había ligado ese hecho con la idea de inmortalidad (Toynbee, espejismo de la inmortalidad) y con la idea de ser dios (omnipotencia, omnisciencia), pero no había introducido la idea de locura como enfermedad, solo la había utilizado como metáfora. He aquí que por influencia (resonancia) con mis amigos (por lo menos para mí, que los son por benefactores), me di cuenta que era una locura con mayúsculas. Es claro, mi novia bohemia, la neurosis, me llevó a consultar al desaparecido Michel Foucault [4], pero pasó el examen. Es cierto la gente está loca de remate y no es función de una cultura, moda o prejuicio, están locos de atar y son peligrosos.

En los artículos mencionados han sido tratados los temas de la locura narcisística y la ignorancia supina de la historia y la geografía que induce la creencia de que son seres superiores a los pobres ciudadanos de usamérica.

No caben muchos comentarios al respecto, salvo que los pobres ciudadanos están azotados por un factor psicógeno contundente, a saber: la paradoja. Somos la democracia y aniquilamos pueblos que nada hicieron ni nada tienen que ver con nuestra locura usando mentiras que salen en todos los medios calificados de usamérica. Torturamos, salen fotos e informes pero oficialmente afirmamos: nunca torturamos. Usamos (o nos usan -hablo en la piel del usamericano-, no estoy muy seguro) a Israel para tener un enclave en oriente (u occidente si fuera que nos usan), vetando toda mención al incumplimiento a resoluciones del Consejo de Seguridad desde 1967 (o haciéndolas vetar).

En el caso de los ricos y poderosos hoy no soy tan científico como Sheldrake que «sugiere», en este caso yo «postulo» (vocablo actualmente reemplazado por: «axiomatizo», pero no me atrevo a tanto), que los muy ricos o poderosos están absolutamente locos y que la única forma de pararlos es internarlos en hospitales psiquiátricos de alta seguridad. Ya dije que no iba a ser axiomático, solo un pasito antes. Fíjense estas personas que por algún don intelectual, o por sinvergüenzas, o por mera suerte tienen mucho pero mucho dinero (que como hemos dicho es equivalente a tener mucho pero mucho poder), pueden reglar la vida de millones de personas haciéndolos vivir o morir, sonreír o llorar, solo por ser capitalistas. Los sometidos, es claro, son proletarios. Estos capitalistas no tienen ninguna validación ni democrática ni moral, fueron afortunados y nada más. Nadie garantiza que respeten el artículo primero de la Declaración de los Derechos Humanos: «todos los seres humanos nacen libres e iguales en derechos y dignidad y dotados como están de razón y conciencia deben comportarse fraternalmente los unos con los otros».

Estos conceptos ya los había desgranado en un artículo anterior [5]. Lo que hoy me llevó a volver a citarlos es la nueva visión: ¡Los capitalistas están locos de verdad!

Necesitamos grandes establecimientos para alojar centros de atención psiquiátrica para ¡pacientes peligrosos! Están destruyendo al mundo. Con el cortoplacismo típico del psicótico buscan el placer enfermizo de sentirse eternos y además dioses, sin tener en cuenta lo que están haciendo con el mundo.

Propaganda para colocar sus frecuentemente inútiles productos. Amenazas y violencia contra dirigentes para que cooperen. Dinero y más dinero, todo para no desestabilizarse, pues dioses y eternos son y necesitan un estímulo constante.

¿Es posible curarlos? Difícil es por cierto, son psicóticos , han salido de la realidad y se han construido mundos a medida. Creen que no son humanos, que son divinos y además que son eternos. Tienen una cohorte de aduladores que mantienen vigente en todo momento sus creencias. Digo bien: aduladores, no admiradores. En realidad no los quieren solo quieren usarlos y les cuentan lo que ellos quieren que les cuenten.

En las grandes sociedades generalmente ya no son los capitalistas los que las manejan si no los CEO (Chief Executive Officer), que son peores que los capitalistas ya que nada debe importarles salvo las utilidades. Estos empleados con tremendo poder y estipendios enormes tienen además la posibilidad de hacer trampitas con los Balances, con el Cuadro Demostrativo de Ganancias y Pérdidas, y hacer cambiar la cotización en bolsa en su propio beneficio. Bien estos señores deben ir directo al hospital siquiátrico, pocos de ellos estarán sanos.

Se pueden encontrar algunos casos de capitalistas medianamente sensatos sobre todo en las PYME. En los casos de poco riesgo sería posible una cogestión como primer paso. Autogestión del tipo del Hotel Bauen o la fábrica Zanotti en Argentina (basadas en la experiencia de la Yugoslavia de Tito), pueden funcionar más adelante.

¿Medidas más radicales? ¿Cómo administrar las empresas con dueños internados? Bueno, en eso están los políticos e intelectuales dedicados al diseño de un socialismo para el siglo XXI.

Notas:

[1] Sheldrake, Rupert. 1981. Una Nueva Ciencia de la Vida.

[2] Koldo. Estados Unidos necesita psiquiatras http://www.rebelion.org/noticia.php?id=31408

[3] Jensen, Robert. Trastorno Narcisista de la Personalidad http://www.rebelion.org/noticia.php?id=31106

[4] Foucault, Michel. 1961. Historia de la Locura en la Edad de la Razón.

[5] Parodi, Guillermo. Atrocidades Banalizadas por Repetición.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=30025

(*) Guillermo F. Parodi es profesor universitario, miembro del Observatorio Internacional de la Deuda y de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.