Recomiendo:
0

60 mujeres de once nacionalidades indígenas caminaron de la Amazonía a Quito

La lucha amazónica tiene voz de mujer

Fuentes: GK

Las mujeres indígenas caminaron desde sus comunidades de la Amazonía hasta el palacio de Carondelet, sede de la Presidencia del Ecuador, en Quito. Han pasado 5 días esperando que el presidente de la República las reciba para entregarle un mandato donde le explican y le exigen soluciones para los problemas que la explotación petrolera produce en sus territorios. En el 2013 las mujeres amazónicas marcharon hacia Quito para hablar con el entonces presidente Rafael Correa: «Él no nos recibió, ni tampoco los asambleístas. Pasamos más de ocho días aquí, y no nos recibieron. Ahora parece que va a ser igual».

Las mujeres amazónicas protestando frente a la sede presidencial en Quito. Fotografía de Génesis Anangonó para GK.

 

ZOILA

Zoila Castillo tiene el rostro pintado con wituk, un fruto amazónico con el que se oscurece el cabello negro y se dibuja figuras sobre el rostro. Zoila es kichwa y vicepresidenta de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae). Zoila viene de la comunidad Teresa Mama en Pastaza, al suroeste del Ecuador. Zoila es parte de las sesenta mujeres de once nacionalidades indígenas que están, bajo el sol, por tercer día consecutivo, en la calle García Moreno, en la Plaza Grande del centro de Quito. Esperan al pie del palacio de Carondelet que el Presidente de la República las reciba. Para dialogar. Para entregarle un manifiesto al que llaman Mandato.

Hay ancianas, otras son muy jóvenes, niñas. Tres están embarazadas. Otras todavía alimentan a sus hijos con su leche materna. La mayoría son madres. No son amigas. Son compañeras. Aunque no se conocen son amables entre sí. Vinieron desde diferentes territorios. Luchan por la misma causa: exigen que el Gobierno del Ecuador finalice los contratos y convenios que tiene con las compañías petroleras que operan en sus tierras. Zoila organiza a las mujeres, habla con los periodistas, y reparte entre las manifestantes plátanos y mandarinas que trajeron de la Amazonía, y en vasos sirve el agua que algunos quiteños les han llevado.

Han pasado cuatro días y siguen esperando que Lenín Moreno las reciba.

El Mandato de las Mujeres Amazónicas está elaborado en consenso. Son 22 puntos que hablan de las manchas y erupciones en la piel, el cáncer, y las malformaciones en los recién nacidos de sus comunidades, la destrucción de sus territorios, cultivos y ríos, y la muerte de los animales que son su alimento. Piden la cancelación y anulación de los contratos del Estado con las empresas petroleras. Dicen que la extracción petrolera contaminará sus ríos.

«Las mujeres podemos pensar, podemos hacer, podemos crear» dice Zoila. Nueve de las exigencias establecidas en el documento se refieren a la culminación total de las actividades petroleras. Castillo recuerda que las luchas por su territorio para ella no son nuevas: en el 2013 las mujeres amazónicas marcharon hacia Quito para hablar con el entonces presidente Rafael Correa: «Él no nos recibió, ni tampoco los asambleístas. Pasamos más de ocho días aquí, y no nos recibieron. Ahora parece que va a ser igual».

Entre las mujeres amazónicas hay cinco niñas y cuatro niños, que corren frente a Carondelet, sede presidencial ecuatoriana. Cuando se cansan, se sientan junto a sus madres y las escuchan dirigirse, en vano, al presidente Moreno. También hay niños y niñas más pequeños. Son frágiles. Algunos están enfermos.

NELLY

E l hijo de Nelly Guampash es uno de los niños enfermos. El pequeño acompaña a su madre desde la provincia sureña de Morona Santiago ellos son Shuar. Su madre pide al Presidente amnistía para todos los hombres que han sido encarcelados y demandados por oponerse a la extracción petrolera. Hombres como su esposo, uno de los líderes perseguidos, refugiado en la selva. «No puede ver a sus hijos crecer. Ahora soy yo quién debe mantener la familia sola», dice Nelly, que trata de calmar a su bebé, agotado por el calor y la gripe. Recuerda que varios hombres, entre esos su marido, intentaron parar el desalojo de los territorios amazónicos de San Carlos Panantza, Warints y Nankints, que están en las provincias de Morona Santiago y Zamora Chinchipe. No lo lograron, pero sí se llevaron golpes, demandas y amenazas de muerte.

Nelly también pide que se aclaren las muertes de líderes indígenas en la última década. Bosco Wisuma fue asesinado con un perdigón en 2009 en el paro indígena contra el proyecto de la Ley del Agua que se tramitaba en la Asamblea Nacional. Los protestantes cerraron el paso del puente que atraviesa el río Upano, y la Policía intentó abrir la circulación, pero fueron recibidos con palos, piedras, lanzas y escopetas recortadas. La manifestación dejó 27 policías heridos y un muerto: el dirigente Bosco Wisuma. Freddy Taish también fue asesinado. En noviembre de 2013, cuando un grupo de funcionarios de la Agencia de Regulación y Control Minero (ARCOM) realizaba un operativo contra la minería ilegal en Morona Santiago, hubo un enfrentamiento. El operativo terminó con la vida de Taish y dejó 9 militares heridos. Un año después, el cuerpo de José Tendentza fue encontrado en el río Zamora, luego de que su familia lo reportara como desaparecido. Tendentza se oponía al ingreso de la petrolera china ECSA.

También las lideresas amazónicas han recibido amenazas de muerte. Patricia Gualinga, de la comunidad Sarayaku, contó en una entrevista que fue amenazada en su casa, en la ciudad amazónica de el Puyo. Un hombre lanzó una piedra a la ventana de su dormitorio mientras le repetía «la próxima te mato». Cuando Gualinga fue a poner la denuncia en la fiscalía de Pastaza, le dijeron que no se podía porque no había un parte policial. Ante su insistencia, las autoridades cedieron y tomaron la denuncia, pero hasta ahora no encuentran al responsable.

Nelly tiene la esperanza de que las mujeres amazónicas logren que el Gobierno otorgue indulto a los perseguidos, que investigue las muertes de sus líderes, que se reabran los casos. Ella quiere que el Estado se disculpe y garantice que estos hechos nunca más sucederán. Responsabiliza al Estado de la debacle que viven: «Con la minería vino la pobreza, la miseria, la prostitución, las violaciones y la muerte. Nuestros esposos, hermanos e hijos están siendo perseguidos por defender un territorio que por derecho nos pertenece y que hoy nos quieren quitar».

Nelly dice que su cultura tiene costumbres muy sanas, que caminan descalzos, sin ropa: ante los ojos de la selva, dice, no hay malicia. Eso los ha llevado a ser víctimas de los invasores, que han violado a niñas y mujeres de la zona. Por eso en el Mandato exigen un estudio y una investigación para conocer la incidencia de violencia sexual, incluyendo la prostitución, a las que las mujeres amazónicas, especialmente las niñas, han sido sometidas por los trabajadores de las empresas petroleras.

Las tierras de estas mujeres están en las zonas orientales de Sucumbíos, Pastaza, Morona Santiago, Orellana y Napo. Esta región es parte de las setecientas mil hectáreas que según la Amazon Conservation Association están cubiertas de bloques petroleros y gasíferos. En el estudio se explica que esos recursos, llaman la atención de las empresas petroleras, que negocian con los Gobiernos de Colombia, Brasil, Perú y Ecuador. Para lograr la extracción se construyen carreteras y se destruyen cientos de hectáreas de territorios, buscando un supuesto progreso que solo beneficia a los Gobiernos.

En Ecuador una de las empresas petroleras más grandes es la estatal Petroecuador, que tiene a su cargo diecisiete bloques en la Amazonía. Opera en el país desde 1972, cuando llamaba Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana (CEPE). En 1989 pasó a llamarse Petroecuador y el Estado asumió todo el control sobre sus actividades de la exploración y explotación de crudo.

En la zona hay gente achuar, zápara, shiwiar y kichwa. Está el codiciado bloque 28, concesionado en abril de 2015 a un consorcio de empresas petroleras: Petroamazonas EP, Belorusneft de Bielorrusia y ENAP de Chile.

Este bloque debió ser explotado en 1995 por la empresa Tripetrol, pero en 1998 Petroecuador declaró la caducidad del contrato. En el 2006 Repsol hizo una oferta para operar el bloque, pero no lo consiguió. Las empresas petroleras no han podido iniciar su eexplotación, por la resistencia de las comunidades locales que han impedido el ingreso de los contratistas. Por ello, muchos dirigentes amazónicos han sido enjuiciados y amenazados.

YADIRA

Y adira Sharup es una mujer Kichwa, de cabello largo y profundamente oscuro. Su vestimenta hace juego con las pulseras y los largos collares fucsias que resaltan sobre su túnica negra. Mientras amamanta a su hija, recuerda que cuando el presidente Lenín Moreno estaba en campaña fue a la Amazonía a pedirles respaldo. Les dijo que también es un hombre amazónico, que estaba preocupado por la situación del territorio, que durante su Gobierno habrían diálogos con las comunidades para evitar la destrucción de la selva. Hoy ella mira con asombro al hombre que las visitó en la Amazonía, al que recibieron con los brazos abiertos y para el que prepararon grandes banquetes, y que hoy las ignora. Aún duda que que sea sean la misma persona.

Yadira sabe que existe un mecanismo que les permite a las comunidades indígenas asentadas en territorios petroleros, decidir si el crudo se queda o no bajo tierra, pero también sabe que en Ecuador no se aplica. Ella se refiere a la consulta previa, un mecanismo incorporado en la Constitución de 2008.

El 27 de junio de 2012 la Corte IDH responsabilizó al Estado ecuatoriano por la violación de los derechos: a la consulta, a la propiedad comunal indígena y a la identidad cultural del pueblo Sarayaku, establecidos en el artículo 21 de la Convención Americana de Derechos Humanos.

El Estado había permitido a una empresa petrolera explorar y extraer petróleo desde finales de la década de noventa, sin haberle consultado previamente al pueblo Sarayaku. El Estado también fue declarado responsable de poner en riesgo la vida de sus habitantes, y la Corte estableció que el Estado debía reconocer el derecho «a la consulta previa, libre e informada de las comunidades y pueblos indígenas» antes de realizar actividades extractivas

La Secretaría de Hidrocarburos -entidad encargada de ejecutar las actividades de suscripción, modificación y administración de los contratos en las zonas petroleras- se ha reunido con las comunidades amazónicas para hablar sobre los territorios que están o se van a explorar. Pero no les ha explicado los riesgos que la extracción petrolera traería para sus territorios. Yadira y las mujeres amazónicas rechazan la falta de una verdadera consulta previa.

En el Mandato califican a la consulta previa actual como un proceso «viciado y manipulado» que ha ocultado las verdaderas intenciones de la industria petrolera en el país. «A mí nunca me han venido a decir ‘señora, ¿quiere que saquemos el petróleo de su territorio?’. A ninguna compañera le han consultado y aunque lo hicieran nosotras vamos a decir no», dice Sharup. Mientras Yadira se quita las sandalias y pone los pies al sol, cuenta que a territorio Sarayaku llegó un día «una retroexcavadora grandísima, con una pala igual de grande». La máquina arrancó de raíz algunas casas, los hombres de la comunidad intentaron frenar la destrucción, «pero recibieron insultos y golpes, otros fueron amenazados y por eso eso tuvieron que irse».

Amparadas en su Mandato, las mujeres amazónicas, han decidido no participar en consultas o socializaciones porque no van permitir más proyectos extractivos. «El Oriente es muy rico, las mujeres amazónicas somos muy ricas. Podemos vivir del turismo». Yadira no se equivoca: más allá de los vastos yacimientos de oro, cobre, plata, uranio y petróleo, también hay una inmensa selva que atrae al mundo. Yadira dice que de ser necesario le pagarán con oro al Presidente «si tanto cuesta el tiempo del presidente, las mujeres amazónicas podemos pagarle con oro su valioso tiempo ¿Es eso lo que quiere?».

Yadira asegura que el turismo sería un «buenísimo negocio, que la permitiría al Ecuador ganar miles de dólares». En su contacto con otras comunidades que viven del ecoturismo dice que ha visto que se puede obtener ingresos suficientes para vivir bien. En su territorio aún no han podido hacerlo «porque hay invasores y actividad petrolera, eso le asusta a cualquiera. Nadie va a venir a enfermarse».

El Ecuador y su gobierno presumen al mundo la megadiversidad de su territorio, resaltan la diversidad de etnias y culturas que aquí habitan. Pero Yadira dice que ese discurso es falso: ella ha sufrido la discriminación de la gente y la policía que los llama «indios incivilizados». Yadira fue la mujer que apareció en la portada de los medios nacionales, cuando la policía intentaba desalojarla, junto a otras manifestantes. Los agentes les dijeron que no podían estar ahí porque no tenían permiso para poner la carpa. Aunque sus reclamos son pacíficos, la Policía intentó desalojarlas por la fuerza. Su origen cultural y étnico les ha arrebatado uno de las condiciones básicas del trato humano: el respeto. Sus territorios no son respetados. Su cultura no es respetada. Sus cuerpos no son respetados.

MARÍA

María Taan entona bajo el sol los cánticos que le enseñaron sus ancestros. La anciana luce un vestido azul eléctrico, propio de su etnia, la nacionalidad Shuar. Lleva grandes collares rojos y amarillos, y su piel bronceada brilla bajo el sol de Quito. María canta «Luchando por la semilla, nuestros pueblos y el agüita». Repite y repite esta frase. A veces en castellano. A veces en shuar.

María está en la plaza principal del Ecuador defendiendo el territorio de Kutucú, su comunidad. Dice que en esa zona las actividades de extracción están empezando. La salud de varios miembros de su comunidad empieza a debilitarse: tienen erupciones en la piel, afecciones respiratorias y enfermedades que aún no han sido diagnosticadas. «Las tierras cada vez son menos fértiles», dice María Taan, «De a poco se están secando y los frutos que salen son raros».

La lideresa shuar le grita a un grupo de chinos que están en la Plaza. Aunque ellos no entienden lo que la mujer dice, parecen atentos. Ella les dice que las empresas de su país están acabando con su territorio: «¿Para qué?», les recrimina. «Para solo para ganar plata». Los extranjeros se sorprenden cuando una activista de la organización Acción Ecológica les traduce al inglés lo que María expresa. Dicen que en su país estas cosas no se dicen, no se hablan, que llegaron a Ecuador atraídos por la belleza de sus paisajes, que no sabían todo lo que está pasando.

Cuando María deja de hablarles, ellos se mezclan entre las manifestantes y los curiosos se quedan escuchando los cantos de las mujeres.

SANDRA

Sandra Tukup está embarazada: de su vestido azul sobresale su vientre. Es una mujer shuar de treinta y tres años y dice que vino a Quito en busca de soluciones. Es una mujer amable, cálida y alegre, pero su rostro cambia cuando habla de lo que pasa en su comunidad. Dice que cada día una nueva petrolera ingresa, lamenta que no puedan hacer valer sus derechos, porque pese a que Ecuador debe cumplir con la Consulta Previa, no lo hace. «Ellos solo se preocupan de hacer plata, no les importa la vida de los indígenas. A nosotros nos ven como serpientes no como humanos y por eso no nos respeta los derechos».

Recuerda que las escuelas del milenio fueron de las obras más sonadas del anterior gobierno, pero no les ha beneficiado como se supone: «les enseñan a los niños en otra lengua, no les dejan aprender sobre el poder curativo de las plantas, no reconocen nuestros conocimientos». Las madres se niegan a enviar a sus hijos a esas escuelas, porque la enseñanza no representa la cosmovisión y filosofía de las nacionalidades y , además, están muy lejos de sus hogares. Los niños y niñas deben atravesar la selva, territorio lleno de invasores, que en muchos casos abusan física, sicológica y sexualmente de ellos.

Zoila, Nelly, Yadira, María y Sandra coinciden al decir que se quedarán en Quito hasta que el Presidente las reciba. Hasta que eso suceda, cuentan historias en sus lenguas nativas, atraviesan de lado a lado la Plaza Grande, aconsejan a las tres mujeres embarazadas, explican a las personas que llegan a la Plaza cuál es su lucha.

Lenín Moreno, desde el inicio de su mandato, ha dicho que mantendrá diálogos con todos los sectores de la población. Ya recibió a los dueños de los medios de comunicación privados , se reunió con los transportistas , con la Red de Maestros . También con los opositores del anterior Gobierno: Cynthia Viteri y Dalo Bucaram , con el Fondo Monetario Internacional y este 13 de marzo con el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social transitorio . Sin embargo a las mujeres amazónicas no las ha recibido.

Por lo pronto, apenas un emisario: Juan Sebastián Roldán, secretario particular de Moreno -por encargo del Presidente-, recibió el 16 de marzo a las 12 del día a las mujeres amazónicas. Durante tres horas diez lideresas indígenas expusieron su Mandato. El secretario del Presidente les dijo que Moreno le había dicho que las visitará en sus territorios y que ellas propongan una fecha para el encuentro. Nina Gualinga le dijo que si el Presidente va a su territorio, ellas lo harán esperar cinco días bajo el sol de la selva . Tal como él ha hecho con ellas.

Roldán también dijo que de ninguna manera se podrán frenar los contratos petroleros. «En Ecuador no existe el todo o nada». Dijo que no se puede tener a todos contentos, y que por eso ellas tendrán que ceder. Finalmente, el Secretario de la Presidencia anunció que Moreno las recibirá el 22 de marzo a las cinco y media de la tarde. Les regalará treinta minutos de su valioso tiempo a algunas mujeres que caminaron once días desde el corazón de la selva, para llegar al Puyo y ahí unirse a una marcha que duró tres días en llegar a Quito.

Estas mujeres, que llevan cinco días aguantando sol y gritando en la Plaza Grande, emprenderán hoy un viaje de retorno a sus territorios. Algunas están enfermas. Todas están cansadas. Su cansancio es físico. Moralmente, dicen, les sobra fuerza para luchar.