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Sobre relaciones chileno-bolivianas

La mala vecindad

Fuentes: Punto Final

El episodio de los tres soldados bolivianos que traspasaron la frontera del norte chileno armados con un fusil AKA persiguiendo a contrabandistas de vehículos, puso las relaciones entre ambos países en su punto más bajo de las últimas décadas. Algunos analistas de la nación altiplánica consideran, incluso, que nunca desde la guerra del Pacífico los […]

El episodio de los tres soldados bolivianos que traspasaron la frontera del norte chileno armados con un fusil AKA persiguiendo a contrabandistas de vehículos, puso las relaciones entre ambos países en su punto más bajo de las últimas décadas. Algunos analistas de la nación altiplánica consideran, incluso, que nunca desde la guerra del Pacífico los vínculos diplomáticos -si es que pueden llamarse de ese modo- habían estado tan deteriorados.

Parecen muy distantes los tiempos cuando los presidentes Evo Morales y Sebastián Piñera jugaban un partido de fútbol en Santiago, en marzo de 2010, o asistían como testigos del rescate de los 33 mineros -uno de ellos boliviano, Carlos Mamani- en la mina San José, en Atacama, en octubre del mismo año.

Los acercamientos chileno-bolivianos se iniciaron durante la administración de Michelle Bachelet e hicieron posibles más tarde nueve encuentros entre Morales y Piñera, que alentaron las expectativas de disipar las nubes en el clima diplomático. No pudo ser así y al final, el tema marítimo y la detención de los tres dragoneantes de Oruro hicieron evidente la imposibilidad de acercamiento entre ambas administraciones.

Duros enfrentamientos verbales entre los dignatarios, ya sea en foros internacionales o a través de los medios de comunicación, contribuyeron al virtual quiebre de los lazos formales entre La Paz y Santiago. Piñera, aprisionado por la obsesión de remontar puntos en las alicaídas encuestas de aprobación, optó por un gesto de dureza y decidió llevar a la justicia a los soldados bolivianos detenidos, conducta que escapa a los habituales comportamientos diplomáticos en casos similares. Morales, en tanto, enfrentado a la dispersión de sus partidarios y a sus deseos de repostularse para un tercer mandato, decidió echarle leña al fuego en una escalada de acusaciones contra su colega chileno. Así, la detención de los tres soldados fue el colofón casi natural de una cada vez más deteriorada relación llena de agravios públicos entre sus presidentes.

A fines de febrero, el presidente Morales dijo a su par Piñera que era un «mal vecino» y que si quería vengarse por la campaña internacional por la reivindicación marítima, que «se vengue con Evo» y no con los tres soldados. Tales dichos, conociendo la personalidad del gobernante chileno, llevaron el conflicto a un quiebre definitivo, haciendo prácticamente imposible recomponer las relaciones bilaterales en el corto plazo, y otorgándole un valioso tiempo de maniobra al jefe de Estado boliviano en espera de los resultados de la elección presidencial chilena programada para el próximo mes de noviembre.

 

LA AGENDA DE BACHELET

Observadores y analistas de ambos países, que no se obnubilan por las pasiones nacionalistas, consideran que de este incidente salió fortalecido Evo Morales, pues puso en evidencia que con Piñera en La Moneda resulta imposible avanzar en la búsqueda de una solución a la mediterraneidad boliviana y que sólo resta esperar al nuevo gobierno que asumirá en Chile en 2014, confiando en que éste sea encabezado por Michelle Bachelet, que lidera todas las encuestas.

En declaraciones al diario paceño Página Siete, el ex cónsul boliviano en Santiago, Roberto Finot, declaró que «se debe reconocer que el señor Piñera ya no es interlocutor y ha demostrado fehacientemente hasta dónde quería y hasta dónde podía llegar, y no se ha llegado a ninguna parte». En términos similares, otro ex cónsul en la capital chilena, Ramiro Prudencio Lizón, expresó: «Habrá que esperar un cambio en La Moneda, y que llegue un presidente más abierto hacia la causa boliviana que, a todas luces, sería Michelle Bachelet», agregando que un eventual triunfo de Bachelet puede significar la reanudación de «relaciones amistosas». Alertó, sin embargo: «¿Cuánto podría afectar a futuro la agresiva política del gobierno boliviano? y ¿podrá Bachelet hacer borrón y cuenta nueva y empezar las relaciones en buen pie olvidando los ataques de este periodo?».

 En 2006, Morales y Bachelet establecieron una agenda bilateral de trece puntos que incluyó la demanda marítima. Pero si bien al comenzar su gestión Piñera retomó esa agenda, a fines de 2010 Chile congeló una cita en que debía presentar propuestas «concretas, útiles y factibles» sobre las demandas bolivianas. Según analistas bolivianos, esto marcó el inicio del deterioro de las relaciones entre ambos gobiernos.

El canciller boliviano David Choquehuanca reiteró la intención de su gobierno de sentarse en la mesa para solucionar los temas pendientes. Para ello -dijo- la última palabra la tiene Chile, ya que fue la administración de Piñera la que congeló la negociación en 2010. «Son ellos los que han cancelado unilateralmente esta reunión del mecanismo de consultas políticas. Seguramente no hay capacidad política, no hay voluntad ni la capacidad para empezar a trabajar, (pero) estamos esperando que se pueda retomar ese diálogo. Le toca a Chile convocar, y en territorio chileno», detalló el canciller Choquehuanca. «La siguiente reunión tenía que realizarse en Chile en noviembre de 2010, porque donde se firmó el acta fue en Bolivia, pero nosotros no nos explicamos por qué Chile posterga unilateralmente esta reunión», acotó el canciller boliviano al concluir su participación en la reunión del consejo político de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (Alba), en Caracas.

La diplomacia boliviana ha insistido en que la relación entre ambos países cambió con la llegada de Sebastián Piñera a La Moneda, y que desde ese momento se alteró la metodología de la negociación, creándose una comisión bilateral para el efecto. Debido a sucesivas fricciones entre los dos gobiernos, dicha comisión se reunió por última vez en febrero de 2011. Bolivia empleó -como estrategia- los escenarios internacionales para exponer la demanda de una salida soberana al mar, logrando apoyos como los del Alba. Los países bolivarianos, con Venezuela a la cabeza, mantienen una tradicional solidaridad con Bolivia en esta materia. La petición incomodó al gobierno chileno, que en reiteradas ocasiones dijo que con Bolivia no existen «temas pendientes», aferrado a la intangibilidad del tratado de 1904 que fijó los límites entre las dos naciones luego de la guerra del Pacífico.

 

CANTICOS INAPROPIADOS

Cuando peor parecían estar las relaciones no sólo con Bolivia, sino también con Perú, un video difundido en Internet mostró a un pelotón de marinos chilenos trotando por las calles de Viña del Mar mientras cantaban estribillos marciales en contra de bolivianos, peruanos y argentinos. El video fue captado por una estudiante argentina y en él se observa a los militares chilenos cantando «argentinos mataré, bolivianos fusilaré, peruanos degollaré».

El gobierno boliviano pidió «condena internacional» para el Estado chileno por los cánticos xenófobos de sus uniformados. Los gobiernos de Argentina y Perú también condenaron el hecho, aunque aprobaron la respuesta del ministro de Defensa, Rodrigo Hinzpeter, quien instruyó a los mandos de la Armada dar con los responsables en un plazo de 24 horas.

Aquel video permitió al diario La Razón de La Paz, uno de los más conservadores de Bolivia, equivalente a El Mercurio de Santiago, comentar: «Con todo, lo que queda es la inevitable sensación de que, así no sea una opinión mayoritaria del pueblo chileno, hay una suerte de doctrina en Chile, particularmente entre sus Fuerzas Armadas, de hostilidad hacia los tres países vecinos. Para demostrarlo, hay numerosas declaraciones de autoridades y legisladores, actuales y del pasado, que se refieren con desprecio o prepotencia a Bolivia, Perú y Argentina. Es fácil imaginar que la situación ha causado justificada preocupación en Chile, por el riesgo que entraña para sus habitualmente tensas relaciones bilaterales con los países vecinos. Ojalá que ello produzca un cambio en sus Fuerzas Armadas, forjadas en los años de la dictadura de Augusto Pinochet, y que se rehúsan a modernizar su discurso».

El impasse de los soldados bolivianos -ascendidos a cabos y condecorados a su regreso a Bolivia-, llevó a los socialistas chilenos -el partido de Michelle Bachelet- a manifestar críticas al presidente Morales. El senador Juan Pablo Letelier afirmó que «Evo Morales ha elevado la causa de los tres conscriptos a la categoría de afrenta a la nación, agitando al interior del país el sentimiento antichileno y reivindicando ante la opinión pública internacional la condición de víctima que esgrime Bolivia respecto de Chile, haciéndonos aparecer como prepotentes, soberbios y vengativos», añadiendo que «a Chile, en cambio, no le sirve en absoluto, y tampoco le sirve al futuro de las relaciones entre ambas naciones, que solo deberían apuntar a una creciente y amigable integración en la perspectiva del desarrollo común en materias estratégicas para ambos, empezando por la energía, el transporte, las comunicaciones y el cada vez más libre tránsito de mercancías y personas».

En medio de la escalada del conflicto, un nuevo ingrediente -que aún no se esclarece- agregó más pimienta a la sopa, cuando el presidente Piñera denunció en Santiago una provocación en la frontera binacional por un grupo de uniformados, supuestamente bolivianos, a una patrulla de carabineros chilenos. «Un grupo de personas con uniformes camuflados de naturaleza militar ingresaron a territorio chileno desde Bolivia, encañonaron a una persona, le robaron su camioneta y posteriormente se fueron hacia la frontera boliviana provocando a los carabineros chilenos que los estaban siguiendo. Pero los carabineros chilenos no cruzaron la frontera», afirmó el mandatario. El canciller Choquehuanca, apoyado en un informe del comando general de las Fuerzas Armadas, respondió que desde el 26 de enero, un día después de la detención de los tres soldados bolivianos, las fuerzas armadas no han realizado más desplazamientos por la frontera binacional. De ser así, ¿quiénes son los que se desplazan con uniformes de camuflaje, con gorros pasamontañas y fuertemente armados en las inmediaciones de la frontera?

 

EL FACTOR BRASILERO

Aparentemente, la Cancillería boliviana y los asesores del presidente Evo Morales han percibido con claridad los graves errores cometidos por el presidente Piñera en su manejo de las relaciones internacionales al privilegiar los vínculos con Europa, Estados Unidos, Asia, México y Colombia, en desmedro de los países vecinos y, en particular, de Brasil. Así, Evo Morales confirmó la exclusión de Chile del proyecto de comunicación interoceánica que nacerá en Brasil y llegará a las costas del Pacífico. Anunció que el 5 de abril inaugurará en San José de Chiquitos la carretera bioceánica junto a la mandataria brasileña, Dilma Rousseff, y el presidente peruano, Ollanta Umala. En diciembre de 2007, el presidente Morales se reunió en La Paz con los presidentes Michelle Bachelet, de Chile, y Luiz Inácio Lula Da Silva, de Brasil. En esa cita se acordó construir una carretera de 6.100 kilómetros con una inversión de 604 millones de dólares para vincular Brasil, Bolivia y Chile, uniendo los océanos Pacífico y Atlántico. Tres años después, en 2010, Morales anunció que el mandatario chileno, Sebastián Piñera, visitaría Santa Cruz para inaugurar el tramo de la carretera junto a Rousseff. Hoy ya no existe la intención de incluir a Chile en el proyecto: de los puertos chilenos en que inicialmente iba a desembocar la carretera interoceánica, se decidió pasar a los atracaderos del sur del Perú.

¿Una consecuencia más del deterioro de las relaciones?

Publicado en «Punto Final», edición Nº 776, 8 de marzo, 2013

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