En nombre de la “libertad” defienden la “libertad del mercado” que todo lo dispone, y siempre proponen recortar miles de empleos en el sector público como si detrás no hubiera personas.
El candidato de extrema derecha chilena que reivindica la dictadura del general Augusto Pinochet habla de “libertad” y cuando lo dice las palabras parecen perder su esencia y carecer de sentido. José Antonio Kast sostiene que el 11 de septiembre de 1973 -el día que las Fuerzas Armadas derrocaron a Salvador Allende- “Chile escogió la libertad”. Además, niega que Pinochet haya encabezado una dictadura.
Como Kast, la mayoría de los líderes de los partidos de extrema derecha en América Latina pregonan la “libertad” pero se identifican con gobiernos militares que cerraron parlamentos, encarcelaron, secuestraron y asesinaron a miles de personas. Se podría alegar que el debate sobre los gobiernos militares es historia; sin embargo, la exaltación de Kast de la “libertad” es similar a la de muchos otros movimientos de ultraderecha en América Latina, Estados Unidos y Europa. Lo importante, es comprender que detrás de la palabra libertad -repetida cual mantra- se esconden posturas conservadoras y reaccionarias.
Si bien no son un grupo homogéneo y hay diferencias entre estos movimientos, gran parte de sus principales dirigentes se opone a la libertad de interrumpir un embarazo o a la libertad de elegir personas de su mismo género para tener un vínculo sexual, o incluso casarse. Es más, el mero hecho de ver la sigla LGTBI les provoca un rechazo visceral. Por otra parte, revindican la libertad del capital para trasladarse de un lugar a otro sin límites, pero rechazan inmigrantes que provienen de sitios cuyas culturas consideran inferiores. En ese caso, la libertad tiene sus límites.
No cabe duda que la palabra “libertad” es seductora, y más durante una pandemia. Pero también hay que recordar que ha sido bandera de lucha en contra de regímenes autoritarios aunque -paradójicamente- hoy la enarbolan dirigentes de movimientos que apoyaron dictaduras. Está claro que utilizan la palabra libertad como consigna, porque la pandemia produjo un repliegue hacia los hogares por decisión de los gobiernos, a los que suelen calificar de dictatoriales por haber puesto restricciones a los movimientos de la ciudadanía para salvar vidas.
En nombre de la libertad varios de ellos no se vacunaron y alentaron los movimientos anti vacunas mientras pregonaban la libertad de seguir en las calles, cuestionando cualquier tipo de restricciones que el “Estado opresor” quería imponer para evitar la propagación del COVID-19. En otras palabras: mi libertad para contagiar.
Su discurso de la “libertad” es muy permeable en las clases medias que suelen culpar a los Estados por los impuestos que deben pagar, sin aclarar siquiera cómo -sin impuestos- se podrían financiar escuelas u hospitales, ya que nunca plantean perseguir a los grandes evasores, quienes sí tienen la “libertad” de fugar su dinero. En nombre de la “libertad” defienden la “libertad del mercado” que todo lo dispone, y siempre proponen recortar miles de empleos en el sector público como si detrás no hubiera personas.
Ni qué hablar de derechos adquiridos que mejoraron las condiciones del trabajo; si fuera por muchos de estos “liberales” la explotación laboral seguiría siendo la del siglo XIX.
A la ultra derecha latinoamericana se le suma la española de VOX que ahora se propone “conquistar” América en nombre de la lucha contra el comunismo y bajo el confuso término de “Iberósfera” cuando se refieren al Reino de España y el “Nuevo Continente”. Es VOX también el impulsor de la Carta de Madrid que se presenta “en defensa de la libertad y la democracia en la Iberósfera”.
Dicha carta, que es un compendio de consignas contra el comunismo, ya fue firmada por varios dirigentes de América Latina que fueron participes de golpes de Estado, como María Corina Machado en Venezuela en 2002, Antonio Murillo, ministro del gobierno de facto de Jeanine Añez en Bolivia en 2019, el propio Kast de Chile o Roger Noriega, uno de los diplomáticos de los Estados Unidos que más hizo para socavar la democracia en países gobernados por movimientos progresistas.
El politólogo chileno Mladen Yopo sostiene que es el regreso de una ideología totalitaria, llámese fascismo, neofascismo, nacional-populismo o populismo autoritario, y que no es el conservadurismo tradicional. Es un movimiento mucho más peligroso. Y urge frenarlo.
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