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La muerte del centro izquierda y los «trumpistas»

Fuentes: wolfgangstreeck.com

Las personalidades extrañas surgen en medio de las grietas de las instituciones en proceso de desintegración. A menudo son extravagantes, de encendida retórica y alardean de poder sexual. El primer Trump de la posguerra fue un rebelde tributario danés, Mogens Glistrup. Fundador del Partido del Progreso Nacional, después de haber puesto sus principios en práctica, […]

Las personalidades extrañas surgen en medio de las grietas de las instituciones en proceso de desintegración. A menudo son extravagantes, de encendida retórica y alardean de poder sexual.

El primer Trump de la posguerra fue un rebelde tributario danés, Mogens Glistrup. Fundador del Partido del Progreso Nacional, después de haber puesto sus principios en práctica, fue a prisión por evasión de impuestos. Geert Wilders en los Países Bajos y Boris Johnson en Inglaterra son los Trumpers, rebeldes del pelo y del peinado. Pim Fortuyn y Jörg Haider eran dandies, playboys; murieron en su ley. Beppe Grillo, Nigel Farage, y Jean-Marie Le Pen, solo los tres juntos hacen un Trump completo.

Los Trumpers generan su carisma populista desafiando las convenciones. Lucen como extraordinarios para aquellos que viven intimidados por los mecanismos democráticos de control social. (1) En retrospectiva, pareciera que las democracias capitalistas han estado esperando por sus Trumpers.

La promesa de Donald Trump de volver a hacer grande a Estados Unidos es un reconocimiento que su nación es un imperio en decadencia. Los Estados Unidos han sido incapaces, desde Vietnam, de ganar, o incluso de terminar, las guerras que comenzaron. Trump, con su discurso xenófobo y sus llamados al proteccionismo económico ha cuestionado los dogmas de los internacionalistas liberales.

Cuestionando la política de las últimas décadas los Trumpistas se preguntan: ¿Los acuerdos de libre comercio son realmente beneficiosos para todos? ¿Entonces, por qué el gobierno de Estados Unidos dejó que su país se desindustrializa? ¿Por qué si tenemos una política de inmigración legalmente establecida el país tiene once millones de inmigrantes ilegales ? Los trumpers de otros países dicen que esto hay que cambiarlo, y los Trumpistas, en otras partes del mundo, están de acuerdo con el cambio.

Bonapartismo

En El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, Karl Marx relató el golpe de estado de 1851 del sobrino de Napoleón I. Luis Bonaparte, tomó el poder, gobernó a Francia primero como su presidente y un año más tarde como emperador. (3) Ejerció el poder como Napoleón III hasta 1871, cuando el ejército prusiano comandado por Helmuth von Moltke, puso fin a su gobierno, y de paso terminó con su «amour-propre» .

Marx describió el bonapartismo como una forma de gobierno personalista y populista. Surgió, argumentó, en sociedades europeas estancadas, con una clase capitalista demasiado dividida y una clase obrera demasiado desorganizada para conquistar el poder. El resultado fue un grado de relativa autonomía estatal, que expresaba, aunque de manera enmascarada, un equilibrio entre las clases sociales. (4 )

Las políticas bonapartistas (5) no han sido una receta eficaz. Bajo los regímenes inspirados en el bonapartismo el estado carece de poder para controlar a las fuerzas del mercado, por tanto los capitalistas pueden darse el lujo de permitir que símiles de Bonaparte realicen sus espectáculos de bravuconería política. Detrás de estas representaciones histriónicas, los mercados hacen lo que hacen los mercados. Al reflexionar sobre los dos Napoleones, Marx señaló que el primera fue una tragedia, pero el segundo, una farsa. (6 )

Nadie desea ver demasiada farsa en la escena política internacional. La lenta ruptura del capitalismo, administrado por el Estado, en la década de 1970, fue seguida por el catastrófico colapso de su sucesor neoliberal en 2008. Este evento y una serie de acontecimientos destruyeron la credibilidad del neoliberalismo como doctrina económica (7) y dejaron a los administradores del capitalismo global desorientados. (8)

En la actualidad existe un profundo desacuerdo acerca de la gobernanza del sistema capitalista: ¿debería estar a nivel nacional o global? En medio de esta coyuntura desaparece el centro-izquierda y la fragmentación de los sistemas de partidos provoca difícil o imposible la formación del gobierno; a esta crisis política hay que sumar el aumento de la desigualdad y el endeudamiento en las economías capitalistas desarrolladas.

Trump ganó las elecciones presidenciales con el apoyo de una clase desorganizada, los trabajadores industriales de la América media, comparables, a su manera, a los pequeños campesinos descritos por Marx en la Francia de mediados del siglo XVIII. (9) Hillary Clinton fue incapaz de forjar una coalición entre Wall Street y el ciudadano de a pie, o entre la burguesía grande y pequeña, o entre Silicon Valley y trabajadores de la industria, o entre las fuerzas de las finanzas y los partidarios de Bernie Sanders.

En el lado opuesto de este sistema político en decadencia, el partido republicano fue incapaz de salvar la brecha entre el viejo republicanismo y el Tea Party, o entre modernizadores sociales y fundamentalistas religiosos, o entre hedonistas urbanos y puritanos rurales, o entre intervencionistas internacionales y nacional-proteccionistas.

Las pequeñas grietas se convirtieron en grandes grietas, abriendo el camino para que un outsider como Trump ganara la nominación republicana. Si el establishment demócrata se hubiera defendido tan débilmente como el establishment republicano, (10) Trump podría haber sido derrotado por Sanders.

La Muerte del Centro-Izquierda

En el último cuarto de siglo, el centro-izquierda realizó un compromiso histórico con el globalismo neoliberal, un proceso que exigió la modernización económica y social. Ahora el globalismo está en crisis, en este contexto histórico debe entenderse a Trump y el Trumpismo. En el decenio de 1990, el centro-izquierda depositó sus esperanzas en el restablecimiento del crecimiento, la consolidación de las finanzas públicas, la libertad de los mercados internacionales y una reestructuración industrial y social.

La competencia internacional presionó a las economías nacionales para que fueran más eficientes. Los perdedores de la nueva era fueron castigados con salarios cada vez más bajos y prestaciones de seguridad social cada vez más reducidas.

Los ganadores fueron recompensados por mayores ganancias y menores impuestos. Estas políticas fueron difíciles de vender a los votantes de centro-izquierda, por lo que estos partidos atribuyeron las medidas económicas a las fuerzas naturales de la globalización. De este modo, el centro-izquierda pretendía escapar de su responsabilidad por el dolor infligido a su electorado. La medicina amarga no funcionó; tampoco la inmunidad política del centro-izquierda.

En todos los países del mundo capitalista desarrollado, el número de perdedores aumentó hasta que los empresarios sintieron que era su oportunidad y entraron en la escena pública. El auge de los Trumpistas fue posible gracias a la caída del centro-izquierda en Estados Unidos, Italia, Francia, Reino Unido, Austria, Holanda e incluso Alemania, donde los perdedores en la antigua República Democrática Alemana (Deutsche Demokratische Republik) fueron los primeros partidarios del nuevo partido derechista, el AfD (Alternative für Deutschland).

Los agraviados por la acelerada internacionalización de sus sociedades se sintieron abandonados por su estado nacional. Las elites encargadas de los asuntos públicos fueron juzgadas culpables de haber entregado la soberanía nacional a las corporaciones internacionales. Estos cargos son en gran parte verdad.

El neoliberalismo global ha debilitado al Estado-nación, y con él, a la democracia nacional. Los ciudadanos más afectados por estos acontecimientos sólo tenían sus votos para expresar su disgusto. El trumpismo inició el despegue en un ambiente de irritación popular por la escandalosa ostentación pública de los globalizadores. Las élites económicas y culturales habían entrado en un espacio internacional rico en derechos, dentro y fuera de los estados nacionales.

Si se entiende la democracia como la posibilidad de establecer obligaciones sociales hacia aquellos desafortunados por el mercado, las élites globales habían creado un mundo en el que no tenían ningún tipo de obligaciones. Para aquellos que conspiraban, aprovechando el creciente descontento popular, el nacionalismo apareció como una fórmula obvia tanto para la reconstrucción social como para el éxito político.

Los ganadores y los perdedores del globalismo están enfrentados entre el cosmopolitismo y el nacionalismo. La vieja izquierda se había retirado de sus luchas para apoyar un internacionalismo sin estado, entonces la nueva derecha ofreció recuperar el estado-nación llenando el vacío político abandonado por la centro-izquierda.

El disgusto liberal con la retórica de Trump apenas ha servido para que el centroizquierda se justifique ante sus electores, ha evitado explicar su fracaso con el recurso de un lenguaje político «civilizado». Pero, el descontento es muy fuerte y ha crecido rápidamente.

La presidencia de Trump es a la vez el resultado y el final de la versión americana del neoliberalismo. Habiendo comenzado a desmoronarse en la era de George W. Bush, el régimen neoliberal logró recuperar una apariencia de vitalidad bajo Barack Obama. Con su partida, estaba destinado a colapsar bajo el peso de sus contradicciones y de sus políticas absurdas.

El osado intento de Clinton de presentarse como defensora de los estadounidenses que «trabajan duro y siguen las reglas», mientras cobraba una fortuna por sus conferencias en Goldman Sachs estaba destinado a fracasar. También su insistencia en ser la primera presidenta. Su propuesta de baños transgénicos públicos enfureció a todos, excepto a aquellos que buscaban acceso a ellos, no importó el intento de Obama de describir el acceso a estos baños como un derecho civil. (11) En el fondo, a nadie le importaba.

Clase, estado, partido

Hace casi un siglo, Max Weber hizo una distinción entre clase y estatus. (12) Las clases están constituidas por el mercado; por un modo particular de vida y una exigencia de respeto social. Los grupos de status son comunidades sociales locales o particulares. Las clases llegan a ser clases sociales sólo a través de la organización.

La máquina electoral Trumpista movilizó a sus partidarios como grupos de estatus. Apeló al sentido común del honor más que a sus intereses materiales. (13) En esto, el Trumpismo sigue al neoliberalismo del Nuevo Laborismo y de los Nuevos Demócratas, que eliminaron a las clases de su vocabulario político. En su lugar, redefinieron la lucha por la igualdad social como una lucha sobre la identidad, es decir, sobre el reconocimiento simbólico y la dignidad colectiva de un número indefinido de grupos sociales cada vez más pequeños.

El neoliberalismo había podido anticipar un descubrimiento hecho por politólogos; cuando la clase obrera desmovilizada se sienta abandonada gira políticamente en favor de los intereses específicos de pequeños grupos. Este hallazgo inevitablemente degrada los intereses generales de la clase obrera.

A medida que los Estados Unidos se fue transformando en una comunidad de grupos de status, la clase obrera perdió su identificación con el país en su conjunto, reducida en su identidad histórica, un sector ha tendido a grupos de estatus partidarios del racismo, el sexismo, la violencia armada y el declive educativo e industrial. (14)

Como respuesta a la propaganda Trumpista, el centroizquierda transmitió, consciente o inconscientemente, a los grupos que se sienten privados de una solidad identidad, que pronto se convertirían en «una minoría en su propia tierra». El trumpismo, por su parte, prometió la restauración del honor nacional. El país se reconstituiría como un grupo unificado de estatus, defendiendo su integridad contra los inmigrantes y las élites urbanas.

A diferencia de la política de identidad del centro-izquierda, el Trumpismo habló del honor colectivo. A diferencia del centro-izquierda, Trump se dirigió a la mayoría silenciada de una clase desorganizada. Una clase que está resentida por su relegación al estatus de una minoría moral, menos digna de respeto que otras minorías debido a ofensas contra un nuevo espíritu de apertura y diversidad.

La dinámica electoral de la victoria de Trump en los Estados Unidos es ahora bien entendida. Las elecciones fueron no tanto porque perdió Clinton, sino porque ganó Trump. A diferencia de otros candidatos, Trump no tuvo que aumentar la participación electoral para ganar. (15) Habiendo insultado a los simpatizantes de Trump como una «cesta de deplorables», Clinton colocó sus apuestas en una colección de grupos de estatus definidos por color, género, origen nacional, identificación sexual y similares.

De esta manera Hillary Clinton entregó tempranamente Pennsylvania, Ohio, Michigan y Wisconsin. Clinton también confió su campaña en el respaldo financiero de Wall Street, de Silicon Valley y del glamour aportado por Meryl Streep y Beyoncé. Como campeona de los «estadounidenses que trabajan duro y cumplen las reglas», Clinton no pudo explicar su sospechoso enriquecimiento. (16) Finalmente, Trump recibió la mayor parte de sus votos de las víctimas de la desindustrialización en el centro del país. (17)

El resultado fue una división casi perfecta del paisaje político entre las mayorías de Trump en el centro del país y las mayorías de Clinton a lo largo de las costas. Clinton se centró en el estatus más que en la clase, la clase se la dejó a Trump, quien en un acto de genio político instintivo, hizo de la clase otro grupo de estatus, olvidado y deshonrado. Esto le permitió atraer a los votantes en circunstancias económicas relativamente cómodas, que ya no sienten suficientemente respetados por las fuerzas de la modernización cultural.

La persona de Trump y su indignante apariencia no les disuadió, al parecer porque lo que dijo estaba más cerca de su corazón que el discurso político convencional. Tampoco sus votantes se cambiaron por el hecho que no era un experto en política. Apoyarlo fue una expresión de su fe perdida en la capacidad de resolución de problemas de la política convencional. (18)

Aunque el atractivo de Trump estaba referido al respeto, el rechazo a Clinton fue acerca de la clase. Mujeres blancas de clase trabajadora votaron por Trump. Un 62 sobre 34 por ciento. (19). En comparación con Obama, Clinton perdió entre negros y latinos, así como entre asiáticos. (20)

Ciudades versus Hinterlands

Una de las grietas estructurales en las sociedades contemporáneas, que ha permitido florecer al Trumpismo, es una hendidura en rápido crecimiento entre las ciudades y un desindustrializado interior, más o menos rural. Las grandes ciudades son el polo de crecimiento de las sociedades postindustriales. Son internacionales, cosmopolitas y políticamente favorables a la inmigración, en parte porque su éxito en la competencia mundial depende de su capacidad para atraer talento de todo el mundo.

Las ciudades también requieren un suministro de trabajadores de baja calificación y bajo salario, que limpian oficinas, proveen seguridad, preparan comidas en restaurantes, y cuidan a los hijos de familias con doble carrera. (21) La clase media blanca que ya no puede permitirse el aumento de su alquiler, se encuentran viviendo en comunidades con inmigrantes, o se trasladan a las suburbios. (22)

La separación geográfica tiene profundas consecuencias culturales y políticas. Las elites urbanas pueden imaginarse moviéndose con facilidad de una ciudad global a otra ciudad global; moverse de Nueva York a Iowa es otro asunto. Las fronteras nacionales son menos importantes para las élites urbanas que las fronteras culturales e informales entre comunidades urbanas y rurales.

A medida que los mercados laborales urbanos se vuelven globales, los solicitantes de empleo de los hinterlands nacionales deben competir con el talento de todo el mundo. La globalización crea un incentivo para que los gobiernos y los empleadores no inviertan demasiado en educación. ¿Por qué molestarse? Siempre pueden cazar mano de obra calificada de otros países. Así es como Estados Unidos combina uno de los peores sistemas escolares del mundo con las mejores universidades y centros de investigación del mundo.

Hay una barrera cultural casi insuperable entre la ciudad y el país, algo conocido desde hace mucho tiempo, tanto para los habitantes de las ciudades como para los campesinos. Los habitantes de la ciudad desarrollan una visión multicultural y cosmopolita. A medida que sus valores convergen con sus intereses, lo que solía ser liberalismo social se inclina hacia liberalismo de libre mercado. Desde el punto de vista de las provincias, por supuesto, el cosmopolitismo de élite sirve a los intereses materiales de una nueva clase de ganadores globales.

El desprecio mutuo se ve reforzado con un aislamiento autoimpuesto; ambos lados hablando sólo dentro y fuera de sus territorios, unos a través de los medios de comunicación, ubicado en las ciudades, el otro a través de canales de Internet privados y autoconstruidos.

La política del resentimiento

Con la modernización neoliberal viene con un programa de reeducación cultural. La guerra liberal contra la tradición, emprendida por las élites metropolitanas, y las reformas económicas neoliberales están relacionadas. La primero sirve de tapadera para la segunda. Ambas tratan de redefinir la solidaridad social y el igualitarismo económico. Las comunidades sociales basadas en un sentido común solidario están siempre en riesgo de albergar o recaer en una actitud hostil al progreso capitalista.

El neoliberalismo defiende el logro individual sobre la solidaridad colectiva. En términos del análisis seminal de TH Marshall, sobre el Estado de bienestar europeo, el globalismo equivale a una inversión de los derechos sociales de protección colectiva, basados en una ciudadanía que ejerce como una comunidad política (nacional) con derechos civiles de participación igualitaria. (23)

Las naciones son comunidades imaginadas. (24) La construcción de la nación implicó la creación de instituciones formales que extendían los lazos de solidaridad comunales a todos los ciudadanos. La globalización favorece la igualdad de acceso de todos a los mercados mundiales. Para la globalización no tiene sentido la ciudadanía nacional o los ciudadanos nacionales. Otro sistema moral está funcionando. (25)

La reeducación cultural es necesaria para borrar la solidaridad tradicional y es reemplazada por una moral de igualdad de acceso e igualdad de oportunidades sin importar estatus (como «raza, credo y origen nacional»). La justicia se sirve tan pronto como se iguala el acceso al mercado. El reemplazo de la solidaridad de clase por los derechos de estatus exige un ajuste flexible a las cambiantes condiciones del mercado.

La moralidad de la mercantilización implica una deslegitimación categórica de las distinciones. La empatía y la benevolencia se convierten en deberes morales con respecto a todos, más que al prójimo. Los derechos sociales son desplazados por los derechos civiles, un proceso que, como Hannah Arendt vio claramente en 1948, diluye inevitablemente a la invisibilidad cualquier sistema de protección social efectivo.

Para un Estado-nación que se someta a esta redefinición cultural neoliberal, esto tiene profundas consecuencias. Las clases que luchan por la corrección de los mercados dan paso a grupos de estatus que luchan por acceder a ellos. No se trata de los términos de intercambio o de intereses de clase en conflicto o de los límites de la explotación de una clase por otra, sino grupos de estatus con acceso al mercado establecido, que excluye a los grupos de status que no sean competitivos

La moralidad política radica en abrir la competencia eliminando las barreras a la entrada, no en contenerla a través de poner límites a la mercantilización de la vida. Para los grupos que ya tienen acceso al mercado, esto significa un deber moral, en nombre de la igualdad, hay que aceptar ser desafiados por los recién llegados, sean cuales sean – conciudadanos, inmigrantes o residentes de otros países – incluso con el riesgo de ser superados y tener vidas perturbadas como resultado.

El cambio de clase a grupos de status ha dejado profundamente resentidos a los restos de la clase obrera tradicional. El trumpismo es la erupción política tardía de este resentimiento. En los Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Suecia y Alemania, la vieja clase obrera, reunida en regiones en declive y aislada de brillantes ciudades globales, se ha sentido marginada por lo que percibe como una nueva política de victimización. (27)

Su aislamiento moral y económico se ve agravado por los medios de comunicación y sus campañas de reeducación. Arlie Russell Hochschild ha descrito las profundas divisiones entre las comunidades americanas tradicionales y una cultura urbana hegemónica que declara un deber moral para los ciudadanos es extender los sentimientos de compasión, solidaridad de vecinos y amigos a todos, a toda la humanidad. (28)

Aquellos incapaces de cumplir con las demandas de compasión son ampliamente considerados como moralmente defectuosos. Es mejor callar. (29) La resistencia es castigada por la marginación cultural, y en un ejercicio de ironía social está marginación se está convirtiendo en una forma de victimización.

En la medida en que Trumpismo es un movimiento cultural, representa un contragolpe contra la degradación de una clase desorganizada; y también puede expresar un ardiente deseo de rehabilitación simbólica. El ascenso de Trump coincide con una dramática pérdida nacional de estatus en el ámbito internacional. La clase obrera americana ha apoyado firmemente las guerras emprendidas por los Estados Unidos, y ve claramente que estas guerras no se han ganado nunca, Estados Unidos siempre las ha perdido. Sin embargo el corazón de un estadounidense medio a menudo ha estado emocionalmente comprometido con la obtención del poder global.

Las sucesivas derrotas en las guerras han dejado profundas heridas en su conciencia colectiva, un ejemplo de este sentimiento es el respeto sin afecto concedido a los veteranos que regresaban de los campos de batalla. Que el país con los militares más poderosos del mundo haya sido incapaz de derrotar a sus enemigos, es explicado por muchos, por la existencia de un liderazgo tímido e irresponsable.

El orgullo herido produjo simultáneamente una retirada total de las aventuras extranjeras y un uso irrestricto y encubierto de la fuerza militar. Para los estadounidenses los recuerdos colectivos de estar en el centro del mundo, o al menos de un mundo propio, les hace más difícil aceptar su descenso de su estatus a nivel internacional.

Sobre la Capacidad Gobernante del Trumpismo

¿Puede Trump gobernar ? ¿Podría Le Pen? ¿O Grillo? En un sistema de gobierno personalista, los defectos individuales son importantes: el narcisismo, la inconstancia, o un corto período de atención pasa factura. Queda por ver si Trump tiene el tiempo, y, de hecho, la voluntad, para estudiar expedientes o incluso para escuchar consejos. (31)

El desempeño de Trump durante sus primeras semanas en el cargo ha sido errático, desordenado e incompetente. Al principio de su presidencia, parecía concebible que pudiera renunciar a su primer mandato, quizás debilitado por la comunidad de inteligencia que él había insultado durante la campaña. También podría verse obligado a dimitir por conflictos de intereses, o ser declarado incapaz de gobernar, en virtud de la Enmienda 25.

Por otra parte, sus nombramientos de su gabinete indican un intento de reconciliación con el ejército y las agencias de seguridad nacional. En realidad, sigue tratando de conseguir estabilidad haciendo concesiones en política, especialmente con la OTAN, Rusia y otros asuntos globales.

Un presidente electo puede alejarse de su retórica de campaña sin castigo popular. En esto, Trump podría aprender de su predecesor. Pero incluso si Trump aprende a gobernar, no hay razón para creer que va a ser mejor que sus antecesores para lidiar con las crisis del capitalismo global y el sistema estatal internacional que lo ha llevado al poder.

El aumento de la desigualdad, de la deuda y el bajo crecimiento no se curan fácilmente. El trumpismo es, después de todo, una expresión de la crisis, no su solución. Si los trumpistas se sienten obligados por sus promesas electorales, deben poner fin a la reforma neoliberal. Sin embargo sus medidas no terminarán el estancamiento y los conflictos entre el capitalismo y la sociedad.

En ausencia de un compromiso de clase estable entre el capital y el trabajo, la política está condenada a convertirse en caprichosa. Tal vez el Trumpismo hará aceptable el neoliberalismo capitalista y el libre comercio aumentando el crédito, la deuda y la inflación, una política destinada a ganar tiempo y poco más.

Nadie sabe lo que harán los Trumpistas para reforzar su apoyo político si el nacionalismo económico no logra los resultados prometidos.

Notas:

1. Este ensayo no es sobre el populismo en general, sino sólo sobre un subtipo de él, que yo llamo Trumpismo. El populismo tiene una historia larga ya menudo digna, que se remonta a la era progresista en los Estados Unidos con el Partido Laborista Campesino de Minnesota y el Partido Progresista de La Follette «Fighting Bob» La Follette -y en todo caso queda el populismo de izquierda y derecha (Ernesto Laclau, Sobre la razón populista(Londres: Verso, 2005), Chantal Mouffe, Sobre la política (Abingdon: Routledge, 2005)). Hoy el populismo se ha convertido en una palabra sucia, utilizada por los partidos establecidos de la democracia capitalista de posguerra para desacreditar a sus nuevos desafiantes, de ambos lados del espectro político.

2. Del mismo modo, los trumpistas europeos insistieron cada vez más en el éxito en las cuestiones de qué significa exactamente la «unión cada vez más estrecha de los pueblos de Europa» tal como se contempla en los tratados de la Unión Europea y cuál es el estatus de los Estados- Se supone que es una cuestión que se evita estrictamente en la Europa oficial.

3. Karl Marx, El 18 Brumaire de Louis Bonaparte (Nueva York: Mondial, 2005). El 18 Brumaire también está disponible en línea .

4. Dentro del marxismo ortodoxo, el concepto de bonapartismo representa su paradigma fundamental de la base-superestructura.

5. Como Marx escribe sobre Bonaparte: «Sólo porque no era nada, podía significar cualquier cosa». Citado en Francis Wheen, Karl Marx: A Life (Londres: WW Norton & Co., 2001), 157.

6. Hegel señala en algún lugar que todos los grandes hechos históricos y personajes del mundo aparecen, por así decirlo, dos veces. Se olvidó de añadir: la primera vez como tragedia, la segunda vez como farsa. «Karl Marx, El dieciocho brumario de Louis Bonaparte , cap. I .

7. Jonathan Ostry, Prakash Loungani, y Davide Furceri, » Neoliberalism: Oversold? » Finanzas & Desarrollo 53, no. 2 (2016): 38 – 41.

8. Vea Wolfgang Streeck, comprando tiempo: La crisis retrasada del capitalismo Democratic(Londres: Verso Books, 2014); Mervyn King, El fin de la alquimia: dinero, banca y el futuro de la economía mundial (Londres: WW Norton & Company, 2016).

9. El concepto de desorganización social se ilustra en el capítulo 7 de El dieciocho brumario,donde Marx explica por qué los campesinos franceses, la principal fuente de apoyo de Luis Napoleón, no pudieron gobernar como clase, aunque eran la gran mayoría de la ciudadanía francesa:

Cada familia campesina individual es casi autosuficiente, produce directamente la mayor parte de sus necesidades de consumo y adquiere así sus medios de vida más a través de un intercambio con la naturaleza que con la sociedad … Así la gran masa de la nación francesa está formada por el simple adición de magnitudes homólogas, tanto como las patatas en un saco forman un saco de patatas.

Karl Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte , cap. VII.

10. Que, dado el desorden en su propio campo, Clinton pudo haber ganado la presidencia haciendo una oferta al electorado del núcleo republicano y del capitalismo financiero.

11. Para ver un relato fascinante de cómo Obama experimentó y reaccionó ante la derrota del proyecto neoliberal de centro-izquierda, véase David Remnick, «Sucedió aquí: un presidente enfrenta una elección que cambia todo y atropella su legado», The New Yorker, 28 de noviembre de 2016, 54-65.

12. Max Weber, Economía y sociedad: un esquema de la sociología interpretativa , ed. Günther Roth y Claus Wittich, 2 vols. (Berkeley: University of California Press, 1978).

13. Esta es la razón por la cual los líderes trumpistas pueden ser de gran riqueza aunque sus seguidores sean pobres; Ver a Luis Bonaparte y sus partidarios campesinos. Por un lado, mientras que los líderes de Trump-like pueden ser ricos, son típicamente considerados upstarts por familias de dinero viejo.

14. La política trumpista de honor y respeto juega de manera diferente en diferentes entornos nacionales. Una razón por la que los alemanes orientales, generosamente dotados de subsidios por el gobierno federal, votan tan a menudo Die Linke o AfD parece ser que no se encuentran apreciados adecuadamente en el país unido.

15. En 2012, 90 millones de electores de 220 millones se quedaron en casa (41%), en 2016 fueron 93 millones de los 230 millones (40%).

16. Según informes, la riqueza de la familia Clinton ha aumentado de ocho millones de dólares en 2000 a 110 millones de dólares en 2016 (Tom Gerencer, » Hillary Clinton Net Worth «, Money Nation , 1 de noviembre de 2016). Desentrañar los activos de la familia de la Fundación Clinton parece difícil, lo que sin duda contribuyó a las sospechas generalizadas de corrupción planteadas por el servidor de correo electrónico privado utilizado por Clinton como Secretario de Estado, son los honorarios que pago Goldman Sachs por discursos (US $ 675.000 por tres apariciones) cuyo contenido se negó a divulgar. Trump es mucho más rico que Clinton, pero ,aparentemente, esto no le importaba a sus votantes porque él hizo su fortuna, en la medida, como un hombre de negocios más que como un político – lo primero se considera legítimo, este último no.

17. Sobre las devastaciones en la clase obrera americana por la desindustrialización, véase más recientemente Anne Case y Angus Deaton, » Mortalidad y morbilidad en el siglo XXI «, Brookings Papers on Economic Activity , 17 de marzo de 2017.

18. Como David Paul Kuhn, basándose en datos de encuestas, escribió en The New York Times el 26 de diciembre de 2016:

En pocas palabras, gran parte de la clase obrera blanca decidió que el señor Trump podría ser un idiota, pero a falta de cualquier otro campeón, apoyaron al idiota que pensaban que estaba más de su lado, es decir, apoyaba los temas que más les preocupaban.

David Paul Kuhn, » Lo siento, liberales. El fanatismo no eligió a Donald Trump , » The New York Times , 26 de diciembre de 2016.

19. El intento de forjar un grupo de estatus políticamente unido de mujeres de diferentes clases había fracasado. Las mujeres negras (y las inmigrantes) pueden haber notado que sus bajos salarios como trabajadores de cuidado eran instrumentales para el progreso de las mujeres blancas en sus carreras.

20. En relación con esto, el impacto de las llamadas noticias falsas sólo puede haber sido minúsculo. La falsa teoría de las noticias de Trumpismo asume que las mentiras son hoy más importantes en política que en el pasado; Que los hechos reales se distinguen fácilmente de los hechos falsos; Y que líderes políticos más civilizados, como Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama, no han mentido. Hay razones para creer que la verdad como moneda política ha sido degradada hasta tal punto que extravagantes como Trump ya no son un problema para la mayoría de los votantes. En cualquier caso, si había algo falso en la campaña de 2016, fue la autopresentación de Clinton como un miembro representativo de la clase trabajadora estadounidense, en contraposición a una clase política auto-enriquecida.

21. Para una descripción de un estudioso de las vidas de inmigrantes legales e ilegales en las ciudades globales más grandes de hoy, vea Ben Judah, esto es Londres: Vida y muerte en la ciudad del mundo (Londres: Picador, 2016).

22. Donde permanecen espacialmente y socialmente segregados, igual que los grupos de inmigrantes en su nuevo país. Para Francia, esto influye en el comportamiento político, lo describe de forma impresionante en Christophe Guilluy, Le Crépuscule de la France d’en haut (París: Flammarion, 2016).

23. TH Marshall, «Ciudadanía y Clase Social», en Clase, Ciudadanía y Desarrollo Social: Ensayos de TH Marshall (Garden City, NY: Doubleday, 1964), 71-134.

24. Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism (Londres: Verso, 2006).

25. En efecto, esto se superpone con el cosmopolitismo urbano contemporáneo, ya que rechaza el nacionalismo y, de hecho, cualquier otro comunitarismo no sólo anticuado sino moralmente reprobable.

26. Para los Estados Unidos véase Katherine Cramer, La política del resentimiento: la conciencia rural en Wisconsin y el auge de Scott Walker (Chicago: University of Chicago Press, 2016). El libro de Cramer presentan en detalle la conciencia rural de los residentes de una ciudad en Wisconsin que en 2016 se convirtió en partidario de Trump. El concepto de resentimiento se remonta a Friedrich Nietzsche, quien explica las fantasías iracundas de venganza y justicia entre perdedores, derrotados y siempre impotentes.

27. El contraste entre la política de identidad y la lucha de clases en el sentido más amplio, ya sea a través de los sindicatos o en las urnas, es que en la lucha de clases la solidaridad se moviliza al servicio de sus propios intereses mientras que en las políticas de identidad significan sacrificar los intereses de unos grupos por otros grupos. Por consiguiente, el altruismo y la nueva identidad-política puede llegar más fácilmente a los económicamente mejor situados. A los que no pertenecen a su grupo, pueden parecer intereses egoístas camuflar como caridad los intereses económicos de las clases medias urbanas favorecidos por una rica oferta de mano de obra barata, por lo cual son partidarios de las fronteras abiertas para la inmigración.

28. Arlie Russell Hochschild, extraños en su propia tierra: ira y luto en la derecha americana(Nueva York: La nueva prensa, 2016).

29. En el caso alemán, los beneficiarios de las prestaciones de seguridad social de cualquier tipo son propensos a comparar sus derechos con los de los refugiados y los solicitantes de asilo, que a menudo son mucho más altos, sintiéndose abandonados por su gobierno en favor de los extraños.

30. Parece que aquí estaban las raíces del movimiento de la milicia de los años 90, despertado involuntariamente por la charla de George HW Bush sobre un nuevo orden mundial después de la desaparición del comunismo. Se difundieron rumores que las tropas de las Naciones Unidas estaban a punto de desarmar a la «milicia» de los ciudadanos estadounidenses. El movimiento culminó en un atentado con bomba contra el edificio federal en Oklahoma City en 1995, que mató a 161 personas. Es concebible que el Trumpismo americano tenga en parte sentimientos similares como el movimiento de la milicia de los años 90.

31. Pero entonces, ¿Obama? Recuerde que durante su presidencia encontró el tiempo para jugar no menos de 38 rondas de golf cada año. Sam Weinman, » Hemos triturado los números, y es oficial: El Presidente Obama jugó mucho golf mientras estaba en la oficina», Golf Digest , 19 de enero de 2017.

32. Según la Sección 4:

Siempre que el Vicepresidente y la mayoría de los principales funcionarios de los departamentos ejecutivos o de cualquier otro cuerpo que el Congreso pueda por ley proveer, remitan al Presidente pro tempore del Senado y al Presidente de la Cámara de Representantes una declaración escrita que el Presidente no puede desempeñar los poderes y deberes de su cargo, el Vicepresidente asumirá inmediatamente los poderes y deberes del cargo de Presidente interino.

Traducción: Emilio Pizocaro

Fuente: Blog de Wolfgang Streeck https://wolfgangstreeck.com/