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Intervención en la presentación del libro "Sombras sobre Isla Negra. La misteriosa muerte de Pablo Neruda", de Mario Amorós

La muerte del ruiseñor

Fuentes: Rebelión

Universidad ARCIS, Santiago de Chile, 24 de mayo de 2012

No es tarea fácil actualizar la historia reciente, mucho menos si se trata de un gran personaje sobre el cual todo parece ya dicho. Esto es, precisamente, lo que nos propone el escritor español Mario Amorós en su libro «Sombras sobre Isla Negra», una apasionante investigación histórica y periodística en torno a la muerte de Neruda, el poeta de América. A partir de una reconstrucción pormenorizada de Chile en aquellos tristes días de septiembre de 1973, conocemos, en palabras de testigos, los tenebrosos detalles de la muerte del premio Nobel de Literatura que llevan al autor a plantear una abismante interrogante: ¿pudo ser asesinado Pablo Neruda?

A través de nueve capítulos plagados de antecedentes y testimonios, el autor va recreando las circunstancias que llevaron al fatídico desenlace un 23 de septiembre de 1973 en una clínica privada de Santiago, pocos días después del bombardeo de La Moneda. Chile vive las primeras semanas de un cruento golpe de estado que entroniza en el poder a una Junta Militar encabezada por el general Augusto Pinochet que ha derrocado al presidente constitucional Salvador Allende, dando inicio a uno de los periodos más oscuros de nuestra historia: Torturas, desapariciones, asesinatos dentro y fuera del país.

Este libro narra algunos episodios de las últimas horas del poeta en medio de la catástrofe que se cernía sobre el país. Al abandonar Isla Negra en una ambulancia, junto a Matilde, y ya próximos a Melipilla se tropiezan con un control de carabineros…ella debe descender: «Al volver al interior del vehículo vio, por primera vez en su vida, lágrimas en los ojos del poeta. «Pensé que no lloraba por él ni por mí, lloraba por Chile. Su instinto profético no lo engañaba: se acercaban días negros, muy negros, para este pueblo»

Desde su lecho de enfermo, en la habitación de la Clínica Santa María, Pablo le increpa a Matilde: «Están matando gente, entregan cadáveres despedazados. La morgue está llena de muertos, la gente está afuera por cientos, reclamando cadáveres. ¿Usted no sabía lo que le pasó a Víctor Jara?, es uno de los despedazados, le destrozaron sus manos… ¿Usted no sabía esto? ¡Oh dios mío! Si esto es como matar un ruiseñor, y dicen que él cantaba y cantaba y que esto los enardecía» Horas más tarde, el corazón de Neruda dejaba de latir mientras patrullas militares quemaban sus libros en las esquinas de una país ultrajado y ocupado.

La pregunta planteada por el autor va adquiriendo consistencia a medida que avanzamos en el libro. Hoy sabemos que la policía secreta de la dictadura, primero la DINA y luego la CNI, utilizó formas encubiertas para cometer asesinatos políticos, sea bajo formas violentas como en el caso del general Prats en Buenos Aires o el de Orlando Letelier en Washington, pero también mediante envenenamientos según se desprende de las investigaciones en torno a la muerte del ex presidente Eduardo Frei Montalva.

La muerte de Pablo Neruda acontece en la Clínica Santa María, la misma en que Frei habría sido envenenado años más tarde. Según testigos calificados, incluido su chofer Manuel Araya, el poeta estaba lúcido y relativamente estable antes de ser inyectado con medicamentos en dicha clínica. La cuestión planteada encuentra asidero al ser contextualizada en un país en que la violencia homicida de los golpistas no reconocía límite alguno. Recordemos que la Junta Militar se había propuesto «extirpar el cáncer marxista», lo que se tradujo en varios miles de muertos a lo largo de todo Chile. Lejos de ser una mera especulación, estamos ante una posibilidad cierta, tan cierta que ha dado pie a una querella criminal interpuesta por el Partido Comunista de Chile que la Corte de Apelaciones de Santiago ha aceptado a trámite.

A más de treinta años del golpe militar, los chilenos todavía no conocemos toda la vergonzante historia que rodea lo acontecido. Hasta el presente, se ha querido mantener bajo un manto de olvido los muchos crímenes cometidos. Como se sabe, cuando una sociedad reclama el olvido, como el Chile de hoy, es porque los culpables todavía andan sueltos e impunes. En este sentido, el libro de Mario Amorós es un aporte que nos ayuda a recordar la inmensa tristeza, el luto y el dolor de las víctimas, pero, al mismo tiempo, nos trae a la memoria la figura apasionada del poeta de Isla Negra que con su canto y su lucha llenó nuestro cielo de sueños, utopías y versos.

Al igual que Federico García Lorca, el «príncipe de los gitanos», el destino de Pablo Neruda se abraza y se entrelaza con la tragedia de su pueblo en aquello días aciagos. Su cuerpo inerte fue despedido en La Chascona, su residencia destruida y saqueada por la barbarie, como espeluznante imagen de un país en que los poderosos, por la fuerza de las armas y del crimen, recuperaban sus privilegios. Lo que no pudieron aniquilar es lo invisible, ese barro inefable del que está hecha la poesía y que cristaliza en versos… Un «decir» para siempre, verdaderas nupcias entre un pueblo y su palabra fraguada en sufrimientos y luchas, sentimientos y risas… otro modo de nombrar la poesía.

Aunque los pasos toquen mil años este sitio

no borrarán la sangre de los que aquí cayeron .

Y no se extinguirá la hora en que caísteis,

aunque miles de voces crucen este silencio.

La lluvia empapará las piedras de la plaza,

pero no apagará vuestros nombres de fuego.

«Siempre». Canto General

Pablo Neruda