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La navidad negra de Chile y la respuesta de los trabajadores

Fuentes: Correo Semanal

1. Las pérdidas de los ahorros previsionales de los cotizantes chilenos en el sistema de AFP fundado en dictadura militar equivalen a más de 1000 (mil) teletones. Son casi 28 mil millones de dólares que producto de la especulación financiera de los fondos de los cotizantes patrocinada por la Reforma Previsional de Bachelet han simplemente […]

1. Las pérdidas de los ahorros previsionales de los cotizantes chilenos en el sistema de AFP fundado en dictadura militar equivalen a más de 1000 (mil) teletones. Son casi 28 mil millones de dólares que producto de la especulación financiera de los fondos de los cotizantes patrocinada por la Reforma Previsional de Bachelet han simplemente desaparecido. De la incredulidad a la protesta, y de la protesta a la propuesta, los trabajadores no duermen. Asalariados fiscales, bancarios, del comercio, de servicios, obreros de todas las áreas productivas, ya fijan los pilares básicos de un nuevo modelo de seguridad social que no tiene relación alguna con la bullada AFP estatal propiciada por arriba, la cual se rige por la misma trama de capitalización individual, lucro administrativo y especulación que norma la industria privada de fondos de pensiones. Las organizaciones de los trabajadores han convenido el diseño de un sistema de seguridad social basado en el reparto solidario, la financiación tripartita (cotizantes, Estado y patrones) y la participación estratégica de los propios ahorristas en la gestión de sus fondos. La arquitectura del nuevo paradigma se inscribiría sobre la solidaridad, universalidad, igualdad, suficiencia o integridad, participación, obligatoriedad, unidad, responsabilidad del Estado, equidad y respeto de los derechos adquiridos o en curso de adquisición. Bajo el sistema de AFP un trabajador que renta $ 300 mil pesos (447 dólares, es decir, casi el salario promedio de un trabajador chileno) obtiene una jubilación de $ 120 mil pesos (178 dólares). Con la propuesta de los trabajadores, el mismo cotizante gozaría de una pensión de $ 240 mil pesos (357 dólares). Para llegar al monto anterior sería preciso aumentar un par de puntos el aporte de los ahorristas (que hoy es de un 12, 5 %) y contar con los recursos del Estado y los empleadores, tal como ocurría antes de la existencia de las AFPs. Las jubilaciones, si bien son el nudo sustantivo del nuevo sistema que se está conviniendo, funcionarían al interior de un modelo más amplio, tendiente a ofrecer beneficios asociados a la salud, la educación y la vivienda, entre otros. Lo medular en la actualidad es que las organizaciones sindicales que han obrado como embrión desde abajo para el punto de arranque de la demanda sean capaces de concertar las fuerzas, voluntades y opiniones más amplias respecto de la propuesta entre las mayorías nacionales. Tras las AFPs existen intereses de poderosos grupos económicos nacionales y transnacionales que sólo podrán doblegarse mediante la unidad y la lucha más extendida de los trabajadores y el pueblo. La histórica disputa entre capital y trabajo, hoy en la forma de la defensa de los ahorros previsionales, nuevamente vuelve por sus fueros.

2. Próximamente se realizarán las elecciones del gremio patronal organizado en la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) que en el epílogo de su mandato, preside Alfredo Ovalle. En la versión 2008 del Encuentro Nacional de la Empresa (especie de congreso patronal), Ovalle dejó su «legado formativo», afirmando que en Chile «necesitamos con más fuerza flexibilidad y adaptabilidad en el mercado laboral para responder a las actuales circunstancias (la crisis).» Por su parte la Presidenta Bachelet , quien también fue protagonista del evento empresarial, dijo con mucha soltura y sin abandonar el manual neoliberal ni por un segundo que «esta crisis internacional, pudiera intentar ser utilizada por algunos como excusa para emprender medidas proteccionistas. Y Chile lo ha dicho muy claro: no fue el libre comercio el que generó esta crisis, pero el libre comercio puede ayudar a resolver la crisis». Para terminar su intervención, Bachelet, junto con al ministro de Hacienda, Andrés Velasco, y después, el candidato presidencial de la derecha histórica del bloque en el poder, el multimillonario Sebastián Piñera, repitió la frase que marcó la campaña de Obama en Estados Unidos: «Yes, we can». Por lo visto, la dependencia política y económica del gobierno y la casta política chilena respecto del imperialismo norteamericano está causando estragos cerebrales en los «creativos» del poder criollo. La flexibilidad, polifuncionalidad, fragilidad contractual, refrigeración salarial y aumento sostenido del desempleo, marcan a fuego las relaciones del trabajo en el país, precarizando cotidianamente la vida del 80 % de los chilenos. En tanto, la crisis económica estructural asociada a la sobreproducción capitalista y su expresión en la debacle del capital financiero especulativo, en el mundo y en Chile castiga la política económica hegemónicamente exportadora de materias primas con precios a los pies del precipicio, derrumbe de los derechos sociales básicos, alzas de alimentos y energía, paralización de la industria constructora, baja del sector comercial (que absorbe altos porcentajes de empleo); destrucción de fuerzas productivas ligadas a la pequeña y mediana empresa, y déficit en la balanza comercial. Como si fuera poco y como manifestación sintomática, se proyecta que el 2009 la venta de camiones para proyectos de minería y construcción disminuirá en un 40 %; la exportación vitininícola cayó un 12 % en octubre respecto al mismo mes del año anterior, mientras, desde septiembre de 2008, ya se han gastado 212 millones de dólares fiscales en subsidio para que los administradores del Transantiago no aumenten el precio del pasaje de la locomoción colectiva, medida que impactaría violentamente en la ya alicaída popularidad de la Concertación. El próximo Presidente de la CPC , por consenso (hay que subrayar la unidad política de la burguesía), será Rafael Guilisasti, vicepresidente de la Sociedad de Fomento Fabril, quien fue destacado por sus pares como «un gran articulador de acuerdos» y que mantiene buenas relaciones con las autoridades y sabe difundir los ideales del libre mercado. Está claro que Guilisasti es el empresario con la mano de hierro necesaria para la patronal en los tiempos de crisis que será capaz de cautelar los intereses finales de la minoría dominante contra el empeoramiento creciente de las condiciones de existencia de la mayoría.. En tiempos de paz, un cacique, y en tiempos de guerra, un toqui. ¿Quiénes serán los toquis de los trabajadores y el pueblo para esta temporada de derribo?

3. Cientos de despidos de diversas plazas de la banca, sobre todo de empleados pertenecientes a fuerzas de venta y captación, aumentan las cifras negras de la cesantía ante la contracción crediticia propiciada por la crisis mundial y como medida antiinflacionaria por el gobierno y los patrones. Cuando se escribe este artículo, cientos de mineros protestan en la región de Chañaral (Norte Chico de Chile) ante la oleada de despidos y baja salarial provocada por la caída del precio del cobre. La brutalidad policial se aplica como en los peores tiempos de la dictadura y ya son 14 los trabajadores detenidos. Durante las últimas semanas se han destruido casi 3 mil puestos de trabajo debido a la crisis de 120 pequeñas y medianas explotadoras cupríferas. Se está a la vista de una breve sinopsis de las protestas de los asalariados -empleados, informalmente empleados y desempleados- que recorrerán todo el 2009.

4. La contradicción esencial del período se resume en la construcción de la hegemonía de la clase trabajadora (en la extensión más amplia de sus relaciones sociales), versus la dominación de una minoría propietaria y de intereses combinados con las corporaciones transnacionales y los Estados imperialistas. En este marco, y ante las relaciones de fuerza y situación dinámica del movimiento real de los trabajadores y el pueblo, concentrarse prioritariamente en las elecciones agendadas por los de arriba, nuevamente constituye una táctica más anclada en escenarios palaciegos, por arriba, que a las tareas de competencia urgente de los empeños anticapitalistas realmente existentes. Sin desdeñar apriorísticamente el papel accesorio de la presencia de voces de los intereses de los trabajadores y el pueblo en el parlamento burgués, de no constituirse un amplio bloque de contenidos genuinamente anticapitalistas -y no solamente redistributivos, estatistas o distraídos en objetivos de naturaleza democrática, pero encorsetados por el ilusionismo jurídico- difícilmente se puede potenciar una alternativa con el tonelaje, la estatura política y horizontes de poder y mayorías en la presente etapa. Ni la lucha de clases ni la reyerta histórica entre el capital y el trabajo se sintetizan en la ocupación simbólica de la institucionalidad de los que mandan. Naturalmente puede colaborar, e incluso ilustrar las fuerzas de los de abajo, pero jamás funciona como sustitución representativa del movimiento real de la clase mayoritaria y su organización necesaria. Ni tras las estrategias más ortodoxamente etapistas (de ir paulatinamente ocupando espacios de la institucionalidad burguesa y sobre la acumulación de reformas legales, transformar la sociedad para bien popular), logran parcialmente su concreción sin la existencia de un continente de asalariados y pueblo fuertemente organizado. El movimiento popular, su lucha, voluntad y organización determinan su protagonismo en la historia. El empleo de fórmulas electorales -de resultar convenientes- debe subordinarse a ese movimiento real de los trabajadores y el pueblo y no al revés. Esa es la diferencia capilar entre los que apuestan a negociaciones por arriba y los que están comprometidos con la recomposición mandante de los de abajo.

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