Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
El racismo no es una realidad atemporal que pesa sobre la humanidad como una tara original o un defecto permanente contra el que habría que luchar constantemente. Por el contrario, es una relación social datada históricamente, inestable en sus formas y en sus objetivos, y que, por lo tanto, puede desaparecer. Su emergencia data de la aparición de un sistema social preciso que para extenderse necesita justificar una jerarquización de los grupos humanos. La esclavitud y la colonización como modalidades de la acumulación primitiva del capitalismo europeo son las bases materiales de la emergencia de las teorizaciones racistas. Por supuesto, anteriormente existían conflictos, guerras y agresiones, pero no se argumentaban basándose en una lógica de jerarquización de lo humano.
La defensa del propio sistema social y económico lleva a una mutación de las formas y rostros del racismo para permitirle conservar su eficacia y sus funciones de legitimación de la desigualdad. Desde los escritos de Aimé Césaire y de Frantz Fanon sabemos que los horrores de la Segunda Guerra Mundial acabaron con la primera edad del racismo: el racismo biológico. Con el nazismo esta edad del racismo ya no se aplicaba solo a los «otros» a los que, en caso necesario, había que civilizar por medio de la violencia, sino a otros europeos. Las luchas de liberación nacional de las décadas de 1950 y 1960 van a culminar en la legitimación de esta primera edad del racismo. Pero al igual que la desigualdad y la explotación perduran en el neocolonialismo, el racismo también cambia de rostro. Fanon nos enseña que la segunda edad del racismo es su forma culturalista. En adelante lo que se jerarquiza para justificar las desigualdades ya no son las «razas» sino las culturas.
El fin del equilibrio bipolar surgido de la Segunda Guerra Mundial trastoca una vez más la situación. La desaparición del «enemigo rojo» abre una secuencia histórica en la que tienden a desaparecer las trabas a la competencia, lo que desencadena una nueva carrera por el control de las materias primas estratégicas en África y por el petróleo de Oriente Próximo. Se multiplican nuevas guerras coloniales por el acceso a estos recursos, por el control de los lugares estratégicos y para poner obstáculos a la competencia. El racismo culturalista ya no es suficiente en su forma general. Es necesario precisar los objetivos para justificar las nuevas guerras coloniales. La tercera edad del racismo emerge por medio de la precisión de los objetivos: la islamofobia y la negrofobia. Con estos dos rostros las agresiones en Oriente Medio para luchar contra «el islamismo» y en África para luchar contra el «tribalismo» encuentran una legitimación en el seno de los pueblos de Europa y de Estados Unidos.
Por otra parte, la nueva secuencia histórica también tiene como consecuencia una desregulación generalizada en los países dominantes económicamente. El resultado de ello son la pauperización masiva, la precarización generalizada y la destrucción de las conquistas sociales. En este contexto, la necesidad de las clases dominantes de «unir a la nación» hace emerger la necesidad de construir en el interior unas figuras de la amenaza: el musulmán, el negro, el gitano. En adelante este último se construye como una imagen de la alteridad absoluta amenazante. Así, la gitanofobia no es un fenómeno inexplicable sino que, al igual que la negrofobia o la islamofobia, es el resultado de una necesidad de legitimación en un contexto neoliberal.
Varios movimientos de ideas difundidos desde hace décadas han preparado ideológicamente estas tres nuevas formas de racismo. Se trata de una construcción desde arriba que desde la teoría del «final de la historia» Fukuyama a la del «choque de civilizaciones» de Huntington prepara a nuestras sociedades para estos nuevos rostros del racismo. Su eficacia también se explica por las herencias coloniales que irrigaron e impregnaron a las sociedades dominantes. Tras las descolonizaciones no se llevó a cabo ninguna deconstrucción del espacio mental colonial y de sus imágenes de lo negro, de lo árabe y de lo musulmán. En consecuencia, se podían revivificar estas imágenes para ponerlas al servicio de las necesidades contemporáneas de la dominación.
Era necesario subrayar estos elementos para evaluar la magnitud de las mutaciones necesaria para que el antirracismo contemporáneo esté a la altura de la nueva situación mundial y nacional. El antirracismo moral y de compasión no puede ser de ninguna ayuda en el contexto contemporáneo. Solo la comprensión de la dimensión política del racismo y del antirracismo que tenga en cuenta las causalidades materiales internas y externas puede permitir hacer recular a «la bestia inmunda». El racismo es una construcción estatal vinculada al ultraliberalismo y a las nuevas guerras coloniales, y no un «odio» o un «rechazo» anclado en una supuesta «naturaleza humana».
El antirracismo «fraternalista», por retomar la expresión de Aimé Césaire, tampoco nos será de ninguna utilidad. Desemboca en un eufemización de los retos y en una relación paternalista respecto a las víctimas del racismo que rechazan las primeras personas concernidas. Solo la autorganización de las personas concernidas, es decir, las personas racizadas, en el marco de una alianza igualitaria con las fuerzas sociales y políticas progresistas es susceptible de permitir reanudar la ofensiva. Por último, el antirracismo general que no designe los objetivos y los rostros contemporáneos del racismo (islamofobia, negrofobia y gitanofobia) también está condenado al fracaso.
Politizar el racismo, partir de la autorganización de las primeras personas concernidas y designar los rostros contemporáneos del racismo son para el Frente Unido de las Inmigraciones y de los Barrios Populares (Front Uni des Immigrations et des Quartiers Populaires, FUIQP) tres condiciones indispensables de una reanudación de la ofensiva.
Said Bouamama para el FUIQP.
* Este texto es una contribución a un libro de ATTAC sobre el antirracismo que se publicará próximamente.
Fuente: https://bouamamas.wordpress.com/2015/10/30/la-necessaire-politisation-de-lantiracisme/#more-247