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La necesidad de organizarnos

Fuentes: Rebelión

CONSIDERANDO las avalanchas humanas que derrumban las alambradas de las últimas fronteras coloniales del Estado español en África, CONSIDERNADO la indignación producida por el trato vejatorio, mortal y ruin que se le infringe a gente sin patria, convertidos por orden de la moral jesuítica o alawí en despojos de seres ilegales o potenciales terroristas, -según […]

CONSIDERANDO las avalanchas humanas que derrumban las alambradas de las últimas fronteras coloniales del Estado español en África,

CONSIDERNADO la indignación producida por el trato vejatorio, mortal y ruin que se le infringe a gente sin patria, convertidos por orden de la moral jesuítica o alawí en despojos de seres ilegales o potenciales terroristas, -según caigan los heridos o los muertos a un lado u otro de la verja que separa los estados soberanos de España y Marruecos-,

CONSIDERANDO estas olas de muerte que nos vienen abofeteando el rostro como la fuerza avasalladora de la supervivencia humana y que han comenzado a transformarse en un huracán de impredecibles consecuencias,

CONSIDERANDO que todos los estragos que sufrimos los habitantes del Planeta en nuestro medio ambiente tienen solución, puesto que el trabajo humano ha producido y produce las condiciones posibles para evitar la catástrofe, el genocidio, el hambre, la violencia, las guerras, la explotación, la miseria y la migración,

CONSIDERANDO que las causas de la miseria y el dolor humanos son bien conocidas a la par que criminalmente silenciadas, no habiendo razón de carácter social, política, económica, ética o científica que imposibilite ejercer nuestro legítimo derecho a la defensa de la vida y a querer vivir con dignidad las generaciones actuales y futuras,

CONSIDERANDO la necesidad del trabajo humano, actividad colectiva que da sentido a nuestra existencia sin que nadie pueda arrogarse el derecho de propiedad sobre los frutos del mismo, ni sobre los medios que pudieran utilizarse para llegar a ser individuos plenamente desarrollados en libertad,

CONSIDERANDO ilegítimo el uso de la propiedad privada sobre los seres humanos, las fuentes de energía, el conocimiento, la educación y la cultura,

las gentes, las organizaciones sociales y políticas que siguen haciendo suya la Declaración Universal de los Derechos Humanos , aprobada el 10 de diciembre de 1.948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas;

las gentes, las organizaciones sociales y políticas que tienen en cuenta que la II guerra mundial con sus cincuenta millones de muertos nos demostró que la Educación, la Cultura y la Ciencia pueden utilizarse contra los intereses de la humanidad y que la Educación Popular y la investigación científica no basta sólo con desarrollarlas y perfeccionarlas, si no que hay que orientarlas decididamente hacia la solidaridad entre las clases trabajadoras y hacia la consecución de la verdadera paz,

las gentes, las organizaciones sociales y políticas que tengan en consideración lo expuesto anteriormente,

ACUERDAN COMBATIR

1. la crisis política

Si es el mercado quien exige reajustes regionales para reconducir los intereses oligopólicos multinacionales hacia los bolsillos de un exiguo número de personas y en beneficio exclusivamente propio y privado; si es el mercado quien se disputa palmo a palmo el dominio del poder político, sabiendo que la competición mercantil es excluyente para la clase trabajadora y que la disputa política basada en los intereses del mercado capitalista es, por tanto, totalmente antidemocrática y ajena a los intereses de la colectividad humana; sabiendo que todas y cuantas reformas (de impuestos, educación, sanidad, libre circulación de personas, del mercado de trabajo.) responden a la lógica de los estados de régimen económico capitalista, y a juegos de intereses y privilegios individualistas, a corrupciones que en modo alguno se corresponden con el sentir de las organizaciones populares, ni responden a la presión de las movilizaciones sociales; si esto es así, nuestro deber es organizarnos.

2. Las acciones electoralistas

Las acciones electoralistas corresponden a valores y principios ajenos a la lógica de una democracia participada por todo el mundo, porque su lógica se asienta en la propaganda de la economía de mercado y deja de denunciar el grado de explotación al que estamos sometidos trabajadores y trabajadoras, porque su lógica, por un lado señala el camino de las políticas públicas que jamás son cumplidas, y por otro permiten la «flexibilidad» de los contratos de trabajo como condición obligatoria para crear nuevos empleos. Sin embargo la economía de la miseria de la clase trabajadora crece en progresión algebraica con el capital acumulado y concentrado por la clase dominante. El cerco de la explotación capitalista nos ata a una red en donde la solidaridad y la fraternidad necesarias para salir de él no es más que un cuento de hadas. Todo se vende y todo se compra en las campañas electorales, sólo es la disputa comercial de un único producto: el oportunismo envuelto en papeles de difer entes colores. Si esto es así, nuestro deber es organizarnos.

3. Las ONGs

Disfrazadas de movimientos sociales cooptan y corrompen, fundamentalmente a la juventud inquieta, con palabras del acervo de la izquierda y prácticas institucionales de derechas. El trabajo voluntario, fomentado por la ideología de cualquier militancia política, solicitado por las organizaciones mundiales, esconde una red de explotación de mano de obra joven y adulta: son un verdadero ejército de personas engañadas por su buena fe. Las ONGs son el colchón que amortigua los efectos del incumplimiento de los Derechos Humanos por parte de los estados y acogen en su seno la defensa de intereses privados, que no suelen, generalmente, ser conocidos por la opinión pública, entre otras razones porque hacen el trabajo sucio de limpiar nuestras conciencias. Si esto es así, nuestro deber es organizarnos.

4. Las alternativas antidemocráticas

El juego de la alternancia de los partidos en el poder y del funcionamiento mismo de los partidos, las leyes y normas electorales que permiten la propiedad individual del acta de diputado, senador o concejal, las posibilidades inmensas de cooptación, corrupción, compra-venta de prebendas, de fama o estatus que se mueven en el tablero de la lucha política, enfangan de tal manera el quehacer político, que nos inmoviliza los pies con la aviesa intención de darnos de bofetadas en ambos lados de la cara para que aprendamos que:

– el pueblo no sabe lo que hace ni lo que quiere

– si quieres saber tus necesidades, no te preocupes, te las digo yo

– que la política es una carrera destinada sólo para unos cuantos seleccionados

– que de entre esas lumbreras seleccionadas de antemano para hacer «mi política», has de elegir unas cuantas que son las que te representarán cada cuatro años, y

– mientras tanto, no rechistes, la elección ha sido tuya.

Si esto es así, nuestro deber es organizarnos.

5. El autoritarismo

La fragilidad de poder de la izquierda sin evidenciarse cuáles son las verdaderas causas de este debilitamiento, la falta de autocrítica colectiva que permita el avance de una democracia auténticamente popular y necesaria para la construcción de una organización que represente a las clases trabajadoras; esta realidad es una denuncia en sí misma de los buenos resultados que cosecha la pedagogía autoritaria de las clases dominantes. Si esto es así, nuestro deber es organizarnos.

6. El fascismo

Todo discurso que unifique, que borre los límites de la derecha y la izquierda y masacre las posibilidades de reflexión crítica de los trabajadores y trabajadoras sobre su real poder de organización social independiente dentro de una sociedad dividida en clases; todo discurso o acción que nos lleve al consenso con nuestros antagónicos de clase y provoque la guerra entre los diferentes de la clase trabajadora, es un planteamiento fascista. Si esto es así, nuestro deber es organizarnos.

7. La moda antineoliberal

Está de moda denunciar al imperialismo norteamericano, pero se omite con bastante frecuencia la denuncia de la dictadura de la clase dominante, se olvida el concepto de clase social; se reivindica, entonces, la categoría de pueblo, como si la elite de cualquier organización social y política fuera ajena a la lucha de clases. Si esto es así, nuestro deber es organizarnos.

8. Los intelectuales orgánicos

Se suele conferir a un único individuo o bien a su grupo selecto la capacidad de hacer análisis, marcar directrices, o ser portavoz de una razón o teoría no muy distinta de la que se critica; se suele hacer demasiado caso sumiso a lo que dice tal o cual analista y damos muy poca credibilidad a las opiniones de nuestros iguales; nos dejamos llevar por ideas que no han pasado la prueba de la praxis y hacemos una praxis sin una sólida teoría científica que la oriente; es más, dejamos nuestra formación en manos de un selecto grupo de próceres que, utilizando incluso el pensamiento marxista con a veces sutiles, otras tortuosas o en algunos casos zafia e insultante verborrea, nos confunden y castran la teoría para que ésta no se apodere de las masas. Si esto es así, nuestro deber es organizarnos.

9. La propiedad privada posible

Hay quienes pretenden hacer en el mundo globalizado una mejor distribución de la plusvalía explotada, donde el comercio de la fuerza de trabajo -la mercancía por excelencia del capitalismo- tenga una justa distribución. Si esto es así, nuestro deber es organizarnos.

10. La desorganización

Nuestra desorganización amenaza cualquier propuesta no privada y autónoma de organización. Frente a la crisis política, las acciones electoralistas, las ONGs, las alternativas antidemocráticas, el autoritarismo, el fascismo, la moda neoliberal, los discursos de los intelectuales orgánicos y la propiedad privada posible, frente a la violencia y la exclusión socio-política, parece que no podamos, siguiendo los razonamientos de analistas de turno, encontrarnos para organizar la paz, seríamos terroristas, estaríamos cortando el cordón umbilical del sistema: la guerra. Así que, ¡hagamos la guerra los unos contra los otros! cada cual se quede con su grupúsculo privado haciendo la crítica a los demás; si no podemos parar la Guerra, si no podemos parar el huracán de la migración, si no podemos impedir la muerte de tantos, cada cual se quede con el arma que la historia le brindó, que hay para elegir: desde el bolígrafo hasta las pistolas.

Porque la privatización y apropiación de las organizaciones de los trabajadores es la consecuencia lógica de la dominación capitalista, de ahí se desprende que la paz, por ser el producto de un trabajo humano colectivo y de apropiación colectiva, sea vista como un acto subversivo.

Promover la paz organizando la esperanza de los trabajadores y trabajadoras contra las fuerzas destructivas del modo de producción capitalista desvelando su carga ideológica en todas las acciones, medios y fines es la tarea diaria de los revolucionarios. Si esto es así, nuestro deber es organizarnos.