A principios de este año, Rusia firmó un acuerdo con el gobierno cubano comprometiéndose a aumentar significativamente su participación en la economía de la mayor de las Antillas. Sin duda alguna, esto constituye otro esfuerzo de Putin y sus asociados para expandir el poder de la Federación Rusa, una potencia que ha perdido hegemonía en el tablero internacional, en parte por el surgimiento de China como rival principal de los Estados Unidos.
Durante las últimas décadas, Rusia ha tratado de expandir su poder e influencia en países fronterizos como Chechenia, Georgia, Bielorrusia, Kazajistán y Moldavia, y en algunos más distantes como Siria y Libia. Sus recientes acuerdos con Cuba son quizás producto de la gran resistencia de Ucrania a la invasión rusa iniciada en 2022 y de las sanciones impuestas en su contra por los Estados Unidos y otras potencias occidentales que han dañado su economía —aunque no al grado que muchos observadores anticiparan. Esto puede haber sido un nuevo incentivo para extender al hemisferio occidental los planes de Putin e incrementar la influencia rusa en el exterior.
Pero la invasión de Ucrania ha resultado sumamente costosa para Rusia, con bajas masivas sufridas por sus tropas y estimados que varían de 40 a 70 mil soldados muertos (The Economist, 18 de julio de 2023). A estas pérdidas hay que sumar las cuantiosas de armamentos, que incluyen más de dos mil tanques entre otros tipos de armas y equipos. Ellas han debilitado significativamente la estabilidad del sistema político ruso encabezado por Vladimir Putin, lo cual quedó ampliamente demostrado por el frustrado golpe de estado organizado por Yevgeny Prigozhin, dirigente del ejército mercenario Wagner con largo historial de combate, no solo en el este de Ucrania sino también en varios países de África.
La ausencia de una resistencia militar significativa al golpe de Prigozhin, puede considerarse un síntoma del malestar entre la oficialidad militar rusa, causado por los problemas y fallas que la invasión a Ucrania ha expuesto, en sentido de la dirección militar y la falta de preparación y coordinación de las tropas rusas. Así, por ejemplo, el general mayor Iván Popov, ex comandante del 58 ejército de las Fuerzas Armadas de Rusia que opera en la región suroriental de Zaporiyia, criticó públicamente los graves errores del mando militar que resultó en gran número de bajas entre sus tropas.
Aparte del impacto militar y político que la invasión ha tenido en Rusia, hay que tener en cuenta las debilidades y vulnerabilidades fundamentales de su economía aun antes de la invasión a Ucrania, y el efecto que han tenido las sanciones económicas occidentales. Es notable que el peso económico de Rusia no radica en su poder manufacturero e industrial, sino en su posición como extractora y distribuidora mayor de hidrocarburos y, en menor escala, productora y distribuidora de otros servicios y mercancías como las armas.
Aunque aparentemente Rusia tuvo éxito en su campaña neoliberal de macro-estabilización y austeridad (2014 – 2018) para reducir la inflación, implementar presupuestos con superávits, crear amplias reservas monetarias y disminuir la deuda nacional; no logró sobrepasar su crónica tasa de bajo crecimiento económico. El estudio «La política económica rusa y el sistema económico ruso: Estabilidad Versus Crecimiento», publicado a fines de 2019 por la veterana institución británica Chatham House —patrocinada por el Royal Institute of International Affairs—, señala que ese éxito fue logrado a costa de grandes sacrificios por parte de la población, sobre todo de los jubilados, y mediante la prevención de protestas masivas por parte del sistema represivo y autocrático ruso.
Es precisamente ese sistema autocrático —señala Chatham House—, aunado a la corrupción que lo caracteriza y a su carácter intrusivo en la economía y sociedad, un obstáculo real a la inversión y competencia privadas. Sin embargo, el estudio ignora que la historia de Rusia y de otros países «comunistas» como China, muestra que el crecimiento económico fue mayormente logrado por capitalismos de estado, aunque de manera sumamente brutal y antidemocrática. No obstante, Chatham House tiene razón cuando asevera que cualquier intento de establecer reformas en Rusia como un estado de derecho, corre el riesgo de desestabilizar el sistema social y político que existe en dicho país. Por estas razones, concluyen, es poco probable que se intente establecerlo.
Dado ese bajo crecimiento económico, sistémico y crónico, y las dificultades que ha confrontado desde que invadió a Ucrania, no es de extrañar que Putin trate de expandir el poder de Rusia en el exterior por razones tanto políticas como económicas. Cuba es un blanco lógico en tal sentido dada la historia previa y relaciones de la Isla con la URSS y su cercanía geográfica a los Estados Unidos. Aunque el gobierno cubano atraviesa una crisis económica muy seria y necesita cualquier ayuda o inversión económica del exterior, debería tener en cuenta que los numerosos problemas y la inestabilidad política que Rusia potencialmente confronta ponen en duda la confiabilidad de cualquier programa que pretenda desarrollar en Cuba.
Hasta ahora, el nuevo acercamiento entre ambos países presenta un escenario complicado si contrastamos, por una parte, los grandes resultados que Rusia promete con sus inversiones y colaboración y, por la otra, los proyectos específicos que ha anunciado. Por ejemplo, el 20 de mayo de 2023, el sitio en la Red de la Federación Rusa mencionó en términos generales el gran propósito de implementar proyectos en las áreas de construcción, digitalización, agricultura, transporte, logística, turismo y el sector bancario de la Isla. Al mismo tiempo, funcionarios y empresarios rusos firmaron acuerdos con sus contrapartes cubanas para mejorar la producción de azúcar y ron, asegurar la provisión de trigo y petróleo a Cuba y reparar instalaciones turísticas en mal estado.
No obstante, en lo referido a proyectos específicos inmediatos, Rusia ha señalado relativamente pocos, muchos de ellos pequeños y de índole local, como la creación de un hotel para turistas rusos, la acreditación de catorce empresas para expender alimentos a la población cubana, la exportación de fruta a Rusia por casi un millón de dólares, la creación de un mercado mayorista para vender mercancías rusas, y los planes para reparar y modernizar un central azucarero en la región central de Cuba, así como la renovación de la fábrica Antillana de Acero.
Lo anterior sugiere que, a diferencia de lo ocurrido con las inversiones de la URSS —en las que el estado soviético decidía su estrategia, en gran parte basado en consideraciones políticas que permitían aceptar pérdidas y brindar subsidios al estado cubano—, en la presente inversión, es la empresa privada rusa la que desempeña un rol importante, basada en sus propias consideraciones de riesgos, de pérdidas y ganancias y que, por lo tanto, está «sondeando las aguas» en cuanto a lo que les reditúan sus inversiones iniciales. Además, hay que tener en cuenta que las dimensiones y alcance de las empresas privadas rusas, aun cuando reciban apoyos y estén estrechamente asociadas a su gobierno, no pueden alcanzar la magnitud y el alcance del antiguo estado soviético.
Asimismo, debe considerarse que la oficialidad del estado ruso ha falsificado y distorsionado las cifras relacionadas con sus relaciones económicas con Cuba. Por ejemplo, la agencia noticiosa Reuters reportó el 20 de mayo que, de acuerdo con voceros rusos, el comercio bilateral con Cuba alcanzó la cifra de $450 millones en 2022, lo que triplicó la cifra lograda en 2021. El problema es que los datos oficiales del gobierno cubano indican que el comercio bilateral alcanzó la cifra de 633 millones en 2022, lo que indica una reducción del 29% en ese período.
Los oficiales rusos también indicaron que en los primeros cuatro meses de 2023 el comercio bilateral fue de 137.6 millones de dólares, nueve veces lo logrado en igual período del año anterior, aunque obviamente partiendo de una base más bien baja y con una cifra que en términos anualizados (412.8 millones de dólares), estaría todavía por debajo de la conseguida en 2022. Estas cifras son también cuestionables pues las tasas de cambio aplicadas al peso y al rublo (respectivamente 24 y 82 por dólar) distorsionan e inflan los resultados. (14 y Medio, junio 8, 2023).
Es evidente, sin embargo, que algo está cambiando en las relaciones económicas entre ambos países, aunque es difícil apreciar hasta el momento la dimensión de los cambios como para poder distinguir la retórica propagandista respecto a las nuevas realidades económicas.
Por parte de Cuba, Rodrigo Malmierca, ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, declaró: «estamos trabajando para asegurarnos que las inversiones rusas en Cuba disfruten de una protección especial». En ese sentido, Boris Titov, Comisionado Presidencial para los Derechos de los Empresarios Rusos, probablemente el enviado más importante de Putin a Cuba, citó las grandes concesiones hechas por el gobierno cubano, que incluyen la oferta de tierras en usufructo a productores agrícolas rusos por treinta años (plazo inferior si se compara con los veinte años prorrogables otorgados a campesinos usufructuarios cubanos), exenciones de impuestos relacionados con dichos usufructos, y otras posibles exenciones de tarifas e incentivos, como nuevos mecanismos para repatriar ganancias, y el desarrollo de una nueva línea naviera para atraer inversiones y facilitar el comercio con Rusia. Los rusos podrán también instalar sus propios bancos y usar el rublo para efectuar transacciones comerciales.
Dadas las consideraciones expuestas y las características del sistema político y económico predominantes en el capitalismo de estado ruso, que incluyen la corrupción y el gansterismo, es de esperar que esta nueva fase de su intervención económica en Cuba difiera no solo del rol que jugó la URSS hasta que se desmoronó a principios de los noventa en sus relaciones con Cuba —de estado burocrático a estado burocrático—sino también del rol que los inversionistas de España y otros países de la Unión Europea juegan en Cuba, donde generalmente siguen pautas capitalistas normales en lo que se refiere, entre otros aspectos, a las inversiones y tasas de utilidades, excepto al grado que estas han involucrado la organización interna de la economía y sociedad cubana en cuestiones laborales y fiscales, entre otras.
Así, por ejemplo, de acuerdo con Boris Titov, el financiamiento de nuevos proyectos, como el establecimiento de un hotel en La Habana designado especialmente para turistas rusos, estará a cargo de un fondo del Ministerio de Finanzas de la Federación Rusa. De esta manera combinan la acción estatal con la supuesta iniciativa privada que, como sabemos, está muy ligada a Putin y sus secuaces en la Rusia actual.
Mientras tanto el llamado sector privado en Rusia —unos 120 millonarios que controlan el 70 por ciento de la economía debido a concesiones gubernamentales frecuentemente corruptas que refuerzan los nexos entre los nuevos capitalistas y el régimen de Putin— ha ido aún más lejos.
En enero pasado la agencia noticiosa rusa Interfax reportó que el «Consejo Empresarial ruso-cubano» (integrado por más de cien compañías industriales y comerciales, aparte de otras instituciones educacionales, científicas y políticas rusas) presidido por Boris Titov, estaba explorando «la transformación económica de Cuba basada en el desarrollo de compañías privadas». De hecho, Titov ha declarado que es imprescindible una reforma de mercado en Cuba y que la Isla abra completamente su economía.
Durante una reunión que celebró con empresarios de la región de Moscú, Titov comparó a Cuba con la URSS de fines de los ochenta, antes de que comenzara la gran ola de privatizaciones, generalmente basada en el robo privado de la propiedad pública. («Díaz Canel se reúne con el reformador ruso, quien sigue negociando en La Habana», Diario de Cuba, 22 de julio de 2023).
No se ha esclarecido si declaraciones como las de Titov significan o insinúan que los capitalistas rusos ligados al estado encabezado por Putin, están dispuestos a ir más allá de su rol como inversionistas extranjeros para presionar políticamente al gobierno cubano con el fin de lograr la privatización en gran escala de sus propiedades. Si este fuera el caso, es de esperar, a pesar de la bienvenida que los círculos de poder en la Isla han dado a las iniciativas económicas rusas, una reacción muy negativa de la mayor parte de la burocracia política cubana.
Esta burocracia ha aprobado la inversión extranjera generalmente en nuevas empresas y casi siempre en sociedad con el estado, pero se ha opuesto a la privatización de firmas estatales existentes, lo que incluye las 285 empresas reportadas con pérdidas según del estado cubano en marzo de este año. (Cuadrando la Caja, Cubadebate, 16 de junio 2023).
Hay excepciones a esta regla general en casos como los del sector gastronómico, en el cual negocios pequeños, como cafeterías, han demostrado no ser viables en tanto propiedad estatal y son convertidas desde arriba en cooperativas de obreros del sector. En el caso de las MIPYMES (micro, pequeñas y medianas empresas privadas) que recientemente se legalizaron en la Isla, son, en su mayoría, o nuevas empresas o versiones de empresas ya establecidas por «trabajadores por cuenta propia» que, por lo general, nunca fueron empresas estatales.
El elenco económico ruso en Cuba
Dado el énfasis ruso en la importancia de la propiedad privada empresarial, es altamente significativo que los principales enviados de Putin a Cuba para negociar la nueva relación económica sean personajes asociados con la derecha rusa del mundo de la política. El mencionado Titov ha sido Comisionado Presidencial para los Derechos Empresariales desde 2012, y es un empresario y político que encabeza el pequeño Partido para el Crecimiento Económico, previamente conocido como partido Causa de Derecha. Como tal, Titov se ha prestado para las farsas electorales de Putin, que permite la existencia de pequeños partidos con posibilidad de postular candidatos propios pero que eventualmente apoyan a Putin cuando este es electo. En las elecciones presidenciales de 2018 Titov terminó en sexto lugar, con 0.76% del voto total.
Otro de los personajes importantes que Putin envió a Cuba es Dmitry Chernyshenko, viceprimer ministro encargado de Turismo, Deportes, Cultura y Comunicaciones desde 2020. También ha ocupado posiciones como alto ejecutivo en instituciones bancarias y de los medios de comunicación. Fue presidente del Comité Olímpico para las olimpiadas de invierno celebradas en Sochi en 2014 y, como un ejemplo más de las penetraciones mafiosas en instituciones rusas, fue removido en 2021 de la Comisión Coordinadora Beijing 2022 por el Comité Olímpico Internacional, dado su involucramiento en un escándalo de dopaje.
No cabe duda, sin embargo, de que la más chocante nueva presencia rusa en Cuba la constituye el Instituto para la Economía del Crecimiento Stolypin P.A. Nombrado así en honor de Piotr A. Stolypin, primer ministro y ministro del Interior del gobierno zarista desde 1906 hasta su asesinato en 2011. Tuvo un papel sumamente importante como parte de la ola reaccionaria ante la revolución rusa de 1905 y su posterior derrota. Fue un represor enérgico y violento de los partidos y grupos opuestos a la tiranía zarista, pero al mismo tiempo trató de modernizar la muy anticuada y feudal —en sus aspectos técnicos, económicos y sociales— agricultura.
El proyecto de Stolypin fue en realidad una versión de lo que Antonio Gramsci llamaría más tarde «revolución pasiva». En este caso, una modernización agrícola desde arriba que no perjudicó a los terratenientes y solo los benefició a ellos y a los campesinos prósperos (Kulaks). Como V. I. Lenin explicó en su artículo «Una comparación del programa agrario de Stolypin y de los Narodniks», de 1912, Stolypin reconoció que era necesaria una ruptura total y rápida de la tenencia de la tierra en Rusia:
«(…) pero la ruptura tiene que ocurrir de manera que toda la carga caiga sobre los hombros de la mayoría de los campesinos —de los más arruinados y desafortunados de ellos. Los terratenientes no deben perder nada en este proceso. Si es inevitable que pierdan parte de sus tierras (…) esto debe ocurrir con el libre consentimiento de los terratenientes, y a un precio que ellos consideren justo. Los campesinos prósperos [kulaks] deben ser apoyados, y no hay razón para intentar prevenir la ruina de la masa de campesinos “débiles”». (Lenin Collected Works, Progress Publishers, vol. 18, 143-149, 1975).
Respecto a la Rusia actual, el Instituto Stolypin propone que debe cambiar de un modelo basado en la exportación de materias primas al modelo «competitivo» cimentado en el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas, mejorar la productividad del trabajo en el sector privado, crear una nueva economía digital, y un sector social que funcione bien (eufemismo para significar que sea lo más pequeño y con los menores gastos posibles).
Según el referido instituto, la incertidumbre económica que reina en Rusia es el problema principal, a tal grado que impide que la economía crezca. Lo que necesitamos, insisten, es certidumbre en la política económica y social. Es de suma importancia notar que el Instituto Stolypin no dice ni una palabra sobre la que indudablemente constituye fuente principal de las arbitrariedades que producen dicha incertidumbre: la ausencia de democracia en Rusia en todos los sentidos de la palabra, y por ende, la ausencia de un estado de derecho. El silencio respecto a este problema fundamental del sistema político y económico ruso es mucho más elocuente que todo lo que sus publicaciones y voceros han expresado.
Lo que no sabemos todavía es hasta donde está dispuesto a llegar el Instituto Stolypin en su asesoría y consejos a los jerarcas económicos y políticos del supuesto estado «marxista-leninista» cubano, y como responderían esos jerarcas a la intromisión de la derecha rusa en los asuntos domésticos de la Isla. Si la intervención económica rusa no se refleja en una mejora significativa de la economía cubana que hasta cierto grado compense un aumento significativo de la intromisión política y corrupción causada por dicha intervención, la respuesta de los cubanos —sean burócratas, trabajadores o profesionales—, será sumamente negativa.
La situación de la economía cubana
Para comprender cabalmente el porqué de las iniciativas rusas en Cuba en 2023 y la recepción tan positiva del gobierno cubano, hay que tomar en cuenta la profunda crisis económica que está atravesando la Isla, la cual se acerca en sus dimensiones al desastre económico ocurrido a raíz del colapso del bloque soviético a principios de los noventa. Cuba sufre hoy una grave escasez de productos básicos para la alimentación y salud de su población, con el destape de una tasa de inflación que llegó en abril de 2023 a 45 %. Dada esa situación, no es de extrañar que el valor del dólar se cotice a 245 pesos. Esto es prácticamente diez veces la tasa de 24 a 1, que prevaleció por varios años hasta tiempos recientes.
Hace mucho tiempo que la economía insular está en caída, ya que la tasa de inversión está muy por debajo de lo requerido para mantener e incrementar la producción y el nivel de vida, y aún menos para el crecimiento económico esencial que mejore significativamente las condiciones y calidad de vida de las grandes mayorías populares. Hay también que considerar que, a más largo plazo, el sistema imperante en Cuba es profundamente burocrático y sistemáticamente genera ineficiencia y arbitrariedad en los burócratas y apatía e indiferencia en los trabajadores, que no tienen estímulos e incentivos —y mucho menos el control desde abajo—, para hacer una buena labor, sea en la producción de bienes o de servicios.
Uno de los resultados más evidentes de la crisis, ha sido la ola emigratoria más grande que Cuba haya jamás presenciado. Esta fue permitida, e indirectamente estimulada, por el gobierno, dado que desde noviembre del 2021 los cubanos no requieren visa para entrar a Nicaragua, de donde emprenden el largo, costoso y frecuentemente peligroso viaje a la frontera mexicana con Estados Unidos.
Como aliada del gobierno cubano, Nicaragua no hubiera establecido esa política sin por lo menos su consentimiento, y probablemente lo decidió a petición suya. Se calcula para fines de 2023, que en los dos últimos años más de 450,000 cubanos habrán emigrado, una cifra extraordinaria para un país que cuenta con 11 millones de habitantes. La emigración agravará la crisis demográfica experimentada por un buen número de años, especialmente si tenemos en cuenta que es la gente joven, en edad de reproducirse, la más propensa a emigrar.
Entre las causas inmediatas de la crisis actual, es necesario incluir el gran impacto que tuvo la pandemia de COVID al reducir dramáticamente la entrada de turistas a Cuba, las medidas de Donald Trump que empeoraron el impacto del bloqueo y que el presidente Biden ha modificado a un grado limitado. Por su parte, la torpeza e incompetencia del gobierno cubano jugó un rol importante, en particular en lo concerniente al «Ordenamiento», reforma monetaria que provocó una enorme inflación (prevista por muchos economistas cubanos, como Carmelo Mesa-Lago) causada por una evaluación muy alta del peso cubano sin que hubiera aumentado la productividad de la economía, y durante la gran escasez de dólares y euros provocada por la caída del turismo.
Otro resultado de la crisis fue que el gobierno cubano relajó sus controles sobre la economía en 2021 y permitió la expansión del sector privado al legalizar las MIPYMES (micro, pequeñas y medianas empresas), que en el caso de las de tamaño mediano pueden legalmente tener hasta cien empleados. Es muy temprano para apreciar las posibles consecuencias de este cambio en la política económica del régimen, sin embargo, hay un aspecto de la creación de las MIPYMES que adquiere especial relevancia en el contexto de la nueva política económica rusa en Cuba.
Aquí me refiero a los vínculos de algunos exitosos propietarios de MIPYMES con el gobierno cubano, y particularmente con la Seguridad del Estado. Como señalé en un artículo anterior («El Declive del Comunismo Rentista en Cuba», La Joven Cuba, 7 de noviembre de 2022), existe el caso de la aparentemente exitosa fábrica de zapatos Jona´s Surl, localizada en la zona central de Camajuaní, cuyo asesor jurídico es un tal Yoandry Riverón, identificado como el «agente Cristian» de la Seguridad del Estado e involucrado en la expulsión de varios alumnos y profesores de la Universidad Central de Las Villas.
Como sabemos, los silovikis (hombres fuertes) cercanos a Putin, provienen de los servicios secretos y fuerzas armadas rusas. Ese es el caso del propio Vladimir Putin, que fue por muchos años agente de la Seguridad del Estado soviético en Alemania. Dicho grupo ha jugado un papel sumamente importante en el desarrollo del capitalismo autoritario y gansteril de la Federación Rusa. Por supuesto, queda por ver cómo esas tendencias en Cuba se conjugan con la nueva influencia del capitalismo de estado ruso en la Isla.
En todo caso, la nueva política rusa en Cuba debe ser vista con mucho escepticismo en lo que se refiere a la posibilidad de que tenga una influencia determinante sobre los destinos insulares, especialmente en términos económicos. Los posibles aportes de la Federación Rusa no parecen estar a la altura de las necesidades de Cuba, por lo menos en lo que relativo a la economía, aparte del hecho de que es muy posible que se traduzca en un aumento cualitativo de la corrupción y crisis social, así como en la adopción más abierta de un capitalismo de estado gansteril.
Samuel Farber nació y se crió en Marianao, Cuba, donde estuvo activo en el movimiento estudiantil de la segunda enseñanza contra la dictadura de Batista. Ha escrito numerosos artículos y libros sobre Cuba, así como sobre la revolución rusa y la política estadounidense. Es profesor jubilado de la Universidad de la ciudad de Nueva York (CUNY), donde reside.
Fuente: https://www.cubaxcuba.com/blog/nueva-presencia-rusa-cuba