Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano Nos habías hecho este resumen querido amigo: Solo ya reflexionar sobre nuestro propio vivir, es estar poniéndonos fuera del mismo. […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano
Nos habías hecho este resumen querido amigo:
Solo ya reflexionar sobre nuestro propio vivir, es estar poniéndonos fuera del mismo. Solo con ponernos a reflexionar sobre aquello que nos cuesta, que se nos aparece en nuestro fuero consciente interno como a lograr, a lograr poner en obra, a lograr usar, a lograr ejecutar, o a reflexionar sobre lo no logrado, eso, está ya poniendo en crisis esa realidad, ese ethos que nos constituye como subjetividad, y cuya existencia objetiva -el «mundo»- no es otra cosa que el resultado u objetivación de nuestro hacer constante ; ya está, en potencia, dejando de ser, de ser válido o de existir, ese saber hacer y ese mundo creado a cada instante por nuestra praxis actualizadora de nuestro saber práxico. Es lo que Hegel denomina «Negatividad».
¿Qué es eso de la autorrefexión autoconsciente?
La autorreflexión autoconsciente es un ya estar siempre saliéndonos, potencialmente, del mundo, del ethos, del orden que nos constituye, y un estar recobrándonos como ser subjetivo reflexivamente puesto «al lado» del saber hacer consciente cuyo dominio constituye nuestra consciencia, y de su inherente experiencia. Como un ser interno desdoblado y reflexivo, autoconsciente, y por ello, separado de sí mismo y capaz de crear, si se pone en interacción con otros, un nuevo ethos, en cuya nueva creación nos autogeneramos como nuevas subjetividades con nueva antropología y necesidades, «impronosticables», históricas, creadas por la nueva praxis.
Desdoblamiento reflexivo respecto de nuestro hacer y ser que es constante, imparable, y a múltiples niveles. Y que constituye nuestra consciencia, la consciencia de nosotros como subjetividades frente al mundo que nos constituye pero ante el cual nos ponemos como individualidades no idénticas: la libertad, la consciencia de libertad subjetiva, de poder auto elegirnos, que es lo que tratábamos de explicarnos.
Hemos llegado, al menos así lo creo, a explicar la libertad subjetiva en su génesis y en su realidad material, la materialidad de una praxis conscientemente reflexionada, autoconsciente y auto gobernada, libre respecto del ethos que la constituye.
Pero permíteme prolongar un poco más esta argumentación
Adelante con los complementos.
Quiero tratar ahora sobre la ontología filosófica de Marx, y mostrar cómo su ontología se basa en la de Hegel, la ontología del ser práxico autoconsciente y por tanto libre. La ontología de la libertad, tanto como ser social que se auto genera y auto determina, como en tanto subjetividad consciente. Y esto, precisamente en El capital de Karl Marx.
Voy al capítulo primero de El capital, libro primero, libro que es el único escrito y editado, autorizado, por Marx.
Lo hemos comentado varias veces sin menosprecio alguno del trabajo de Engels y de las hijas de Marx.
Recordemos que Marx comienza el capítulo señalando que la riqueza, sea ésta lo que fuere, «aparece» -«erschein»- en el capitalismo como inmenso cúmulo de mercancías. «Erscheinung» «aparecer», es categoría de Hegel, y se refiere, a la vez, al aparecer de algo, no porque esté oculto, sino al aparecer de algo porque es creado, es generado. Donde antes no había nada -radical historicidad humana-, algo es creado por nuestra actividad y por ello aparece. Y también a la «apariencia»-«schein»: la apariencia que tiene eso que surge. Ambos sentidos van unidos, y Félix Duque, el gran especialista en Hegel, insiste en ello. Nos pone como ejemplo la frase del Quijote para las figuras que aparecen en el retablo de Maese Pedro, que a la vez son lo único que hay y crea maese Pedro, y, además, es lo que comparece y es su apariencia.
Buen ejemplo cervantino.
La mercancía es la forma en que se nos presenta el mundo del capital: es lo que encontramos y es lo que nos percibimos que hay. Es objetividad y es subjetividad, porque la categoría mercancía es el saber hacer generar con nuestra actividad mercancías, que nos permite saber cómo operar con eso, y saber cómo operar con nuestra capacidad de trabajo -mercancía- sin lo que no podemos acceder a eso.
Es elemento de nuestra consciencia, de nuestro saber cotidiano que nos permite operar con nuestra capacidad de trabajo y generar el mundo de la mercancía capilarmente, coparticipar tanto en su producción como en su reproducción-adquisición-consumo: somos mercancía, con ello obtenemos dinero y compramos mercancía -M-D-M-. Pero todo esto «erschein», ese erschein de doble sentido que es idéntico en su significado a Fenómeno y Fenomenología, y que, es la concepción de Hegel que como insisten los entendidos, abarca dos conceptos diferentes de Kant, erscheinung, lo que aparece; schein, la apariencia, la forma consciente que adquiere para nosotros lo que existe.
No es un paso fácil, pero sigamos.
Sólo que para Hegel lo que aparece es creación nuestra. Todo esto es un concepto, o un conjunto de conceptos o categorías, nada «economísticos», nada científicos. No conozco ningún economista, ni tan siquiera marxista que los utilice operativamente en sus análisis, que los opere como categoría científica; la ciencia estudia y opera a partir de lo ya existente. Sí es un concepto filosófico, ontológico, metafísico, repleto de verdad.
Está bien, y suena rotundo, eso que dices de concepto metafísico repleto de verdad.
Luego, acto seguido -y vuelvo El capital-, se trata en ese primer capítulo del libro de Marx, sobre el valor de uso y de cambio, la forma relativa del valor, la forma equivalente del mismo, el «klinai pente» -cinco lechos-, homenaje a Aristóteles, la forma general del valor, el etcétera. Recuerdo que en alguna parte de ese mismo tomo, en el capítulo IV si no me equivoco -también en otros múltiples pasos-, Marx nos insiste en que es el trabajador, libremente, el que ofrece su capacidad de trabajo como mercancía, o sea, el trabajador considera conscientemente, interpreta -para utilizar a posta una categoría hermenéutica- que su capacidad de hacer es «mercancía», una noción que es parte de una sittlichkeit, de una eticidad, de las costumbres antropológicas asumidas como saber hacer, y que solo una vez existe, pasa a ser estudiada por la ciencia. Y «vendemos», sabemos lo que es vender, esa cosa considerada mercancía. Luego, una vez la hemos vendido a un capitalista, escribe Marx, seguimos a la zaga al capitalista hasta la puerta de su fábrica…
Todo esto, escrito por Marx negro sobre blanco, recalca que, al menos para Marx, el capitalismo es un saber hacer y saber comportarnos conocido por todos y libremente puesto en obra por todos, un conocimiento práxico que es la Religatio, la religación comunitaria o ethos religador, del capitalismo y que ponemos en obra, que operamos nosotros conscientemente… pero en su puesta en obra conscientemente generada, como consecuencia de la misma, nos sobreviene una sorpresa.
¿Qué sorpresa?
Ese saber hacer, socialmente puesto en obra -como todo saber hacer- nos resulta, para nuestra sorpresa reflexiva, o posee la «apariencia» de una fuerza con voluntad propia: de un fetiche o poder que se nos impone y gobierna nuestra actividad, que es lo que en Marx es denominado el fetichismo de la mercancía y ocupa las 16 últimas páginas del capítulo primero de El Capital, el capítulo que él reescribe drásticamente para la segunda edición del libro, que él elabora, y en la que da muchas más relevancia al asunto del fetichismo de la mercancía.
En la edición de Sacristán, en la OME 40, son las páginas 81-94. El apartado 4: «El carácter de fetiche de la mercancía y su secreto»
Sí. Pero esta figura de consciencia, fruto de la reflexión autoconsciente, a partir de la que comprendemos aquello que hemos creado, es lo que para Hegel es considerado la primera fase de la negatividad. Es una elaboración intelectual de Marx que tiene su fundamento y adquiere su sentido una vez la referimos a la filosofía de la subjetividad de Hegel.
Es una figura de consciencia que debemos considerar no ahistóricamente -no se da así en Hegel, cuya Ciencia de la Lógica Marx está releyendo, ni en la Fenomenología del Espíritu-, sino, precisamente como una histórica, inherente a una fase de praxis y de experiencia práxica, figura histórica de consciencia. La categoría del fetichismo de la mercancía, como figura de consciencia experiencial producida por la consciencia que se auto reflexiona, en una fase del capitalismo, es construida por Marx a partir de esta onto antropológica de la consciencia auto reflexiva de sí misma, de Hegel, y explicita toda su potencia explicativa cuando se comprende la raíz de su elaboración, y su carácter histórico, no fijo, para todo periodo del capitalismo.
En el estadio de individualidades atomizadas que se venden individualmente al capital, nos extrañamos, todavía no sobre el saber hacer interior a nosotros, ni sobre cómo aplicarlo, pero sí -y tan solo- sobre su consecuencia «exterior»; y si comenzamos -si comenzáramos, si comenzásemos, en subjuntivo potencial- a generar nueva actividad práxica religada a partir de esta primera consciencia de extrañación, de ajenidad, y a generar protagonismo sobre un nuevo hacer que fuéramos creando, en ciernes, quizá, iríamos auto aproximándonos reflexivamente -reflexividad consciente inherente a una realidad ontológica nueva, un nuevo hacer o praxis en común, no resultado de la divulgación urbi et orbi de una Teoría Salvífica- a lo que es origen de esa realidad que nos parece ajena, iríamos generando nuevas figuras de consciencia o formas de consciencia, y podríamos ir retroalimentando nuestro nuevo saber hacer a partir de esa nueva reflexividad interna nuestra más próxima a la raíz, a la consciencia de lo que es la raíz del mundo y el hacer existentes, que está en nosotros… aquí es donde quería llegar, y ahora, sí, aquí termino. Con un poco de esfuerzo intelectual – perdón por el fárrago, perdón por el ir y venir y el resumir y el retornar- pues nuestros pacientes y generosos lectores, desde aquí, pueden poner en relación lo dicho aquí sobre consciencia y libertad con lo dicho en la primera pregunta que me hiciste sobre Ethos.
Es una buena práctica intelectual. Tendrán que esforzarse.
La ontología metafísica del ser social de Marx se elabora en inmediata relación con la ontología de Hegel. Solo interpretada desde esta ontología, que Marx adopta pero habitualmente no considera necesario explicitar, la categoría del Fetichismo de la Mercancía adquiere toda su potente relevancia explicativa. Pero el modelo ontológico de Hegel comprende como elemento inherente la característica, la categoría de la constante historicidad. Por ello, la constante auto transformación de la realidad intersubjetiva, práxica, humana es una característica inherente, axial, de su modelo. Esta característica es inherente a la totalidad de la historia de la humanidad y a cada etapa, fase, o como se quiera decir, de la historia. El capitalismo por ejemplo. Las categorías elegidas para explicar el modelo de lo que es la civilización capitalista deben ser, a su vez, dentro de ese mismo modelo, históricas y mudables en potencia. Esto vale también para las categorías que explican las formas de consciencia históricas de la subjetividad en el capitalismo. Estas no pueden ser reducidas a una sola, fija, figura o forma de consciencia, para todo el periodo. La variabilidad posible de las formas o Figuras de consciencia inherentes al capitalismo dependerán de las experiencias generadas, y estas, a su vez, fundamentalmente, no tanto o no solo, de las transformaciones del capital, sino, fundamentalmente, de la autotransformación, de la autogénesis de una nueva subjetividad, que se constituya a sí misma precisamente mediante la autoorganizacion capilar de los subalternos, en su vida cotidiana, que genere una nueva praxis autocontrolada cada vez mayor, un nuevo ethos, una nueva antropología con necesidades y expectativas, inherentes a esa nueva praxis y ethos, que ya no sean las que el capital genera en las individualidades aisladas sometidas a su ethos. Esto, en caso de hacerse, generará otras experiencias y su reflexión nos enseñará a percibir nuestra libertad humana, la que nos constituye. Generará nuevas figuras de consciencia. Ninguna de ellas es una forma de consciencia fija, ahistórica, inherente a un capitalismo también entendido como una estructura también fija, ahistórica como una, como otra, ahistoricidad. Es la libertad, la historicidad auto creada lo que así lo determina.
Aún me permito una vuelta más.
Vale de acuerdo pero dejemos respirar un poco a nuestros lectores. Tal vez hoy hemos abusado en demasía.
De acuerdo. Yo también respiro.
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