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La organización económica de Ecuador

Fuentes: Rebelión

            A ver si nos detenemos a analizar cómo está organizado nuestro país, para insertarnos mejor e influir en él en lo económico, político e ideológico, descubriendo la mística que nos puede animar para lograr -soñemos- una vida en plenitud. Nos servirá para orientarnos en este campaña electoral. Ya en 1992 lo escribían los obispos latinoamericanos en su reunión de Santo Domingo (República Dominicana): “En Pueblos de arraigada fe cristiana se ha impuesto estructuras generadoras de injusticia. La falta de coherencia entre la fe que se profesa y la vida cotidiana es una de las varias causas que generan pobreza en nuestros países, porque los cristianos no han sabido encontrar en la fe la fuerza necesaria para penetrar los criterios y las decisiones de los sectores responsables del liderazgo ideológico y de la organización de la convivencia social, económica y política de nuestros Pueblo”.

            Para entender cómo funciona la organización económica, digamos de entrada que la economía es la organización equitativa del compartir de bienes y riquezas para beneficio de todos los ciudadanos. La economía comienza cuando una persona decide producir algo. Por ejemplo, para sembrar maíz un campesino necesita una parcela de tierra, semilla, azadón o arado… Para construir una casa, un albañil necesita arena, piedra, cemento, tablas, pala, bailejo, sierra… Todo proceso económico necesita de 3 elementos básicos: el trabajador es el elemento indispensable, unas materias primas provenientes de la naturaleza y unas herramientas para facilitar el trabajo. Las actividades económicas desarrollan la producción, la extracción, la transformación, el comercio… Los frutos producidos por los trabajadores sobre la naturaleza benefician al sustento de la vida, las relaciones humanas, el desarrollo material y social, la creación de dinero… La regla de oro de la economía es el repartir y compartir equitativa para que cada uno tenga lo necesario para vivir dignamente.

            El desarrollo inadecuado de la economía produce las desigualdades y la pobreza y miseria. Una de la causa principal de esta situación inhumana proviene de la acaparamiento o propiedad privada. Unos pocos se adueñan de la tierra, de las herramientas, del trabajo ajeno y de sus frutos, Esta situación produce el antagonismo de dos clases opuestas: la de los ricos que son propietarios y aprovechadores, y la de los pobres que desposeídos y explotados. Eso es la causa principal del empobrecimiento de la mayoría de la población: Se impide a los trabajadores gozar de los frutos de la naturaleza y de su trabajo. Son excluidos de la organización de su trabajo y de las decisiones en las actividades de producción, transformación, comercio, dinero… Se les impone un proyecto social desigual. Esta organización injusta de la economía se estructuró mediante la ideología del liberalismo o libertad extrema que organiza la sociedad en torno a la acumulación de bienes y dinero en unas pocas manos: Esa es la organización capitalista que cierra el camino a una vida digna, una organización social armoniosa y un desarrollo respetuoso de la naturaleza.

            Frente a esta situación de injusticia siempre ha habido protestas, alternativas y propuestas económicas para el respeto de las personas, los derechos humanos y de la naturaleza. La experiencia de los pueblos indígenas, la historia del pueblo de la Biblia, el testimonio de muchos pensadores y el ejemplo de varios países nos dan elementos y caminos para organizar la economía de manera más conforme a dignidad del ser humano, a la convivencia social y el respeto a la naturaleza.

            Los Pueblos Indígenas de todo el continente tienen otra manera más comunitaria de organizar la economía que se inspira en su cosmovisión y su práctica milenaria del ‘Bien Vivir’ o ‘la Tierra sin Mal’. El Pueblo más avanzado en este sentido es el de los Zapatistas en el Chiapas, México. Tienen la propiedad colectiva de la Tierra, el trabajo es de todos para el servicio de todos, la repartición de su frutos es equitativa y la armonía con la naturaleza facilita la salud corporal, mental y social.

            La historia del Pueblo de la Biblia nos da valiosas aportaciones para una vida más justa y fraterna. Abraham y Sara y luego Moisés y Miriam tenían tres principios básicos: la libertad, o sea, no ser esclavos ni esclavizar a nadie, la equidad, o sea, el repartir equitativo de los frutos de la tierra a cada familia sabiendo que la tierra familiar no se compra ni se vende, y la fe en un Dios liberador con ellos.

            Jesús de Nazaret retomó el proyecto de Abraham y Moisés, llamándolo el ‘Reino de Dios’ que es, según su primer discurso en su pueblo de Nazaret “buena noticia para los pobres, liberación de los cautivos (por las deudas), de los ciegos, de los cojos y proclamación del Año de la Gracia del Señor”, o sea, la devolución de la tierra a cada familia.  Jesús condenó la acumulación de bienes y nos orientó para la buena utilización del dinero: “¡Con ese maldito dinero háganse amigos!” Para continuar la misión de Jesús, los primeros cristianos ponían sus bienes en común para que no haya ningún necesitado entre ellos. San Pablo lanzaba: “¡El que no trabaje no coma!” Y el apóstol Santiago reclamaba a los ricos por los malos salarios.

            La conclusión es que el problema de nuestro país no son los pobres, sino los ricos que empobrecen a los demás. Por eso el papa Francisco es sumamente claro y duro en contra del sistema neoliberal: “Hoy tenemos que decir ‘no’ a esa economía que mata… !No a una economía de la exclusión! ¡No a la nueva idolatría del dinero! ¡No a un dinero que gobierna en vez de servir! ¡No a la desigualdad que genera violencia… Hoy todo entra en el juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil”.

            En las próximas elecciones elijamos a personas capaces de enfrentar las estructuras económicas que generan pobreza. Esta situación de pobreza, según dijeron nuestros obispos latinoamericanos en Puebla (México, 1979) “no es una etapa casual, sino el producto de situaciones y estructuras económicas, sociales y políticas… que producen ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres”.

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