El 2020 se acaba de ir, pero quedará en el recuerdo como el año en que la pandemia puso en riesgo al mundo entero. 2021empezó, pero no deja muchas certezas de avanzar en una dirección opuesta. Se agravó la crisis económica mundial, subió el desempleo, aumentó la pobreza y se profundizó la desigualdad. Todas las seguridades médicas y científicas que se tenían comenzaron a tambalear. Las únicas herramientas certeras para enfrentar al virus terminaron siendo un pedazo de tela como tapaboca y la distancia al borde del individualismo extremo. Los países buscan salir de la parálisis planetaria con más energías fósiles, se aleja la reconversión a las renovables y el cambio climático se potencia al extremo.
El año de la pandemia le legó incertidumbre a 2021, y habrá que ver cómo se reconvierte a partir de la aparición de algunas vacunas. Lo cierto es que el mundo ingresó de lleno en el año que se fue en una profundización de su crisis capitalista de consumo, presagiando la propagación de plagas que vienen de la mano del Coronavirus.
Más allá de que se logre aminorar, controlar o fracasar frente al avance del COVID-19; el mundo ingresó de lleno en un nuevo proceso de recesión que traerá consigo más crisis, desempleo, desigualdad y donde los grandes países industrializados tienen en la mira profundizar la utilización de energías fósiles como posibilidad de volver a inundar al planeta de mercancías -muchas de ellas innecesarias- para su consumo.
Si 2020 fue el año de la pandemia que golpeó a la humanidad desprevenida y sin claridad de cómo responder, el 2021 podrá ser el año de la continuidad de ese desconcierto o el de la búsqueda de una salida donde el capitalismo tiene casi siempre las mismas recetas.
En materia científica y de conocimiento en pos de la salud, las falencias son enormes. Los avances tecnológicos en materia sanitaria estallaron por los aires frente al COVID-19 y, más allá de tantas idas y vueltas, la única respuesta que terminó siendo efectiva fue el uso del tapabocas, el distanciamiento social y los confinamientos entre las grandes muchedumbres. Esas respuestas que la humanidad ya conocía desde hace más de un siglo, cuando se presentó la gripe española.
El ser humano necesita de esperanzas para seguir creyendo que tiene sentido la vida, aunque al mismo tiempo sabe que tarde o temprano la existencia es finita. Por eso, este fin de año muchas copas se levantaron en el mundo entero deseando un 2021 mejor.
Quizás sea tan solo un anhelo, como los que se preanunciaban cuando arrancó la pandemia y presagiaban el mundo podía cambiar, mejorar y transformar en una sociedad más justa, igualitaria y fraternal.
Un año después de aquellos anhelos nihilistas casi nada de eso sucedió y todo parece encaminarse, a pesar de que el SARS-CoV-2 pueda ser controlado o inmunizado por una vacuna, en un panorama que no trae buenas noticias para el futuro cercano; tampoco profetiza un mundo mejor que al de la pandemia o al de la pre pandemia y todo hace pensar que el ser humano -en especial los poderosos y los ricos- se han vuelto peores que los albores de este virus.
Pandemia de crisis y desempleo
Todos los países del mundo ingresaron de lleno en un nuevo proceso recesivo. La economía mundial cayó abruptamente como consecuencia de la pandemia y los confinamientos.
El propio Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectó que para 2020 la economía planetaria se contraerá en promedio un 4,4%, asentando su mayor golpe en los países avanzados (-5,8%) que en los emergentes (-3,3%).
España (-12,8%), Italia (-10,6%), junto al Reino Unido y Francia (-9,8%) serán el foco de la catástrofe económica del mundo pandémico desarrollado; mientras que entre en los que están en vías de desarrolló el golpe más duro del año pasado se llevarían India (-10,3%), México (-9%) y Sudáfrica (-8%).
A esa caída mundial del 4,4% del 2020, el FMI le contrapone una recuperación del 5,2% en todo el planeta para el 2021, traccionada por los países emergentes. Las naciones desarrolladas crecerían apenas un 3,9% y las subdesarrolladas un 6%; con China (8,2%) e India (8,8%) como locomotoras del proceso de repunte económico.
Los costos económicos y sociales de la pandemia incluirán un fuerte impacto por el empleo mundial, generando enormes masas de trabajadores que no podrán ingresar el mercado laboral en buena parte del plantea.
El desempleo seguirá creciendo de manera galopante en el contexto de nacional, así lo advierte al Organización Internacional del Trabajo (OIT). En el 2018 la cantidad de desempleados mundiales alcanzó los 185,8 millones de trabajadores y en el 2019 subió a 187,7 millones; para este para se proyectaron 190,3 millones de desocupados y para el 2021 la cifra ascendería a los 193,7 millones de personas. Pero los márgenes establecidos como techo y como piso para este 2021 serán de 234 y 162 millones de empleados sin trabajo; para el 2023 la OIT prevé que la desocupación abarque a casi 200 millones de personas en el mundo entero.
La suba de 3 millones nuevos de desocupados para este 2021 es impactante, pero peor resulta si se la compara con las últimas décadas. Los 193,7 millones de desempleados previstos para este año son 7,7 millones más que los de 2011; 29,2 millones más que los existentes en 2001 y 80,5 millones más de desocupados que los que había en 1991. Desde 2008 la cantidad de trabajadores sin empleo en el mundo no baja de los 186 millones de personas.
El desempleo durante 2021 en los países desarrollados está previsto que llegue a 30,4 millones de personas y que en los países en desarrollo ascienda a los 12,4 millones de personas. Para los países con ingresos medianos y altos ascendería a 85,6 millones de personas y para los de ingresos mediano-bajos a 65,2 millones.
Muchos de esos empleos perdidos en 2020 fueron de alguna manera contenidos con los subsidios que implementaron los Estados, pero de la forma en que se extienden las diferentes oleadas de Covid las naciones han ido recortando dichos fondos y los que se quedaron sin trabajo también se quedaron sin ingresos.
Vulnerabilidad extrema y más desigualdad
La tasa de participación de la fuerza de trabajo, según la OIT, llegará en 2021 a su punto más bajo en décadas y ahondará ese proceso con vistas a los próximos años. Los jóvenes y las mujeres tendrán cada vez menos posibilidades de insertarse en el mercado laboral; mientras que la tasa de los «Ni-Nis» -los jóvenes que no trabajan ni estudian- seguirá creciendo por encima de+ 22% y englobará a 280,1 millones en el planeta. Serán 13 millones más que los contabilizados en 2019.
El COVID-19 ha profundizado las desigualdades para la OIT y es por eso que afirmó que 2.000 millones de trabajadores del sector informal son especialmente vulnerables.
«Las mujeres son las más afectadas por la crisis del COVID-19, ya que tienen más probabilidades de perder su fuente de ingresos y menos probabilidades de estar cubiertas por medidas de protección social», aseveró Achim Steiner, titular del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD).
En un informe difundido en noviembre reveló que la tasa de pobreza entre las mujeres aumentó más de un 9%, lo que equivale a unos 47 millones de mujeres. El dato representa el retroceso más significativo en las últimas décadas.
La desigualdad se potenció en tiempos de pandemia, no sólo entre personas ricas y pobres, sino también entre países de esas dos categorías. Como expresa el trabajo de Manuel Valenti Randi (CLACSO) «en todos los niveles los débiles son cada vez más débiles y los fuertes cada vez más fuertes. El orden injusto y caótico que rige a nivel global es cada vez más conflictivo y volátil, y nuestra región es una de las más afectadas».
Para el citado analista «La pandemia de COVID-19 aceleró las tendencias mundiales que se venían dando desde la crisis del 2008: aumento de la desigualdad, concentración de la riqueza y destrucción de empleos; mayor endeudamiento de los Estados y privados; mayor tensión geopolítica y geoeconómica; aumento del proteccionismo en las potencias; crecimiento económico mundial empujado por Asia -particularmente China- y estancamiento o caída de EE.UU. y Europa».
Randi agrega que «Mientras que cerca de mil millones de personas corren riesgo de perder su trabajo o caer en la pobreza, o ambas cosas simultáneamente, hay un pequeño grupo de billonarios que se están viendo beneficiados de la pandemia y la crisis. De acuerdo con los datos de Bloomberg los 5 hombres (si, son todos hombres y 4 de ellos son blancos y estadounidenses) más ricos del mundo han aumentado su patrimonio personal en lo que va del año en 201.000 millones de dólares. Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, aumentó su riqueza particular en 72.000 millones de dólares. Cuatro de estos cinco empresarios están ligados a las industrias tecnológicas y el comercio electrónico, grandes beneficiarios de la pandemia. Para comprender cuán colosal es la concentración de la riqueza en el contexto de la pandemia, las 50 personas más ricas del mundo aumentaron sus ingresos este año en 413.000 millones de dólares, prácticamente el PBI de Argentina en 2019 (449.663 millones)».
El propio FMI alertó que en la medida que se extienda la pandemia se irá ensanchando la brecha entre ricos y pobres en el mundo, así lo reflejó al analizar las últimas cinco pandemias ya existentes -SRAS (2003), H1N1 (2009), MERS (2012), ébola (2014) y Zika (2016)-; por lo que habría de esperar que la del Covid potencie exponencialmente las desigualdades.
A pesar de los datos más que contundentes, los sectores enriquecidos y beneficiados con la pandemia se han negado sistemática en todo el mundo y también en la Argentina a que se aplique un impuesto a las grandes fortunas; porque ni siquiera migajas están dispuestos a regar sobre un mundo empobrecido. Para ellos, la ambición y la acumulación pueden más que cualquier valor de la vida humana.
El otro contagio: La oleada de pobreza
Avanza de manera tan silenciosa como el propio Covid, pero es mucho menos invisible que la enfermedad cuando golpea a la sociedad. El otro virus que circula de la mano del Coronavirus y que acrecienta su impacto es el de la pobreza. A causa de la pandemia el 1,2% de toda la población mundial se hundió en la miseria que inunda a los pobres.
El Banco Mundial especula que en el 2020 la pobreza extrema mundial aumentó por primera vez en más que lo que había crecido en 20años, como consecuencia de los efectos de la pandemia. Vale aclarar que se trata de pobres que no alcanzan a juntar 1,9 dólares diarios para vivir, es decir 285 pesos por día o 8.550 pesos mensuales.
Se estima que la pandemia de COVID-19 empujó a entre 88millones y 115millones de personas a la pobreza extrema el año pasado, pero sus efectos devastadores se seguirán sintiendo en el 2021 cuando la cifra total llegue a los 150 millones para 2021.
La pobreza extrema, definida como la situación de quienes viven con menos de USD1,90al día, probablemente afecte a entre un 9,1% y un 9,4% de la población mundial en2020, de acuerdo con el trabajo «Poverty and Shared Prosperity Report» (Informe sobre pobreza y prosperidad compartida), que se publica cada dos años.
Esa tasa representaría una regresión a la registrada en 2017, que fue del 9,2%. Si la pandemia no hubiera convulsionado el mundo, se proyectaba que la tasa de pobreza habría descendido al 7,9% en 2020.
Las zonas del mundo más afectadas por la pobreza Covid son Asia meridional y África del sur. En la región asiática integrada por India, Pakistán, Afganistán, Bangladesh, Nepal y Sri Lanka la sumatoria de pobres ronda entre los 49,3 y 56,5 millones de nuevas personas empobrecidas. Mientras que en los países africanos localizados al sur del Sahara se proyectaba el ingreso a la pobreza en el 2020 de entre 26,2 y 40 millones de personas.
La tercera región del mundo más golpeada ha sido la de Asia oriental y pacífico (compuesta por China, Indonesia, Filipinas, Corea, Malasia, Mongolia, Singapur, Vietnam, Camboya y Lao) con la caída en el empobrecimiento de entre 5,3 y 9 millones de personas
América Latina y el Caribe oscilarán en la sumatoria de entre 3,6 y 4,8 millones de nuevos pobres en la región. Por detrás se ubicarán los países de Medio Oriente y el norte de África con otros 2,8 a 3,4 millones de pobres más que en tiempos de pre pandemia.
Según los niveles de ingresos con que cuente la población que se encuentra el límite de la pobreza, el Banco Mundial estimó que para los que consigan obtener 3,2 dólares diarios (480 pesos por día y 14.400 al mes) la nueva cantidad pobres que se sumaría en tiempos de pandemia llegaría a entre los 175 y los 223 millones de personas.
Si se toma como base un ingreso diario de 5,5 dólares (825 pesos por día y 24.750 al mes) lo valores de los nuevos empobrecidos en el mundo se disparan entre 172 y 226 millones de personas arrastradas por el Covid a la pobreza durante el 2020.
La salida fosilizada
Mucho se ha hablado durante el año pasado del único efecto positivo que habría tenido la pandemia de Coronavirus en el mundo, haciendo referencia a la baja de los niveles de emisión de CO2 y el efecto contaminante sobre el planeta.
Si bien eso fue cierto como producto de la virtual paralización de la producción y el comercio mundial disminuyó la contaminación ambiental en 2020, no menos cierto es que el mundo se prepara a retomar sus ritmos productivos y de consumo basándose más que nunca en la utilización de la energía fósiles como el petróleo, el carbón y el gas natural.
La disminución de los gases del efecto invernadero fue notoriamente marcada en el 2020 como consecuencia de la casi paralización del mundo, pero a ciencia cierta no llevó la contaminación provocada por el CO2 por debajo de los niveles de la crisis económica del 2008.
Más allá de que habrá que esperar el devenir de la pandemia y el consumo mundial, lo cierto es que la economía capitalista globalizada se encuentra lejísimo de la tan declamada reconversión energética hacia las energías renovables; por el contrario, sigue fuertemente atada a los recursos naturales fósiles que mueven y seguirán moviendo al mundo por varias décadas más.
Este proceso indudablemente no es nuevo. Lleva casi un siglo de constante desarrollo desde el inicio de la era moderna vinculada a la industrialización; pero además no ha muestras significativas de cambios en los últimos 50 años. Mucho se habla de la reconversión energética y las energías limpias, pero el mundo sigue funcionando esencialmente a combustibles fósiles y no hay indicios de que vaya a cambiar en un largo tiempo.
Hoy en día -a 2019- 0084,31% de toda la energía que se consume en el mundo es aportada por el petróleo (33,1%); el carbón (27%) y el gas natural (24,2%).
Esa relación ha tenido cambios absolutamente mínimos en los últimos 30 años, ya que en el 2010 las fósiles representaban el 86,6% de toda la energía consumida, en el 2000 el 86,1% y en 1990 el 87,4% del total.
Hay que remontarse 50 años atrás para encontrar en 1970 un pequeño punto de cambio en esa matriz energética mundial completamente fósil. En aquella década el petróleo, el carbón y el gas representaban el 93,7% del total; un 10% más que en la actualidad.
Las energías renovables han tenido un incremento en los últimos 20 años, pero su incidencia sigue siendo completamente marginal y apenas llegaron a representar en el 2019 un 5% de toda la energía que consume el capitalismo en el planeta. A ese ritmo de cambio, quizás hagan falta 100 años para que el mundo se reconvierta energéticamente para preservar a la humanidad y evitar el colapso anunciado del cambio climático.
Es por eso que resulta falaz hacerle a creer a los pueblos y a las personas de buena voluntad e intenciones que la lucha contra el cambio climático esta en sus manos. Más allá que separar los residuos, no tirar colillas de cigarrillos a las calles, reutilizar los reciclables, limpiar las playas son conductas correctas pero eso no alcanza ni impacta fuertemente para revertir el cambio climático.
A pesar de los compromisos de las grandes potencias por firmar acuerdos para defender el ambiente; el mundo sigue siendo vorazmente fósil y allí radica la madre de todos los problemas de una contaminación potenciada por un capitalismo innecesariamente consumista y codiciosamente despreciativo/destructivo de la naturaleza. Se firman papeles que luego no se condicen con las acciones de las naciones y las industrias.
Para salir de esta nueva crisis generada por la pandemia de Coronavirus no se vislumbra al capitalismo aprovechando la oportunidad para invertir y desarrollar una transición energética de manera seria y sostenida; sino que por el contrario todo hace pensar que se seguirá alimentando de los recursos naturales fósiles para reinventarse y seguir detentando la rentabilidad que potencia las desigualdades en el mundo.
Sólo el paso del tiempo y las tensiones sociales, políticas y económicas irán respondiendo las preguntas que acechan en un mundo que cada vez se hunde más en su propia crisis, ahora potenciada por el virus que puso a la humanidad en peligro.
Marcelo García, Periodista de El Extremo Sur de la Patagonia.