Recomiendo:
0

La Persia del Sha y los países del Este europeo

Fuentes: Rebelión

En un artículo reciente -«Lo que no se conoce sobre Egipto»- editado en Público [1], Vicenç Navarro vuelve a poner los puntos sobre las íes, sobre muchas íes. Todos sus fieles lectores se lo agradecemos. Esta vez son Egipto y las interesadas versiones que se ha ido difundiendo sobre la caída del dictador corrupto Mubarak […]

En un artículo reciente -«Lo que no se conoce sobre Egipto»- editado en Público [1], Vicenç Navarro vuelve a poner los puntos sobre las íes, sobre muchas íes. Todos sus fieles lectores se lo agradecemos. Esta vez son Egipto y las interesadas versiones que se ha ido difundiendo sobre la caída del dictador corrupto Mubarak los vértices de su análisis. Una muestra de su excelente mirada: «El futuro, sin embargo, comienza ahora. Es improbable que el ejército permita una transición democrática. Permitirá establecer un sistema multipartidista, muy limitado y supervisado por el ejército». Para el ejército, prosigue VN, el enemigo número uno «no es el fundamentalismo islámico… sino la clase trabajadora y las izquierdas, que son las únicas que eliminarían sus privilegios». Las clases dominantes de Irán, Irak y Afganistán, recuerda el profesor de la Pompeu Fabra, «apoyaron el radicalismo musulmán (con el apoyo del Gobierno federal de EEUU y de Arabia Saudí) como una manera de parar a las izquierdas». Una de las primeras medidas que ha tomado la Junta Militar, recuerda VN, es altamente significativa; han prohibido «las huelgas y las reuniones de los sindicalistas». La medida-orden, por cierto, ha sido felizmente incumplida [2].

Con más detalle. La caída del dictador Mubarak, señala VN, es un motivo de alegría para toda persona con sensibilidad democrática. Pero esta misma sensibilidad, añade, «debería concienciarnos de que la versión de lo ocurrido que ha aparecido en los medios de información de mayor difusión internacional es incompleta o sesgada». Responde a los intereses que los financian. La imagen general promovida por los medios es que lo ocurrido «se debe a la movilización de los jóvenes, predominantemente estudiantes y profesionales de las clases medias, que han utilizado muy exitosamente las nuevas técnicas de comunicación para organizarse y liderar tal proceso, iniciado, por cierto, por la indignación popular en contra de la muerte en prisión, consecuencia de las torturas sufridas, de uno de estos jóvenes».

La explicación, el profesor Navarro suele apuntar al mismo vértice cuando habla de nuestro sistema político «democrático», es enormemente incompleta. En realidad, ésta es su posición, un punto de vista que merece destacarse, «la supuesta revolución no se inició hace tres semanas y no fue iniciada por estudiantes y jóvenes profesionales». El pasado reciente de Egipto se ha caracterizado «por luchas obreras brutalmente reprimidas que se han incrementado estos últimos años». Sólo en 2009, recuerda VN, «existieron 478 huelgas claramente políticas, no autorizadas, que causaron el despido de 126.000 trabajadores, 58 de los cuales se suicidaron». Lo mismo que en España durante el franquismo, la resistencia obrera democrática -que no fue sólo democrática, habría que añadir, sino de orientación socialista y comunista- «se infiltró en los sindicatos oficiales».

El profesor de la Pompeu Fabra da ejemplos de esas luchas obreras (los centros industriales de Asyut y Sohag, centros de la industria farmacéutica, energía y gas; las empresas en Sharm El-Sheikh, El-Mahalla Al Kubra, Dumyat y Damanhour, centros de la industria textil, muebles y madera y alimentación, son algunos ejemplos por él citados), señalando a continuación que los dirigentes de esos «sindicatos» eran nombrados por el partido gobernante en Egipto que, añade, «sorprendentemente había sido aceptado en el seno de la Internacional Socialista». ¿Sorprendentemente? Tal vez. Pero desde luego no formaban parte de ningún distrito apartado y en minoría de uno. El partido del presidente del estado militar-nuclear-racista de Israel es miembro de la denominada generosamente «II Internacional». Lo mismo puede decirse del partido de Ben Alí que ha gobernado Túnez durante décadas o, mirando atrás con ira, del partido dirigido por Carlos Andrés Pérez en Venezuela o de aquel PSI dirigido por Bettino Craxi tan amigo por cierto de ese crápula llamado Benito… perdón Silvio Berlusconi. Por no hablar, si no ando errado, de la ausencia de críticas de la «Internacional» «Socialista» ante las actuaciones expansionistas-criminales de Tony Blair, otro de estos dirigentes «socialistas», el amigo de Bush II y Aznar-Endesa, dos joyitas de la corona, uno de ellos, cuanto menos, muy amigo del Marqués de Vargas Llosa.

La Administración Obama, continúa el profesor Navarro, «que al principio había estado en contra de la dimisión de Mubarak, cambió y presionó para que éste se fuera». Vicenç Navarro recuerda el apoyo estadounidense: «el Gobierno federal ha subvencionado con una cantidad de 1.300 millones de dólares al año al ejército de aquel país y éste no podía desoír lo que el secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, estaba exigiendo». No cabe entrar con detalle en el paso pero, acaso sin que sea su intención, la reflexión puede leerse como una consideración positiva de la actuación de la «administración Obama» y todo parece indicar que el gobierno estadounidense ha hecho y está haciendo todo lo posible para reconducir la situación hacia el territorio que ellos e Israel desean: con el petróleo, con el Estado nuclear-racista, con las inversiones económicas y con los intereses geopolíticos no valen los jueguecitos ni las manifestaciones ciudadanas masivas. A callarse que ya es hora [3].

Ni que decir tiene, añade VN, que los jóvenes profesionales que hicieron uso de las nuevas técnicas de comunicación jugaron un papel importante en las luchas. Es un error, en todo caso, es muy razonable y necesaria la crítica, «presentar aquellas movilizaciones como consecuencia de un determinismo tecnológico». En realidad, señala el profesor Navarro, «la desaparición de dictaduras en un periodo de tiempo relativamente corto, como resultado de las movilizaciones populares, ha ocurrido constantemente. Irán (con la caída del Sha), el Muro de Berlín, la caída de las dictaduras del Este de Europa, entre otros casos, han caído, una detrás de otra, por movilizaciones populares sin que existiera Internet».

Dejemos Internet aparte. Vayamos al nudo. No se ve por qué el profesor Navarro duplica la referencia en su lista -el muro de Berlín y los países del este de Europa- pero es aún menos evidente que después del régimen corrupto y asesino del Sha de Persia se citen a continuación países y sistemas políticos que no tuvieron nada que ver con aquella infamia criminal. Más bien lo contrario, se manifestaron contrarios a aquella abyección y, en la medida de sus fuerzas, abonaron y ayudaron a partidos de la resistencia contra el Sha, entre ellos, y destacadamente, el partido comunista iraní. Nazanin Amirian ha hablado con detalle de esto último.

No sólo eso. Sin sentir nostalgia alguna por lo que no debe ser motivo de ella, ¿fueron dictaduras, así, sin más, los sistemas políticos que rigieron a lo largo de más de cuatro décadas en la República Democrática Alemana, en Hungría, en Polonia, en Checoslovaquia, en Rumanía, en la misma URSS, incluso en Yugoslavia, si queremos añadir un país que no participó en el Pacto de Varsovia? No diré desde luego que fueran destacados ejemplos de socialismo democrático y crítico (no, desde luego, después de Hungría en el 56, Praga en el 68 y el neoestalisnimo) pero no sé si se piensa bien aquel período histórico que duró durante más de 40 años y que tuvo, desde luego, aspectos netamente positivos, colocándoles urbi et orbe la etiqueta «dictaduras». Parece muy simplificador, incluso lenguaje oficial del adversario. Con ello descalificamos sin matiz, y colocamos en el mismo saco la URSS de Kruschev, la Yugoslavia de Tito o la Checoslovaquia de Dubcek, por ejemplo, con dictaduras al servicio del Capital, estas sí, muy reales, con muchos muertos a sus espaldas y muy al servicio de intereses minoritarios y de las estrategias del Imperio, como las del Sha de Persia, la Nicaragua somocista, la Grecia de los coronales o el salazarismo portugués, por no hablar del Chile de Pinochet o la Argentina de Videla. La lista puede ampliarse desde luego.

El socialismo «realmente existente» (el concepto fue y es nefasto), que no actúo nunca en un escenario limpio y sin límites sino que estuvo siempre muy condicionado por el marco abonado de la guerra fría-caliente, no fue, desde luego, un socialismo que permitiese avanzar siempre hacia mayores metas de igualdad, poder obrero-ciudadano y humanidad. Los errores son conocidos y se acumularon crecientemente. Pero no era fácil asaltar los cielos socialistas en aquellas condiciones. Lo intentaron en ocasiones y les faltó poco. Por otra parte, basta pensar en la forma en que los dirigentes de la República Democrática de Alemania dejaron el poder para darse cuenta de que cualquier comparación o cualquier inclusión en una lista común con el Sha de Persia es simplemente la construcción de un sistema abigarrado o un descuido político.

Sea como fuere, aquel «socialismo real» no fue un estercolero; el régimen del Sha, un régimen apoyado y codirigido desde las de la Casa Blanca, sí lo fue. Es bueno dudar de todo, señaló Marx tomando pie en Bacon, pero no de lo esencial contrastado.

Notas:

[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122628`

[2] Los trabajadores egipcios han reanudado sus protestas con dos objetivos esenciales: mejoras salariales e inicio de investigaciones a los sospechosos de corrupción, sus dos primeras exigencias. La factoría de Misr Spinning and Weaving, en Mahallah al Koubra, el lugar donde se iniciaron las protestas obreras en 2008, está en huelga. Los trabajadores del sector agropecuario de El Cairo también han abandonado sus puestos de trabajo y se han concentrado en el aeropuerto internacional exigiendo mejoras salariales (Público, 18 de febrero de 2011, p. 15).

[3] Un ejemplo de cómo ora et labora esta Administración, la de Obama-H.Clinton, no la de aquel nido de víboras encabezado en apariencia por Bush II (tomo pie en el artículo de G. Fourmont, «Bahrein aplasta a sangre y fuego la revuelta de los chiíes», Público 18 de febrero de 2011, p. 12). Bahrein es un reino del Golfo Pérsico, la cuna de la minoría chií de Arabia Saudí. Pequeño pero de importancia estratégica. A su cabeza, Hamad bin Isa al Jalifa, el jefe de Estado del Reino «constitucional» de Bahrein. El pasado lunes un millar de personas quisieron convertir la plaza de la Perla, en el centro de Manama, en su plaza Tahrir, en su espacio de liberación. Al Jalifa no dudó y envió al ejército a desalojar la plaza. Al menos seis personas murieron, según Al Yazira, y otras 300 resultaron heridas. Nada más saber lo ocurrido, la secretario de Estado estadounidense, la Dominatrix, llamó al jefe de Exteriores de Bahrein para mostrar su «profundo interés», no para dar un toque, presionar o llamar a una matanza por su nombre verdadero. ¿Y por qué? ¿Falta de humanidad acaso? Porque el pequeño reino es un fiel aliado, clave incluso, de USA en la zona. ¿Y por qué es tan necesario? Porque Bahrein sirve de base a la V flota de la Marina de USA y es, además, un gran comprador de armas estadounidenses, probablemente las que han servido para «aplastar» la revuelta y matar o herir a unos cuantos ciudadanos. Bahrein debe ser estable, señala la diplomacia estadounidense. ¿Por qué esa estabilidad? Pues porque debe serlo y porque la V Flota está donde está para asegurar la fluidez del estrecho de Ormuz. Ni que decir tiene que por ese estrecho pasan raudos, cargados y veloces los petroleros, la sal de la economía desarrollista y suicida.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR