«No sólo no soy moderado sino que trataré de no serlo nunca, y cuando reconozca en mí que la llama sagrada ha dejado lugar a una tímida lucecita votiva, lo menos que pudiera hacer es ponerme a vomitar sobre mi propia mierda» Carta de Ernesto Guevara a su madre. México, 15 de julio de 1956. En […]
«No sólo no soy moderado sino que trataré de no serlo nunca, y cuando reconozca en mí que la llama sagrada ha dejado lugar a una tímida lucecita votiva, lo menos que pudiera hacer es ponerme a vomitar sobre mi propia mierda» Carta de Ernesto Guevara a su madre. México, 15 de julio de 1956.
En la década de 1970 el profesor norteamericano Immanuel Wallerstein se aparece con una nueva propuesta para desarrollar «de otra manera» la concepción que sobre el mundo y la historia existía hasta ese momento (y que se heredaba desde el siglo XIX), «la perspectiva de análisis de sistemas-mundo» (1), que el mismo se encargaría de decir, en 1987, en un artículo donde se le invitaba a exponer en pocas páginas las premisas teóricas específicas de la misma, para un libro editado por A. Giddens y J. Turner (Social Theory Today) que «no era una teoría sobre el mundo social o sobre una parte de éste, sino más bien una protesta contra la forma en que quedó estructurada la investigación social desde su concepción a mediados del siglo XIX, a partir de una serie de suposiciones a priori normalmente incuestionadas» (2).
La tesis fundamental de Wallerstein en la aplicación de la perspectiva del «análisis de los sistemas-mundo», que dio a conocer en su libro El Moderno Sistema Mundial (1974), y que constituyó un duro mazazo teórico, ideológico y político a la concepción del mundo que pregonaba la izquierda en aquel entonces (y que sin embargo fue planteada, casi «fuera» del libro, en un agregado al final del mismo titulado Repaso Teórico) era, que en el mundo había un solo sistema histórico: una economía-mundo, y que ésta era una economía-mundo capitalista, al no poder existir el capitalismo sin la estructura de la economía-mundo.
En su conceptualización, Wallerstein afirma que, «una economía-mundo, es un sistema largo-mundo, no mundial: un mundo, pero no el mundo. Un mundo largo que tiene en su seno varias entidades políticas, múltiples culturas, etc.»(3), aunque desde el siglo XIX (y por primera vez en la historia de la humanidad) esa economía-mundo que se comenzó a construir en Europa occidental entre los siglos XV y XVI (4) terminó por expandirse a todo el globo, como un sistema único y en cual vivimos todavía.
En ese sentido, y por lo mismo, Wallerstein llega afirmar (¡sic en 1974!) que no podía hablarse, porque no había y por ello no existía, una economía socialista mundial, dada la existencia de una serie de países socialistas (la llamada «comunidad socialista»), «…aunque no se haya discutido en este volumen…observaremos con gran reserva y prudencia en futuros volúmenes la afirmación de que existen en el siglo XX economías nacionales socialistas en el marco de la economía-mundo (por oposición a movimientos socialistas que controlan ciertos aparatos de Estado en el seno de la economía-mundo)»(5).
En su afirmación de que los así llamados países «socialistas» no podían ser socialistas Wallerstein apelaba, según el profesor español José María Tortosa, a la evidencia filosófica de que la lógica y la dinámica del conjunto determinan a las partes, algo a lo que se puede llegar gracias al enfoque del «análisis de los sistemas-mundo», que permite examinar los desarrollos internos de las sociedades «socialistas» con respecto al desarrollo global del sistema capitalista.
El académico español explica la postura de Wallerstein a este respecto, la que según él parece fluctuar entre las siguientes tres:
«1) Las partes del sistema favorecen la supervivencia del sistema total. Los países ‘socialistas’ son, efectivamente, diferentes de los ‘capitalistas’ (liberales), pero esa diferencia no es otra que su adaptación al sistema y su colaboración en su supervivencia. ‘Un Estado que posee colectivamente todos los medios de producción es meramente una empresa capitalista colectiva mientras siga participando -como tales Estados, de hecho, están obligados a seguir haciéndolo- en el mercado del world-system capitalista’.
2) El sistema es contradictorio y, por tanto, en su funcionamiento ‘normal’ produce y reproduce fuerzas antisistémicas. Los países ‘socialistas’ pueden ser tales, pero hay que reconocer que es imposible alcanzar el socialismo a escala nacional. Lo máximo que pueden ser es sociedades que muestren valores que serán los dominantes en el futuro ya que ‘vivimos en los primeros estadios de la transición del capitalismo al socialismo’. Pero nada más.
3) El world-system está formado por fuerzas que constantemente lo reproducen y, al mismo tiempo, por fuerzas que dificultan su preservación. Ambas fuerzas no son eternas: lo que hoy reproduce, mañana puede ser estéril; lo que hoy se opone, mañana puede ser sustituido por algo distinto.» (6)
Y ahí está su verdadero atrevimiento, al desafiar la teoría vigente sobre la sociedad y su evolución hasta ese momento, aquella promulgada por el marxismo-leninismo tradicional y ortodoxo que, con el aval que le respaldaba ser la ideología dominante (y «triunfante») en los Estados de una tercera parte del globo terrestre (¡¿la práctica mejor criterio para medir el acierto de la teoría?!), afirmaba que desde el año 1917 (pero sobre todo después de la implantación del llamado «campo socialista» tras la segunda guerra mundial) el mundo se dividía en dos sistemas diametralmente opuestos: capitalismo y socialismo.
La audacia intelectual de Wallerstein era aún mayor si tenemos en cuenta, que ese mismo marxismo, propalado por todo el mundo en aquel entonces, por los manuales soviéticos y su editorial para temas sociales (Editorial Progreso) consideraba que, desde mediados-fines de la década de 1950, el socialismo se había convertido en el factor decisivo del desarrollo social, y para los años 70 de ese mismo siglo XX la derrota norteamericana en Viet Nam, la victoria de Fidel Castro en la Isla de Cuba (a sólo 120 kilómetros de EE. UU.), el proceso de descolonización en Asia y sobre todo África, la victoria guerrillera en Nicaragua (1979) y la lucha en El Salvador, Guatemala, etc, en América latina, hacían pensar que la victoria definitiva del socialismo en el mundo y la ansiada sepultura del capitalismo estaba a la vuelta de la esquina.
Quince años después de plantear su valiente afirmación, de que no existían dos sistemas sino uno solo, el sistema-mundo moderno, que es una economía-mundo capitalista como se ha dicho y no podía ser de otra manera, el así considerado otro sistema social (el socialismo) se derrumbó, incluso allí donde presuntamente se había originado (la URSS y los Estados socialistas de Europa del Este). En un artículo publicado en 1993 en coautoría con Giovanni Arrighi y Terence K. Hopkins, Wallerstein que siempre ha considerado al año 1968 un año «fundacional» porque simbólicamente en esa fecha comenzó el derrumbe no del socialismo sino del sistema-mundo capitalista, consideraba a «1989 la continuación de 1968» (7)
Concomitante con la afirmación de que existe un solo sistema, el que comenzó siendo un mundo en Europa occidental allá por el siglo XVI, y que ya en el siglo XIX comenzó a ser el mundo, al concluir su expansión a toda la tierra, está el hecho, sobre el que Wallerstein llama la atención, de que no es posible en los marcos estrechos de las fronteras nacionales alcanzar el desarrollo, lo que se desarrolla no son los países, las naciones sino la economía-mundo capitalista, «es el sistema-mundo y no las ‘sociedades’ separadas, lo que ha estado ‘en desarrollo'» (8), y en el capítulo 7 de su magistral libro «Impensar las ciencias sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos» después de haber dedicado varios de ellos a la cuestión, concluye haciéndose una pregunta al respecto, que responde sin ambages y diáfanamente: «Desarrollo: ¿cinosura o ilusión?. Espero que para este momento mi respuesta sea obvia. El desarrollo nacional es hoy por hoy una ilusión, sin importar qué método se defienda y utilice» (9). Y aquí vuelve a resaltarse su osadía intelectual, pues justo en el año 1974, el año en que aparece la primera edición de «El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI», texto considerado el iniciador del «análisis de sistemas-mundo», la VI asamblea especial de la ONU , acuña la expresión sobre un Nuevo Orden Económico Internacional, vocablos que hacen referencia de modo genérico a las peticiones que presentaban los países «subdesarrollados» (recién descolonizados e independientes) a los «desarrollados», relativas a las reglas de funcionamiento que debía seguir la economía internacional a fin de que las «nuevas» naciones pudieran alcanzar a las «viejas» en la consecución del mismo.
Resumiendo podemos afirmar que el vuelco decisivo en el estudio de Wallerstein sobre la historia del mundo hasta los años 70 del siglo XX, ha sido determinar claramente una nueva unidad de análisis, el sistema-mundo en lugar de la nación, como lugar donde transcurren los distintos, interrelacionados y complejos procesos sociales, como venía haciéndose hasta el momento, lo que le permitió dar un giro fundamental en la determinación de, en qué etapa de su trayectoria se encuentra actualmente el sistema en el cual vivimos, hacia dónde se encamina y qué actitud debiéramos asumir las fuerzas antisistémicas que luchamos por su superación.
Con relación a la fase de su existencia en la cual se encuentra el sistema-mundo moderno, el profesor norteamericano apoyándose en los estudios de Ilya Prigogine sobre el comportamiento y la vida de los sistemas, arriba a la conclusión de que el sistema-mundo moderno se encuentra actualmente en crisis estructural.
La economía-mundo capitalista como cualquier sistema, cuenta con una serie de ritmos cíclicos, que son una serie de desviaciones que alteran el normal desenvolvimiento del mismo, alejándolo de la «normal» situación de equilibrio; sin embargo, debido a una serie de movimientos en el sentido inverso, el equilibrio vuelve a restablecerse, de ahí el nombre de cíclicos, aunque el mismo nunca se restaura hasta el mismo punto donde se encontraba antes, ya que estos cambios en sentido contrario conllevan algunas alteraciones en los parámetros subyacentes del sistema, » de ahí que el equilibrio sea siempre un equilibrio en movimiento y, por lo tanto, el sistema tenga tendencias seculares. Es esta combinación de ritmos cíclicos y de tendencias seculares lo que define a un sistema que está funcionando de manera ‘normal’. Sin embargo, las tendencias seculares no pueden continuar por siempre, pues se topan con asíntotas. Cuando esto sucede, ya no es posible que los ritmos cíclicos vuelvan a hacer que el sistema recupere el equilibrio, y es aquí donde el sistema entra en problemas. Ingresa entonces en su crisis definitiva y se bifurca, esto es, se ve a sí mismo ante dos o más rutas alternas hacia una nueva estructura, con un equilibrio nuevo, nuevos ritmos cíclicos y nuevas tendencias seculares. Pero cuál de las dos rutas alternas seguirá el sistema, es decir, qué tipo de nuevo sistema se establecerá, esto es imposible determinarlo por adelantado, por cuanto es una función de una infinidad de elecciones particulares que no están limitadas sistemáticamente. Esto es lo que hoy sucede en la economía-mundo capitalista.» (10)
¿Cuáles son esas tendencias seculares?. El ascenso del nivel real de los salarios como porcentaje de los costos de producción, calculado como un promedio a lo largo de la totalidad de la economía-mundo capitalista; el aumento del costo de los insumos materiales y el incremento permanente de las tasas de tributación en casi todos los países. (11)
Pero las mismas no sólo se circunscriben a la esfera económica, hay otra serie de tendencias que afectan otros ámbitos del sistema-mundo capitalista que también llegan a sus correspondientes asíntotas: un sistema interestatal relativamente estable, del que los ciclos hegemónicos ha sido el motor llega a su fin, ya que es poco probable que haya otro ciclo hegemónico en la historia ulterior de este sistema que reemplace al norteamericano, en franca decadencia; un sistema de producción mundial sumamente fructífero, del que los ciclos de monopolio (los Kondratieff) han sido su propulsor, sigue atascado sin señales claras de que pueda abrirse una nueva y pujante fase del mismo; y la desilusión de las masas del mundo con el comportamiento, accionar y resultados de los movimientos antisistémicos clásicos, que una vez que han estado, compartido o coqueteado con el poder (algo que hicieron de una forma u otra entre 1945 y 1989 en casi todos los Estados del sistema interestatal) ya que los mismos predicaron el desarrollismo y la fe y esperanza en el progreso equitativo, democrático y despolarizado, asignaturas éstas aún pendientes en el capitalismo, que no pudieron cumplir por constricciones sistémicas y para colmo envueltas todas en un discurso ideológico disfrazado de revolución antisistémica, siendo esta situación parte del panorama político del mundo desde 1968. Y es tal la importancia de éste último factor, que debido al derrumbe de éstos movimientos, el sistema se ha visto privado uno de sus mayores puntales, ya que han suprimido una de las fuerzas de contención más importantes ante los impulsos políticos de las clases populares, cuyas demandas, por muy legítimas que sean, el sistema no está en condiciones de satisfacer, so pena de ver disminuida la vital e imprescindible cuota que reclama la incesante acumulación de capital. Demostración de ello ha sido el reconocimiento reciente, por parte de uno de los portavoces de los dueños del sistema-mundo-moderno, el Secretario de Estado norteamericano John Kerry, de las dificultades actuales para su manejo cuando, comentando el atascadero geopolítico en que se había convertido la situación en Ucrania, para los intereses de los poderosos del mundo, decía en un arrebato de sinceridad que » Tal vez no era muy evidente para los grandes dirigentes de la época, pero durante la guerra fría todo era más fácil que hoy, digamos que era más simple » (12)
Esto nos lleva a plantear que la economía-mundo capitalista, está tocada por fallas estructurales que ya no tiene manera de controlar y cuya combinación, está creando una presión estructural masiva de largo alcance sobre las utilidades provenientes de la producción que «está en proceso de convertir al sistema capitalista en algo que ya no es rentable ni para los capitalistas.»(13)
Es cierto que los neoliberales con sus políticas de las últimas décadas han logrado reducir estas presiones estructurales, pero ha sido cada vez menos de lo que las ha aumentado la siguiente subida.
Las tendencias seculares mencionadas se aproximan a sus asíntotas, creando límites a la acumulación del capital, y como la acumulación sin fin de capital es el rasgo definitorio del capitalismo como un sistema histórico, la múltiple presión a la que se ve sometido, tiende a volver inviable el motor primario del sistema y, en consecuencia está creando una crisis estructural insalvable y ya imposible de superar.
Pero, ¿qué puede significar y de hecho significa una crisis estructural para aquéllos luchadores antisistémicos?. Implica que es la época propicia y dorada para la lucha en pos de un nuevo sistema, dado que, cuando el sistema funciona «normalmente» (está en condiciones de equilibrio) las leyes que lo gobiernan son deterministas, y en ese caso los intentos de perturbación del mismo, por muy grandes que sean, sólo son capaces de producir muy pequeñas desviaciones en su funcionamiento; en cambio, cuando el sistema entra en crisis estructural, esto es, cuando el sistema se aleja de las condiciones de equilibrio, viéndose imposibilitado de retornar a él, es decir, el sistema entra en una situación de bifurcación y caos, sucede todo lo contrario; en estas condiciones, un pequeño accidente o una pequeña fluctuación o un pequeño ruido, son capaces de provocar grandes desviaciones y de tener un enorme impacto en el sistema, pueden tener efectos más serios; de tal forma que, si bien las situaciones caóticas producto de una crisis estructural son terribles, por el periodo de desorden y desintegración que la acompaña (pese a ser de corta duración en términos históricos), e inherentemente impredecibles en cuanto a sus resultados, ya que no sabemos, no podemos saber cómo terminará todo, ni cual será cualitativamente su desenlace, también ofrece un lado positivo («el lado amable de la historia» (14) según Wallerstein) ya que pesa más el libre albedrío individual y colectivo, volviéndose fundamental la voluntad, el deseo, los anhelos y las ansias de la gente.
Es en ese periodo en el cual nos encontramos los dos grandes grupos políticos enfrascados en buscar una salida a la actual crisis estructural del sistema-mundo capitalista, ¿quién ganará la lucha? El resultado de la lucha política será, como se ha dicho, incierto, pero en parte será también resultado de quien sea capaz de movilizarse, «en gran parte de quien analice mejor lo que está pasando y comprenda cuáles son las alternativas históricas reales que enfrentamos colectivamente. Es decir, nos encontramos en un momento en el que necesitamos unificar conocimientos, imaginación y praxis. Si no corremos el riesgo de tener que decir, dentro de un siglo, plus ça change, plus c’est la même chose. El resultado es, insisto, intrínsecamente incierto, por consiguiente, requiere la abierta intervención y creatividad humanas.»(15). A eso llama este artículo en el 84 cumpleaños de Immanuel Wallerstein (el gran inspirador de todas estas ideas) a ese 99 % de excluidos o en pos de la exclusión, sí es que quieren vencer en esta lucha por un mundo mejor a ese exiguo pero muy poderoso 1 % restante.
Notas.
*A los 27 años de edad y a 15-20 años de aparecer la perspectiva de Wallerstein para analizar la historia de otra manera, en «protesta» a como se hacía hasta entonces, el Comandante Ernesto Che Guevara ya planteaba, que el destino de su vida y su opción histórica, estaban alejados y con creces de la geocultura de la moderación que dominaba el mundo en el que vivía, el liberalismo, con su defensa en la esfera política de la «vía media» y el «centro vital«, con el valor añadido, que arriesgó su pellejo para demostrar sus verdades.
1. Aquí hemos optado por el término perspectiva seguido de análisis de sistemas-mundo, aunque Wallerstein ha publicado un libro que lo ha titulado «Análisis de sistemas-mundo: una introducción» (Siglo XXI. México. 2005) a «secas» obviando la palabra perspectiva, y en el que toca aspectos importantes de su concepción del mundo (está disponible íntegramente en el link: http://geopolitica.iiec.unam.mx/sites/geopolitica.iiec.unam.mx/files/analisis_de_sistemas_wallerstein_0.pdf ) . En entrevista concedida a Carlos Antonio Aguirre Rojas en 1999 decía que «considero a esta perspectiva, más bien como un movimiento intelectual…justamente, un movimiento que impulsa una transformación del modo de hacer las cosas que hasta ahora ha sido imperante«. Y en la misma entrevista, al ser preguntado por el profesor mexicano, de si «¿la perspectiva del ‘World-Systems Analysis’, no la calificaría usted mismo como una perspectiva marxista?» además de decir que «es una perspectiva influida por el pensamiento de Marx, pero influida también por otras perspectivas», no dejó de recalcar al entrevistador que, «Si tú o cualquier otra persona, llaman a mi perspectiva personal, análisis marxista, no tengo absolutamente nada que objetar a esa afirmación…». «Immanuel Wallerstein: Crítica del sistema mundo capitalista (Estudio y entrevista a Immanuel Wallerstein )» . Editorial Era , 2004.
2. Wallerstein, Immanuel. «El análisis de los sistemas-mundo«. Capítulo VIII del libro «Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo». Ediciones Akal. Madrid. España.2004. pág. 134. (las negritas resaltadas son nuestras)
3. Immanuel Wallerstein. El capitalismo ¿Qué es? Un problema de conceptualización. Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades. Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1999. Disponible en: http://colegiodesociologosperu.org/nw/biblioteca/El_Capitalismo,_que_es.pdf . En su libro «Las incertidumbres del saber» aclara mejor su interpretación del término economía-mundo, sus orígenes braudelianos y el significado conceptual y geográfico del mismo. «En el Mediterráneo, Braudel problematiza el concepto de unidad de análisis. El mundo mediterráneo, afirma, es una ‘economía-mundo’. El término proviene de la obra de un geógrafo alemán, Fritz Rörig, de la década de 1920, que hablaba de Weltwirtschaft. Braudel tradujo el término no como économie mondiale sino como économie-monde. Como ambos dejaríamos en claro muchos años después, la distinción era crucial, ya que se trataba de la diferencia entre économie mondiale, que significa ‘economía del mundo’ y économie-monde, que significa una ‘economía que es un mundo’. Las dos traducciones difieren, en primer lugar, en términos conceptuales. En la segunda, el mundo no es una identidad reificada dada dentro de la cual se construye una economía; más bien, las relaciones económicas definen los límites del mundo social. La segunda diferencia es geográfica. En la primera traducción, ‘mundo’ es equivalente a planeta; en la segunda, se refiere solamente a un gran espacio geográfico (dentro del que se encuentran muchos estados) que, sin embargo, puede ser, y a menudo es, más pequeño que el planeta, pero que también puede abarcar el planeta entero» (Editorial Gedisa. S.A. Barcelona 2013. Pág 79)
4. «…para la economía-mundo europea en su totalidad consideraremos a 1450-1640 la unidad de tiempo significativa, durante la cual se creó una economía-mundo capitalista, que sin duda era, como dice Braudel, ‘vasta pero débil'». Wallerstein, I. «El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI». Editorial siglo XXI. 2ª Edición. Madrid 2010. Pág. 94.
5. Wallerstein, I. Obra citada. Pág. 494. En la ya citada entrevista a Aguirre Rojas, Wallerstein plantea enfáticamente que «la tesis nuestra que más reacciones en contra provocó por parte de la izquierda mundial, y que fue la idea que sostuvimos desde los años setentas fue que la Unión Soviética había sido parte de la economía-mundo capitalista, de manera integral y absoluta, durante toda su existencia» (subrayados tomados del original). Y no deja impasible a nadie aquellas irónicas palabras de José María Tortosa en 1992 cuando decía «Quien iba a decir a los que criticaban a Immanuel Wallerstein por no aceptar como socialistas a los países del Este [Europeo] que la posición del world-system se podría convertir en un argumento para defender el comunismo (todavía no llevado a la práctica) después del hundimiento de los países ‘falsamente’ ‘socialistas'». Tortosa, José María. «Sociología del sistema mundial». Editorial Tecnos. Madrid. 1992. Pág. 68 (subrayados en texto original)
6. Obra citada Pág. 68. Los subrayados son citas extraídas por el autor del libro en inglés The Capitalism World-Economy, Cambridge University Press. 1979. Pág 68-69 y 150 respectivamente.
7. Wallerstein, I., Arrighi, G., y Terence K. Hopkins «1989, la continuación de 1968».. Realidad Económica Nº 114/5 – 16 de febrero de 1993. Disponible para leer, no para copiar en http://www.iade.org.ar/uploads/c87bbfe5-6b8d-9073.pdf . Preguntado por Carlos Antonio Aguirre Rojas para su libro de 2004, «Immanuel Wallerstein: Crítica del sistema mundo capitalista (Estudio y entrevista a Immanuel Wallerstein)» Editorial Era, «¿Cómo impactan estos procesos y acontecimientos[que culminaron con los sucesos de 1989] a las perspectivas del World-Systems Analysis?, Wallerstein respondió algo tan sencillo como esto: «Hay que decir claramente que la caída del Muro de Berlín no ha tenido el menor impacto sobre mis puntos de vista. En verdad esperaba ya algo así. Obviamente no por lo que respecta a los detalles o a los elementos concretos, pero si en lo que se refiere a las líneas generales de este proceso.» Obra citada, Segunda Sección. Explorando la perspectiva del «Análisis de los sistemas-mundo. (Entrevista con Immanuel Wallerstein). Parte I. Esbozo biográfico intelectual. El autor desea agradecer la cordialidad del profesor mexicano que nos la hizo llegar.
8. Wallerstein, I. «¿Desarrollo de la sociedad o desarrollo del sistema-mundo?». Capítulo 5 del libro «Impensar las ciencias sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos«. Editorial Siglo XXI. Segunda Edición en español 1999.
9. Wallerstein, I. «Desarrollo: ¿Cinosura o ilusión?». Capítulo 7 del libro «Impensar las ciencias sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos«. Editorial Siglo XXI. Segunda Edición en español 1999. Las negritas son nuestras.
10. Wallerstein, Immanuel. «La decadencia del imperio. EE.UU. en un mundo caótico» Editorial Txalaparta. Tafalla. España.2005. Pág 77, 78.
11. Un análisis detallado de las mismas en «La crisis estructural del capitalismo y la actitud de la izquierda«. Nardo Vázquez Izquierdo. http://kaosenlared.net/america-latina/57178-la-crisis-estructural-del-capitalismo-y-la-actitud-de-la-izquierda.html
12. «Todo era más simple en la guerra fría: John Kerrry«. Periódico La Jornada. 23 abril 2014. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2014/04/23/mundo/023n3mun . En cuanto a los ciclos hegemónicos ha sido tal la importancia de los mismos, que sin el ascenso y la caída cíclicos de los poderes que los han ejercido, hubiese sido imposible proporcionar «el grado crucial de equilibrio a la política interestatal del sistema-mundo moderno, permitiendo con ello que los procesos de acumulación de capital prosiguieran sin graves impedimentos. Una hegemonía que durara demasiado tiempo hubiera empujado al sistema hacia su transformación en un imperio-mundo. Y un sistema que nunca viera el surgimiento de un poder hegemónico no hubiera tenido la posibilidad de crear los órdenes estables e interinos necesarios para maximizar la acumulación«. Para un análisis más detallado de éstas tendencias puede consultarse el artículo «La estructura interestatal del sistema-mundo moderno». Revista Secuencia, nueva época, número 32, mayo-agosto 1995. Disponible en el link secuencia.mora.edu.mx/index.php/Secuencia/article/download/…/4140 . Y en cuanto al efecto benefactor de los ciclos Kondratieff, por lo visto ya truncados, Michel Husson señala la distancia creciente hoy en día «entre la transformación de las necesidades sociales y el modo capitalista de reconocimiento y de satisfacción de estas necesidades» , viéndose la tecnología imposibilitada ya de modelar la satisfacción de las necesidades sociales bajo la forma de mercancías de gran productividad. A propósito es interesante la cita que toma de Robert Gordon, un gran especialista en estas cuestiones cuando dice: «Desde 2000, las invenciones se han centrado en los aparatos de diversión y de comunicación, que cada vez son más pequeños, más inteligentes y tienen más prestaciones, pero no cambian fundamentalmente la productividad del trabajo o las condiciones de existencia como pudieron hacerlo la electricidad y el automóvil» (Husson, Michel. «La teoría de las ondas largas y la crisis del capitalismo contemporáneo» disponible en: www.vientosur.info/IMG/pdf/Ondas_largasHusson.pdf . Y Jorge Beinstein: «Las crisis en la era senil del capitalismo. Esperando inútilmente al quinto Kondratieff» en http://www.rebelion.org/docs/82165.pdf
13. Wallerstein, Immanuel. «La decadencia del imperio. EE.UU. en un mundo caótico.» Editorial Txalaparta. Tafalla. España. 2005. Pág 188.
14. Wallerstein, Immanuel. «Utopística o las opciones históricas del siglo XXI». Versión revisada de las conferencias Sir Douglas Robb impartidas en la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, los días 16, 22 y 23 de octubre de 1997. Disponible: http://viviendayhabitat.ipvmendoza.gov.ar/material/Hector%20Poggiese/Utopistica%20o%20las%20opciones%20historicas%20del%20siglo%20XXI.pdf
15. Wallerstein, Immanuel. «La decadencia del imperio. EE.UU. en un mundo caótico.» Editorial Txalaparta. Tafalla. España. 2005. Pág 88.
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