Traducido para Rebelión por Laura Abad
No cabe duda de que la V conferencia de la OMC (Organización Mundial del Comercio) en Cancún ha significado un fracaso para EE.UU. y la U.E. y sus intenciones de imponer normativas y regulaciones de carácter global para favorecer a sus productores y exportadores nacionales, especialmente los del sector de la agricultura. La movilización internacional de las organizaciones de agricultores y trabajadores, así como de las ONGs progresistas pone de manifiesto el poder de la lucha extra-parlamentaria y la solidaridad internacional. El grupo de los 21 -entre ellos China, Brasil, la India, Sudáfrica y otros- ha demostrado la capacidad de los países del Tercer Mundo para dejar de lado sus diferencias temporalmente y unir sus fuerzas contra las imposiciones de las potencias imperiales.
Si la victoria de las fuerzas progresistas ha de tener un impacto a largo plazo, es necesario analizar ciertos interrogantes levantados por las crisis de la OMC, que ha perdido su papel privilegiado como centro de las negociaciones y la formulación de políticas comerciales a escala mundial. Estos interrogantes pueden dividirse en varios grupos:
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1 ¿Cuál es la naturaleza de los acuerdos comerciales perseguidos por las potencias imperiales (EE.UU., la U.E. y Japón) y los de los países del Tercer Mundo?
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2 ¿Eran estrictamente los acuerdos de «comercio» el objetivo de la conferencia, o más bien se trataba de cuestiones mucho más extensas como las inversiones, los derechos de la propiedad intelectual, las patentes y el conjunto de las relaciones que tienen que ver con la «política industrial»?
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3 ¿Cómo se explica la intransigencia de EE.UU y la U.E. en su persecución de políticas de comercio de carácter unilateral y no recíproco que sólo benefician los intereses agrícolas de sus respectivos países en detrimento de aquellos del Tercer Mundo, y especialmente los de los países pobres de África?
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4 ¿Qué políticas y estrategias adoptarán ahora EE.UU. y la U.E. como resultado del fracaso de Cancún?
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5 ¿Qué consecuencias tendrá la derrota de EE.UU. en Cancún sobre el acuerdo del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en 2005?
Los objetivos de EE.UU. y la U.E. en la conferencia de Cancún
La agenda de EE.UU. y la U.E. no tenía nada que ver con la liberalización del comercio mundial. Los principales medios de comunicación y la prensa del mundo angloamericano (Wall Street Journal, The Financial Times, The New York Times, The London Times) han sostenido que los intentos de EE.UU. y la U.E. de liberalizar el comercio mundial se han visto frustrados por la intransigencia y la hiriente retórica del Tercer Mundo. Echándole la culpa a éste, los representantes de EE.UU. y de la U.E. olvidaron mencionar que lo que realmente estaba impidiendo la liberalización del comercio eran los USA$300 billones de los países imperiales en subsidios a los agro-exportadores. Al contrario de lo declarado por Pascal Lamy, eurocomisario de Comercio, y Robert Zoellick, secretario de Comercio de EE.UU., la traba fundamental a la liberalización del comercio mundial fue su empeño en proteger a sus poco competitivos agricultores y las exportaciones subvencionadas. Su liberalismo es muy selectivo -orientado a levantar las barreras al comercio pero eliminando los subsidios al Tercer Mundo.
El caso más llamativo es el subsidio estadounidense de USA$3,3 billones a 25000 agricultores del algodón, que les permite convertirse en el primer exportador mundial a pesar de que sus costes de producción sobrepasan aquellos de 10 millones de agricultores del algodón africanos. Los pequeños agricultores de África perdieron USA$1 billón al año en ganancias del exterior porque las exportaciones subsidiadas de EE.UU. monopolizan los merados, disminuyendo los precios en un 50% entre 1997 y 2002 (Financial Times 11 de septiembre de 2003, pág. 7) Los subsidios estatales, la producción de los productores nacionales y la liberalización de los mercados del Tercer Mundo para dominar el comercio no son precisamente medidas descriptivas de un sistema de comercio liberal. Por el contrario, se aproximan más bien a un sistema mercantil imperial, predominante antes del s. XIX y que provocó las revoluciones independentistas de los liberales en el Norte y Sur de América a finales del s.XVIII y principios del XIX.
Más allá de las políticas comerciales
Deliberadamente o no, los representantes de EE.UU. y la U.E. confundieron dos materias distintas pero interrelacionadas: las reglas y regulaciones de comercio, y las inversiones, licencias, y políticas presupuestarias del gobierno de . EE.UU. y la U.E. intentaron una vez más establecer restricciones de carácter estatal (y un precio) sobre la libre circulación de ideas, tecnología y patentes, aplicando controles de monopolio a través de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (TRIPS) y otros monopolios protegidos en los países imperiales. La política de mercado tiene que ver con el intercambio de bienes y servicios, en este caso entre naciones. Las políticas de inversión tienen que ver con los flujos de capital entrante y saliente de un país, que afectan a la propiedad, la producción, los ingresos, las ganancias, las divisas y la balanza de pagos de un país. La estrategia de EE.UU. y la U.E. era liberalizar las políticas de inversión del Tercer Mundo, abrir sus sectores estratégicos a la absorción extranjera pero manteniendo la protección de varios cientos de industrias locales poco competitivas de EE.UU. y la U.E. En cuanto a los servicios, perseguían la misma política de liberalización selectiva -apertura de la banca, la sanidad y la educación a la adquisición extranjera, a sabiendas de la incapacidad del Tercer Mundo de hacer lo propio con los negocios de la banca, la sanidad y la educación de los EE.UU. y la U.E. Siguiendo su táctica, EE.UU. y la U.E. se encontraban en mejor posición para defender la «liberalización global» en la inversión y la propiedad intelectual que en la agricultura. Por esta razón, trataron de obviar temporalmente el impasse en cuanto a la agricultura para alcanzar un «consenso» en inversión y TRIPS -un resultado muy lucrativo por cierto. El problema fue que el G21 quería asegurar las concesiones a sus agro-exportadores antes de pasar a debatir (y llegar a un acuerdo) sobre la inversión global y los TRIPS. Ante la negativa estadounidense y europea a detener sus políticas agrarias estatales, no hubo un debate significativo sobre cuestiones más amplias como la capacidad de muchos países tercermundistas de América Latina y África para desarrollar un sector industrial endógeno en un mundo globalmente liberalizado y dominado por la fabricación barata producida por las multinacionales en países de bajo coste como China.
La intransigencia de EE.UU. y la U.E.
Como porcentaje del PIB y de la población activa, la agricultura representa sólo una pequeña parte de los ingresos y el empleo en EE.UU. y en la U.E. Aún así, sus representantes se esforzaron en realizar una vigorosa presentación en defensa de sus productores agrícolas, negando la existencia de concesiones significativas y violando así la propia ideología del libre comercio y la liberalización sobre la que se levanta su imperio económico. Los motivos son de carácter político y económico. La exportación agrícola estimula el mercado de divisas y disminuye el déficit de la balanza comercial estadounidense. El New York Times (16 de septiembre de 2003, pág. A-6) apuntaba que los países en vías de desarrollo de la OMC abandonaban la cumbre «convencidos de que no había esperanza alguna de alcanzar negociaciones realistas con los americanos este año en lo relativo a los subsidios agrícolas». El «compromiso» defendido por Zoellick, secretario de Comercio de EE.UU., dejó intacto todo el programa de subsidios agrícolas, incluyendo los de EE.UU. a los productores del algodón, que empobrece a los agricultores más pobres de África.
Las grandes compañías agro-industriales de EE.UU. estaban entusiasmadas con la actuación de Zoellick en defensa del aumento de USA$40 billones en el subsidio agrícola aprobado por el Congreso en 2002. los numerosos estados controlados por la elite agrícola votaron en bloque a favor de Bush en 2000, proporcionándole así el grueso de los votos electorales. Las corporaciones del agro-negocio contribuyeron a los candidatos políticos en 2002 con USA$53 billones, de los cuales el 72% fue a parar al partido Republicano. Robert Stallman, dirigente de la Federación de Agricultores de Estados Unidos elogió la «excelente labor» de Zoellick. Desde el punto de vista de Zoellick, ningún tratado de la OMC sería mejor que uno que obligue al gobierno de los EE.UU. a recortar sus multibillonarias ayudas a la agricultura.
El imperio estadounidense de
La estrategia de los EE.UU. después de Cancún
A pesar de haber fracasado en su esfuerzo por lograr un acuerdo global en Cancún, EE.UU. y la U.E. continuarán sus políticas mercantilistas. La táctica elegida, ya apuntada por Zoellick, consiste en promover acuerdos bilaterales en los que utilizar sus recursos financieros, políticos y económicos para asegurar a nivel nacional aquello que no logren conseguir a nivel internacional. La estrategia comercial de EE.UU. es similar a la que adoptó la Administración Bush cuando rechazó la Corte Penal Internacional -buscó y se aseguró acuerdos bilaterales que concedieran a los civiles y militares estadounidenses inmunidad e impunidad ante acusaciones de crímenes contra la humanidad. El resultado más significativo será, tal y como señala Le Monde (16 de septiembre de 2003) un giro hacia las «zonas de libre comercio»; esto significa que EE.UU. promoverá a toda costa un tratado regional con América Latina -el ALCA, así como acuerdos binacionales con regímenes clientes en la zona. Según el New York Times (15 de septiembre de 2003) «Zoellick dijo que seguiría progresando en sus acuerdos comerciales con países y regiones individuales, señalando que poseía una larga lista de países con los que deseaba negociar un acuerdo con EE.UU.». El primero en la «lista» de Zoellick es México, cuyo ministro de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Dérbez, presentó una «propuesta de compromiso» en la cumbre de la OMC, que suscitó un gran descontento entre los representantes del Tercer Mundo, ya que no concedía prácticamente nada a los países más perjudicados por los subsidios del algodón de EE.UU. y la U.E. Al día siguiente, la ministra de Comercio de Ecuador, Juez de Baki, (que se unió formalmente a la declaración de los 21) anunció que, dadas las escasas expectativas de alcanzar acuerdos de comercio globales o regionales, «Ecuador debía inclinarse hacia negociaciones comerciales de carácter bilateral con EE.UU.» Con su presidente Lucio Gutiérrez preparando la privatización del petróleo y la industria eléctrica y la reducción o eliminación de las ayudas agrícolas, Ecuador constituye un buen ejemplo de la debilidad de la coalición del Tercer Mundo en la cumbre de la OMC.
Aunque sorprendidos en un primer momento ante la coalición de los 21 en Cancún, los expertos en comercio de Washington afirman ahora que la divergencia de intereses de la coalición la convertían en una frágil iniciativa. Señalan la masiva exportación manufacturera de China y su dependencia del mercado estadounidense como los motivos por los cuales China rechazará formar parte de un frente comercial del Tercer Mundo.
Si se examinan con detalle las necesidades e intereses de los miembros más importantes del G21, se encuentran de hecho diferencias significativas. Brasil y Argentina quieren reducir las barreras arancelarias de sus productos agrícolas. México, la India y China cuentan con cientos de millones de campesinos y pequeños agricultores a punto de extinguirse ante las exportaciones agrícolas subsidiadas de EE.UU. Es decir que los agro-exportadores quieren que EE.UU. liberalice sus reglas comerciales y los países de pequeños productores quieren protegerlos mediante la eliminación, por parte de EE.UU., de sus ayudas a la exportación. Lo que mantiene unida esta débil coalición es la reticencia estadounidense a liberalizar su política de exportación o moderar sus demandas de apertura de mercados en el Tercer Mundo.
Las posibilidades de que Washington idee una estrategia flexible ante el Tercer Mundo se ven limitadas por su determinación de proteger sus agricultores no competitivos en el mercado nacional, así como de fomentar sus exportaciones del agro-negocio. Esto conllevaría un sacrificio por parte del Tercer Mundo de sus mercados tanto nacionales como exteriores y la consiguiente pérdida de apoyo político entre las clases sociales del sector agricultor. La postura negociadora de los representantes estadounidenses se complica aún más ante los ataques del Congreso y del presidente Bush a los tipos de cambio de China y sus excedentes en la fabricación. El secretario de Comercio, Donald Evans, está preparando un «equipo de investigación sobre prácticas de comercio ilegales y no competitivas tales como los subsidios o la competencia desleal» enfocado principalmente hacia China (Wall Street Journal, 15 de septiembre de 2003, pág. 2) Ésta es una medida proteccionista apenas disimulada para proteger la proporción de mercado de los fabricantes estadounidenses no competitivos. Esto suscitará la resistencia de las multinacionales estadounidenses en China, que representan el 50% de las exportaciones procedentes de China a EE.UU. Gigantes comerciales como Wall-Mart importan mercancía china por valor de USA$10 billones cada año.
Conclusión: Cancún y el ALCA
Dada la gran importancia que tienen para EE.UU. en la construcción de su imperio, sería un error hablar sólo de política de mercado o de política justa de mercado de la agricultura. El ideal para los estrategas económicos de EE.UU. contempla la creación de espacios privilegiados para sus inversores, control financiero de los bancos estadounidenses, apertura de mercados para sus fabricantes y dominio monopolístico de los recursos petrolíferos y energéticos mundiales. El comercio es uno de los caminos que llevan al imperio económico, pero dado el desigual desarrollo de sus sectores económicos y la interrelación entre la construcción de su imperio y el apoyo político de sectores económicamente rezagados, parece que Washington tiene una difícil tarea a nivel global.
A través del ALCA, Washington dirigirá sus esfuerzos a la consecución de acuerdos comerciales regionales con América Latina, como objetivo primordial de su imperialismo mercantil (proteccionismo en casa y liberalismo en el extranjero). Washington puede contar con México, Colombia, Ecuador, América Central, el Caribe, Chile, Perú y Uruguay. Cuba y Venezuela se oponen. Sólo queda Brasil. No se debe descartar un acuerdo con Lula, puesto que ha aceptado las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y las prácticas neoliberales. Sin embargo, a cambio de la apertura de sus mercados a las exportaciones alimenticias subsidiadas de EE.UU., Lula tiene que conseguir concesiones comerciales para su elite agro-exportadora. Puesto que Lula parece dispuesto a sacrificar a sus pequeños agricultores y trabajadores sin tierra reduciendo la reforma agraria y la liberalización, es indispensable para su estrategia liberal de desarrollo de la exportación que se asegure un amplio acceso al mercado estadounidense de zumo de naranja, soja y otras materias primas. En circunstancias normales, éstas son demandas bastante moderadas. Sin embargo, incluso las concesiones de EE.UU. en cítricos y soja son cuanto menos improbables. El hermano del presidente, y gobernador de Florida, Jeb Bush, voló a Washington para insistir en el mantenimiento de las ayudas a los cítricos para proteger a los productores estadounidenses no competitivos de naranjas y le recordó a su hermano la importancia de Florida en su victoria presidencial del año 2000. Los que construyen el imperio estadounidense no se moderan en sus demandas: lo quieren todo. En tanto que estrategia de EE.UU., el ALCA impuso un comercio desigual, cuyos acuerdos de inversión tienden a convertir América Latina (Brasil inclusive) en una región de exportación de materias primas, con el que asegurar a nivel regional lo que en Cancún no se pudo asegurar a nivel global.
Lo que hace que la situación política sea aún más patética es que Brasil, en tanto que líder comercial, no haya sido capaz de desarrollar una política industrial nacional. Así que en el mejor de los casos, Lula se asegurará un lugar dentro del ALCA como exportador de materias primas. De todas formas, este viraje estadounidense hacia «acuerdos regionales y bilaterales» tendrá que hacer frente a una masiva oposición popular tanto regional como nacional. Habrá, sin duda, dos, tres, muchos «Cancúns».