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La política en las alturas y los meses obreros

Fuentes: Clase contre clase

La cesantía y la recomposición de los trabajadores La tasa de desocupación, entre diciembre y febrero, ha llegado a un 8,5%, extendiéndose a 10 regiones. Esto revela la hipocresía de la clase patronal: durante la semana pasada 25 gerentes de recursos humanos, junto a la ministra del Trabajo, Claudia Serrano, anunciaron su «compromiso con el […]


La cesantía y la recomposición de los trabajadores
La tasa de desocupación, entre diciembre y febrero, ha llegado a un 8,5%, extendiéndose a 10 regiones. Esto revela la hipocresía de la clase patronal: durante la semana pasada 25 gerentes de recursos humanos, junto a la ministra del Trabajo, Claudia Serrano, anunciaron su «compromiso con el empleo». A la luz de estos datos ¿es posible creer en sus palabras? ¿es posible esperar que los empresarios y sus políticos solucionen efectivamente el drama de la cesantía?

Los dirigentes oficiales de la clase trabajadora, militantes -en su mayoría- del PS y el PC, a través de la CUT y sindicatos como la CTC, la Confusam, la FMCH y el Colegio de Profesores, han organizado durante marzo y abril una serie de eventos de lucha obrera, con la intención de responder a algunos ataques propiciados por la crisis. Sin embargo, hasta ahora, no hemos presenciado una respuesta contundente y masiva de la clase trabajadora ante los embates patronales. ¿Cómo se explica esto? A nuestro modo de ver, por dos cuestiones.

En primer lugar, porque la crisis ha repercutido -hasta ahora- conservadoramente en la clase trabajadora (y en el resto de los sectores oprimidos), generando temores y una renovada aunque volátil confianza en la figura de Michelle Bachelet, expresada en algunas encuestas recientes. El temor a ser despedido, mientras varios miles «hacen fila» para encontrar trabajo, y las medidas gubernamentales como el subsidio al empleo juvenil o el bono de $40.000, son la base de este «clima». En segundo lugar porque estas mismas direcciones oficiales, luego de dejar correr los despidos durante el verano, no han apostado por convocar masiva y unitariamente a los diversos sectores afectados por la crisis, ni han organizado desde las bases una respuesta a la altura de los desafíos; todo esto, mientras han sostenido una política de dialogo social estéril, que se expresó el 17 de marzo en la reunión entre la CTC y AGEMA.

Sin embargo, es inevitable una pregunta: ¿hasta dónde soportará la clase trabajadora? No olvidemos que durante los últimos años ha dado pasos importantes, con significativos procesos huelguísticos, centralmente entre los forestales, los subcontratados de Codelco y los trabajadores del sector público. Si el paro del 16 de abril es masivo, es esperable que este proceso de recomposición se reactive, entrando nuevamente la clase obrera en la escena política nacional. Si, por el contrario, es reducido, esa misma posibilidad se hará más dificultosa, desarrollándose en un escenario más adverso la serie de negociaciones colectivas que están programadas para este año.
En lo inmediato, al no terminar de entrar en la escena la clase trabajadora, la clase patronal gana márgenes para mantener la iniciativa política en sus manos. 
La derecha muestra su verdadero talante
Mientras la clase trabajadora soporta el drama de la cesantía y la precariedad, los políticos patronales se preparan para las elecciones presidenciales y parlamentarias. 
La derecha intenta «renovarse» para engañar a los trabajadores y el pueblo pobre, impulsando una «Coalición para el Cambio», en la que tendrían cabida Chile Primero -que ya anunció que votará a Piñera- , parlamentarios como Cantero y Bianchi, y organizaciones políticas como «Norte Grande» y los «ambientalistas». Buscan dar una señal de fortaleza, extendiéndose hacia el centro político, -cuando en realidad desplazan el centro hacia la derecha- y contrastándose con la Concertación: «La Coalición por el Cambio es una buena forma de incluir nuevos sectores. Mientras la Alianza se amplía, la Concertación se descascara» (Juan Antonio Coloma, en El Mercurio, 1 de abril de 2009)

Sin embargo, al interior de la derecha, también son observables elementos de crispación política, disputas y roces, que más la asemejan que la diferencian de la Concertación. La disputa entre el ex almirante Arancibia y en diputado Eluchans, por el cupo para la candidatura para la senaduría de la V región Costa, no ha sido precisamente una muestra de armonía interna en la UDI: «El partido ha tomado una decisión muy injusta y profundamente equivocada. Creo que la UDI mira más para atrás que para adelante», señaló Eluchans, luego de que Victor Pérez, secretario general de la UDI, le comunicara que no lo apoyarán en su carrera senatorial. «Herido», tampoco repostulará a la San Antonio. En RN, la reciente diferencia entre Sebastián Piñera y Carlos Larraín, respecto a la nominación de un nuevo secretario general del partido, abrió una serie de heridas. Ambos querían contar en el cargo, con «hombres de confianza», el primero con Nicolás Monckeberg, y el segundo, con Bruno Baranda. Todo indica que ha predominado la postura de Larraín. Comentando el episodio, El Mercurio -citando a un supuesto «observador imparcial»- se refirió al escenario que detonó esta disputa: «tal como están las cosas en la tienda habían vuelto a surgir los «bandos». Por un lado quienes respaldan a Larraín y, por otro, los incondicionales de Lily Pérez. En estas circunstancias «el partido estaba estancado y la UDI se está llevando todo el peso de la campaña, lo que claramente perjudica a Renovación. Estas dificultades, provendrían de antes: «después de las municipales RN «quedó prácticamente sin estructura territorial a lo largo del país». Sin embargo, un parlamentario precisa que si bien eso es efectivo se debe, más que a las rencillas internas, a la desafortunada decisión de realizar antes de las municipales la elección de los distintos cuadros regionales del partido, lo que habría suscitado que «quedaran muchos heridos en el camino»» (30 de marzo).

Lo que está en el fondo de estos roces, crispaciones y disputas, es que la derecha, durante todos estos años, no ha pasado de ser un «círculo», sin mayor peso en la clase trabajadora y el pueblo pobre. El apoyo a Piñera, al igual que el apoyo a Lavín en 1999, no es más que un «fenómeno electoral». Lo que no niega que exista el peligro de que gane las próximas elecciones, y que eso significa nuevas penurias para la clase trabajadora.

Por lo demás, cada vez más la derecha revela su «verdadera faz», y eso puede acarrearle costos electorales a Piñera. Lo hizo con Karla Rubilar negando algunos casos de detenidos desaparecidos, en coordinación con un asesor del «mamo» Contreras. Y ahora, con el silencio de Piñera ante la colusión de las farmacéuticas. Se calló la boca durante dos días porque ¡era accionista de Fasa! Supongamos que efectivamente no tomó ninguna decisión a la hora de coludirse ¿pero acaso no se benefició incrementando sus ganancias, de esa misma colusión? Eso es lo que importa: sus intereses son los de un empresario, neoliberal hasta decir basta.
La Concertación y el pacto con el JPM
El desgaste de la Concertación, que se ha reflejado en la falta de cohesión interna (como frente a la votación de la LGE, con una indicación de «última hora» del PS), en rupturas parciales (Zaldívar, Navarro, Arrate, Flores), y en una sensación generalizada de «falta de proyecto», responde a la debacle del neoliberalismo a nivel internacional, y a la inicial entrada en escena de sectores de la clase trabajadora, el movimiento estudiantil y el pueblo pobre durante los últimos años. Ahora intenta renovarse con un discurso «progresista», es decir, intenta ponerle un guante de seda al puño de hierro neoliberal. Su principal candidato presidencial, Frei, es el mismo que cuando estuvo de presidente en la segunda mitad de los 90`, avanzó en las privatizaciones, por ejemplo de los puertos. Ahora aparece como «renovado», hablando de la necesidad de un mayor rol del Estado y abriéndose a debatir «temas valóricos» como el aborto terapéutico.
Sin embargo la Concertación, no consigue detener su proceso de desgaste. Aunque Michelle Bachelet tenga altos grados de apoyo, y su principal candidato presidencial haya conseguido posicionarse relativamente ante Piñera, el conglomerado oficialista está lejos de poder actuar como «falsos amigos del pueblo», con la misma soltura de los 90`. Para hacerlo requiere cada vez más del apoyo de la izquierda de la colaboración de clases, del PC y el Juntos Podemos Más. Ya Michelle Bachelet, el 2006, recurrió al apoyo activo del PC en segunda vuelta, y al de las principales direcciones sindicales. Esa situación mantiene la negociación entre el conglomerado oficialista y el JPM abierta. El rechazo de la Concertación a la propuesta del PC, no puede ser sino transitoria: necesitan los votos para una eventual segunda vuelta. El PC lo sabe y presiona. Hasta ahora no han cedido los «cupos» en San Miguel, Lota y San Joaquín.
Esto se inscribe en la «política de los acuerdos», definida por el PC para «acabar con la exclusión». Sin embargo es necesario abrir una pregunta ¿se puede acabar con la exclusión de la mano de los mismos que sostienen a la derecha? Pues es eso lo que hace la Concertación. Sólo algunos hechos: votaron al UDI Rodrigo Álvarez para la presidencia de la cámara de diputados, han conservado intacto el binominal y proponen meramente una reforma cosmética, sistema que le ha permitido al UDI Novoa ganar un puesto en el senado en dos ocasiones. 

No se puede pelear contra la exclusión adaptándose a los términos que ponen la clase patronal y sus políticos. ¿No es una muestra también el rechazo por falta de quórum a la reforma que iba a posibilitar que dirigentes sindicales puedan ocupar cargos parlamentarios? 
Para acabar con la exclusión hace falta una política independiente de cualquier variante patronal, obrera y socialista, es decir trotskista.  Es necesario impulsar una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, basada en la movilización de los trabajadores y el pueblo pobre, para discutir estos enclaves pinochetistas y el conjunto de problemas que aquejan a la clase trabajadora y al pueblo pobre, como la subcontratación, la vivienda, la educación de mercado. En lo inmediato, es necesario impulsar un Comité Nacional de Huelga, para preparar el paro del 16 de abril, y para que la crisis la paguen los patrones. Todo esto en la perspectiva de levantar una República de Trabajadores, para acabar con toda la explotación y miseria a las que nos condena el capitalismo. Para esta lucha, tenemos que luchar por construir un partido de trabajadores revolucionario, como el que construye Clase contra Clase.