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Prólogo a El continente de lo posible. Un examen sobre la condición revolucionaria, de Julio César Guanche

La posibilidad (in)contenida

Fuentes:

«El comunista que se vanagloriase de su comunismo simplemente por haber recibido unas conclusiones ya establecidas, sin haber realizado un trabajo muy serio, muy difícil y muy grande, sin analizar los hechos, frente a los que está obligado a adoptar una actitud crítica, sería un comunista muy lamentable.» Lenin (1920) Este libro es un proyectil. […]

«El comunista que se vanagloriase de su comunismo

simplemente por haber recibido unas conclusiones ya establecidas,

sin haber realizado un trabajo muy serio, muy difícil y muy grande,

sin analizar los hechos, frente a los que está obligado a adoptar una actitud crítica,

sería un comunista muy lamentable.»

Lenin (1920)

Este libro es un proyectil. [1] Sin proponérselo, su autor logra un disparo perfecto al corazón de un mito. Desde hace algún tiempo algunos adversarios de la Revolución Cubana , especialmente los más frecuentes en las pasarelas académicas, afirman que Cuba carece de nuevas generaciones de intelectuales, y/o que todos los que han alcanzado relevancia están fuera de la isla. La capacidad para hacer que el impacto -perforante, rompedor y explosivo- atraviese el blindaje mediático de esas afirmaciones proviene de la estatura ética e intelectual de su autor.

Julio César Guanche (La Habana, 1974) está muy lejos de ser un intelectual más, pero no es un caso aislado. Es otro de esos jóvenes nacidos varios lustros después de enero de 1959, por lo que no tuvo oportunidad de ser parte de la épica fundacional de la Revolución, publicar en Pensamiento Crítico, cortar caña en 1970, participar del Proceso de Rectificación o ser combatiente internacionalista. Sus batallas han sido otras. Más allá de las aulas universitarias, ha sabido construirse una formación teórica suficientemente sólida y distante de lo que uno de sus maestros ha denominado ¨la pereza intelectual del colonizado¨. Radicalmente anticapitalista, abraza el proyecto socialista, hace filas contra el imperialismo y denuncia los costos del dogmatismo y la dominación burocrática.

Este libro, como su autor, echa su suerte junto al proyecto de liberación socialista. Los textos que lo integran, escritos entre 2002 y 2008, convergen en el análisis de las relaciones entre política y cultura en Cuba en tiempos de revolución. Más que reflexiones o ejercicios intelectuales, son tomas de posición. Uno de los valores de sus páginas nace de esquivar las tan frecuentes dicotomías acierto-error y adentrarse, hasta el límite, en las complejidades de los procesos por un camino que busca continuidades, nexos, causas y consecuencias. Probablemente por eso evita el orden cronológico en que fueron escritos o aparecieron publicados, y sigue, entre zigzags, la flecha que lanzada desde los orígenes apunta al futuro.

La primera de las cuatro partes que dan cuerpo al volumen centra atención en los nexos entre los intelectuales y la política en Cuba durante el período 1959-1971. Con total organicidad, el autor expone sus ideas sin obviar aristas que desbordan la isla, los antecedentes históricos y políticos, o los precedentes intelectuales. Particularmente agudas resultan las apreciaciones acerca de los contextos, las fuerzas y las luchas que dieron lugar las reuniones de 1961 y Palabras a los intelectuales. Desde su perspectiva, con aquel debate previo y las palabras de Fidel Castro, ¨ la intelectualidad cubana ganó una definición democrática: no habría estéticas oficiales, ni corrientes teóricas podrían ser tomadas de modo excluyente respecto a otras visiones del mundo, salvo aquellas que atentaran contra las bases de la Revolución, lo que de hecho permitía una gran libertad creativa y la apertura del clima que pudiera garantizarla¨. Paralelamente, ¨el Gobierno Revolucionario ganó el derecho de controlar legítimamente el consumo de la producción cultural desde ‘el prisma revolucionario’. Ambas ganancias se complementaban: entre la intelectualidad revolucionaria y el poder revolucionario había más que objetivos comunes, ambos no se veían como distintos.¨ Otros serían los escenarios, y las (in)definiciones, cuando la balanza desfavoreció las razones del socialismo marxista de inspiración nacional y latinoamericana, ante el empuje del socialismo «marxista-leninista» de factura soviética.

Parte vital del análisis es el acercamiento a tres de las más relevantes polémicas de los años sesenta del siglo XX cubano: entre Ernesto Guevara y Carlos Rafael Rodríguez , en el campo económico; Alfredo Guevara y Blas Roca, en la órbita cultural; y la polémica sobre los manuales de filosofía en las arenas ideológicas.

La segunda parte, entre el pensamiento crítico y la crítica del pensamiento, es en esencia una reflexión en cuatro momentos sobre el lugar del intelectual dentro del proceso revolucionario. Coincidentemente cierra el apartado el texto de Guanche que sirviera de prólogo a un libro de Fernando Martínez Heredia, quien en 1967, desde sus veintiocho años, advertía en las páginas de El Caimán Barbudo cómo el trabajador intelectual era ¨menospreciado habitualmente por la mayor parte de la propia clase dirigente, que no aprecia claramente el papel que desempeña en la integración de su hegemonía sobre la sociedad¨.

El tercer apartado, La Isla como frontera , se adentra en los enfoques foráneos sobre Cuba, su realidad y posibilidades. No es casual que comience con un duelo intelectual -ideológico y político- frente al prolongado soliloquio hegemónico, empecinado en devaluar los resultados de la transformación cubana, y continúe dialogando con los autores de una obra que, contra el sentido común occidental, busca entender lo que ocurre en esta esquina del mundo, sin resignarse al aburrido sumar o restar aciertos y errores.

El apartado final agrupa textos diversos acerca del socialismo y la revolución en la Cuba de hoy. Más allá de las múltiples aristas que el autor recorre, es posible identificar una inquietud central -y compartida- que aflora de diversos modos. Se trata de comprender hasta dónde estamos siendo capaces de reproducir el socialismo como continuidad revolucionaria, y en qué medida ciertos atajos pueden alejar del camino. El autor se pregunta acerca la compatibilidad del marco sociopolítico, cultural y económico existente en su relación con la comprensión cultural sobre la vida deseable. No se trata de maquillar métodos arcaicos. El reto, a juicio de Guanche, está en ¨captar y conseguir reproducir, en un sentido revolucionario, las renovadas subjetividades existentes en una sociedad diversificada como la cubana. Si bien todo futuro está hecho de continuidades y de rupturas, es muy probable que el futuro de Cuba se encuentre más en su futuro que en la reedición de su pasado.¨

A la vuelta de algunas páginas, la idea reflota: ¨ La agresión armada es una posibilidad bien cierta, pero su concreción depende de la conjunción de muchos factores, sin embargo, existe una agresión silenciosa y cotidiana, que restaura paso a paso valores capitalistas, y que solo puede ser resistida con construcciones políticas ampliadas y de contenidos socialistas en todas las esferas de la vida cotidiana de las personas. ¨ Y, muy próximo al punto final, advierte también la posibilidad contenida pero irrefrenable de redescubrir, recuperar y enriquecer el socialismo: ¨ Redescubrimos que socialismo significa socializar los medios de producir la vida y que comunismo es sinónimo de poder definir el significado de la vida.¨

Otra contribución silenciosa de este volumen es reiterar la necesidad de escribir y reescribir la historia de la Revolución Cubana. La historia es mucho más que la fría acumulación cronológica de los grandes acontecimientos, aunque a veces no lo parezca. Cada época, y quien la vive, busca incorporar la experiencia precedente desde sus necesidades de transformación de los tiempo nuevos. No deberá extrañar entonces que una y otra generaciones se adentren libre y desprejuiciadamente en los vericuetos del pasado, sin la intención de dar las espaldas al futuro.

No menos aportadora es la terca voluntad que da vida a este libro, empeñado en pensar, dialogar, intervenir, luchar. Quienes como su joven autor se deciden a defender el derecho a prestar el servicio intelectual para el cual se han formado, erosionan el mito de que esta revolución se teoriza sólo desde el exterior, aunque más de una vez puedan sentir que entran en campo minado bajo el fuego cruzado de los adversarios de ambas orillas.

 



[1] Se refiere a Julio César Guanche , El continente de lo posible. Un examen sobre la condición revolucionaria, Ruth Casa Editorial/Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, 2008, 215 pp, ISBN: 978-9962-645-33-7