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La presente hispanidad

Fuentes: Rebelión

Del pasado, de aquello que ya ocurrió y que no vuelve, sólo pueden rescatarse cadáveres. La mirada histórica es una reconstrucción de lo sucedido desde un presente bien distinto y siempre reflejo de la pupila del que mira. Y ahora, en estos días, en los que a algunos les dice el calendario que toca pasar […]

Del pasado, de aquello que ya ocurrió y que no vuelve, sólo pueden rescatarse cadáveres. La mirada histórica es una reconstrucción de lo sucedido desde un presente bien distinto y siempre reflejo de la pupila del que mira. Y ahora, en estos días, en los que a algunos les dice el calendario que toca pasar revista a lo acontecido para reafirmarse, parece un momento idóneo para la reflexión.

El hecho puntual de que Cristóbal Colón haya dado a conocer la existencia del continente americano a los europeos, según se dice, un doce de octubre de 1492, se ha convertido en una fecha que recuerda, por un lado, el alcance e importancia de las empresas promovidas por un reino que, tras este hecho, logró extender su poder e influencia allende los mares, y luego perderlo; pero por otro, al mismo tiempo, reproduce el choque de culturas que supuso el «descubrimiento», una ruptura violenta e insalvable para todos aquellos pueblos que lo padecieron. Los cambios en el régimen de propiedad, la imposición del modelo mercantil (más tarde capitalizado), la labor evangelizadora y el puro etnocidio como fórmula para mantener el nuevo modelo son, a la vez, motivo de celebración y motivo de condena en este día, según la procedencia del sector social que lo propugne.

Más reciente es la nueva simbología con la que se ha revestido a este día, que a pesar de su jovialidad (a penas siglo y medio de existencia), no descontextualiza, sino que logra más bien el efecto contrario. Propios del presente son entonces, con el capitalismo en auge, los procesos de supraestructuración de las potencias europeas en estados-nacionales, que más allá de dibujar, mediante fronteras, un mercado idóneo en el que la burguesía pudiera colocar su producción e impedir el acceso a las foráneas; desarrollará mecanismos de ideologización para la formación de una conciencia colectiva, agrupable dentro del arduo vocablo que aboga todavía por la existencia de una homogénea identidad nacional, en la medida en que la vigencia de ésta supone la negación de otras. Y es este proceso el que colorea hoy la realidad planetaria.

Así pues, ¿qué se celebra entonces? ¿qué supone conmemorar, como se hace, el punto de inflexión que determinó la pertenencia a esa comunidad irrisoria de habla hispana? Pues nada menos que ensalzar, o conceder cierta importancia, al menos, al proceso histórico que terminó en la aculturación y conformación de los actuales imaginarios sociales de estas colectividades con o sin estado, concediendo a unos la supremacía y a otros el barro. Y yendo un poco más allá, se contribuye a la vez a desanudar actitudes que, difundidas desde las instituciones que tienen puestos intereses concretos en estos nexos, refuerzan la unidad entre unas comunidades en las que, donde ayer se imponía la soberanía política y militar española hoy lo hace la económica. Y tanto es así que, el renombrado acto llega a solventar igualmente la necesidad de predicar una religión civil que contribuya a uniformar, a perpetuar la vinculación, no sólo como expresión de alianza cultural (la cara amable con la que se dignifica la fecha) sino también como modo de favorecer nuevamente al orden funcional establecido, que continúa colocándose como el principal responsable de las disimetrías entre países.

Por tanto, se vuelven, durante el festejo del día de la hispanidad, la mayoría de los organismos que enfatizan esta jornada, en difusores, directos e indirectos, del nacionalismo español y su carácter jerarquizante sobre el resto de identidades colectivas repartidas por el globo que han tenido la buena o mala fortuna, según la clase social desde la que se opine, de cruzarse con ella en el arduo transcurso de los años, hablemos de África, América Latina o Europa.

Entonces, ¿hasta dónde hacer el trazo? ¿Hablamos de multiculturalismo o de aculturación? ¿Es fácil dilucidar el filo desde el que parten hacia distintos destinos mestizaje y exterminio? Pues sí lo será, en este caso concreto, en la medida en la que el doce de octubre siga celebrándose en la coyuntura actual, trayendo a la memoria el principio del fin de unos frente al comienzo del dominio de otros; que, a través de métodos tan diversos como la rapiña, la conquista, la explotación, la dominación colonial y finalmente el imperialismo; violaciones todas, de los Derechos Humanos, de los Derechos Colectivos… continúan haciendo esfuerzos por que no muera esta conmemoración anual de las disimetrías históricas.