El anuncio hecho público por Fidel Castro Ruz a través del diario «Gramma» provocó un revuelo en las cancillerías internacionales y fue recibido con la calma que está caracterizando al periodo de transición abierto hace ya varios años en la isla caribeña. La retirada de Fidel Castro de la primera línea política, por motivos de […]
El anuncio hecho público por Fidel Castro Ruz a través del diario «Gramma» provocó un revuelo en las cancillerías internacionales y fue recibido con la calma que está caracterizando al periodo de transición abierto hace ya varios años en la isla caribeña. La retirada de Fidel Castro de la primera línea política, por motivos de enfermedad, ha hecho que desde julio de 2006 se haya vivido una situación de interinidad que terminará este domingo, cuando la Asamblea Nacional del Poder Popular, al final de un largo proceso electoral, determine qué personas guiarán los destinos del país en los próximos años.
El anuncio del líder cubano hizo que las interpretaciones en los países occidentales volvieran a centrarse ayer en exclusiva en la figura de Fidel Castro, en un intento de presentar el modelo político y social construido por la mayoría de los cubanos como el proyecto personal de un dirigente, sin duda, referencial.
Sin embargo, el análisis debería centrarse en cuestiones más esenciales, en escrutar cómo se trasladarán las demandas de cambio, de rectificación, de perfeccionamiento del modelo socialista que han venido reflejándose en las múltiples asambleas que se han celebrado a lo largo y ancho del país desde que Fidel Castro cediera efectivamente sus responsabilidades como jefe del Estado. Es en ese mandato, que emana de la ciudadanía, y que la Asamblea deberá traducir a partir de los nombramientos de la dirección del país en acciones políticas reales, en el que residen las claves para interpretar la evolución futura de la situación en Cuba.
En este sentido, las demandas de una «transición» que se escuchaban ayer de muchas cancillerías occidentales vienen a constatar la dificultad de algunas élites políticas e intelectuales para asumir que el modelo cubano evolucionará en la medida, en la forma y en el tiempo que decidan los ciudadanos de la isla. Escuchar al pueblo es la forma más segura de no sacar falsas conclusiones en la recta final de un proceso electoral en tiempos de importantes cambios para Cuba.