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La razón de la razón

Fuentes: Rebelión

Los análisis interminables sobre una guerra o una situación geopolítica concreta (aunque en realidad esto me parece que es para todos los casos de confrontación de cualquier clase) sólo pueden alcanzar un cierto grado de persuasión de otra naturaleza a la del posicionamiento a favor o en contra de uno de los dos contendientes, cuando se ha superado el punto crítico. Es decir, cuando se ha despejado la niebla que envuelve al conflicto que da origen a la guerra. Eso pasa con todo, por historia y por posibles analogías susceptibles de brotar siempre como setas.

La repulsión que produce la información, el “deber” de información y el periodismo tiene mucho que ver con esto. Una situación compleja se despacha por sistema con un titular, un autor, una víctima, un culpable y un inocente. El periodismo no puede profundizar. Se basa en la inmediatez, en el apresuramiento para desbancar al competidor de la noticia. Y ninguno de los dos excluye la mentira. Los medios, el periodismo no reproducen la realidad, la producen. Es más, hasta creo a veces posible que a pesar de las imágenes no haya siquiera guerra. Tampoco la politología aclara mucho más que por aproximación. Sólo en el paso del tiempo se puede encontrar una explicación plausible, que son siempre, hasta ayer y sin excepciones, razones económicas más o menos a la desesperada, solapadas por capas superficiales de razonamientos en el fondo irrelevantes que sólo figurarán más adelante en tratados de antropología o de filosofía social.

Empecemos por la primera premisa: ¿Quién alzó la voz en Occidente cuando USA destrozó a Afganistán e Irak (también Libia)? Ni siquiera la ONU. Europa, en todo, gira en lo fundamental alrededor del imperio americano. Europa, y desde luego España, son incapaces de desprenderse de esa servidumbre. Es más, nada indica una voluntad distinta. La OTAN obliga. Por lo que no hay ninguna posibilidad de razonar de otro modo, aunque una cosa sea la razón pura y la otra la razón práctica. Porque lo más cierto es que está el mundo en una situación que, más allá de la retórica del armamento y de las palabras, le sitúa en un enfrentamiento entre las naciones que están a un lado del meridiano y las que están en el otro. Lo demás son paparruchas.

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